Luego de 45 días de cuarentena, lo que ha quedado demostrado es la mentira de que se ganaba tiempo para acondicionar el sistema de salud para hacer frente a la pandemia. La situación ya es imposible de ocultar, la mayor cantidad de contagios se están dando en los sectores de la salud.
La situación en los efectores de salud de Córdoba se agrava día a día. Luego de que se denunciara la falta de equipos de protección personal (EPP) en varios centros de salud y hospitales de la provincia, se empezaron a suceder los casos. El más alarmante fue el contagio de 65 personas en la residencia geriátrica Santa Lucía de Saldan. Dado que es una institución sin capacidad de aislamiento, muchos de estos pacientes fueron relocalizados por el PAMI en el Hospital Italiano. Convertido hoy en el centro de contagio más grande de la provincia, de los nuevos positivos registrados el 2 de mayo, el 90% se produjeron en este hospital.
La situación que se vive hoy en el Italiano es la muestra de la desidia patronal que derivó en la intervención del Ministerio de Salud y el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) con la posterior puesta en cuarentena sanitaria de todo el hospital (pero como veremos, no de todos los trabajadores) a partir del jueves 30 de abril, lo que significa que no habrá admisión de nuevos pacientes. Aunque los trabajadores han denunciado que los protocolos establecidos no solo se han aplicado tarde y de forma insuficiente, hay secretarías y puesto de seguridad que aún no cuentan con los paneles de seguridad de forma definitiva, con el agravante de que se sigue convocando a cumplir tareas a trabajadores a quienes no se les ha realizado el Test y por tanto son casos sospechosos de Covid-19. Además se han realizado, sin ningún tipo de notificación, cambio de tareas para suplir la falta de aquellos trabajadores que han dado positivo o han sido puestos en aislamiento por sospechosos mientras esperaban el resultado del hisopado. Y como si fuera poco, el retraso y desdoblamiento de los pagos de salarios ya ha sido informado por parte del directorio.
En dicho nosocomio los trabajadores se encuadran bajo el convenio colectivo de la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA), dirigida a nivel nacional por el mismísimo Secretario General de la CGT Hector Daer, que viene de firmar un acuerdo de suspensiones con rebaja salarial con la UIA. El cuerpo de delegados mediante transparente comunicó que dada la situación que se está viviendo respecto a la falta de cuidados, maltrato al personal y falta de trabajadores, la directiva provincial está informada y esperan respuestas para ver los pasos a seguir, dejando desprotegidos a los trabajadores en medio de la grave crisis abierta en el hospital. Esta actitud indolente de los delegados no se condice con la incertidumbre laboral que sufren los trabajadores de la salud en su conjunto y tampoco dan respuestas a las presiones a las que se ven sometidos los trabajadores para cumplir tareas que no les corresponden con un nivel de precariedad laboral que ellos como sindicato -por acción u omisión- han dejado que esto se convierta en moneda corriente.
La gravedad del caso requiere de una organización sindical a la altura de las circunstancias que enfrente a los directivos que salen de gira por los medios de comunicación para decir que todo está “bajo control”. Ni siquiera han denunciado que varios de estos trabajadores, por percibir salarios de hambre, son expuestos a propagar los contagios extrahospitalarios al dirigirse a otros nosocomios a completar su jornada laboral. Tal es el caso de la UTI del Hospital Pediátrico, cerrada el 4 de mayo porque los médicos y enfermeras que allí desempeñan funciones, también lo hacen en el Italiano y hoy se encuentran en cuarentena. Otro caso que toma relevancia es el del Hospital-Colonia Santa María de Punilla que esta siendo denunciado por sus trabajadores y delgados por el traslado compulsivo de compañeros al Hospital Domingo Funes.
El cuadro de situación en los demás efectores de salud es similar, y se agrava en el sector privado: en el Hospital Privado no cuentan con los equipos de bioseguridad y trabajadores de diferentes secretarías y parte del personal de limpieza se han visto despedidos ante la falta de concurrencia de pacientes a la institución. Del Salvador y Oulton despiden a los monotributistas. En Conci Carpinella también, y además rebajan los sueldos a los que están en planta. El Sanatorio Mayo ha pagado parcialmente los salarios de marzo y alterado el cronograma de francos y prestación de servicios de sus trabajadores.
El cinismo de los gobiernos de Fernández y Schiaretti no cesa e insisten en que somos “héroes de la primera linea de combate”. La lucha que tenemos por delante los trabajadores es la de enfrentar al Estado descompuesto y a las patronales, que en connivencia con la burocracia sindical han impuesto décadas de precariedad laboral, despidos y suspensiones.
En el Colonia Santa María, asambleas impulsadas por trabajadores y delegados de ATE, UTS y ATSA han logrado impedir traslados masivos pero siguen enfrentando nuevas intentonas como el traslado compulsivo de una delegada de ATE, el 4 de mayo. En el Hospital de Niños y el Misericordia se realizan reuniones diarias de trabajadores para mantener un relevamiento de las novedades y organizar los reclamos de EPPs y demás condiciones de trabajo. Para el 7 de mayo, se están impulsando acciones para denunciar la precariedad del trabajo en el sistema de salud, y también la mentira del bono de $5.000 que anunció con bombos y platillos el gobierno de Alberto y resultó ser una estafa al no contemplar a la totalidad de los trabajadores de la salud.
Y es que los únicos interesados en garantizar nuestra salud somos los propios trabajadores. Se hace urgente la convocatoria a asamblea en cada lugar de trabajo y preparar un plan de lucha para imponer nuestras reivindicaciones:
Llamamos a los sectores combativos y oposiciones sindicales dentro de los gremios del sistema de salud de Córdoba, ATE, UTS, ATSA, SEP, SUOEM y otros, a impulsar esta lucha basada en las asambleas por lugar de trabajo. Y a organizar reuniones de trabajadores, tanto del sector privado como estatal de la salud donde podamos discutir el estado de situación de la pandemia en la provincia, los recursos que necesitamos, las novedades técnico-médicas para enfrentar la pandemia junto a otros sectores de trabajadores científicos que puedan brindar su aporte, ya que no podemos dejar la crisis sanitaria en manos del Estado burgués, sus gobierno Nacional y provincial y los empresarios de la salud privada. Y para hacer un llamado al conjunto del movimiento obrero a apoyar nuestra pelea.
Los trabajadores de la salud decimos: ¡no vamos a pagar la crisis con nuestras vidas! Junto con los trabajadores que enfrentan el ataque patronal en medio de la crisis como los de Penta, Bed Time y Arcor, en este momento estamos en la primera línea, sí, pero de la lucha de clases.
Recientemente, hemos tomado conocimiento del fallecimiento del compañero David Soria, un reconocido dirigente obrero de zona norte, quien fuera delegado de la fábrica Paty. Según cuentan sus compañeros, murió en medio de esta pandemia, ante la falta de atención médica adecuada, en una muestra más de la miseria a la que nos arroja este sistema capitalista que él aborreció y combatió, como un obrero militante que abrazaba la lucha por la revolución social.
Supimos compartir con David innumerables peleas de nuestra clase. Entre ellas, la lucha por la absolución de los petroleros de Las Heras, los cortes en el parque industrial de Pilar, la misma ocupación de Paty.
Saludamos calurosamente a su familia y compañeros ante su fallecimiento. Y decimos, ¡David Soria, presente!
15/04/2020
Corriente Obrera Revolucionaria
El 1°de mayo falleció Antonio Barrera, enfermero del Hospital Posadas y Secretario Gremial de la CICOP. Despedimos a un compañero que militó gran parte de su vida bajo las banderas de la revolución. Saludamos a sus familiares, amigos y compañeros de militancia del Nuevo MAS.
¡Hasta el socialismo siempre, Antonio!
Corriente Obrera Revolucionaria
02/05/2020
Declaración de la TRCI
En nuestro día en todo el mundo, los trabajadores debemos levantar nuestra voz contra la decadencia imperialista y mostrar el poder de la clase obrera.
Este 1° de mayo nos encuentra a los trabajadores luchando contra un virus y contra un parásito histórico, que es el capitalismo. La pandemia del coronavirus puso al desnudo al sistema capitalista y sus formas de dominación. Demuestra las consecuencias del avance del capitalismo sobre la naturaleza de forma anárquica. La pandemia agudiza y acelera las tendencias de la crisis del 2008, llevando de seguro a una recesión mundial. Pero es importante comprender que, si bien es continuidad de la crisis de la década pasada, esta continuidad no es necesariamente lineal; pueden producirse saltos de calidad en el estado general del capitalismo imperialista, cuyas consecuencias se verán en el mediano y largo plazo.
La crisis acelerada por el coronavirus acentuó aún más la descomposición de las instituciones creadas en la posguerra, un gran ejemplo es las OMS y su actuación, la ruptura de los equilibrios interestatales, entrando en una situación caótica la UE y una exacerbación de la competencia entre EEUU y China como lo más importante. En este escenario no se descarta la posibilidad de la ruptura de los equilibrios de clase en los estados nación abriendo procesos más agudos de lucha de clases.
Lo particular en esta crisis es la intervención de los Estados de forma deliberada en la esfera de la producción, en la relación entre el capital y el trabajo. Es decir, sobre las leyes del capital, no para violarlas, sino para negarlas parcialmente.
La respuesta de las principales potencias imperialistas ante la crisis, es un mayor estatismo, es decir, un intento de economía dirigida, intervención con un festival de subsidios al capital, nacionalizaciones de empresas en crisis como las aerolíneas de bandera e impuestos a las riquezas o políticas fiscales agresivas. Para los trabajadores esto no es otra cosa que un ataque en todas las líneas, con despidos masivos, suspensiones, rebajas salariales y quita de conquistas, entre otras.
La centralización estatal no puede ser más que reaccionaria. La cuarentena como política del Estado es para salvar al capital. Podríamos decir que la cuarentena es una política preventiva para resguardar a los grandes capitalistas y a su clase, desorganizando a nuestra clase con la complicidad de la burocracia sindical, para preservar sus Estados en descomposición, reforzando al aparato burocrático militar para disciplinar a las masas. En cambio, si fuéramos nosotros los que paralizáramos todo, no sólo estaríamos enfrentando al virus, sino estaríamos organizados para enfrentar los ataques. Los métodos de la clase obrera, como el cese de actividades y paros para ir a una huelga general, son medidas que permiten preservarnos de forma organizada, mediante los sindicatos, ante el ataque centralizado de los burgueses y las fuertes tendencias destructivas de la economía capitalista en crisis. Por eso no podemos estar a favor de la cuarentena impuesta por el Estado, ya que no es una medida “sanitaria”, sino una línea imperialista de resguardar las ramas de la producción haciendo descender el valor de la fuerza de trabajo.
Esta distorsión que introduce la intervención del Estado en la esfera de la producción abre un sinfín de crisis políticas de las distintas fracciones burguesas y una relación diferente con los trabajadores, ya que actúa en la base misma de las relaciones sociales de producción. Resulta muy evidente la importancia de la fuerza de trabajo en la creación de valor y la dinámica del capitalismo y su relación con esta fuerza de trabajo. Y ante el ataque de los capitalistas debemos contraponer el ataque a su capital. Los trabajadores ante el nivel de la crisis debemos reforzar la idea de expropiar a los expropiadores.
Debemos combatir la ficción de un aparato burocrático-militar perimido, que tiene bajo control lo que pasa en su territorio. Sólo la clase obrera puede dirigir medidas coordinadas internacionalmente. Planteamos el control obrero de las principales ramas de la economía, ante la desorganización de la economía y nos posicionamos por la destrucción de Estado burgués de forma revolucionaria, ya que es imposible que un Estado burgués responda a nuestras demandas.
Podemos decir que asistimos a un ensayo general reaccionario del sistema capitalista, en medio de un proceso más histórico de descomposición. Es un gran ensayo de conciliación de clases de patrioterismo. Ante una dirección anárquica como es el sistema capitalista, que depende de sus Estados mayores armados para garantizar la reproducción del capital, nosotros peleamos por una dirección colectiva consciente, que prepare las etapas de la dictadura del proletariado, ya que el sistema actual engendra las condiciones materiales y las formas sociales para la reconstrucción económica de la sociedad.
De forma cínica, los escribas del capitalismo pretenden demostrar que el marxismo es una teoría equivocada, temerosos de que la inocultable crisis en la que se encuentra el sistema propague la idea de la revolución social ante la irrefutable demostración de lo que produce la anarquía del capital. El ataque al marxismo en medio de una crisis, es la desesperación de una clase burguesa en descomposición ante escenarios más agudos de la lucha de clases que se avecinan.
Los trabajadores podemos organizar las tareas para enfrentar las consecuencias de la pandemia, frenar los ataques y desorganizar a la burguesía en su base de sustentación la producción. Lo haremos imponiendo el control obrero de las ramas más importantes de la economía, la escala móvil de horas y de salarios, la expropiación de los bancos, la apertura de los libros de las grandes empresas, son algunos puntos programáticos transicionales que pueden mostrar al conjunto de las masas la dominación de los trabajadores en la administración de las cosas. Intervenir de forma independiente y con nuestros métodos en esta crisis es la tarea que tenemos planteada. Ejemplos en el mundo ante la crisis, que aceleró el coronavirus, hay muchos. Sectores de trabajadores salieron a hacer paros y huelgas en contra de los ataques. Quizás el caso más importante sea la huelga general en Italia, donde los trabajadores pararon en contra del decreto de cuarentena del gobierno. En EEUU, la principal potencia imperialista, los trabajadores también realizan huelgas en sus lugares de trabajo. Las luchas semi-insurreccionales de las masas en América Latina, como en Chile o en Ecuador, donde no han logrado imponer derrotas decisivas a la clase obrera y la juventud, pronostican la posibilidad de irrupción del proletariado del continente para vencer los planes de hambre y miseria del imperialismo. En Argentina, la lucha de los trabajadores del frigorífico Penta, de BedTime y del sistema de salud marcan el camino.
Los trabajadores debemos intervenir en esta crisis de forma independiente, preparando las condiciones para que surja una vanguardia revolucionaria que se constituya en partido como dirección revolucionaria en la necesidad de reconstruir la IV Internacional.
Este 1° de mayo debe ser una jornada en donde se escuche la voz de los trabajadores con más fuerza, ante la crisis mundial y la pandemia.
Somos los trabajadores, a los que ahora en medio de esta crisis de forma cínica llaman esenciales, los que producimos y ha quedado claro quiénes son los que se apropian de forma privada de esa producción. Somos esa clase obrera que alrededor del mundo está luchando contra los ataques de sus Estados para que no seamos nosotros lo que paguemos la crisis que ellos generaron.
Somos los trabajadores los que, en nuestro día, tenemos que alzar nuestra voz de forma independiente para preparar las condiciones de enfrentamiento a la burguesía y sus Estados.
En Argentina, ante la negativa de algunas corrientes de izquierda a realizar un acto centralizado, ya que respetan los términos de la cuarentena, sostenemos que nuestra clase debe manifestarse activamente de todos modos este 1° de mayo.
Llamamos a las corrientes de izquierda, a los sindicatos recuperados, a las comisiones internas combativas, a los delegados antiburocráticos y al conjunto del activismo, que luchan en contra del sistema capitalista a realizar actos por zonas o región para mostrarle a nuestro enemigo en nuestras propias filas, que es la burocracia, y a nuestros enemigos históricos, la burguesía, que no van a desorganizarnos, ni a callar nuestras luchas. Actos en contra del decreto de la cuarentena, que prohíbe la actividad sindical y por la apertura de los sindicatos, para que sean nuestras herramientas de lucha, como no quiere la burocracia sindical.
Actos en todo el país donde sean los trabajadores combativos de la salud los que cierren y denuncien la política criminal del gobierno de Alberto en medio de la pandemia y expresemos un saludo internacionalista a los compañeros de la salud que enfrentan en el mundo la debacle de los sistemas de salud.
Queremos proponerles a los compañeros del Frigorífico Penta un acto en la puerta de la fábrica para reforzar su lucha, que se está dando en medio de una cuarentena, y tantas luchas que se están realizando en el conjunto del país ante los ataques de las patronales, con anuencia del gobierno y la burocracia sindical.
Se podría hacer un acto en alguna cabecera de líneas de colectivo, donde se reúnan las tendencias combativas de la rama del transporte en el subte y ferroviarios. Esto sólo a modo de ejemplo, obviamente respetado todas las medidas de higiene y seguridad para proteger nuestra salud, porque sólo los trabajadores, con nuestros métodos de lucha, podemos garantizar nuestras condiciones de vida. Para el capitalista, la vida de la fuerza de trabajo es algo intrascendente y en esta crisis esto se puede ver de forma más descarnada.
Esperamos poder coordinar estas acciones.
En momentos en que el gobierno se prepara para extender la cuarentena, queremos formular algunas consideraciones sobre la situación y cómo, a nuestro entender, deberíamos intervenir los revolucionarios.
Alberto Fernández con su grupo de notables, es decir Paolo Rocca, Acevedo, de la UIA, y lo más granado de los empresarios, definen los destinos de los trabajadores en nombre de la salud de sus negocios. Alberto, está llevando a cabo la máxima de uno de sus maestros, Néstor Kirchner, que decía “no le den importancia a lo que digo, sino a lo que hago”. Les dice “miserables” a los empresarios, pero avala los despidos de Techint; dice control de precios, pero avala sobreprecios en las compras de alimentos, y dice con acciones: entre los bancos y los jubilados, elijo a... los bancos.
Resulta llamativo que gran parte de la izquierda reclame que siga la cuarentena e intente cambiarle el contenido a esta medida estatal. Debemos ser claros, la cuarentena es una medida recomendada por la Organización Mundial de la Salud, una institución creada en la posguerra como parte del nuevo orden mundial después de la segunda guerra. Es evidente que toda política que venga de semejante organización imperialista, responsable de la destrucción de la salud y, por lo tanto, artífice de la pauperización de nuestras condiciones de vida, no va ser para favorecer a nuestra clase.
Por eso, si están en juego nuestras condiciones de explotación, no nos ofrecerán una salida favorable nuestros explotadores. Es con los métodos obreros, que son parte de nuestra historia, como los ceses de actividad, paros, huelga de brazos caídos, huelgas, es decir, paralizar la producción imponiendo un programa que enfrente al Estado como los trabajadores podremos enfrentar esta crisis.
La cuarentena es el método que tiene la burguesía, no para detener el virus, sino para garantizar su forma de dominación ante la crisis y que no colapsen sus sistemas, centralmente el de salud. Los métodos obreros, como parte de medidas transicionales, son intervenciones del poder estatal proletario que limitan de manera consciente el derecho de los capitalistas a disponer de sus bienes y su afán de lucro.
Podríamos decir que la cuarentena es una política estatal preventiva, para resguardar a los grandes capitalistas y a su clase, desorganizando a nuestra clase con la complicidad de la burocracia sindical, para preservar un semi Estado en descomposición, reforzando al aparato burocrático militar para disciplinar a las masas. Para imponer esta política utiliza el monopolio de las fuerzas del Estado, con la policía, la gendarmería, hasta el espionaje cibernético y el ejército para garantizar esta línea. Si fuéramos nosotros los que paralizáramos todo, no sólo estaríamos enfrentando al virus, sino estaríamos organizados para enfrentar los ataques.
Debemos abrir un debate central al interior de nuestra clase, principalmente en el movimiento obrero industrial, ante la propaganda oficial de la importancia del Estado en esta crisis, de sus funciones sociales y de control. Es imperioso aclarar el contenido de clase del concepto de Estado. La naturaleza de clase del Estado es burguesa, defiende a una clase antagónica a la nuestra, por lo que debemos preparar las condiciones materiales para su destrucción.
Permitir que el gobierno siga imponiendo una centralidad reaccionaria con la cuarentena, lo que significa un ataque brutal a los trabajadores, con suspensiones, rebajas de salario, despidos y quita de conquistas, es -como mínimo- entregarnos sin dar pelea.
Los trabajadores podemos organizar las tareas para enfrentar las consecuencias de la pandemia, frenar los ataques y desorganizar a la burguesía en su base de sustentación, la producción. Imponiendo el control obrero de las ramas más importantes de la economía, la escala móvil de horas y de salarios, la expropiación de los bancos privados, la apertura de los libros de las grandes empresas, son algunos puntos programáticos que pueden mostrar al conjunto de las masas la dominación de los trabajadores en la administración de las cosas. Intervenir de forma independiente y con nuestros métodos en esta crisis es la tarea que tenemos planteada. Ejemplos en el mundo ante la crisis, que aceleró el coronavirus, hay muchos. Sectores de trabajadores salieron a hacer paros y huelgas en contra de los ataques. Quizás el caso más importante sea la huelga general en Italia, donde los trabajadores pararon en contra del decreto de cuarentena del gobierno. En EEUU, la principal potencia imperialista, los trabajadores también realizan huelgas en sus lugares de trabajo.
Confiar en nuestras propias fuerzas es la única salida que tenemos los trabajadores.
Antes de la declaración de la pandemia del coronavirus y toda la serie de medidas represivas establecidas con la excusa de “cuidarnos a todos”, el gobierno de Alberto Fernández ejecutó un importante saqueo a las jubilaciones al establecer una nueva fórmula para el cálculo de la movilidad. Este ataque es un hito más en una larga historia de humillaciones a trabajadores que pasan a retiro y deben luchar por sobrevivir en condiciones de pobreza. El más explosivo de esos hitos fue la reforma jubilatoria impulsada por el macrismo en 2017 y votada con ayuda del PJ y los partidos provinciales.
El ensayo reaccionario de establecer una cuarentena obligatoria, garantizada por las fuerzas de seguridad, es un intento desesperado de que la crisis social no estalle a causa de la propagación de la enfermedad viral del COVID 19. Pero el estado calamitoso del sistema de salud, los salarios de miseria de casi la mitad de los trabajadores del país, las condiciones de vida desesperantes de los jubilados y de una gran porción de la población en los conurbanos de las grandes ciudades de todo el país no se pueden tapar con propaganda invitando a la “responsabilidad” y la “solidaridad”. Además, quedó demostrado que un intento de centralización por parte de este Estado resulta en caos total, porque es así como se organiza la vida social capitalista, basada en la anarquía del capital.
El viernes 3 de abril reabrieron las sucursales bancarias que pagan haberes de la seguridad social, después de haber permanecido cerradas desde la declaración de la cuarentena total, el 20 de marzo. Todos los trabajadores bancarios previeron que la situación sería caótica, como lo es todos los meses en los que hay fecha de cobro establecida por el cronograma de pagos de ANSES. No es una novedad para los bancarios verse sometidos a estresantes horas de trabajo, que la mayoría de las veces se extiende bastante más de la jornada laboral de convenio. También son los trabajadores los depositarios de la bronca y la frustración -justificada- de los clientes que tienen que esperar horas para cobrar un haber, muchas veces mínimo. A las patronales les cabe bien la consigna de la cuarentena: “lavarse bien las manos”.
Este 3 de abril vimos a jubilados expuestos al contagio de manera masiva en largas colas de muchísimas horas. Mostraron la fragilidad de la imposición de la cuarentena por parte del Estado, ante la necesidad real de la mayoría de los jubilados de percibir su haber. Los bancarios también se vieron expuestos al contagio, sometidos a la presión de la patronal, que es la verdadera responsable del pésimo servicio a los jubilados, que ve en ellos sólo un buen prospecto para colocar productos financieros. Mientras los banqueros se quedan cómodos haciendo cuarentena en sus casas, nos someten a los trabajadores a condiciones insalubres. Sólo podremos cuidar nuestra salud con los métodos obreros: con cese de actividades, con el paro, con la organización. Que el sistema de las jubilaciones dependa de estos banqueros, que sólo persiguen su insaciable afán de lucro, es un despropósito más de la economía capitalista.
Ese mismo día, el secretario general de La Bancaria, Sergio Palazzo, tras ser increpado por un coro de periodistas que siempre encuentran una buena oportunidad para atacar a las organizaciones obreras, explicó que el gremio se puso a disposición de resolver el problema -a la orden del gobierno, no de las necesidades de los jubilados y de sus propios trabajadores. Sus declaraciones parecían de un funcionario del Estado, no de un líder sindical que vela por los intereses de los trabajadores, no sólo de su gremio, sino de conjunto. Esta postura ya se anticipó antes de la pandemia, cuando se mostró dispuesto a resignar las paritarias por una suma fija que impuso AF en consonancia con los dictados del FMI. Desde la asunción del nuevo gobierno, se han comprometidos con la “paz social”, mientras el ajuste del FMI sigue en marcha. Ahora pretenden que seamos los jubilados y los trabajadores los que paguemos por esta situación de crisis, que generaron las patronales y sus cómplices.
Ante esta situación de emergencia debemos imponer delegados de Higiene y Seguridad. Sabemos que esto sólo se podrá llevar adelante mediante la organización de los trabajadores en sus lugares de trabajo. Hay que hacer asamblea en cada sucursal para hacer un relevamiento diario de las condiciones de trabajo. Y si éstas no se cumplen, imponer el cese de tareas.
Debemos redoblar la organización para defender las jubilaciones de todo el pueblo trabajador, apelando a la unidad de la clase obrera.
Debemos imponer la reapertura inmediata de la paritaria, en la que se escuchen las demandas de los trabajadores. Todo trabajo realizado durante la cuarentena fuera de las condiciones establecidas en el CCT: el “homeoffice”, el trabajo los fines de semana, las horas extras, debe ser debidamente compensado salarialmente. Quienes se vean afectados a trabajar en medio de la pandemia, deben ser compensados por ser sometidos a trabajo insalubre. Si algún trabajador se contagia de COVID-19 deberá ser considerado que es una enfermedad laboral. Para discutir esto se deben elegir delegados paritarios con mandato y revocables.
Además, desde hace meses, antes de la pandemia, muchos bancos empezaron a ofrecer retiros voluntarios, o sea, despidos encubiertos; así como despidos abiertamente. Hay que pelear por la reincorporación de los despedidos.
También debemos imponer que se efectivice los tercerizados, que son una gran parte de los trabajadores del sistema financiero.
En el marco de la imposición policial de la cuarentena, debemos plantear que el sindicato tramite permisos de circulación a los delegados para asistir a los compañeros en los lugares de trabajo.
Pero, en definitiva, sabemos que una burocracia adicta al Estado y cómplice del gobierno no peleará hasta el final por los intereses de los trabajadores. Es necesario recuperar nuestros sindicatos de manos de la burocracia conciliadora. Hay que organizar un Congreso de Delegados de urgencia para enfrentar esta situación y buscar una respuesta desde la clase obrera con los métodos obreros. Hacemos un llamado a todas las corrientes de izquierda dentro del sindicato a desarrollar una campaña por estas demandas.
El 20 de marzo pasado el gobierno nacional de Alberto Fernández estableció por decreto el “aislamiento social preventivo y obligatorio” por el COVID-19, declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) pandemia mundial. El domingo 29 de marzo, extendió la medida hasta fines de semana santa. El pretexto para establecer esta cuarentena, con las fuerzas de seguridad controlando las calles, es un modelo estadístico (curva) promovido por la OMS y los especialistas según el cuál es necesario ralentizar los contagios de la enfermedad para evitar un colapso del sistema sanitario de los estados burgueses, como se está viendo en Italia y España. Este plan de “achatar la curva de contagios” parte del supuesto de que el sistema sanitario tiene capacidades limitadas para la atención de la población, y según el ministro de salud González García, todo el plan consiste en ganar tiempo para adecuar el sistema, en actual estado de calamidad, a las necesidades del futuro pico de contagio. Basta traspasar la medianera de cualquier hospital del interior del país para darse cuenta de que esto es una burla al pueblo pobre y a la clase trabajadora toda, y un cínico insulto a los trabajadores de la salud en particular.
Por supuesto, lo anterior es un mero pretexto sanitario. Al 29 de marzo, el total de detenidos por “violación de la cuarentena” ascendía a 33.000 (Clarín). Como hemos expuesto en otros materiales, la intervención de las fuerzas de seguridad controlando la circulación de mercancías, incluyendo la fuerza de trabajo como mercancía, responde a la preparación de la burguesía y su Estado para enfrentar las respuestas de nuestra clase ante las consecuencias de la crisis general del capitalismo mundial que va mucho más allá de una infección respiratoria. Estamos hablando de una crisis capitalista en toda regla, con su ola de suspensiones, despidos, rebajas salariales, avance de la precariedad y quita de conquistas obreras, camino que ya comienzan a transitar las patronales como Techint, pero que ya venían implementando antes del COVID-19 en la industria petrolera, en ARCOR, por dar sólo algunos ejemplos.
La inversión en salud en Argentina es del 9,4% del PBI. De esta cifra, el Estado (en sus distintos niveles e incluyendo el gasto en seguridad social) aporta el 70% y el 30 % restante corresponde al sector privado, según datos de la OPS/OMS. En relación al gasto total, en cambio, los fondos públicos ejecutados en 2020 representan solo un 4%, de acuerdo con los datos de Hacienda. Por la expansión de la pandemia, el gobierno nacional anunció una partida presupuestaria extra de $1.700 millones. Para que tengamos un punto de comparación, es el equivalente a un cuarto del presupuesto anual del Hospital Garraham.
El cinismo de Fernández es insuperable cuando se refirió a que los trabajadores de la salud iban a recibir un pago diferencial extraordinario: se rumoreaba que iba a ser de $30.000, pero resultó en el decreto que cobrarán 4 cuotas de $5.000, no remunerativos y contra la prestación efectiva de servicios; y en caso que se ausente del trabajo en forma parcial o total -justificada- el pago extraordinario se ajustará proporcionalmente, introduciendo en la emergencia una cláusula de presentismo (productividad). Ese decreto además reconoce que el personal de salud debe trabajar en más de un lugar, dado que el salario no alcanza, estableciendo que el incentivo lo cobrarán sólo por uno de sus empleos. Resulta ahora que los trabajadores de la salud deben hacer una “patriada” con un barbijo y un par de guantes durante todo el día a cambio de las peores condiciones laborales agudizadas por la expansión del virus, con todos los riesgos que ello significa, y con un salario por debajo de la línea de la pobreza.
El sistema sanitario argentino está fragmentado en el sector estatal, que atiende a 3 de cada 10 personas en forma gratuita, las Obras Sociales sindicales, que cubren a los trabajadores registrados con aportes, y el sector privado de prepagas, hospitales, clínicas, sanatorios, laboratorios, otros centros privados y, no olvidarlo, las nefastas ARTs. Estos dos últimos sectores atienden a 7 de cada 10 personas (Iprofesional, 22/03/20). Las estadísticas no distinguen entre las personas atendidas por las Obras Sociales de aquellas atendidas por el sector privado porque de hecho estos sectores se confunden. Hay una razón: en los años 90, las Obras Sociales que ya estaban bajo la égida del Estado burgués a través de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS) y otros organismos, fueron desreguladas, proceso que culminó bajo el gobierno de la Alianza que nos depositó en la crisis de 2001. Debería tener más cuidado el actual presidente cuando compara los muertos con las crisis económicas: muchos de los trabajadores que morirán con el pico de la actual pandemia serán en realidad víctimas de las reformas antiobreras que se instrumentaron durante las crisis anteriores. La desregulación de las Obras Sociales permitió que muchas de estas simplemente tercerizaran los servicios de cobertura de salud de los trabajadores de su rama desviando los descuentos de ley a prepagas que surgieron como hongos y luego fueron decantando por la competencia capitalista en el monopolio de los actuales mercaderes de la vida y la muerte como OSDE, Swiss Medical, Medifé, etc, etc. Otras Obras Sociales sindicales se “especializaron” en el rubro, ofreciendo sus servicios a otros sindicatos. Todo esto, sin dejar de mantener una relación espuria con la SSS, que junto con la Ley de Asociaciones Sindicales y la Conciliación Obligatoria se ha convertido en un instrumento de subordinación de las organizaciones de la clase obrera al Estado burgués. Esto sucedió durante el gobierno de Macri, durante los gobiernos anteriores y sucede ahora: la burocracia sindical negocia paz social por fondos frescos que la SSS transfiere a esta capa privilegiada a través de las Obras Sociales. Los fondos que supuestamente deberían destinarse a la salud de los trabajadores son el pago en efectivo de la traición de sus dirigentes por el Estado burgués. Este sistema de salud, llamado “tripartito”, que viene siendo coto de negocios de un puñado de empresas capitalistas (a las que hay que sumar a los laboratorios de medicamentos) y del concubinato del Estado con la burocracia sindical, es el que se enfrenta a la famosa “curva” del COVID-19. De más está decir que la resultante, en palabras del propio Ginés González García, es un sistema sanitario devastado.
Igual que la democracia política, la salud popular en la Argentina fue producto de la lucha y la organización de la única clase progresiva, el proletariado. La salud de los trabajadores sólo fue atendida por los trabajadores mismos a través de las mutuales y cajas de socorros mutuos, germen de los sindicatos. Las Obras Sociales tienen ese mérito, y recordamos esta historia porque lamentablemente hoy muchas organizaciones obreras y de la propia izquierda centrista están totalmente adaptadas a la ideología estatista de la burguesía, que hoy en la crisis se fortalece. La salud pública, que es una ilusión, pasaría por los hospitales estatales, (no tan) gratuitos, que además los últimos años han sufrido también el embate de las políticas del Banco Mundial y su Cobertura Única de Salud (CUS) que propone la intervención directa de los privados en los servicios “rentables” del hospital público. Más que tripartito, el sistema es una maraña en la cual las empresas de la salud se quedan con el negocio y el Estado sostiene los déficits, estatismo a fin de cuentas. No hace falta más que conversar con cualquier enfermera de un hospital estatal para saber cuáles son y cómo se manejan los servicios “privatizados”. En cuanto a las Obras Sociales, como explicábamos más arriba, han sufrido el derrotero de los propios sindicatos bajo la decadencia imperialista, siendo sometidas por el estado burgués y sus formas de poder bonapartistas sui generis. Sin embargo, en medio de la pandemia, la lección de la historia es categórica: sólo a los trabajadores nos interesa nuestra salud y la salud del pueblo pobre en general.
¿Qué significa la salud de la clase obrera para la burguesía? Simplemente parte del valor de la fuerza de trabajo, que debe reproducirse día a día para continuar bajo el yugo de la explotación del capital y su acumulación. Incluso si se “daña” en el propio proceso de producción, como cualquier máquina está cubierta por un seguro (ART). Esto simplemente queda mucho más al descubierto con la descomposición de cualquier idea de Estado de bienestar en los países imperialistas, el antiguo espejo en que se miraban la sub-burguesía nacional y los sectores medios.
La pandemia ha venido a profundizar y acelerar la crisis económica y social y a poner al descubierto un sistema de salud en ruinas. La actual coyuntura de crisis en todo el mundo muestra como los trabajadores de la sanidad, de la industria y los servicios empezamos a organizarnos y luchar por lo que nos han robado hace décadas, como es el caso de las huelgas en Italia, método de la clase obrera para que las patronales no la arrojen como “carne de cañón” a producir en la insalubridad de las fábricas.
En Argentina, la burocracia sindical se votó el aislamiento social, cubriéndole el flanco al gobierno. Luego de la reunión entre nación y sindicatos de la salud quedó demostrado que tanto ATE y Fesprosa como la CTA-A van a ser cómplices de profundizar la precariedad laboral ante la incorporación de residentes del 2º y 3º año al abordaje de la epidemia, la falta de recurso crítico disponible en los hospitales (aunque parece ser un dato novedoso para los burócratas) y definen poner a disposición los hoteles sindicales para subordinarse a la estrategia del gobierno nacional. La UPCN y ATSA también firmaron la paz social, y solo se remiten a elevar notas por falta de insumos al Ministerio de Salud ante la presión de los trabajadores de la sanidad en hospitales designados de referencia para atender pacientes infectados por el COVID-19. La burocracia trata de mostrar la importancia que tiene la “unidad” de los sindicatos con el Estado burgués, con la excusa de la emergencia y la esencialidad del sector, manteniendo así la conciliación de clases como objetivo primordial de salvaguardar las ganancias capitalistas.
Los trabajadores de la salud somos hoy los más expuesto a la pandemia y al plan de Alberto y las patronales. Además de defender nuestra propia vida, debemos defender al conjunto de los trabajadores ya que, con menor personal de atención disponibles por posibles contagios, el sistema sanitario caería aún en peores condiciones, como sucede en España donde casi el 15% de los contagios se dan entre trabajadores de la sanidad. Contra las jornadas extenuantes y la doble o triple jornada de trabajo, debemos pelear por jornadas de 6 hs para las y los trabajadores de la salud, con un salario inicial igual a la canasta básica indexado a la inflación, y por el pase a planta permanente de todos los becarios, contratados, monotributistas, pasantes y residentes. Hay que poner fin a las tercerizadas. No podemos permitir que gobiernos y empresarios de la salud aprovechen la coyuntura para avanzar en la precarización laboral, ¡Que todo trabajador que se incorpore en la emergencia sea contratado con las mismas condiciones que el personal de planta, por un contrato único!
Los trabajadores de la salud necesitamos disponer de todos los insumos necesarios para la asepsia y esterilización de materiales, así como de equipos e insumos. Necesitamos equipos de protección personal (EPP) para todo el personal, teniendo en cuenta que se trata de material descartable y debe estar disponible de formar constante. Cese de actividades hasta que se cumplan las normas de bioseguridad para todo el personal.
Es imperiosa la centralización real de los recursos sanitarios. Al igual que el resto del plan sanitario de Alberto, la coordinación a través del gobierno nacional y sus conferencias con los gobernadores de las provincias y el intendente de la CABA son una farsa y dejan al 70% de la atención del sistema, privado, seguir actuando guiado por el lucro (una pandemia significa grandes negocios para estos burgueses). Sin embargo, la consigna de centralización del sistema bajo el comando del Estado burgués, incluso la estatización de las efectores del sector privado, sigue dejando en manos del comando de nuestros enemigos de clase el problema de la salud de los trabajadores. Lo que está planteado es poner los hospitales, clínicas, sanatorios, grandes cadenas de farmacias y demás centros de atención bajo control de sus trabajadores a través de los sindicatos de la rama (ATSA, la Fesprosa, ATE Salud, UPCN, sindicatos estatales provinciales y municipales). Por supuesto, para ello es necesario recuperar los sindicatos de manos de la burocracia y ampliar sus funciones. El método es la asamblea, la elección de delegados con mandato, los plenarios zonales o municipales, provinciales y un Congreso Nacional de Delegados de Base de la Salud, por supuesto, tomando todas las medias de prevención para evitar los contagios (tal como deben tomarse en los propios hospitales y fábricas donde se continúan las labores). Para esto también necesitamos imponer la jornada de 6hs, que los sindicatos estén abiertos para realizar reuniones de delegados y activistas, y que emitan salvoconductos sindicales para que nuestros delegados puedan circular entre los lugares de trabajo y las sedes de nuestras organizaciones.
Existe una preocupación válida entre muchos compañeros y compañeras en relación a la provisión de los EPP y otros insumos y equipamientos médicos, ¿cómo conseguirlos, si no hay stock? Esto se debe a que la producción de estas mercancías y su distribución no escapan a las reglas capitalistas anárquicas que rigen a cualquier mercancía. Los stocks no están o porque no se producen, o porque están escondidos para la especulación o porque fueron destinados a la exportación o al consumo de los sectores burgueses. El caso de los respiradores es paradigmático: fueron los propios distritos provinciales los que comenzaron a pujar por los pocos respiradores que se fabrican en el país. Nuevamente, el Estado nacional tuvo que salir a aparentar cierta organización centralizando a su manera el abastecimiento de los mismos, y al mismo tiempo activando un gran negocio para una multinacional como Toyota que se ofreció para la reconversión de su planta de Zárate, donde propuso armar una línea de montaje de respiradores para sumar a los que se fabrican en Córdoba y a las partidas que serán importadas probablemente de China. ¡Es un gran negocio! En tiempos de restricción de la producción por la cuarentena, pero más aún por la recesión mundial, la industria automotriz está paralizada; la única forma en que puede valorizarse el capital es explotando a la fuerza de trabajo, y Toyota encuentra la manera de realizar esto… ¡a través de la famosa reconversión! En el terreno del mercado mundial, ocurre lo mismo con la competencia entre el capital de los países imperialistas entre sí y con China por poner en funcionamiento determinadas producciones destinadas a los sistemas sanitarios para intentar iniciar una (muy dudosa) recuperación económica a futuro.
Lo más lamentable es que esta idea sea un punto central del programa que nos propone la izquierda centrista organizada en el FIT-U. Dirán que ellos suman a la reconversión el “control obrero”, entendido como un mero control democrático “por la base” de la actividad capitalista. Sin embargo, lo que realmente están proponiendo es una reconversión dentro de los marcos del sistema, sin cuestionar el mando capitalista ni enfrentar al Estado burgués (por eso tampoco quieren enfrentar la cuarentena) ni cuestionar la explotación del sistema del trabajo asalariado. Los revolucionarios, entendiendo el problema de la cadena de suministros del sistema sanitario, levantamos la intervención independiente de la clase obrera, luchando por recuperar nuestros sindicatos industriales y de servicios para que amplíen sus funciones y a través de nuestras organizaciones imponer el control obrero de los laboratorios médicos, las fábricas químicas, textiles, de papel y de equipos médicos, la cadena logística, y demás insumos y equipos que se necesiten para atender la pandemia y sostener la tarea de los trabajadores de la salud. Confiscación de todos los stocks de insumos y equipos y distribución bajo control obrero, donde tendrá un peso preponderante la opinión de los propios trabajadores de la salud.
Debemos decir finalmente que la idea de reconversión es totalmente nacionalista. El control obrero sobre las ramas industriales y de servicios rompe las fronteras nacionales porque la tarea que enfrenta nuestra clase obrera y su vanguardia tiene una naturaleza, como la pandemia y el mercado mundial capitalista, internacional.
Sólo los trabajadores podemos garantizar nuestra salud. Esto no quiere decir que podamos poner en pie un sistema de salud “obrero”, paralelo al Estado capitalista y el sistema de la propiedad privada, eso sería una mera utopía reformista. La salud de la clase obrera no puede garantizarse sin enfrentar las consecuencias de la descomposición capitalista. Siguiendo a Trotsky, “los sindicatos actualmente no pueden ser simplemente los órganos democráticos que eran en la época del capitalismo libre y ya no pueden ser políticamente neutrales, o sea limitarse a servir a las necesidades cotidianas de la clase obrera. Ya no pueden ser anarquistas, es decir que ya no pueden ignorar la influencia decisiva del estado en la vida del pueblo y de las clases. Ya no pueden ser reformistas, porque las condiciones objetivas no dan cabida a ninguna reforma seria y duradera. Los sindicatos de nuestro tiempo pueden servir como herramientas secundarias del capitalismo imperialista para la subordinación y adoctrinamiento de los obreros y para frenar la revolución, o bien convertirse, por el contrario, en las herramientas del movimiento revolucionario del proletariado.”
La salud de nuestra clase no puede sostenerse a través de ningún sistema de salud estatal bajo el capitalismo, porque no tenemos garantizadas las mínimas condiciones de reproducción de nuestra fuerza de trabajo. Conquistar estas condiciones, un salario mínimo igual a la canasta básicas familiar, las condiciones de seguridad e higiene para no morir en las fábricas y en el transporte, una reforma urbana basada en la expropiación de los grandes terratenientes para conquistar viviendas para todos los obreros, imponer las escalas móviles de salario y horas de trabajo contra el desempleo y los despidos, todo eso plantea un programa de transición para la lucha de nuestra clase contra los capitalistas y su Estado. A través de nuestros métodos, los ceses de actividades y paralizaciones para avanzar a la huelga general. Es el camino de la revolución socialista y la instauración de un gobierno obrero, en el que los revolucionarios internacionalistas estamos comprometidos.
El capitalismo mata, hay que matar al capitalismo.
Los trabajadores de la educación y la pandemia.
Transitamos la segunda semana de suspensión de clases presenciales en el marco del “aislamiento social preventivo y obligatorio” dispuesto por el Poder Ejecutivo nacional. Fundamentadas como medida frente a la crisis sanitaria por la pandemia del covid-19, las restricciones a la circulación de personas impuestas por el decreto nacional 297/2020, como toda norma legal en el sistema capitalista, tiene ese barniz de igualdad ante la ley, pero impuesta sobre una realidad social de enorme desigualdad.
El gobierno estableció excepciones para dar cuenta de algunas de esas desigualdades, pero no precisamente en favor de los millones que conforman la población asalariada y pauperizada. Si no para salvaguardar el poder de las patronales de disponer sobre la circulación de bienes y de la fuerza de trabajo necesarios para la reproducción del capital. Y es tan arbitrario y evidente el carácter burgués del semi Estado argentino, que las patronales pueden emitir “salvoconductos” para que sus empleados puedan ir a trabajar, pero se pretende que los sindicatos no hagan lo propio con dirigentes y delegados de base para el ejercicio de la representación de los intereses de los trabajadores en el lugar de trabajo.
Ha calado tan hondo el discurso de la “unidad nacional contra la pandemia” que milita el peronismo gobernante y la oposición, que ninguna de las conducciones sindicales cuestiona la autoridad de este Estado para disponer medidas de control sobre la población trabajadora. Al contrario, se proclaman garantes de la cuarentena que es una medida estatal impuesta claramente contra los métodos obreros, manteniendo cerrados los locales sindicales, y reclamando que se garantice la cuarentena de todos y todas.
La cuarentena es una medida estatal antiobrera. Es antiobrera para más de la mitad de la población sumida en situación de pobreza, a quienes pretenden aislar en las villas a cambio de una asistencia alimentaria a todas luces insuficiente. Es antiobrera para el 40% de los trabajadores informales, ya más vulnerables de por sí a la arbitrariedad patronal, y que ahora soportan el hostigamiento de la policía y mayores abusos patronales. Es antiobrera para el personal de la salud, que sigue trabajando en los mismos hospitales con infraestructura deficiente e insalubres y con recursos insuficientes, precarizados y ahora soportando medidas de superexplotación. Es antiobrera para los trabajadores de la producción y los servicios, a quienes se extorsiona para ceder conquistas a cambio de sostener el empleo.
Una mayoría de los trabajadores de la educación formales pasamos a cumplir tareas desde nuestras casas, bajo innumerables disposiciones arbitrarias de sobrecarga de trabajo y funciones, y asumiendo nosotros mismos los costos de conectividad. Mientras otra abstracción se cayó a pedazos: la idea de la escuela como igualadora. La educación virtual se topó con la realidad de la desigualdad social, y la “continuidad pedagógica” quedó interrumpida para miles de estudiantes sin conectividad, ni computadora personal o celular. Otras urgencias ocupan el primer lugar, como alimentarse.
Sin embargo, el personal de miles de escuelas en todo el país se ve en la tarea de sostener la provisión de alimentos de su comunidad educativa, ya de por sí muy magros alimentos, sin medios ni recursos de protección sanitaria. Mientras las familias que viven lejos de la escuela, no tienen cómo justificar ni llegar a buscar los alimentos, y nuestros estudiantes jóvenes y adultos son multados y detenidos por intentar sustentarse en la informalidad.
Esta situación vulnera gravemente al personal informal y/o precarizado en un sistema educativo profundamente heterogéneo (seos, suplentes, contratados, etc), porque mientras las bajas se producen, no hay llamados para cubrir licencias ni vacantes. Y el conjunto continúa trabajando, con las paritarias suspendidas y sin plazos de reanudación, bajo amenaza de descuentos arbitrarios, y con los conflictos provinciales sin resolución, con el caso de Chubut como ejemplo extremo de una crisis ya abierta, y a la que se deslizan las demás provincias.
¡Abajo la cuarentena!
No es fortaleciendo al Estado burgués mediante la colaboración de clases, que lograremos enfrentar esta crisis sanitaria. Toda línea de colaboración con el Estado y con los capitalistas, bajo la idea de unión nacional, es una política reaccionaria, y pagaremos muy pronto y muy caro las consecuencias de ella. Los retrocesos en términos de organización sindical, todo lo que cedamos en cuanto a condiciones de trabajo, suspensiones, polifuncionalidad, congelamiento o recortes salariales, etc., en nombre de la “emergencia” y la “solidaridad”, buscarán ser consolidados por el Estado y las patronales en nombre de su “recuperación económica” posterior a costa nuestra.
¡El aislamiento social de CTERA lleva un año! Primero para asegurar que la bronca se exprese en las urnas, después para garantizarle a Alberto la tregua de 180 días y el normal inicio de clases. Ahora, Alesso nos llama a esperar en casa, mientras su aliado menor, el PCR, plantea que hay que colaborar en “garantizar la disciplina social”. Las seccionales y sindicatos recuperados, así como las listas y delegados antiburocráticos debemos ponernos a la cabeza de prepararnos para romper la cuarentena y toda medida estatal de disciplinamiento y colaboración de clases, y enfrentar a la burocracia que actúa cual policía en nuestras organizaciones.
¡Los sindicatos deben estar abiertos! Y deben convocarse a reuniones de delegados, con las medidas de resguardo sanitario correspondientes, garantizando salvoconductos para su circulación. Si las escuelas siguen cerradas o se abren, así como para qué abrirlas, cómo y cuándo es una decisión que debemos tomar los trabajadores. Necesitamos poner en pie instancias de deliberación y resolución de medidas defensa de la integridad de la población trabajadora, y de planes de lucha para imponerlas.
Los únicos interesados en preservar la salud de la población somos los trabajadores. El despliegue de fuerzas policiales y de gendarmería en las calles es una medida de control de la población trabajadora, y de resguardo de la circulación de mercancías y de mano de obra bajo las necesidades del capital. La única posición correcta es repudiar su presencia. Debemos exigir su retiro de las calles, así como el levantamiento del aislamiento, imponiendo el paro general como medida de paralización de actividades, conjuntamente con el control obrero de todas las ramas de actividad que son esenciales para la población trabajadora, en condiciones que aseguren la protección de la salud de quienes trabajan en ellas.
La pandemia del coronavirus puso al desnudo al sistema capitalista y sus formas de dominación. Demuestra las consecuencias del avance del capitalismo sobre la naturaleza de forma anárquica.
Esta crisis mundial obliga a las potencias, ante el nivel de pérdida de sus riquezas, a acelerar sus ataques a la clase obrera a nivel mundial, ya que, conscientes de la debilidad de su dominación, deben apelar a un ataque más directo.
La burguesía imperialista se encuentra ante un problema que no es meramente epidemiológico, sino político-estratégico, que ha comenzado como una cuestión de “salud pública”, que en sus inicios subestimó. En todo caso, se quiso enmarcar en la disputa comercial entre EEUU y China, pero puso en muy poco tiempo de manifiesto la debilidad de los Estados imperialistas; de los Estados en proceso de asimilación, como China, y el estado de destrucción de las instituciones/servicios (resabios) de los que fuera el Estado de bienestar. Recordemos que el Estado de Bienestar fue concebido para (después de la gran derrota que significaron la 2da guerra mundial y la salida pactada de la posguerra para la clase obrera y sus organizaciones) “competirle” al bloque comunista en las aspiraciones de la aristocracia obrera y sus representantes sindicales. Fue una forma determinada en la que se cumplió uno de los pronósticos de Trotsky en cuanto al resultado de la guerra: llevar las contradicciones sociales a los Estados, acelerando su descomposición.
La pandemia agudiza y acelera las tendencias de la crisis del 2008, llevando de seguro a una recesión mundial. Pero es importante comprender que, si bien es continuidad de la crisis de la década pasada, esta continuidad no es necesariamente lineal; pueden producirse saltos de calidad en el estado general del capitalismo imperialista, cuyas consecuencias se verán en el mediano y largo plazo.
Por ahora la burguesía está aprovechando la coyuntura para “sanear” la economía y ver si puede lograr generar contratendencias que le permitan establecer nuevos bloques comerciales y lidiar con el enorme capital acumulado. La competencia entre los Estados burgueses por ver cuál lidia mejor con los efectos de la pandemia y sus consecuencias generales (económico-sociales en particular) no tienen nada que ver con las declaraciones cínicas de “salvar vidas”, sino con posicionarse ante los procesos de lucha de clases que se preanuncian y los que se han estado desarrollando como en América Latina, y ante los antagonismos entre Estados que están planteados. Buscan conservar las fuerzas productivas y someter mejor a “sus” proletariados para preparar ese enfrentamiento.
Debemos analizar que la aceleración de la crisis mundial, con la pandemia como un elemento importante, ha llevado a los Estados burgueses a actuar reforzando los elementos de control estatal sobre las relaciones sociales de producción. Es importante puntualizar este aspecto, ya que el centrismo está basando su política de adaptación al estatismo en la exigencia de “centralización estatal” para manejar esta crisis.
Dicha centralización no puede ser más que reaccionaria. La cuarentena como política del Estado es para salvar al capital. En cambio, los métodos de la clase obrera como el cese de actividades y paros para ir a una huelga general, son medidas que permiten preservar nuestra fuerza de trabajo de forma organizada mediante los sindicatos, ante el ataque centralizado de los burgueses y las fuertes tendencias destructivas de la economía capitalista en crisis. Por eso no podemos estar a favor de la cuarentena impuesta por el Estado, ya que no es una medida “sanitaria”, sino una línea imperialista de preservar las ramas de la producción haciendo descender el valor de la fuerza de trabajo.
Podemos decir que asistimos a un ensayo general reaccionario del sistema capitalista, en medio de un proceso más histórico de descomposición. Es un gran ensayo de conciliación de clases, de patrioterismo. Ante una dirección anárquica como es el sistema capitalista, que depende de sus Estados mayores armados para garantizar la reproducción del capital, nosotros peleamos por una dirección colectiva consciente, ya que el sistema actual engendra las condiciones materiales y las formas sociales para la reconstrucción económica de la sociedad.
La línea reaccionaria es el disciplinamiento mediante las fuerzas represivas, es más despidos, rebaja de salarios, mayor flexibilización y precarización laboral, ataque a la organización sindical en el lugar de trabajo y quita de conquistas donde puedan. Buscan sanear la economía mundial en medio de una crisis fenomenal y establecer un nuevo pacto de capital y trabajo, solo que ahora deben hacerlo de forma acelerada ante la profundización de la crisis. No está descartado que los países imperialistas nacionalicen ramas de la economía y refuercen su bonapartismo con mayor estatismo.
Ante cada política estatal debemos contraponer los fundamentos programáticos de la injerencia del Estado obrero en la sociedad capitalista, que no se detiene en el marco estrecho de las fronteras nacionales. Debemos combatir la ficción de un aparato burocrático-militar perimido, que tiene bajo control lo que pasa en su territorio. Sólo la clase obrera puede dirigir medidas coordinadas internacionalmente. Planteamos el control obrero de las principales ramas de la economía, ante la desorganización de la economía y nos posicionamos por la destrucción de Estado burgués de forma revolucionaria, ya que es imposible que un Estado burgués responda a nuestras demandas.
Es primordial que no nos desorganicen, el centrismo ya ayudó a que nos desmovilicen, suspendiendo acciones callejeras, como la marcha del 24 de marzo en Argentina. No podemos permitir ante la centralización del ataque, actuar de forma aislada, y mucho menos que primen las salidas individuales.
Debemos defender el funcionamiento los organismos de deliberación de la clase obrera, como los sindicatos, las comisiones internas, los cuerpos de delegados, para prepararnos antes los coletazos de la crisis y poder enfrentar a la burocracia sindical, los gobiernos de turno y el imperialismo.
Los trabajadores debemos intervenir en esta crisis de forma independiente, preparando las condiciones para que surja una dirección revolucionaria en la necesidad de reconstruir la IV internacional.
The global crisis and the pandemic
The development of the crisis opened in 2008 has provided new chapters, showing that capitalism has not been able yet to find a way out to its effects. This has been demonstrated by the coronavirus pandemic, that has exposed and accelerated the processes of the crisis -which have been accumulating over the last years. We must add to this scene the oil crisis, that had begun before the COVID 19 crisis, as a result of the slowdown of global economy, which was heading to a recession with very low growth levels. This is why the pandemic shows how weak the capitalist system and its institution are, amid a scene of imperialist decomposition. Although imperialist powers try to make us believe the fallacy that global economy was doing well and that the proliferation of the virus was the cause of all evil, the epidemic is just a secondary factor within a deeper global crisis.
This does not mean that imperialism will not try to take advantage of this crisis to make the whole of the workers and poor people put up with the effects of it. This is shown in the increasing interference of the State in the control of social relations, not to avoid the propagation of the virus, but to protect the State healthcare systems and their economies from a possible collapse; to reinforce the reactionary centralism of bourgeois States -given their historical weakness- and to avoid -in the worse of possibilities- the contagion of the virus of class struggle.
In the 2008 crisis, the policy of the imperialist powers was to flood the market with more cash flow by central banks, to save big corporation and offer them credit in order to – in a future time- let global economy recover by increasing labor productivity and achieving a more stable growth. A headlong flight that did not reach the expected goals and, even worse, today there is a crisis with similar characteristics and they cannot put into practice the same recipes they used in 2008.
USA and its healthcare system showed the real face of capitalism. Now, the USA are debating if they cut taxes, not only as a measure for enterprises, but also for workers, so they can poor that money in consumption; or to get money into the pockets of the population by increasing unemployment fonds or subsidies to wages, in face of an imminent close down of plants and life shortage. This is statism, performed by the main imperialist power.
In the EU, with epicenter in Italy and Spain, we can see a great crisis in their healthcare systems. For some nostalgic, the cause is the dismantling of the welfare State and a product of the defeat of the workers after the postwar period. It is very important to follow closely the so far incipient strike processes that are taking place, especially in Italy, in many factories and health workers’ sectors.
Any way out to the crisis -that has speeded up- will be reactionary. Global bourgeoisie is aware of its weakness, but also of its counterrevolutionary historical role. That is why, those who believe that capitalism is showing its humanitarian face in the crisis of the coronavirus, because of their demagogic speeches, should know that those are only provocations to our class, that due to its crisis of revolutionary leadership cannot respond in a centralized way; but we will be forced to give that response given the deepness of the crisis. We must support ourselves in the different processes of class struggle opened at global scale. At a regional scale, there are many countries in Latin America where these processes are going on; the most radicalized is Chile.
The anarchy of capital can be seen in all its dimensions. Before the disorganization of economy, revolutionaries must advance -not a demand on bourgeois State and its institutions like the Congress, but- the need to organize economy over new foundations. For this transition it is vital the workers’ control of the most important industries, to show the force of the international working class at the administration of things. We must deploy a transitional program to develop a vanguard within our class.
These are urgent historical tasks.
Adelanto: Editorial del Impreso de la COR #75
“Toda la Argentina debe dar vuelta una página, que nos distanció mucho tiempo por la inconducta de algunos", dijo Alberto Fernández en un acto en Campo de Mayo el viernes 21 de febrero, en la despedida de un grupo de militares que salían en misión de la ONU hacia Chipre. Misión de “paz”, como la que armó el kirchnerismo bajo el comando del progre Lula a Haití para cumplir su rol de garantes del orden imperialista en la región. El mismo imperialismo que en los ‘70 preparó un plan sistemático de terror en la Escuela de las Américas en Panamá para formar a los cuadros de la más sangrienta contrarrevolución que haya vivido nuestro continente, lo que Alberto llama ahora “inconducta”. Esa confesión de parte le valió el repudio de un amplio sector de organizaciones de Derechos Humanos (DDHH), aunque algunos prefirieron aceptar las cínicas disculpas del presidente.
La defensa cerrada de Alberto por parte de Hebe de Bonafini, triste figura de la cooptación estatal a antiguos luchadores de la “democracia consecuente” devenidos en funcionarios, ilustra aún mejor el contenido de la política de DDHH que viene teniendo el kirchnerismo, no desde hoy, sino desde el primer gobierno de Néstor: reconciliar a las Fuerzas Armadas, y al aparato represivo en general, con el pueblo. Esta política, bajo Macri tuvo su continuidad en una versión dura, intentando negar el número de 30.000 compañeros desaparecidos (declaraciones de Lopérfido) e imponer el 2 por 1 para los genocidas por la corte recién designada. Las organizaciones obreras, populares y de DDHH no cooptadas frenamos esta ofensiva, en las calles, y con enormes marchas por la aparición con vida de Santiago Maldonado. Porque el aparato represivo del Estado burgués siguió actuando en democracia, asesinando y desapareciendo, reprimiendo las luchas obreras y las grandes huelgas, las ocupaciones de fábricas y también las tomas de tierras, los cortes de ruta y las luchas estudiantiles. NO se puede dar vuelta ninguna página, porque los milicos, policías, gendarmes y prefectos asesinos que se formaron bajo la democracia de los ricos aprendieron estos métodos, los mismo, aunque en otra escala, que se utilizaron bajo Videla, Viola, Galtieri y Bignone.
La política de reconciliación de hoy tiene un contenido determinado. Como lo señala Alberto desde que asumió, el eje de toda la política de su gobierno es la renegociación del pago de la deuda externa, deuda que los trabajadores no contrajimos, pero que la sub-burguesía argentina como clase parasitaria necesita para pervivir. Alberto desea mostrar al imperialismo un semiestado relativamente fuerte, con instituciones a la altura del desafío de imponer un brutal ajuste para pagar esa deuda a costa de las reformas que le pide el FMI, y de los salarios, las jubilaciones y las condiciones de trabajo de nuestra clase, mostrándose como capaz de evitar las movilizaciones y luchas callejeras que recorren la región desde fines del año pasado (Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia). Lo mismo que todos los gobiernos anteriores, que mandaron misiones de “paz” para masacrar a los hermanos haitianos para el beneplácito de yanquis y europeos, Alberto defiende la conciliación de los explotados con los explotadores, a partir de un estado “fuerte”, es decir, armado con el fusil para mantener el orden capitalista y defender la propiedad privada de los medios de producción. Repudiamos esta política de reconciliación.
Debemos levantar un programa que nos permita romper con la tutela del Estado burgués sobre nuestras organizaciones, los sindicatos. Y para eso debemos enfrentar a la burocracia sindical, enemigos en nuestras propias filas, que en los últimos días viene dando cátedra de como cerrar paritarias a la baja, con frases escandalosas como que “la clausula gatillo ya pasó de moda” (Caló de la UOM) o “no haremos medidas por el coronavirus”, del nefasto secretario general de la CGT y del sindicato de Sanidad, Hector Daer, mientras los trabajadores de la salud se ven sometidos a cargar sobre sus espaldas las consecuencias de un sistema sanitario en ruinas. También estos burócratas se postran frente al FMI y el imperialismo.
Este 24 de marzo, los organismos de Derechos Humanos oficiales y el kirchnerismo han decidido arrear las banderas de lucha por la reivindicación de los 30.000 compañeros y compañeras desperecidos por la dictadura asesina que tomo el poder en 1976. Sería la primera vez desde la salida abrupta de los milicos del poder que no se toman las calles para gritar bien fuerte: 30.000 compañeros detenidos-desaparecidos, presentes! Sin duda, por más que Néstor haya hecho un esbozo de crítica a la teoría alfonsinista de los 2 demonios, es cómodo no tener que recordar que la burguesía y el imperialismo debieron recurrir al golpe de Estado porque, en los ‘70, en Argentina y en toda Latinoamérica la clase obrera estaba desafiando al poder capitalista con sus acciones como las ocupaciones de fábricas y el enfrentamiento al aparato represivo como en el Rodrigazo, el Cordobazo, el Viborazo, el Rosariazo, el Villazo y tantas gestas más. Es un recuerdo que prefieren borrar o domesticar.
La excusa para levantar la marcha es la emergencia sanitaria que afecta al mundo por la pandemia del coronavirus, que además está acelerando los elementos más catastróficos de la crisis capitalista con la posibilidad de una entrada en recesión de la economía mundial. Se subordinan a las medidas de emergencia del Estado burgués, que como en otros países, mientras reconoce cínicamente que los servicios sanitarios “entran en stress cada invierno” y que el sistema de salud mixto del país es incapaz de enfrentar cualquier tipo de emergencia (sin importar la gravedad real de un determinado virus), imponen un fortalecimiento del aparato represivo del Estado como si este fuera capaz de frenar el problema. ¡Todo lo contrario! Esta situación demuestra la bancarrota del Estado y del sistema capitalista de conjunto, que con su anarquía ha creado un negocio de la vida y la muerte con el comercio de la medicina privada y con una industria farmacéutica que está en el podio de las más rentables a nivel internacional. ¡Por el control obrero de todos los laboratorios, fábricas químicas y de insumos, y del conjunto de los hospitales y efectores de salud por sus propios trabajadores! ¡Control obrero del conjunto de las ramas de la producción y de los servicios para combatir no sólo la crisis sanitaria sino también la crisis general que los burgueses nos van a querer hacer pagar con suspensiones y despidos! ¡Escalas móviles de salarios y horas de trabajo! Por delegados paritarios elegidos en asamblea para que los burócratas no negocien por nosotros.
Debemos denunciar cualquier intento de Alberto de restringir el derecho democrático más elemental de movilizarnos para reivindicar a nuestros caídos, restricción que por supuesto será apuntada centralmente contra las luchas de nuestra clase. En un momento en el que la burocracia sindical se juega a cerrar acuerdos salariales miserables y el Estado se prepara para someter a los trabajadores de la salud a condiciones laborales deplorables, sin insumos ni equipamiento, los luchadores debemos defender en la calle este derecho. En este momento, el EMVyJ se debate entre levantar la macha presionados por la opinión pública bombardeada por la ideas de “unidad nacional” que se lanzan desde el gobierno, o desafiar el avance de las políticas bonapartistas del estado semicolonial que están todas apuntadas a pagar la deuda y abrazar los planes del FMI para la región. Sabemos que en ese EMVyJ coexisten corrientes que se declaran por la independencia de la clase obrera con partidos subordinados al kirchnerismo como el PCR. Más allá de lo que defina ese encuentro, llamamos al conjunto de los trabajadores y luchadores, a los sindicatos combativos opositores a la burocracia sindical, a los organismos de DDHH, a las agrupaciones piqueteras y estudiantiles combativas y a las corrientes de la izquierda a mantener la convocatoria a la marcha. Este 24 de Marzo, a 44 años del golpe genocida, debemos marchar con las banderas bien altas:
¡Por un 24 de Marzo antiimperialista!
Fuera el FMI, no al pago de la deuda.
Fuera las tropas yanquis de Argentina y América Latina.
30.000 compañeros desaparecidos presentes.
Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación.
Por la venganza histórica de nuestra clase, expropiar a los expropiadores.
Por un congreso de delegados de base con mandato, Gobierno Obrero.
El desarrollo de la crisis abierta en el 2008 ha dado nuevos capítulos, mostrando que aun el capitalismo no logró salir de los efectos de la misma. Lo demostró la pandemia del coronavirus, que vino a poner al desnudo y aceleró los procesos de la crisis que se venían acumulando en los últimos años. Debemos sumar a este escenario la crisis del petróleo, que había comenzado antes de la crisis del covid 19, producto de que la economía mundial se desaceleraba e iba camino a una recesión con niveles de crecimientos muy bajos. Es por eso que la pandemia muestra el nivel de debilidad del sistema capitalista y sus instituciones en un escenario de descomposición del imperialismo. Aunque las grandes potencias intenten hacer creer la falacia de que la economía mundial venía bien y que la proliferación del virus fue el culpable de todos los males, la epidemia es sólo un factor secundario en medio de una crisis mundial más profunda.
Eso no quiere decir que el imperialismo no aproveche esta crisis para descargar aún más los efectos de la crisis sobre el conjunto de los trabajadores y el pueblo pobre. Esto se demuestra en la mayor injerencia del Estado en el control de las relaciones sociales, no para impedir que se propague el virus, sino para proteger los sistemas de salud de sus Estados, sus economías de un posible colapso. Fortalecer el centralismo reaccionario de los Estados burgueses, ante su debilidad histórica, y para que en el peor de los escenarios no se contagie el virus de la lucha de clases.
En la crisis del 2008 la política de las grandes potencias fue inundar de mayor liquidez el mercado vía los bancos centrales para salvar a las grandes empresas y facilitarles créditos para que en un futuro se reactive la economía a nivel mundial aumentando la productividad del trabajo y lograr recuperar un crecimiento más sostenido. Una larga huida hacia adelante que no logró los objetivos deseados y, peor aún, hoy se desarrolla una crisis de similares características sin que puedan implementar las mismas recetas del 2008.
EEUU y su sistema de salud mostró el verdadero rostro del capitalismo. Ahora debate si disminuye los impuestos, ya no a los empresarios, sino a los trabajadores, para que eso se vuelque al consumo, o ponerle plata en los bolsillos a la población vía aumento de los fondos de desempleo o subsidios al salario, ante el inminente cierre de plantas y carestía de la vida. Esto es estatismo de la máxima potencia mundial.
En la UE, con epicentro en Italia y España, se muestra la crisis fenomenal que hay en su sistema de salud, que para algunos nostálgicos es culpa del desmantelamiento del Estado de bienestar y producto de la derrota de los trabajadores después de la posguerra. Es muy importante atender a los aún incipientes procesos de huelga que se están dando, centralmente en Italia, en distintas fábricas y sectores de salud.
Toda salida a la crisis, que se aceleró, va a ser reaccionaria. La burguesía mundial es consciente de su debilidad, pero también de su rol histórico contrarrevolucionario. Por eso, quienes creen que el capitalismo está mostrando su rol humanitario, ante la crisis de coronavirus y sus demagógicos discursos, no son más que provocaciones a nuestra clase, que ante la crisis de dirección revolucionaria no puede dar una respuesta de forma centralizada, pero que tendrá que darla ante el nivel de crisis. Debemos apoyarnos en los procesos abiertos de lucha de clases a nivel mundial, como en el caso regional, en varios países de América Latina, con el más radicalizado en Chile.
La anarquía del capital se ve en todas sus dimensiones, ante la desorganización de la economía los revolucionarios debemos plantear, no una exigencia al estado burgués y sus instituciones como los congresos, sino la necesidad de organizar la economía sobre nuevas bases. Para esa transición es central el control obrero de las ramas más importantes de la economía, para demostrar el poder de la clase obrera internacional en la administración de las cosas. Debemos desplegar un programa de transición para desarrollar una vanguardia al interior de nuestra clase.
Son tareas históricas de carácter urgente.
Rompamos el acuerdo CTERA-Trotta.
“Honorable Asamblea, querido Pueblo Argentino, mañana comenzarán las clases normalmente en casi todo el país”. Palabras de Alberto Fernández de cara al inicio de sesiones legislativas del Congreso. Aplaudían los gobernadores presentes, en primera fila Kicillof (Buenos Aires) junto a Arcioni (Chubut), y más atrás Rodríguez Larreta (CABA), Perotti (Santa Fe), Morales (Jujuy), Bordet (Entre Ríos), entre otros en cuyos distritos NO habrá normal inicio de clases mañana.
Chubut, con más de 130 días de huelga en 2019, ya acumula 72hs de paro en febrero por las deudas salariales e infraestructura escolar, y por reapertura de paritarias, y va por otras 72hs de paro desde mañana. Tampoco habrá normal inicio de clases en Entre Ríos, Santa Fe, Tucumán, Salta, Santa Cruz, Catamarca, Neuquén, Chaco, Misiones, Formosa, Buenos Aires ni en CABA.
Esta es la realidad del “casi” normal inicio de clases transado por la burocracia celeste de CTERA con el Ministro Trotta en la restituida paritaria nacional docente. El acuerdo salarial firmado por CTERA, UDA, AMET, CEA y SADOP, y ratificados en congresos sin mandato de base alguno, establece que el salario inicial docente pasará de los 20250$ actuales a 23000$ a partir del 1° de marzo (monto que incluye FONID, material didáctico y suma extraordinaria”). Y un nuevo incremento a partir del 1° de julio, para llevarlo a 25000$. La suma extraordinaria, a cuenta del FONID y futuras recomposiciones provinciales, de 4840$ se pagará en 4 cuotas, junto con el incentivo docente (FONID = 1210$) y el material didáctico (210$). El acuerdo fija la reapertura de la discusión salarial para el 31/7, pero el compromiso anual de garantizar 180 días de clase efectivos. Entiéndase la abstención de la parte sindical de realizar medidas “de acción directa que importe pérdida de días de clase” (véase acta paritaria 26/02/2020). Está por verse si Trotta avanza sobre sus loas al Ítem Aula impuesto por el gobierno de Cambiemos en Mendoza como medida de productividad docente. El Ministro de Educación de Fernández, se hizo presente en el inicio del ciclo lectivo en Mendoza para celebrar este doble presentismo como medida a nacionalizar. Palabras festejadas por el gobierno radical, y aplaudidas por la burocracia sindical de CTA y sus agrupaciones dentro del SUTE.
El acuerdo de paz social y ajuste salarial, renueva el compromiso de la burocracia sindical docente con Fernández y los gobernadores, reanudando, junto con la mochila de plomo de la paritaria nacional docente sobre las negociaciones salariales, el histórico compromiso de aislamiento de las luchas provinciales. El salario de referencia fijado no modifica en nada la realidad salarial de las provincias. El mayor efecto que busca este acuerdo es desatar la recomposición salarial de la evolución de la inflación. Y sienta las bases para que los gobernadores puedan, sin modificar el monto de dinero destinado a la masa salarial, proponer aumentos sólo a los salarios iniciales del escalafón, achatando la escala. Se perpetúa la brecha entre el miserable salario real docente y el valor de la canasta familiar, que supera los 45000$.
Volvió la oposición nacional docente
Las conducciones opositoras a la Celeste en CTERA, pronunciaron su rechazo al acuerdo de la paritaria nacional docente. Y llaman, en algunos sindicatos y seccionales que conducen, al no inicio de clases este 2 de marzo con una jornada nacional de lucha. Presionadas como estuvieron por las líneas de frente anti-macri, las instancias de discusión de la oposición sindical a nivel nacional prácticamente habían dejado de existir. Este pronunciamiento da cuenta de una reorientación que merece profundizarse programáticamente.
La presidencia del Frente de Todos y la reactivación de la paritaria nacional docente, le dio oxígeno a la burocracia de CTERA, y provocó realineamientos al interior de las multicolores en todo el país. Las agrupaciones ligadas al PCR volvieron a su histórico papel de segundo violín de la Celeste, tensionando las conducciones de las seccionales y sindicatos de la oposición, motivando fuertes crisis en frentes como el FURS (SUTE Mendoza). Todo avance en la consolidación de una referencia nacional que le dispute a la burocracia celeste la dirección del conflicto, debe comenzar rompiendo los acuerdos con las patas sindicales del Frente de Todos en las directivas de las seccionales y sindicatos recuperados.
Instamos a abrir, de cara a la base, un debate programático que parta de la independencia de clase y del Estado para orientar la lucha por romper el acuerdo de CTERA con el gobierno, y prepare la relación de fuerzas necesaria para imponer el no pago de la deuda externa a costa de los trabajadores, y derrotar los planes de reforma previsional, laboral y educativa del FMI y el gobierno. Las seccionales y sindicatos recuperados pueden afianzarse como referencia nacional antiburocrática convocando a un congreso nacional de delegados escolares de base con mandato, que resuelva la continuidad nacional del no inicio de clases, ya votado en algunas provincias y seccionales, en un plan de lucha nacional. Abajo el acuerdo CTERA-Trotta. Reapertura ya de la paritaria nacional con paritarios electos y mandatados por las bases. Aumento al básico y salario inicial = canasta familiar por cargo/18HC y actualización mensual por inflación. Abajo el ítem aula y toda medida de productividad. Por el triunfo de la lucha de Chubut y demás provincias en conflicto. No al cierre de cursos. Basta de precarización laboral, ingreso único. Abajo los sumarios y los procesamientos de trabajadores por luchar.
Llamamos a las tendencias que reivindicamos la independencia de clase como principio que orienta nuestra acción, a forjar una oposición sindical revolucionaria. Una oposición con libertad de tendencias, que se gane la confianza de los trabajadores de la educación en el enfrentamiento a los planes de Alberto, el FMI y los gobernadores, recuperando los sindicatos de base y la CTERA como herramientas de organización y de lucha.