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Ofensiva de la OTAN en Ucrania

Viernes, 28 Enero 2022 09:32

La escalada belicista por intermedio de la OTAN para disciplinar las zonas de influencia de Rusia, en este caso en Ucrania, la cual el imperialismo norteamericano pretende que pertenezca a la OTAN contradiciendo la consideración de Rusia de que debe estar bajo su influencia, ha entrado en la diplomacia de las armas.

Esta situación se da en un contexto internacional donde la supuesta normalidad de la post pandemia es un espejismo, ya que la variante ómicron sigue demostrando que no está solucionado el problema del covid.

El territorio en disputa, Ucrania, condensa los procesos históricos del último periodo. Fue parte de la URSS, parte de su proceso de disolución y de las disputas territoriales en la formación de su Estado, considerando que en su momento fue uno de los motores económicos de la ex URSS por su petróleo y recursos naturales.

Este conflicto debe enmarcarse dentro de una etapa histórica que nosotros definimos como un proceso combinado de descomposición del imperialismo y de asimilación de los ex Estados obreros. Consideramos importante hacer esta precisión en el análisis, porque nos permite entender mejor el fenómeno, en el cual el imperialismo norteamericano en su decadencia pretende recuperar la hegemonía mundial e intenta asimilar a Rusia al sistema capitalista mientras la protoburguesia rusa negocia la condición de su transición al capitalismo.

Los marxistas sostenemos que la asimilación de los ex Estados obreros se desarrollará en la arena mundial, donde se definirá si su transición es a Estados o semi Estados semi coloniales, o si en el desarrollo de la restauración capitalista se dan procesos revolucionarios, con revoluciones complementarias -como denominaba Trotsky a las revoluciones internas que corregían el rumbo de las transiciones en la dinámica de revolución permanente-, donde derrotemos la transición capitalista y formemos un nuevo Estado obrero. La burocracia rusa que sobrevivió del estallido de la URSS, pero que no pudo convertirse en clase burguesa por su relación con los medios de producción aun estatales en su mayoría, no puede conformarse como clase y por lo tanto dificulta la formación de un Estado burgués y esa contradicción llevado al plano internacional obliga a esa protoburguesía en formación a la autoadaptación al proceso de restauración capitalista conquistado parcialmente, defendiéndolo y buscando áreas de influencia mediante mecanismo económicos o militares como fue la anexión de Crimea en 2014.

En la transición del capitalismo al socialismo, allá por 1917, Trotsky se preguntaba si la burocracia soviética iba a ser asimilada en el proceso de transición, situación que no se dio y fue esa burocracia la que truncó la extinción del Estado y se conformó en un bonapartismo que preparó las condiciones para la restauración capitalista. Lo que no pudo prever esa burocracia fue que su asimilación al sistema capitalista se produciría en momentos de una decadencia histórica y sin garantías de supervivencia.

Mientras tanto el imperialismo norteamericano intenta, en medio de una crisis mundial que la pandemia vino a acelerar, recuperar terreno perdido en la arena mundial, utilizando su poderío militar para disciplinar a sus aliados como la UE, que está en crisis total, y mostrar su dirección ante su enemigo número uno, que es China. La debilidad de EEUU para imponer su poderío es su situación interna, ya que no puede recrear una base social que apoye una eventual guerra.

Asistimos a una situación mundial convulsiva donde hemos presenciado procesos de masas en distintos puntos del mundo enfrentando la política imperialista ante la pandemia y los ataques a las condiciones de vida de la población.

El conflicto abierto entre Rusia y la OTAN obliga a los revolucionarios a una gran campaña internacional para que los trabajadores intervengan en contra de la OTAN y sus países miembros e impulsen la solidaridad entre el proletariado ucraniano y ruso para enfrentar la restauración capitalista con métodos revolucionarios. Es necesario que el proletariado de esta región recupere lo más avanzado de las lecciones del proceso revolucionario, como la conformación de federaciones como forma estatal de la dictadura del proletariado.

La crisis mundial y la pandemia aceleraron las definiciones históricas en la situación internacional para la supervivencia del imperialismo norteamericano y para clausurar el periodo de los Estados obreros. En esta situación los marxistas tenemos grandes desafíos y responsabilidades.    

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  • A un año de la guerra Rusia-Ucrania

    El 24 de febrero de 2022, Putin, en lo que denominó “Operación especial”, invadía Ucrania para impedir el avance de la OTAN en la zona y la posible incorporación de este país a ser miembro de dicha institución.

    A un año de esa invasión, la operación especial fracasó y la guerra se sigue desarrollando. Ucrania, con el apoyo de la OTAN, sigue resistiendo el ataque ruso y ha logrado empantanar el frente militar de Rusia, inclusive haciendo que retroceda en algunas zonas conquistadas a lo largo del conflicto.

    La guerra se desarrolla en medio de una crisis mundial, con los coletazos de la pandemia, por lo que se ha agudizado y acelerado esta situación, llevando a la economía mundial a un proceso de recesión, con inflación y tendencias a la depresión. La extensión de la guerra sin salida aparente, por lo menos en el corto plazo, genera grandes desequilibrios políticos en los regímenes con intervención en algunos lugares de procesos de masas; algunos más directamente vinculados a la guerra, como las movilizaciones que llevaron a la caída del gobierno en Moldavia, y otros espoleados por las consecuencias de la misma, como las huelgas por salario en Gran Bretaña, Francia y otros países europeos.

    En este escenario se mezclan una línea diplomática de salida al conflicto con una política más guerrerista de preparación ante una escalada militar más ampliada. Rusia rompe pactos en los acuerdos nucleares y amaga con una ofensiva en el campo militar en Ucrania. EEUU anuncia mayor apoyo militar y económico para Ucrania y detrás de esta línea disciplina a la UE y los países que son parte de la OTAN. China intenta mediar ante estas líneas, buscando mantener su alianza con Rusia, pero buscando otro interlocutor interno en Rusia que no sea Putin. China busca una negociación para un hipotético proceso de paz, planteando plebiscitos por la autonomía en la zona del Donbass, que Crimea siga en manos de Rusia, pero que se repliegue militarmente en el resto de Ucrania.

    La OTAN utiliza este conflicto bélico para acelerar el proceso de asimilación de los ex Estados obreros, tratando de imponerles condiciones de carácter semicolonial. Por eso, en el territorio ucraniano se están definiendo procesos históricos inconclusos, en la necesidad de supervivencia del sistema capitalista.

    La asimilación de los ex Estados obreros se plantea en la arena mundial y no en las particularidades de cada país. Es un grave error caracterizar esta guerra como un problema de autodeterminación nacional o defensa de la soberanía de alguno de los bandos en disputa, dejando de lado el problema fundamental de las relaciones sociales de producción y las contradicciones aun no resultas en el proceso de restauración capitalista de los ex estados obreros. Por eso sostenemos la unidad revolucionaria del proletariado ucraniano y ruso en contra de sus gobiernos actuales, contra esta guerra que no defiende ninguno de nuestros intereses como clase. Para que se desarrolle el internacionalismo es de primer orden la reconstrucción de la IV Internacional.

    Llamamos a una Conferencia Internacional a las corrientes trotskistas que aun reivindiquen la dictadura del proletariado. Por la unidad internacionalista de los trabajadores en contra del imperialismo y la OTAN. ¡Por la expulsión de las tropas rusas de Ucrania! Por una federación de repúblicas socialistas de Europa y Asia.

     

  • Crisis, guerras y los desafíos de los revolucionarios

    Charla debate

    CRISIS, GUERRAS Y LOS DESAFÍOS DE LOS REVOLUCIONARIOS

    Sábado 09/04

    17hs Arg-Bra

    16hs Chile

    COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina

     

  • Organizar una respuesta obrera al conflicto OTAN-Rusia

    24 de febrero de 2022

    El gobierno de Putin realizó una acción militar denominada “operación militar especial” en Ucrania, aduciendo una defensa en la región prorrusa del Donbass. Rusia bombardeó objetivos militares y estratégicos en Ucrania y amenaza con una invasión de sus tropas por distintos flancos a una Ucrania asediada.

    Putin justifica el ataque diciendo que busca garantizar la independencia de las autodenominadas “repúblicas populares” de Donetsk y Lugannsk, que durante los últimos 8 años han sido atacadas por el ejército ucraniano. De esta manera intenta desestabilizar al gobierno de Ucrania, que es aliado de la OTAN.

    La respuesta del imperialismo norteamericano y de la UE es mayores sanciones económicas para que Putin desista de su avance guerrerista. Por otro lado, China intenta hacer equilibrio en esta situación de caos.

    Ante este escenario los revolucionarios debemos intervenir planteando una salida obrera a la crisis que se ha abierto, para intervenir de forma independiente en una situación mundial signada por la crisis económica y acelerada por la pandemia. Debemos agitar ante el conjunto de los trabajadores que esta no es nuestra guerra, que es totalmente ajena a los intereses históricos del proletariado. Los intereses que persiguen la OTAN y el imperialismo son los de asimilar como una semi colonia a los ex Estados obreros. Por el lado del gobierno de Putin se busca sostener una burocracia restauracionista que no está dispuesta, en su transición al capitalismo, a ser una simple semi colonia.

    Las “severas sanciones económicas” que plantea el imperialismo se pagarán a costa de una mayor explotación de nuestra clase, no solo en sus propios países, sino de la expoliación de las semicolonias. Es por eso que debemos unir a los trabajadores en contra de los gobiernos de turno e impedir, con métodos obreros, que se ponga en marcha la maquinaria militar para defender intereses imperialistas. En la región en conflicto debemos buscar la unidad entre el proletariado ucraniano y el ruso para detener la restauración capitalista en curso y retomar las tareas revolucionarias que quedaron inconclusas. Esto partiendo de recuperar lo más avanzado de las lecciones del proceso revolucionario de octubre, como la conformación de federaciones como forma estatal de la dictadura del proletariado, lecciones que no por casualidad tanto el imperialismo como Putin y los restauracionistas rusos aborrecen y quieren borrar de la historia.

    Este conflicto se desarrolla en medio de una descomposición del imperialismo y un proceso de asimilación de los ex Estados obreros. El imperialismo norteamericano intenta retomar la hegemonía mundial, mostrando a su paso su debilidad histórica, mientras que las burocracias al mando de los ex estados obreros de Rusia y China intentan mantener el lugar conquistado dentro del sistema capitalista en crisis.

    A los que nos reivindicamos marxistas revolucionarios llamamos de forma urgente a las corrientes que aun levanten la dictadura del proletariado a una Conferencia Internacional para discutir un programa y acciones internacionalistas en común. 

     

     

  • La guerra más larga, la retirada más humillante

    El Talibán infestando todo y adueñándose de todo el país es algo altamente improbable” declaró solemne Joe Biden el 8 de julio de 2021 en la East Room de la Casa Blanca. Apenas un mes y escasos días después, el Talibán entraba en la capital afgana Kabul, tras la retirada del grueso de las tropas imperialistas y de la huida del presidente-títere, Ashraf Ghani. Biden apostaba a que el ejército afgano de 300.000 hombres pertrechado por el imperialismo controlara la situación, pero se desmoronó en semanas. Y dejó expuesto a su gobierno a una operación de evacuación nunca antes vista, “el puente aéreo más grande de la historia” según el propio Biden, que se ha convertido en la más humillante retirada jamás vista. Una nueva declaración alucinada del presidente yanqui, que dijo que EEUU había ido a Afganistán no a construir una nación democrática (nation Building) sino a desactivar la amenaza terrorista, fue respondida por una rama del ISIS con un atentado en el propio aeropuerto de Kabul con el saldo de más de 170 muertos, entre los que se cuentan 13 soldados de EEUU. El atentado del jueves 26 de agosto empujó a los aliados de la OTAN con tropas en el terreno a dar por finalizadas las operaciones de evacuación, dejando sola a aquella nación “líder del mundo libre” que había logrado organizar en torno a la ocupación a una coalición de 42 países. Los yanquis tienen plazo hasta el 31 de agosto para terminar la evacuación, plazo en el que solo esperan nuevos atentados e imágenes desesperadas de refugiados tratando de huir del caos que dejan tras de sí después de 20 años de ocupación militar.

    El imperialismo y su sombra

    La retirada de Afganistán es un botón de muestra de la situación complicada en que se encuentra el imperialismo norteamericano en la profundización histórica de su descomposición y en las dificultades cada vez más grandes que tiene para intentar saldar la crisis capitalista mundial. No solo es parte de las dificultades para dar una idea de salida a la pandemia, con la discusión de la pospandemia y un supuesto y anhelado auge de la economía mundial, que se choca con una perspectiva de pequeños rebotes y nuevas caídas que configuran más bien una tendencia a la depresión y a la agudización de los desequilibrios en todos los planos. Llegan a discusiones tan delirantes como que “gracias” a la variante Delta se están conteniendo las tendencias inflacionarias (!!). El gobierno de Biden y su coalición de gobierno, que apareció como un recambio frente al fracaso del cambio de orientación imperialista que significó la administración Trump, en muy poco tiempo ha chocado con todas las contradicciones que minan la hegemonía mundial de EEUU. Y se ve obligado a tomar decisiones en el plano de la retirada menos costosa, para un supuesto reordenamiento de fuerzas que nadie cree. Sobre todo los rivales estratégicos como China y Rusia, que toman posición. Los acuerdos entre China y el Talibán para consolidar el dominio territorial de ambos Estados y al mismo tiempo integrar al nuevo “gobierno” afgano en el cuadro del cinturón y ruta de la seda chinos es un ejemplo. La necesidad de EEUU de negociar con Rusia una red antiterrorista en el país es otro. Pero la principal debilidad del imperialismo norteamericano no es el desafío de los rivales sino la descomposición estructural, la destrucción económica y social, que su propio accionar siembra a cada paso. Guantea con su sombra, y está perdiendo. El problema es que ese avance de la descomposición destruye las condiciones de vida de nuestra clase y de los pueblos oprimidos del mundo.

    “Nation building”, detonación de naciones

    Quizás sea verdad la declaración de Biden en cuanto a que el verdadero objetivo de EEUU en Afganistán y, agreguemos, en Irak, no fue “construir una nación” o, mejor dicho, construir desde afuera un Estado burgués semicolonial, moderno y democrático, a su imagen y semejanza. Quizás eso haya sido solo una excusa, y hayan seguido más bien la doctrina militar elaborada luego de la victoria yanqui en la guerra fría del “Shock and Awe” (Shock y pavor) que vociferaban los comandantes militares de Bush hijo cuando se llevaron adelante aquellas invasiones en 2001 y 2003, con el nefasto Donald Rumsfeld a la cabeza. Básicamente, se trataba de una táctica de terrorismo imperialista, que se desmoronó frente a la resistencia de grupos armados y de las masas iraquíes y afganas al poco tiempo de la llegada norteamericana, marcando muy tempranamente la derrota de las invasiones, aunque las tropas se quedaron en lo que llamaron un “empantanamiento”. La tesis del Imperio ejerciendo ese terrorismo de estado a escala global, igual que su contracara progre, el Imperio vs. la multitud de los autonomistas como Negri y Holloway, se vinieron abajo con la resistencia nacional de los pueblos oprimidos, que se desarrolló en Medio Oriente y más allá, y se sigue desarrollando a la fecha. ¿Será esta falacia la que nos quiere volver a vender Biden?
    La contradicción entre la forma estatal de la dominación burguesa y la internacionalización de las fuerzas productivas, entre la socialización de la producción y la acumulación privada del capital, no puede resolverse en un supraestado burgués. Esto está quedando más claro con la decadencia de la hegemonía norteamericana. Pero no es menos utópica la idea de la creación de nuevos estados burgueses modernos en la época de las crisis, guerras y revoluciones. Y los intentos por llevarlo adelante han chocado una y otra vez con las contradicciones de las bases materiales engendradas (descompuestas) por el capitalismo. Esta discusión no sólo explica las utopías imperialistas, sino que nos mete en el debate de las propias fuerzas proletarias. La derrota del imperialismo en Afganistán tiene sabor a muerte, porque el talibán toma el poder. Esto solo puede explicarse por la crisis de dirección revolucionaria de nuestra clase.

    La IV Internacional

    Así, vemos como muchas corrientes del trotskismo centrista empiezan el clásico juego de encontrar el mal menor, algunas festejando la toma de Kabul por el Talibán, otras haciendo campaña por la democracia en Afganistán contra la persecución de las mujeres. Debemos ser claros: este momento de derrota del imperialismo no podrá ser capitalizado sin la intervención decidida del proletariado mundial del lado de los pueblos oprimidos de Medio Oriente. Debemos desplegar una campaña en los sindicatos por el retiro de todas las bases imperialistas de Medio Oriente y de todos los países oprimidos. Asimismo, es necesario que en los países imperialistas los sindicatos luchen por el ingreso sin restricciones de los refugiados, por igualdad de derechos laborales y por su integración a las filas de nuestros sindicatos según la rama. Los sindicatos de todos los países deben recurrir a todos los medios necesarios para ayudar a fortalecer y eventualmente reconstruir las organizaciones obreras en Afganistán, enviando fondos, víveres y defendiéndolas de los ataques del Talibán y los señores de la guerra. Es en esta pelea, donde los mejores y más decididos combatientes antiimperialistas de nuestra clase podrán actuar en conjunto y debatir el programa para enfrentar a los Estados imperialistas y sus lugartenientes en nuestras filas, la burocracia sindical, para sentar las bases de la reconstrucción de la dirección revolucionaria de la clase obrera, la IV Internacional y sus secciones nacionales. De ese modo, podremos colaborar en fortalecer a la vanguardia obrera en Afganistán y Medio Oriente, para dar la pelea por una Federación de Repúblicas Socialistas en la región sobre la destrucción de Israel, como forma política de la dictadura del proletariado. No puede existir ninguna otra salida para Afganistán, porque cualquier idea de Estado democrático nacional (la utopía estatista que siempre persigue el centrismo) carece de bases materiales por la dinámica misma de la descomposición del capitalismo.
    La catástrofe de la retirada de Kabul es una advertencia también para las filas revolucionarias: nunca se estuvo tan cerca de que la consecución de una consigna progresiva como la retirada de las tropas yanquis de Afganistán esté tan lejos de hacer avanzar las posiciones del proletariado mundial. Debemos actuar con seriedad, rapidez y decisión. La lucha de clases no tiene piedad con los indecisos y los confundidos. Proponemos a las corrientes trotskistas que defienden el programa de la dictadura del proletariado realizar una Conferencia Internacional que prepare los pre requisitos para la reconstrucción de la IV internacional.

  • EEUU: Primeras medidas de la nueva administración

    Joe Biden asumió finalmente la presidencia el miércoles 20 de enero. En medio de un pomposo show de estrellas de Hollywood y de la industria musical, que no lograron ocultar la militarización del acto protocolar con la presencia de 25 mil miembros de la guardia nacional, Biden y su vice Kamala Harris juraron en el cargo. Los desafíos de la nueva administración son enormes: luego del fracaso de los anteriores gobiernos, intentará revertir el retroceso de la hegemonía yanqui en su papel de potencia imperialista dirigente del mundo. No debemos olvidar que Biden fue parte de la administración Obama como vicepresidente, y anteriormente desde el senado apoyó el belicismo de Bush hijo y otras aventuras imperialistas de ambos partidos. La coyuntura apremia, por lo que las primeras medidas apuntan a frenar la crisis económica que aceleró la pandemia del COVID-19, intentando poner bajo un mínimo control la situación sanitaria y continuar con las políticas de estímulo. Todo esto, en medio del deterioro de las relaciones con el resto del mundo determinadas por los antagonismos económicos establecidos por la crisis y por la errática política exterior de Trump y, más novedoso, en la urgencia de encarar una crisis sin precedentes de las instituciones de la democracia imperialista que dejó el 2020 y la toma del Capitolio del 6/1.

     

    Pandemia y crisis económica

    La curva que miran los imperialistas no es tanto la de contagios y muertes por el COVID-19 sino la de la variación del PBI y la ocupación de mano de obra. La recuperación, luego de la abrupta caída entre febrero y abril de 2020, comenzó relativamente fuerte, pero se viene moderando hasta llegar a una cuasi meseta. El crecimiento del PBI del último trimestre de 2020 apenas supera el 1%. El país ha recuperado un poco más de la mitad de los 22 millones de empleos no agrícolas perdidos entre febrero y abril de 2020. El último número de enero arroja la creación de escasos 49.000 nuevos puestos de trabajo, y una revisión a la baja de los datos de los 3 meses anteriores. El balance de la era Trump de conjunto arroja un rojo de 2.100.000 puestos de trabajo perdidos desde que asumiera a inicios de 2017 (Washington Post, 6/2/2021).

    (ver gráfico 1)

    Igual de alarmante es la acumulación de deuda que se viene registrando a partir de las políticas imperialistas para intentar dar una salida a la crisis de 2008, que se ha visto elevada a la enésima potencia con las políticas de estímulo implementadas por los diversos Estados imperialistas para enfrentar la pandemia y a través del mecanismo del sistema financiero privado, llevando a burbujas gemelas entre acciones y deuda oficial. La tendencia al debilitamiento del dólar, que se expresa en la suba de las llamadas commodities (mercancías genéricas utilizadas como materias primas y que se negocian a granel como metales, petróleo y granos) y de los metales-dinero (oro y plata), es otra cara tanto de esta crisis de endeudamiento como del deterioro de la hegemonía mundial del imperialismo yanqui.

    Para dimensionar el problema, un estudio de Bankia de diciembre pasado indica que “de acuerdo a un reporte reciente del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), la deuda global del sector público y privado creció en 15 billones de dólares, hasta un total de 277 billones en 2020, máximo desde el inicio de la serie histórica. Como porcentaje del PIB, el IIF proyecta que la deuda global de un salto hasta 365% este año, desde 320% a finales del 2019 y 315% cinco años atrás.” Y continúa, “destaca EEUU, que puso en marcha un paquete de estímulo fiscal del 13% del PIB, así como la disponibilidad de múltiples ventanas de créditos a empresas por parte de la Fed. El país representó alrededor de la mitad del incremento de la deuda del grupo de los países desarrollados, con la ratio de deuda pública en torno al 125% del PIB, niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial.”

    (ver gráfico 2)

    Entre las primeras medidas de Biden, destaca la continuidad de estas políticas de estímulo fiscal y monetario, con un nuevo paquete de U$S 1,9 billones para asistencia por el coronavirus. El paquete quedó habilitado con la aprobación del presupuesto en el senado el viernes 5/2, 1º iniciativa legislativa de la nueva legislatura que incluyó el voto de desempate de la vicepresidenta (tras las elecciones, el senado quedó conformado en un 50/50 por representantes del PD y el PR). La diferencia es que Biden pretende dar este estímulo combinándolo con una política sanitaria agresiva, que va desde el ridículo “100 días de barbijo” que lanzó como uno de sus primeros decretos presidenciales, hasta el plan masivo de vacunación, al mismo tiempo un gran guiño a la industria farmacéutica, uno de los principales lobbies imperialista.

     

    Política exterior

    En este terreno existe una continuidad en la línea agresiva hacia China, que los demócratas ya habían lanzado con su “pivote asiático” bajo Obama. Hay un “acuerdo de Estado” entre ambos partidos y todo el establishment imperialista en la necesidad de avanzar sobre China, las diferencias tienen que ver con el cómo. La guerra comercial basada en aranceles para negociar acuerdos de comercio exterior de Trump no ha sido evaluada positivamente por la burguesía, que apuesta a una política aún más dura que incluye una ofensiva sobre terceros países, semicoloniales, para desplazar la influencia que viene teniendo China a través de financiación y proyectos de infraestructura (nueva ruta de la seda). La política hacia América Latina mantiene su hostilidad hacia Venezuela y una política de palo y zanahoria para apuntalar las medidas restauracionistas en Cuba, mientras se busca disciplinar a toda la región a partir de una mayor influencia del FMI (Chile, Argentina, Ecuador). En cuanto a Medio Oriente, es una maraña más difícil de desanudar, pero por el momento Biden ha suspendido la política de retirada que venía implementando Trump. Esto puede apreciarse en la reevaluación de la línea hacia el enclave israelí (que fue fuertemente respaldado por Trump en los últimos 4 años), que tiende a volver apoyarse sobre las alianzas con otras facciones burguesas de la región, reflotando la política de Obama, mientras respalda, veladamente o no, las ofensivas reaccionarias de Israel sobre Siria y territorio palestino.  Del mismo modo que la política de seguridad hacia Europa basada en la OTAN. Muy relacionado a esto último está la mayor ofensiva hacia el gobierno de Rusia, al que Biden salió a presionar fuerte por el caso Navalni. Faltan muchas definiciones en relación a la política exterior en Asia, aunque el golpe de Estado en Myanmar/Birmania ha acelerado el enfrentamiento entre el bloque chino-ruso con EEUU y sus aliados en la ONU.

    En términos generales, sostenemos que el multilateralismo que ensaya Biden retrocediendo en todas las medidas de Trump de ruptura con las instituciones internacionales de posguerra como la OMS, el acuerdo de París, los cuestionamientos a la OMC, carece por el momento de un eje estratégico. Es imposible volver la historia atrás, menos aun cuando los efectos de aceleración de la descomposición del imperialismo a partir de 2008 continuaron su trabajo de zapa, y lo continúan a la fecha. En cualquier caso, el avance en la asimilación de los ex Estados obreros, sobre todo China, y en menor medida Rusia, y el establecimiento de una nueva relación capital-trabajo para aumentar la tasa de explotación intentando revertir la caída de la tasa de ganancias, si bien son objetivos generales, aparecen como los objetivos no resueltos que debe encarar el imperialismo yanqui si pretenden detener su propia caída. No se trata de tareas fáciles y tiene por delante la resistencia de la lucha antiimperialista de la clase obrera y los pueblos oprimidos que vienen haciendo temblar el planeta, desde Túnez, Myanmar, Kirguistán, India y Líbano, pasando por Bielorrusia, Francia e Italia, hasta Chile y toda América Latina.

     

    La caldera

    La erosión de las instituciones de la democracia imperialista, espejo de los sectores burgueses y pequeñoburgueses, de las semicolonias y de los ex estados obreros, que hacen suyo el programa de la asimilación bajo el ropaje de las promesas de la democracia burguesa, es la principal preocupación para Biden y su nueva administración. Debe encarar el impeachment de Trump bajo esta óptica, lo que no es sencillo, pero más grave aún es el problema del deterioro de los poderes del Estado y la relación del aparato burocrático militar con las masas en medio de la crisis y la descomposición social prevalecientes. Por el momento, la primera medida ha sido avanzar en la agenda antiterrorista, con apoyo de los republicanos, cosa que no debe extrañarnos ya que fue Bush (h) quién iniciara esta política luego del atentado de las torres gemelas. El avance en la política represiva del Estado parece ser la salida, confirmando que las tendencias bonapartistas generadas por la dinámica inmanente del capitalismo se despliegan por sobre las personalidades de los personeros del capital. Que las primeras medidas hayan sido tomadas a través de decretos (órdenes ejecutivas), algo que llamó la atención de los más acérrimos partidarios de Biden, va en el mismo sentido. Y es que la recomposición institucional de la democracia imperialista no puede pasar por otro camino, contra las ilusiones de los llamados progresistas, la supuesta ala izquierda del PD. Como indicaba Engels en su carta a Marx del 13 de abril de 1866, “… el bonapartismo es la verdadera religión de la burguesía moderna". Y los últimos 4 años de gobierno de Trump en EEUU han servido para dejar expuesto el carácter de esa democracia imperialista manejada por una élite, que tranquilizaba a muchos porque “no iba a dejar que Trump hiciera cualquier cosa”. El bonapartismo no significa el gobierno personal, aunque puede adquirir esa forma. Tomamos aquí otra cita de Engels: “... en la monarquía bonapartista moderna, el verdadero poder gubernamental se encuentra en manos de una casta particular de oficiales y funcionarios... La autonomía de esta casta que parece mantenerse fuera, y por decirlo así, por encima de la sociedad, confiere al Estado un viso de autonomía respecto de la sociedad” (F. Engels, Contribución al problema de la vivienda). Recordemos que, en la teoría política de la ilustración que fundamenta la constitución norteamericana, el presidente cumple ese papel de monarca.

    Luego de la acción contrarrevolucionaria del 6 de enero, un importante sector de la izquierda centrista a nivel internacional ha caído en el error de centrar la táctica en la necesidad de enfrentar al fascismo, al golpismo o al protofascismo encarnado en las fuerzas pro Trump: se trata de un grave error porque el máximo peligro es la forma en la cual las fuerzas de la élite política, que dirige el aparato del Estado yanqui, va a utilizar los acontecimientos para reacomodar sus estructuras en búsqueda de una ofensiva bestial contra la clase obrera y los pueblos oprimidos del planeta. Cualquier frente único antifascista o similar con sectores de la burguesía no es más que una capitulación al enemigo de clase.

    El desafío de recomponer las instituciones implica asimismo encarar la polarización política y social que tiene su origen en las bases económico-sociales derrumbadas por la crisis capitalista. Para ello, el plan de estímulos de Biden incluye un aumento del salario mínimo y un bono de U$S 1.400 por persona, que aún genera debate entre el gobierno y la gran patronal, así como al interior del dividido partido demócrata (PD). Estas concesiones no se dan sólo por el impulso de los aires de una suerte de desteñido neo keynesianismo, sino que responde a una serie de luchas que viene sosteniendo la clase obrera norteamericana. Los motivos son sobrados, todos relacionados al deterioro de las condiciones de vida a partir de la crisis de 2008 y a la recesión generada por la pandemia: por condiciones de seguridad e higiene en los lugares de trabajo, por salarios, por la sindicalización en empresas y sectores no organizados. También ejercieron una influencia importante las grandes movilizaciones contra la policía y el racismo luego del asesinato de George Floyd, sobre todo en ramas industriales donde prevalecen trabajadores afroamericanos y latinos.

    Los últimos meses de 2020, la influencia de las direcciones reformistas/contrarrevolucionarias de los socialistas democráticos de América (DSA) y los llamados progresistas del PD llevaron a estos movimientos detrás de la campaña electoral, atribuyéndose sus principales figuras (Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar) que ejercen de ala izquierda de la bancada oficialista en la cámara de representantes del congreso (cámara baja), la victoria en los estados del medio oeste revirtiendo los resultados de 2016. En términos de lucha de clases, esto llevó a la paradoja aparente de que mientras el ala derecha del partido demócrata, con Biden a la cabeza, ganaba la presidencia y los reaccionarios partidarios del trumpismo mostraban músculo en las calles, siendo su máxima expresión la toma del capitolio del 6/1, mientras los movimientos antipoliciales y de la clase obrera se volcaban a las expectativas electorales. Esto no debe verse como una foto: a principios de 2021, las cosas han cambiado y estamos presenciando nuevas e importantes huelgas, como la de los trabajadores del mercado de frutas y hortalizas de Nueva York, que a través de una huelga de poco más de una semana lograron un aumento salarial (aunque no de U$S 1 hora como reclamaban) y frenaron la intención patronal de aumentar el descuento por la prima de salud. También se vienen desarrollados procesos de organización sindical en empresas como Amazon y la autopartista alemana Borgers en Ohio, y una importante lucha contra la vuelta a clases presenciales sin medidas adecuadas de salubridad en varios estados.

     

    Problema de dirección

    Es posible que los trabajadores de base que forman parte de estos conflictos puedan considerar que la salida de Trump del gobierno plantee mejores condiciones para la lucha, pero la vanguardia no debe dejarse engañar por el DSA y demás direcciones contrarrevolucionarias que ofrecen como orientación “disputar” el gobierno demócrata desde el interior, presionando por un lado por mayores concesiones de Biden, mientras por el otro defienden un frente único contra el fascismo y la extrema derecha, poniendo énfasis en la recomposición institucional bajo un prisma pretendidamente democrático. Se trata de una trampa mortal para el proletariado y los sectores de masas empobrecidas, para la juventud, las minorías y los inmigrantes en EEUU. La vanguardia de nuestra clase debe encarar la lucha por romper la tutela de esa élite política de la democracia imperialista en putrefacción sobre el proletariado yanqui, tutela ejercida a través del PD y de la burocracia sindical de la AFL-CIO. El desafío es conquistar la independencia de clase a partir de un programa obrero de salida a la crisis y de una dirección revolucionaria que enfrente al Estado y se proponga la unidad estratégica con los pueblos oprimidos del mundo tras la bandera de la lucha antiimperialista. Será un paso decisivo en la reconstrucción de la Cuarta Internacional y su sección norteamericana. Con ese norte, proponemos a las corrientes revolucionarias que a nivel mundial defienden el programa de la dictadura del proletariado que impulsemos en común una conferencia internacional por la reconstrucción de la IV Internacional, el partido mundial de la revolución socialista.

     

    COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina

    artículo publicado en TRCI-web

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