A medida que los recursos de petróleo y gas de fácil acceso se agotaron, la industria del petróleo y el gas se expandió hacia las aguas profundas (> 200 m) en las últimas décadas.
La exploración generalmente comienza con la teledetección acústica (estudios sísmicos) para comprender la geología del subsuelo y la arquitectura potencial del yacimiento de hidrocarburos.
El niño estrella en Sudamérica es Brasil, cuando en 2010 anunció que tenía enormes yacimientos de petróleo debajo de una gruesa capa de corteza de sal enterrada en el fondo del océano. Para 2015, la explotación estaba en manos de Shell, Chevron y Petrochina La resultante ha sido un endeudamiento cada vez mayor, ya que Bolsonaro adquirió un número enorme de contratos de préstamo a cambio de petróleo. Para poder cumplir con los compromisos, se ha visto obligado a poner en funcionamiento cada vez más bloques y extender las zonas de explotación, ocupando áreas protegidas. La actividad depredadora ha llegado hasta el parque nacional de Abrolhos, la zona más rica de biodiversidad marina en el Océano Atlántico Sur.
Macri, para no quedarse atrás, y tratando de ponerse en consonancia con el plan agresivo de Trump a 5 años en 2018 para competir con China (que incluía explotaciones offshore en alta mar en el Atlántico, Pacífico y Ártico en forma directa y en el área sudamericana a través de sus socios tercermundistas) en 2019, ofreció en la licitación para exploración offshore de petróleo y gas más grande de los últimos 30 años: 38 bloques en total. Esto fue recibido con horror por parte del kirchnerismo, por aquel entonces opositor, quienes blandieron el estudio de UNICEN publicado por el Proyecto Pampa Azul, que planteaba que, con esas estimaciones de producción en la plataforma argentina, la probabilidad de que ocurrieran derrames era del 100% (1)
Todo ello ha quedado en el olvido. Mientras se incendiaban vastas áreas del país en manos de los sojeros, Cabandié firmaba, el 30 de diciembre, la autorización para que Equinor (en sociedad con Shell e YPF) comience la exploración de 3 de los bloques.
En junio se había realizado la audiencia pública en la cual todo el mundo estaba en contra –salvo por supuesto, las petroleras, el instituto del petróleo y los científicos a sueldo del poder como Ignacio Sabbatella- pero de todas maneras no importó porque, de todas formas, las audiencias púbicas no son sino un ornamento destinado a la nada.
Lo más irrisorio del caso, es que el control y la fiscalización del cumplimiento del Plan de Gestión Ambiental que se le exigiría a Equinor queda en manos de la secretaría de Energía, vocera directa de los intereses de las petroleras.
“No dejes que te asusten”
El Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG), con un ímpetu que hace acordar a los agrónomos de los 90s, que llamaban a untarse del inocuo glifosato “porque no pasaba nada”, hoy ha salido a decir que la opinión pública no debe dejarse asustar por “imágenes tremendistas y consignas chatarra”. Y exponen, como fórmulas salvadoras, los viejos argumentos: que en Noruega no hay problemas, que nos va a sacar de la pobreza, que no es sólo capital extranjero, que está el Estado que va a controlar y que no hay otra opción más que el valioso oro negro, ya que la matriz energética no se puede cambiar y listo.
A la basura los miles de estudios – tan útiles contra el plan de Macri y tan “tremendistas” hoy - que demuestran el desastre ecológico que implica la explotación petrolera marítima.
Se sabe que en la mayoría de los ecosistemas de aguas profundas, la recuperación frente al estrés de origen antropogénico puede ser muy lenta y poseen baja resiliencia a las perturbaciones de las actividades humanas (2) Durante la exploración sísmica, los animales experimentan diferentes regímenes de ruido (3) demostrándose que las explosiones de estudios sísmicos podrían atravesar el agua y matar el zooplancton a más de un kilómetro de distancia (4) Si se estableciera que es viable la extracción de petróleo, la instalación de la infraestructura implica un salto en los impactos directos sobre los hábitats y la fauna. En la etapa operativa la corrosión y las fugas de las tuberías implica la exposición de la fauna a una contaminación potencialmente dañina (5) y en la etapa de cierra y desarme los daños también pueden ser graves. También se ha estudiado las terribles condiciones laborales a las que son sometidos los trabajadores de las plataformas, con importantes daños a la salud (6)
La gran mentira
Uno de los “argumentos fuertes” del señor Cabandié es que sería “la primera vez que el Ministerio de Ambiente participa del estudio de impacto ambiental”. Según la legislación vigente, los estudios de impacto ambiental (EsIA) son responsabilidad del proponente del proyecto y deben ser evaluados por la autoridad ambiental o competente. En general, son “copy paste” de otros proyectos parecidos y lo hacen las consultoras contratadas por los empresarios a tal fin. Que el Ministerio “haya participado” en el EsIA lo ubica del lado del proponente, es decir, de la parte interesada en el proyecto, las empresas petroleras. Es decir, dictándoles la “letra chica” para que el mismo sea aprobado. Al participar el Estado en forma mixta, la ley fija que debiera articularse con una Evaluación del Impacto Ambiental y un Plan de gestión Ambiental. En la práctica, nada de esto funciona porque, al fin de cuentas, el estado (capitalista) está unido por su naturaleza e intereses con los proponentes de los proyectos (capitalistas) Como demostraron los “accidentes” de la Barrick gold, el aumento de la actividad sísmica por el fracking en Vaca muerta, las muertes por cáncer y malformaciones en los pueblos fumigados, etc. etc., los famosos “controles” no existen ni existirán porque la única ley, es la ley del valor.
En manos de la derecha: extractivismo, en manos de los nac and pop: una gesta nacional
Como muchas veces los gobiernos son víctimas de las pasiones que generan, un sector del kirchnerismo ha planteado su descontento con el acuerdo, especialmente aquellos sectores influenciados por el ambientalismo progresista del “Buen Vivir” desarrollado principalmente en Ecuador y Bolivia durante el ya olvidado “Socialismo del Siglo XXI”.
Estos sectores, proponen una organización social y estatal opuesta al “capitalismo extractivista” e inspirada en las experiencias de los pueblos originarios y ha encontrado en Argentina eco en los sectores favorables a la agroecología y a las energías renovables. Sin ánimo de analizar a fondo estas posturas, lo cual merecería una nota aparte, la versión vernácula más extendida postula la convivencia de dos sistemas productivos, el extractivista hegemónico y la economía popular, donde esta última iría ganado terreno mediante políticas de estado hasta lograr imponerse sobre la otra.
De esta manera, “se le perdona” el extractivismo a los gobiernos “progresistas” (por su debilidad) siempre y cuando se incentive la economía popular…y le pongan límites al capital extranjero.
Más allá de que hablar de un “capitalismo extractivista” es una fórmula muy conveniente para refritar las viejas consignas del capitalismo humanizado, el capitalismo en tanto formación social determinada por la apropiación privada de las fuerzas productivas de carácter social no es extractivista ni no-extractivista. En este plano, se confunde (adrede) las técnicas imperantes en ciertas ramas de la producción con la naturaleza misma de la producción capitalista. Tampoco se puede igualar el concepto de extractivismo con el “expoliación” por parte del imperialismo, ya que existen ramas que no se basan en el extractivismo y sin embargo son expoliadoras (por ejemplo, la industria farmacéutica hoy tan en boga con la pandemia) La expoliación imperialista es parte del monopolio y la división internacional del trabajo, y su principal vía de transmisión son los gobiernos “nacionales”
Las movilizaciones en Mendoza y Chubut hicieron retroceder a los gobiernos provinciales en sus intentos de entregar (aún más) los recursos naturales a la voracidad imperialista. Hoy, las voces oficiales del kirchnerismo han deslizado que, tras el “atlanticazo” se esconden fuerzas que “le hacen el juego a la derecha”, porque lo que importa es que el país necesita dólares para pagar la deuda odiosa de Macri y avanzar hacia el crecimiento. Los que se oponen a esta gesta patriótica son los que quieren poner palos en la rueda al desarrollo nacional.
Ya lo dijo Garcia Linera en el 2012 “Detrás del criticismo extractivista de reciente factura en contra de los gobiernos revolucionarios y progresistas, se halla pues la sombra de la restauración conservadora” (7)
Convertir la movilización en una gran lucha antiimperialista
Sea en manos de YPF o de las petroleras internacionales, la explotación petrolera en alta mar implica la exposición al desastre ambiental a nuestras costas y fauna marina. Como se ha visto en emprendimientos como Veladero, Vaca Muerta y tantos otros, las prácticas extractivistas no implican el crecimiento económico regional, ni una mejora en la calidad de vida de la población, ni un aumento importante en los puestos de trabajo. Lo que sí implican, en todos los casos, son graves problemas de salud en la población, en los trabajadores del sector y daños irrecuperables en los ecosistemas a causa de la contaminación de las aguas, aire y suelo. Así como en el campo la actividad sojera liquidó a los pequeños productores y empujó migraciones hacia las ciudades, la explotación minera marina crecerá en detrimento de la pesca.
Lo que el gobierno quiere presentar como “desarrollo” y “progreso” es la expoliación imperialista de nuestros recursos naturales, para satisfacer las demandas energéticas y los negocios de los grandes capitalistas. Los semi estados de los países oprimidos actúan de manera parasitaria sobre las empresas imperialistas de extracción para obtener dólares y prebendas, además de impuestos tipo retenciones. A cambio de ello, entregan la soberanía de los recursos.
Por eso esta lucha debe convertirse en una gran lucha antiimperialista, con paros, movilizaciones y bloqueos, hasta que el gobierno retroceda y se retiren las empresas petroleras de nuestros mares. Pero también es fundamental tomar bajo control obrero las grandes petroleras y empresas de energía para terminar con el caos capitalista e imponer los intereses de la clase obrera y las masas.