“El Talibán infestando todo y adueñándose de todo el país es algo altamente improbable” declaró solemne Joe Biden el 8 de julio de 2021 en la East Room de la Casa Blanca. Apenas un mes y escasos días después, el Talibán entraba en la capital afgana Kabul, tras la retirada del grueso de las tropas imperialistas y de la huida del presidente-títere, Ashraf Ghani. Biden apostaba a que el ejército afgano de 300.000 hombres pertrechado por el imperialismo controlara la situación, pero se desmoronó en semanas. Y dejó expuesto a su gobierno a una operación de evacuación nunca antes vista, “el puente aéreo más grande de la historia” según el propio Biden, que se ha convertido en la más humillante retirada jamás vista. Una nueva declaración alucinada del presidente yanqui, que dijo que EEUU había ido a Afganistán no a construir una nación democrática (nation Building) sino a desactivar la amenaza terrorista, fue respondida por una rama del ISIS con un atentado en el propio aeropuerto de Kabul con el saldo de más de 170 muertos, entre los que se cuentan 13 soldados de EEUU. El atentado del jueves 26 de agosto empujó a los aliados de la OTAN con tropas en el terreno a dar por finalizadas las operaciones de evacuación, dejando sola a aquella nación “líder del mundo libre” que había logrado organizar en torno a la ocupación a una coalición de 42 países. Los yanquis tienen plazo hasta el 31 de agosto para terminar la evacuación, plazo en el que solo esperan nuevos atentados e imágenes desesperadas de refugiados tratando de huir del caos que dejan tras de sí después de 20 años de ocupación militar.
La retirada de Afganistán es un botón de muestra de la situación complicada en que se encuentra el imperialismo norteamericano en la profundización histórica de su descomposición y en las dificultades cada vez más grandes que tiene para intentar saldar la crisis capitalista mundial. No solo es parte de las dificultades para dar una idea de salida a la pandemia, con la discusión de la pospandemia y un supuesto y anhelado auge de la economía mundial, que se choca con una perspectiva de pequeños rebotes y nuevas caídas que configuran más bien una tendencia a la depresión y a la agudización de los desequilibrios en todos los planos. Llegan a discusiones tan delirantes como que “gracias” a la variante Delta se están conteniendo las tendencias inflacionarias (!!). El gobierno de Biden y su coalición de gobierno, que apareció como un recambio frente al fracaso del cambio de orientación imperialista que significó la administración Trump, en muy poco tiempo ha chocado con todas las contradicciones que minan la hegemonía mundial de EEUU. Y se ve obligado a tomar decisiones en el plano de la retirada menos costosa, para un supuesto reordenamiento de fuerzas que nadie cree. Sobre todo los rivales estratégicos como China y Rusia, que toman posición. Los acuerdos entre China y el Talibán para consolidar el dominio territorial de ambos Estados y al mismo tiempo integrar al nuevo “gobierno” afgano en el cuadro del cinturón y ruta de la seda chinos es un ejemplo. La necesidad de EEUU de negociar con Rusia una red antiterrorista en el país es otro. Pero la principal debilidad del imperialismo norteamericano no es el desafío de los rivales sino la descomposición estructural, la destrucción económica y social, que su propio accionar siembra a cada paso. Guantea con su sombra, y está perdiendo. El problema es que ese avance de la descomposición destruye las condiciones de vida de nuestra clase y de los pueblos oprimidos del mundo.
Quizás sea verdad la declaración de Biden en cuanto a que el verdadero objetivo de EEUU en Afganistán y, agreguemos, en Irak, no fue “construir una nación” o, mejor dicho, construir desde afuera un Estado burgués semicolonial, moderno y democrático, a su imagen y semejanza. Quizás eso haya sido solo una excusa, y hayan seguido más bien la doctrina militar elaborada luego de la victoria yanqui en la guerra fría del “Shock and Awe” (Shock y pavor) que vociferaban los comandantes militares de Bush hijo cuando se llevaron adelante aquellas invasiones en 2001 y 2003, con el nefasto Donald Rumsfeld a la cabeza. Básicamente, se trataba de una táctica de terrorismo imperialista, que se desmoronó frente a la resistencia de grupos armados y de las masas iraquíes y afganas al poco tiempo de la llegada norteamericana, marcando muy tempranamente la derrota de las invasiones, aunque las tropas se quedaron en lo que llamaron un “empantanamiento”. La tesis del Imperio ejerciendo ese terrorismo de estado a escala global, igual que su contracara progre, el Imperio vs. la multitud de los autonomistas como Negri y Holloway, se vinieron abajo con la resistencia nacional de los pueblos oprimidos, que se desarrolló en Medio Oriente y más allá, y se sigue desarrollando a la fecha. ¿Será esta falacia la que nos quiere volver a vender Biden?
La contradicción entre la forma estatal de la dominación burguesa y la internacionalización de las fuerzas productivas, entre la socialización de la producción y la acumulación privada del capital, no puede resolverse en un supraestado burgués. Esto está quedando más claro con la decadencia de la hegemonía norteamericana. Pero no es menos utópica la idea de la creación de nuevos estados burgueses modernos en la época de las crisis, guerras y revoluciones. Y los intentos por llevarlo adelante han chocado una y otra vez con las contradicciones de las bases materiales engendradas (descompuestas) por el capitalismo. Esta discusión no sólo explica las utopías imperialistas, sino que nos mete en el debate de las propias fuerzas proletarias. La derrota del imperialismo en Afganistán tiene sabor a muerte, porque el talibán toma el poder. Esto solo puede explicarse por la crisis de dirección revolucionaria de nuestra clase.
Así, vemos como muchas corrientes del trotskismo centrista empiezan el clásico juego de encontrar el mal menor, algunas festejando la toma de Kabul por el Talibán, otras haciendo campaña por la democracia en Afganistán contra la persecución de las mujeres. Debemos ser claros: este momento de derrota del imperialismo no podrá ser capitalizado sin la intervención decidida del proletariado mundial del lado de los pueblos oprimidos de Medio Oriente. Debemos desplegar una campaña en los sindicatos por el retiro de todas las bases imperialistas de Medio Oriente y de todos los países oprimidos. Asimismo, es necesario que en los países imperialistas los sindicatos luchen por el ingreso sin restricciones de los refugiados, por igualdad de derechos laborales y por su integración a las filas de nuestros sindicatos según la rama. Los sindicatos de todos los países deben recurrir a todos los medios necesarios para ayudar a fortalecer y eventualmente reconstruir las organizaciones obreras en Afganistán, enviando fondos, víveres y defendiéndolas de los ataques del Talibán y los señores de la guerra. Es en esta pelea, donde los mejores y más decididos combatientes antiimperialistas de nuestra clase podrán actuar en conjunto y debatir el programa para enfrentar a los Estados imperialistas y sus lugartenientes en nuestras filas, la burocracia sindical, para sentar las bases de la reconstrucción de la dirección revolucionaria de la clase obrera, la IV Internacional y sus secciones nacionales. De ese modo, podremos colaborar en fortalecer a la vanguardia obrera en Afganistán y Medio Oriente, para dar la pelea por una Federación de Repúblicas Socialistas en la región sobre la destrucción de Israel, como forma política de la dictadura del proletariado. No puede existir ninguna otra salida para Afganistán, porque cualquier idea de Estado democrático nacional (la utopía estatista que siempre persigue el centrismo) carece de bases materiales por la dinámica misma de la descomposición del capitalismo.
La catástrofe de la retirada de Kabul es una advertencia también para las filas revolucionarias: nunca se estuvo tan cerca de que la consecución de una consigna progresiva como la retirada de las tropas yanquis de Afganistán esté tan lejos de hacer avanzar las posiciones del proletariado mundial. Debemos actuar con seriedad, rapidez y decisión. La lucha de clases no tiene piedad con los indecisos y los confundidos. Proponemos a las corrientes trotskistas que defienden el programa de la dictadura del proletariado realizar una Conferencia Internacional que prepare los pre requisitos para la reconstrucción de la IV internacional.
Este 27/8 se realizará una nueva Marcha Nacional contra el gatillo fácil. A un año y medio del comienzo de las medidas restrictivas de la cuarentena impuesta por el Gobierno Nacional, tenemos como resultado un centenar de muertos por las fuerzas de seguridad. Con la difusión de la festichola clande en Olivos, toda la oposición burguesa se despega, pero el año pasado unieron filas para garantizar el control territorial, sacando a la calle sus fuerzas represivas. Como resultado de esta política, la policía desapareció a Luis Espinoza y Facundo Castro, y tantos más fueron asesinados por las fuerzas de seguridad.
Fue por Facundo que hace un año salimos a las calles, desafiando las restricciones impuestas contra la protesta social, y denunciamos al gobierno nacional y provincial. Mientras los organismos de DDHH cooptados por el Estado y la militancia k, con guiño del centrismo, nos señalaban desde la virtualidad por movilizar y denunciar la responsabilidad del Estado en los casos de desapariciones y muertes en el marco de la pandemia.
Hoy en el escenario electoral tanto FdT como la oposición discuten cómo consolidar el brutal ajuste para pagar la deuda externa, y la desorganización que sembraron con las restricciones a las organizaciones de trabajadores y la juventud, y sobre esa base avanzar en aplicar las reformas laboral, educativa, previsional que exige el FMI. Complemento de ello es garantizar la impunidad de Berni y su bonaerense que desapareció a Facundo, de Massoni y la chubutense, de la gendarmería responsable de Maldonado, y la prefectura que mató a Rafael Nahuel. No hay grieta en la línea de fortalecer el aparato burocrático militar para afrontar los procesos de lucha que puedan darse.
Los trabajadores hemos enfrentado a las represiones, como en el frigorífico Penta, los trabajadores de la salud en puente Pueyrredón, los municipales en Mendoza, y más recientemente los trabajadores de la educación en Salta. Esta marcha del gatillo fácil tiene que permitirnos abrir en los lugares de trabajo y de estudio, un balance de la cuarentena como medida represiva para imponer el ajuste, porque los muertos y los desaparecidos los pone la clase trabajadora y la juventud empobrecida. Nos movilizamos este 27/8 convencidos de la necesidad de abrir entre los trabajadores y la juventud, una discusión que es internacional en nuestra clase, desde las inmensas acciones de masas contra la brutalidad policial hacia la población negra, la lucha de la juventud colombiana contra la represión del esmad y las batallas de la primera línea chilena contra los pacos genocidas. Las fuerzas represivas del Estado no pueden reformarse, ya que su rol es proteger los intereses de la burguesía. Es inadmisible la sindicalización de la policía porque no pertenecen a nuestra clase, no son trabajadores, son los garantes de la explotación y la ganancia de los capitalistas. Desde la COR pensamos que debemos fortalecer las instancias de organización de la juventud y los sindicatos con independencia de los partidos patronales, sostenemos que debemos luchar por la disolución de la policía y las fuerzas represivas.
Justicia por Magalí Morales, Facundo Castro, Santiago Maldonado y todos nuestros muertos y desaparecidos a mano de las fuerzas de seguridad. ¡Abajo la criminalización de la protesta y el procesamiento de los luchadores! Para lograrlo necesitamos retomar los métodos de nuestra clase. Los piquetes, la huelga y el paro son nuestras herramientas para enfrentar el avance en nuestras condiciones de vida, despidos, suspensiones, bajas de salarios, etc. En esta perspectiva la lucha contra el gatillo fácil es la lucha contra el Estado y sus verdugos.
Mientras los efectos de la pandemia siguen desarrollándose en el mundo, y cuando en Argentina estamos por entrar en la tercera ola con la variante delta, con solo 20% de la población con 2 dosis de la vacuna, el régimen burgués se prepara para elecciones de medio término. Estas elecciones continúan el mecanismo de las primarias (PASO), que la burguesía estableció en 2009 para tener una mayor injerencia estatal en los partidos y proscribir a minorías.
Los candidatos del FMI en sus distintas variantes
A dos años del comienzo de la pandemia, con la desastrosa política del gobierno de los Fernández para enfrentar al virus, coronada con el “Olivos gate”, el oficialismo en campaña nos pide el voto aduciendo que “estamos saliendo” y que pensemos en el futuro. La oposición de Cambiemos nos dice que ahora estamos peor que en el periodo de Macri y que ellos son la salvación, mientras los libertarios tipo Milei nos dicen que hay que enfrentar a la casta política para que venga otra casta política.
Más de 110 mil muertos por covid, 50 % de pobreza, 51% de inflación, pérdida del salario real del 25%, desocupación de más del 10%, miles de despidos y suspensiones y una caída de las condiciones de vida muestran no solo números de la coyuntura, sino un problema estructural del semi Estado argentino, que los distintos partidos burgueses, junto a la burocracia sindical y los empresarios, a través de los años, no solo no pudieron solucionar, sino que empeoraron, para favorecer a los grandes empresarios extranjeros y nacionales a costa de nuestra superexplotación.
Y ahora todas esas fracciones se preparan para garantizar el ajuste que hicieron en medio de la pandemia y llevarla a leyes que voten en el Congreso, para garantizar los requisitos que pide el FMI. El saqueo a los jubilados debe traducirse en una reforma previsional, los ataques a las condiciones laborales que sufrimos, en una reforma laboral, entre otras reformas que pide el FMI para renegociar la deuda externa.
Como marxistas no nos da lo mismo que los trabajadores voten en las elecciones a sus verdugos, por eso debemos abrir una deliberación al interior de nuestra clase en las fábricas, en los lugares de trabajo y en las organizaciones combativas de desocupados sobre la necesidad de discutir un programa de salida a la crisis y un balance de la política del gobierno ante la pandemia. Debemos organizarnos con delegados de base, comisiones internas, juntas internas y sindicatos recuperados en plenarios regionales que confluyan en un gran Congreso de delegados de base con mandato, que prepare los requisitos para luchar contra la burocracia sindical e impulse un paro nacional para imponer, mediante nuestros métodos, la dirección de la pandemia y saldar la crisis económica, sanitaria y social a la que nos han llevado. Es aquí donde se debe dar el Frente Único de la Izquierda, debemos poner en pie Oposiciones Sindicales Revolucionarias, con libertad de tendencia en su interior, para disputar la dirección del movimiento obrero a nuestros enemigos de clase en nuestras propias filas. También estamos llamados a unirnos a la lucha de los trabajadores y el pueblo pobre de América Latina, que ha salido a enfrentar a sus gobiernos.
La adaptación de la izquierda
Hay corrientes que se reivindican del trotskismo que se presentan a las PASO: el FITU, que presenta distintas listas internas entre los partidos que lo conforman, y el NMAS y Política Obrera. En primer lugar, es una política errada dirimir las diferencias entre organizaciones de izquierda a través de este mecanismo electoral en lugar de apelar a un Congreso Obrero para discutir de cara a la vanguardia. Además, consideramos que su política hacia las elecciones no expresa una condición mínima en el programa de los marxistas, que es la de la independencia de clase. En las filas del FITU conviven corrientes que apoyaron a las entidades del campo, fueron en alianzas electorales con políticos burgueses y en los sindicatos co dirigen, en algunos casos, con la burocracia sindical. Todas estas listas que se presentan tienen una característica en común, que es su estatismo, es decir, considerar que el Estado burgués, en esta época actual de descomposición, aún tiene posibilidades de cumplir un rol progresivo. Esto quedó bastante claro en la pandemia, cuando se le exigió al Estado (que, hemos de recordar, tiene una condición de clase, que es burgués) un sinfín de medidas estatales, como sistema único de salud, declarar de utilidad pública un laboratorio que produce vacunas, etc. Todos ellos naturalizaron la política reaccionaria de la cuarentena, que se impuso con los métodos del Estado y represión. No apelar a los métodos obreros para imponer nuestras demandas genera confusión en los sectores combativos, ya que no los llaman a confiar en sus propias fuerzas, sino en depositar ilusiones en instituciones que no son las nuestras.
En el plano internacional, sus organizaciones hermanas han llamado a votar a Haddad del PT en Brasil, a Arce en Bolivia, o a Pedro Castillo en Perú, es decir, a nuestros verdugos, en nombre de que no gane la derecha, definición que expresa su adaptación a la opinión pública y no una política revolucionaria.
Para nosotros la participación en las elecciones es una cuestión secundaria y subordinada a la necesidad de intervenir en ese escenario para dar una lucha política y que no sea la burguesía la que influencie a los trabajadores y los lleve a la conciliación de clase. No vemos en las listas de izquierda que se presentan un combate consecuente con esta orientación. “Ser tercera fuerza”, “renovar a la izquierda”, “revolucionar a la izquierda” y demás consignas por el estilo son eslóganes electorales que nada tienen que ver con nuestro objetivo revolucionario. Organicémonos contra el ajuste, votemos en blanco.
El pasado 17 de agosto vimos al secretario general de La Bancaria, Sergio Palazzo, compartir tribuna con una cámara patronal de empresarios PyME en el marco de la celebración del día del “empresario y la empresaria nacional” y de su campaña por ser electo diputado nacional por el Frente de Todos. El eje central de su discurso de postulación gira en torno a la consigna de reducción de la jornada laboral para generar un “shock de empleo”, sin reducir el salario, y contaría con el apoyo de cámaras de pequeñas y medianas patronales. El proyecto de ley, impulsado por la conducción del sindicato bancario, plantea reducir la semana laboral a 36hs y apunta a su implementación en las grandes empresas y bancos. También hay otro proyecto de 40 horas semanales presentado por la CTA.
Demagogia
Esta “iniciativa” se da en un marco de una emergencia sanitaria por el Covid-19, en la que el gobierno del FdT, con la inestimable ayuda de la burocracia, ha descargado los costos de “administrar la pandemia” en las espaldas de los trabajadores. No sólo enviaron a los “esenciales” a contagiarse por un sueldo de miseria, sino que ahora, ante la presión electoral y desestimando la inminencia de una “tercera ola”, pretenden que vuelvan todos a sus ritmos de trabajo lo antes posible, sin contar con las mínimas condiciones sanitarias en los establecimientos. Mientras tanto, impusieron flexibilización laboral de hecho con el teletrabajo y otras “innovaciones”.
Esta burocracia, que ahora quiere cosechar votos para la fuerza en el gobierno con demagogia hacia los trabajadores, es la misma que durante los últimos 2 años del gobierno de Macri, en los que los embates de las condiciones de vida de los trabajadores fueron fuertísimos, fueron garantes de la institucionalidad apuntando a la salida electoral con la famosa consigna “hay 2019”. A cambio, transaron con el gobierno entrante de Alberto Fernández cajas previsionales y espacios en las listas legislativas. No hace falta comentar el enorme servicio que prestaron al orden capitalista durante la pandemia, apoyando las medidas gubernamentales de cuarentenas garantizadas por la represión estatal y conteniendo la bronca de los trabajadores para garantizar las condiciones impuestas por el FMI. Fueron los primeros en cerrar los sindicatos con la excusa del covid y evitar que los trabajadores se organizaran para enfrentar las imposiciones degradantes de las patronales. No podemos dejar de notar que fue la propia burocracia sindical la que ha dejado correr los despidos y desactivado las luchas obreras contra esto, un ejemplo patente es la burocracia de STIA, pasteleros y panaderos ante los despidos en BIMBO. Pero también en el propio gremio bancaria se ha dado una plétora de despidos encubiertos con los “retiros voluntarios”, se avanza en los cierres de sucursales y se intenta imponer la flexibilización laboral que borra de un plumazo conquistas históricas del sindicato.
La reducción de la jornada laboral de esta manera planteada se apoya en el argumento de que, debido a que la aplicación de nuevas tecnologías, se ha hecho más productivo el trabajo. El trabajador puede trabajar menos horas diarias, siendo igualmente productivo. Es decir, no se trata de cuestionar quién se apropia del producto del trabajo, sino simplemente de pedir que nos sigan explotando en menos tiempo, pero más intensamente. En la puja por mantener las condiciones salariales, sigue ganando la empresa con el salario relativo.
Ni siquiera los ministros del gobierno que ellos defienden están contentos con la propuesta, ya que esto implicaría, en términos relativos, aumentar un 33% el salario. Y he aquí el quid de la estrategia capitalista: que el trabajador sea más productivo y a la vez más barato.
La burocracia busca solucionarle al sistema, en términos de tiempo, una contradicción que hay entre capital y trabajo. Quiere conciliar cosas irreconciliables. Este planteo es sobre una base menor de trabajadores, cuando ya pasaron los despidos masivos. Y, convengamos, esta discusión sólo atañe al porcentaje cada vez más minoritario de trabajadores en blanco, mientras la mano de obra en negro o contratada de forma fraudulenta (monotributo, por ejemplo) sigue creciendo aceleradamente.
Por eso quieren ir a discutir esto en el Congreso, para llevar a los trabajadores a las trampas institucionales de la clase que nos explota, subordinando, además, la institución obrera del sindicato al Estado burgués.
Programa de transición
Aquí resulta necesario recordar la discusión sobre la escala móvil de horas de trabajo y de salarios planteada en el Programa de Transición de la IV Internacional.
En primer lugar, hay que recordar que el Programa de Transición es un sistema de reivindicaciones transitorias que busca tender un puente entre las reivindicaciones inmediatas de las masas trabajadoras y la lucha por el poder obrero con el establecimiento de la dictadura del proletariado. Está claro que, en una situación de crisis galopante y condiciones de vida y de trabajo cada vez peores, las masas obreras están urgidas por poner un límite a la degradación de sus condiciones de vida. El derecho a la explotación se convierte en una lucha por la supervivencia.
Ahora bien, la escala móvil no es idéntica al planteo de reparto de horas, aunque incluso nos cansamos de escucharlo en boca de candidatos de izquierda. ¿Cuál es la diferencia? En el capitalismo nuestra fuerza de trabajo es una mercancía más, que se vende en el mercado por un precio, determinado en última instancia por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir determinada mercancía. Este tiempo es distinto según la rama de producción y el sector de la economía, tanto de la nacional como a nivel internacional. Por eso, hay distintos “precios” para distintos tipos de trabajos.
El reparto de las horas como plantea la burocracia implica una redistribución de la fuerza de trabajo disponible, en la rama de producción que sea, en el tiempo que sea. Si lo llevamos a lo concreto, podría ser probablemente una presión a la baja salarial.
La escala móvil de horas de trabajo, en cambio, tiene en cuenta esta desigualdad impuesta por el sistema de producción capitalista y apunta a que las organizaciones obreras tengan control sobre el proceso de trabajo, de manera de organizar el tiempo en las distintas ramas de acuerdo a la fuerza de trabajo y las necesidades obreras. La escala móvil de salario entiende que hay distintos tipos de trabajo y establece una escala, basada en la necesidad de combatir la desocupación, la carestía de la vida y la miseria de los trabajadores de conjunto, partiendo del valor que se produce en el proceso económico. El trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado sigue el movimiento de los precios. No es posible aceptar ningún otro programa para el actual período de transición.
Esta medida orienta a la clase trabajadora hacia la raíz de los problemas de la producción y distribución del capital, mientras que reparto es sólo una medida anticíclica (en el mejor de los casos). Y debe ser planteada siempre dentro de un sistema de reivindicaciones transitorias. La “posibilidad” o la “imposibilidad” de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha.
Lo más importante de esta reivindicación no es la consigna en sí misma, sino apostar al desarrollo de las fuerzas del proletariado para cuestionar el mando capitalista en la producción. Sobre la base de esta lucha, cualesquiera que sean los éxitos prácticos inmediatos, los obreros comprenderán, en la mejor forma, la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista. Apunta a preparar el sistema de trabajo de la futura sociedad socialista. Es por esto que no puede tomarse seriamente sin pensar en el control obrero de la producción, por ejemplo. Pero, sobre todo, no se puede concebir sin una fuerte organización obrera consciente de que su misión histórica es organizar otro modo de producción sobre bases socialistas. Por fuera de esta concepción, los trabajadores seguirán presos de la voluntad del capital y su sed de ganancias. Por eso, es tarea fundamental de los revolucionarios organizar Oposiciones Revolucionarias en los sindicatos, que peleen por este programa en las organizaciones obreras y regenerar una vanguardia obrera que luche por el comunista, organizada en un partido revolucionario.
El 21 de agosto de 2021 se cumplen 81 años de la desaparición física de León Trotsky. Las circunstancias de su muerte dan cuenta de la implacable lucha revolucionaria que libró hasta su último día. Pero Ramón Mercader, el agente del estalinismo que le propinó la herida fatal en su casa del exilio en México, lejos estaba de representarse que su acto no haría más que enaltecer al dirigente bolchevique y comprobar que Stalin estaba dirigiendo al primer Estado Obrero de la historia a la contrarrevolución. El estalinismo festejó haber logrado finalmente desembarazarse de la autoridad revolucionaria de la vieja guardia para secuestrar al Estado Obrero y ponerlo a merced de sus intereses. Pero sobre todo festejó la burguesía imperialista, el gran favor que le haría el estalinismo, al asesinar al fundador de la Cuarta Internacional -junto con varios de sus más valiosos cuadros- y así apagar, por lo menos por un tiempo, la luz de la organización internacional del proletariado en un partido cuyo fin es sepultar al capital: la Cuarta Internacional. Pero, la lucha de clases no tolera interrupciones. La situación actual muestra una vez más la justeza de las conclusiones revolucionarias que Trotsky elaboró de los acontecimientos más grandes de la historia hasta su muerte y el filo revolucionario del programa de la Cuarta.
Decadencia capitalista y pandemia
El Programa de Transición comienza sentenciando: “La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado. La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra.”
Y, a la luz de los acontecimientos desencadenados por la pandemia del coronavirus SarsCov-2, podemos decir que sigue siendo una caracterización justa. A dos años del inicio de la pandemia, hemos asistido a un curso acelerado de cómo funciona el capitalismo y quiénes son sus garantes y defensores. Pudimos ver en todas partes del mundo cómo los gobiernos burgueses se asentaban en sus Estados para ejercer una centralidad reaccionaria para controlar la situación abierta por el covid, tratando de salvaguardar sus sistemas de salud y los intereses de las grandes empresas industriales, farmacéuticas y de servicios en detrimento de las condiciones de vida de las grandes mayorías.
Nosotros denominamos a esa política un “ensayo general reaccionario”, que fue un intento de dominar la situación en medio de una crisis mundial que la pandemia vino a acelerar. Las cuarentenas, la idea de convivir con el virus, la represión estatal para garantizar los confinamientos, los comités de expertos y tantas cosas que impusieron mediante métodos burgueses para desorganizar aún más al proletariado e impedir que pudiera ni siquiera pensar en imponer sus métodos. Para esto la burguesía contó con la inestimable ayuda de las corrientes de conciliación de clases y en especial de la burocracia sindical a nivel mundial.
El sistema capitalista denudó su verdadero rostro al momento en que se logró aprobar de emergencia algunas vacunas contra el covid. Lejos de asegurar la inoculación de todo el mundo, la gran mayoría fueron acaparadas por los países imperialistas con el fin de reactivar sus economías lo antes posible y usar la “diplomacia de las vacunas” para tener una mayor injerencia en países semicoloniales. Así dejaron a gran parte de la población mundial sin ninguna vacuna. Los grandes laboratorios han sido los grandes triunfadores de la pandemia. Mientras tanto las variantes, como la Delta, siguen propagándose por todo el mundo.
El sistema capitalista mostró por qué está agotado como sistema, ya que no puede actuar en bloque. Si bien puede, en determinados momentos, hacer avanzar alguna rama económica sobre otra, lo hace sobre una anarquía que garantiza una mayor pauperización de las condiciones de vida de las grandes masas. En esta pandemia pudimos ver muchos fenómenos de lucha de clase en contra de las penurias a las que nos querían someter, los procesos en Palestina, las huelgas en Italia, las movilizaciones en EEUU ante el asesinato de Floyd, los procesos agudos en América latina como Chile, Ecuador, Colombia para nombrar algunos.
Estamos viviendo una etapa de descomposición del imperialismo. Los recientes acontecimientos en Afganistán son una muestra flamante. Después de 20 años de ocupación yanqui para una supuesta guerra contra el terrorismo, hoy sus tropas entregaron el poder a los talibanes.
Al mismo tiempo, asistimos a un proceso de asimilación de los ex Estados obreros al sistema capitalista. Y esto ha dado fenómenos de lucha de clases como en Bielorrusia o, más recientemente, en Cuba. Son procesos de restauración capitalista dirigidos por burocracias contrarrevolucionarias, que encuentran resistencia en las masas.
Y quizás lo más importante que hemos presenciado en esta pandemia es la descomposición de los Estados como forma de dominación. La relación de Estado – capital ha entrado en una contradicción histórica.
Completar el programa y ponerlo en marcha
Ante las circunstancias que se presentaron desde la emergencia de la pandemia y, fundamentalmente, ante la podredumbre de las bases del sistema capitalista, sostenemos que el legado de Trotsky nos confiere una base teórica y política para actuar en esta etapa histórica. Tomar esta tarea implica asimilar el método revolucionario que nos enseñó para pensar con nuestra propia cabeza los procesos de asimilación de los ex Estados obreros, la descomposición imperialista y su derrotero en las instituciones creadas para su dominación. Esto, principalmente, para avanzar en saldar la crisis de dirección revolucionaria. En este camino debemos reemplazar el centrismo que influenció a camadas de luchadores por el marxismo revolucionario, para dotar a la vanguardia obrera de un programa transicional que lleve a la construcción de partidos como sección de la reconstrucción de la IV Internacional.
Desde la TRCI impulsamos la necesidad de una Conferencia Internacional con los grupos que aun defiendan la dictadura del proletariado para avanzar en las tareas de los revolucionarios en la etapa.
Hay que derrotar este sistema capitalista, destruir el poder de la burguesía, organizar al proletariado y desarrollar las etapas de la dictadura del proletariado. Hay que expropiar a los expropiadores. Estas tareas se encuentran inscriptas en levantar bien alto las banderas de la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista.
COR Chile - LOI Brasil - COR Argentina
publicado en TRCI-web
El día 12 de agosto un militante de nuestro partido fue invitado “amablemente” por un administrativo y guardias de “seguridad” a abandonar el edificio de la Facultad de Filosofía y Letras. Nuestro compañero que es estudiante de dicha facultad se encontraba militando nuestras declaraciones sobre Colombia y Palestina en el clásico pasillo de las agrupaciones políticas que en este momento se encuentra vacío de todo contenido de las distintas corrientes. El material propagandístico fue arrancado y tirado literalmente a la basura por un administrativo que luego de su acción de censura corrió a llamar al Decano Cueto.
Como hemos señalado anteriormente, los protocolos covid realizados por las autoridades en los lugares de estudio y de trabajo no tienen la finalidad de cuidarnos, cumplen una función represiva y desorganizadora. Para pauperizar la salud y las condiciones de vida de la clase trabajadora no existe grieta, tanto el Gobierno Nacional como el Provincial son responsables del mísero estado del sistema de salud, en este momento las y los trabajadores de la salud se encuentran luchando en todo el país para mejorar sus condiciones de trabajo, por un sueldo que cubra la canasta básica familiar, pase a planta de contratados y tercerizados, etc. Es necesario que en las facultades formemos comisiones con representantes docentes, no docentes y estudiantiles elegidos en asamblea para controlar las condiciones de seguridad y salubridad para la cursada.
No es de extrañar que el protocolo del Decano Cueto tenga como finalidad la eliminación de la vida política entre los pasillos de su castillo medieval, en donde se fomenta una cátedra libre en homenaje a Díaz Araujo, un personaje nefasto y rancio que defendió y promovió el terrorismo de estado, no podemos permitir la existencia de esa cátedra pro genocida. Sin embargo, la “censura de los pasillos” es realmente selectiva, ya que los grupos de extrema derecha pueden tener una cartelería intacta, en cambio nosotros nos enfrentamos al amedrentamiento de la seguridad privada por difundir nuestras ideas. A esta forma de mordaza política se suma la resolución pro sionista del rector Pizzi, ambos métodos buscan anular la militancia revolucionaria.
Desde la COR instamos a que el centro de estudiantes se pronuncie en contra de esta avanzada represiva por parte de las autoridades hacia todas las agrupaciones políticas. ¡Es inadmisible que las y los estudiantes sean expulsados de la facultad por militar! Aunque no nos sorprende que la academia burguesa intente acallar a los grupos que le resultan molestos, ya que su naturaleza es expulsiva para con la clase trabajadora y sus representaciones políticas, observamos como cada día nuestros compañeros desertan de la universidad por el avance de la crisis económica y los mecanismos elitistas de esta institución.
Llamamos a las organizaciones de izquierda, a las y los estudiantes a reunirnos a la brevedad para preparar una respuesta contundente al disciplinamiento que nos quieren imponer. Necesitamos organizarnos, realizar de manera urgente asambleas por cursos, y preparar una asamblea general resolutiva contra las políticas arbitrarias del Decano. Luchemos por la recuperación del centro de estudiantes para que sea una herramienta de lucha y organización.
RAMA UNIVERSITARIA DE LA COR
Este sábado 14 de agosto a las 16.00 hs. realizaremos en Córdoba una charla debate sobre Cuba. Pondremos en perspectiva las protestas del 11 de julio que sacudieron la Isla, analizando el proceso de asimilación de los ex-Estados Obreros en medio de la descomposición imperialista, para discutir los desafíos y tareas de la vanguardia obrera en nuestro continente.
Los gobiernos nacional y provincial han mostrado que el manejo capitalista de la pandemia parte de hacernos pagar la crisis a los trabajadores. A toda nuestra clase, con despidos, precarización laboral, condiciones penosas de seguridad e higiene y salarios a la baja. Y especialmente a los trabajadores de la salud, con situaciones extremas, debiendo enfrentar la emergencia sanitaria con el estado deplorable de los hospitales públicos (¡en el Misericordia se cayó un techo!), trabajando más horas, sin la protección adecuada, bajo presión, con diferentes figuras precarizadoras (monotributos, contratos, becas) y con salarios de miseria, cada día más atrás de la inflación.
Y la situación está lejos de mejorar: en los últimos días surgió un nuevo brote, ahora de la variante delta, en nuestra provincia. Mientras, las patronales y el gobierno se avocan a garantizar la “vuelta a la normalidad”… de la explotación laboral; para ellos, las medidas de salubridad, las vacunas, los testeos y nuestro salario no son más que costos que disminuyen sus ganancias y, en el caso de Schiaretti, “desbalancean” su presupuesto, destinado a pagar la deuda externa.
Contra todo lo anterior, los trabajadores empezamos a organizarnos. Desde hace semanas, en varios hospitales provinciales se da un proceso de asambleas, cortes y movilización, que hasta el viernes 29/7 se daba en paralelo a las medidas tomadas por los trabajadores de clínicas y sanatorios privados. Ese día, Daer (ATSA) terminó cerrando por un 45% que coincide con el nuevo techo salarial que impulsan la burocracia y Alberto, además en 4 cuotas, no remunerativo y con una cláusula que permite a las patronales gambetear el acuerdo si aducen crisis. ¡Debemos dejar de discutir porcentajes engañosos!, el salario inicial para la categoría más baja de la escala debe igualar la canasta familiar ($103 mil), en una sola vez y con cláusula gatillo para no perder con la inflación. Basta de bonos en negro, todas las sumas al básico.
También es cierto que muchos compañeros que estaban haciendo sus primeras armas en la lucha vieron que vale la pena luchar. Esto es importante. Muchos trabajan en los 2 sectores (público y privado) debido al pluriempleo, generado por la combinación negrera: precarización + salarios de miseria. La segunda conclusión es que no podemos dejar que los Daer y los Pihen (SEP) terminen negociando, porque nos entregan. Si nosotros somos los que luchamos, nosotros debemos elegir los delegados paritarios desde las asambleas y plenarios, como hicieron en Neuquén y el Gárrahan.
La semana pasada también se dio un pequeño pero importante paso: la Multisectorial (ATE, UTS, Médicos Unidos, Esp. Médicas, etc.) convocó a una asamblea general en la Maternidad. Con muchos límites, como que ATE no diera cobertura gremial a los compañeros de los demás hospitales para poder trasladarse, y que la fecha de la medida a votarse, el 5 de agosto, ya venía cocinada. Tampoco se avanzó en un plan de lucha con paros progresivos, como se había mocionado desde el Hospital de Niños. Sin embargo, quedó demostrado que es necesario que sean los propios trabajadores discutiendo democráticamente en asamblea quienes tomen las decisiones, y no los dirigentes de la “Multi” entre 4 paredes. Hay que ir a un gran Plenario Interhospitalario de delegados con mandato de base, para votar, tomando el paro del 5/8 como punto de partida, un verdadero Plan de Lucha, con paros progresivos, cortes y movilización al ministerio de salud. Elegir allí a nuestros delegados paritarios, desde la propuesta de las asambleas, para que no sean ni Pihen (SEP) ni ningún otro burócrata los que se sienten a negociar con el gobierno, sino quienes sostenemos la lucha, los propios trabajadores de salud.
Lo que se plantea no es solo una demanda salarial, que sí es muy importante, sino que los trabajadores de salud intentemos quebrar la dirección política de la pandemia. Resultó que el “comité de expertos”, con el que Alberto iba a “cuidar nuestra salud”, eran lobistas de los laboratorios y que lo único que “cuidó” fueron los intereses de las patronales en desmedro de nuestras condiciones de vida. Lo mismo el COE que armó Schiaretti, con sus protocolos patronales en los lugares de trabajo. Los trabajadores, con los métodos obreros, podrían haber sido una alternativa superadora en la gestión de esta emergencia sanitaria, cuestionando el mando capitalista. Debemos prepararnos en este sentido. Estamos luchando simultáneamente en varios puntos del país, como Mendoza, Córdoba y Buenos Aires. Es necesario llamar a un Plenario Nacional de Oposición de trabajadores de la salud, con delegados mandatados, y así sentar las bases para recuperar los sindicatos y unificar a todos los trabajadores de la salud y plantear una salida del conjunto de la clase obrera a esta catástrofe capitalista.
La pandemia ha golpeado fuertemente a enormes sectores de trabajadores que, o bien por despidos, o bien por la pauperización de sus condiciones de vida y el empeoramiento de sus condiciones de trabajo, han sido el principal centro de ataque por parte de gobiernos y patronales. En particular, han sido los trabajadores de la salud quienes se han visto en el ojo de la tormenta, con situaciones extremas, debiendo enfrentar la emergencia sanitaria con el estado deplorable de los hospitales públicos, trabajando más horas, sin la protección adecuada, bajo presión y con salarios de miseria que están cada día más atrás de la inflación. Mientras la burocracia de los principales sindicatos de la rama cerró paritarias vergonzosas y han intentado por todos los medios evitar que los trabajadores se organicen y luchen, han sido importantes sectores de activistas los que en todo el país han salido a protestar, destacándose los compañeros de Neuquén y también en Córdoba, Mendoza y CABA.
Los compañeros del Hospital Garrahan son un destacamento de vanguardia en la rama de salud y cuentan con experiencias de luchas muy importantes. Este año, en medio de la pandemia y con las elecciones legislativas en el horizonte, se ha desarrollado una importante lucha en la que se ha visto un gran sector de nuevos activistas sumarse al paro. Entre ellos, se han destacado los franqueros. Levantan las reivindicaciones de aumento salarial del 50% y mínimo igual a la canasta familiar $99000, régimen de insalubridad (CTIAP), no a los contratos basura y pase a planta de los contratados y tercerizados. Desde que comenzaron con los paros, hace algunas semanas, el director Trotta y sus secuaces no han cesado de intimidar a los huelguistas y han intentado quebrar la lucha a través de descuentos salariales. Por eso, es fundamental sostener a los compañeros y rodearlos de solidaridad, aportando a su fondo de lucha para que sigan sosteniendo la huelga.
El 15 de julio, en una movilización al Ministerio de Trabajo, una delegación fue recibida, pero con la advertencia de que no pueden intervenir, porque su sindicato es ATE, cuya conducción mira para otro lado. Una prueba más del rol que está cumpliendo la burocracia en todos los sindicatos para sostener el ajuste de Alberto en plena pandemia.
Así como la de los trabajadores de salud en varias provincias, los compañeros del Garrahan siguen luchando. Al cierre de esta edición, han votado un nuevo paro de 24hs el miércoles 21/7 y una movilización al Ministerio de Salud. Tenemos que tener en claro que lo que se plantea no es una demanda meramente salarial, que sí es muy importante, pero además todos los trabajadores de salud tienen que intentar quebrar la dirección política de la pandemia. Si hay algo que quedó demostrado es que el “comité de expertos”, con el que Alberto iba a “cuidar nuestra salud”, eran lobistas de los laboratorios y que lo único que “cuidó” fueron los intereses de las patronales en desmedro de las condiciones de vida de los trabajadores. Los trabajadores, con los métodos obreros, podrían haber sido una alternativa superadora en la gestión de esta emergencia sanitaria, cuestionando el mando capitalista. Debemos prepararnos en este sentido. Es por esto que desde la COR consideramos necesario llamar a un Plenario Nacional de Oposición de trabajadores de la salud, con delegados mandatados de cada lugar de trabajo, para empezar a sentar las bases para recuperar los sindicatos y unificar a todos los trabajadores de la salud y plantear una salida del conjunto de la clase obrera a esta catástrofe capitalista.
Para poner fin al bloqueo imperialista y derrotar la política de restauración capitalista del PC, es urgente la intervención de la clase obrera de toda América.
El estallido de las protestas en San Antonio de los Baños el último domingo, que se extendieron a La Habana y otras ciudades de Cuba, ha tomado por sorpresa a los desprevenidos. Empezando por el gusanaje en Miami, que salió a reclamar la intervención militar de EEUU a Joe Biden, no solo para aprovechar la crisis sino también asustados al no ver una dirección clara de las protestas. También toma a Biden enfocado en otros problemas, sobre todo domésticos, pero también de política exterior: sus relaciones con América Latina y el Caribe (asesinato de Jovenel Moïse, presidente de Haití) muestran gran desorientación. Por el lado cubano, también el presidente Díaz Canel se mostró completamente desorientado, saliendo con una línea dura contra las protestas para tener que luego reconocer los problemas que legítimamente reclamaban los manifestantes, y llamando a un sector de estos “revolucionarios confundidos”.
La confusión de estas direcciones contrarrevolucionarias se basa en un elemento real: el desorden generado por la pandemia a nivel mundial y la falta de claridad del imperialismo para dirigir un proceso de derrota fulminante de las masas obreras, a partir del ensayo general reaccionario lanzado el año pasado, abre todo tipo de procesos políticos. En el caso de Cuba, debemos considerar las dificultades del proceso de asimilación del ex Estado obrero, que está mostrando, igual que en Bielorrusia y otros países, tendencias al caos capitalista ante la debilidad de la burocracia de ese Estado para dirigir, acentuado este elemento por la propia debilidad de la estructura económica de la isla. La descomposición imperialista dificulta la asimilación, pero no puede frenar el proceso ad eternum, sino que agrava la descomposición y las tendencias al enfrentamiento entre las fuerzas sociales en presencia. Así lo vimos en Europa del Este (Ucrania, Bielorrusia, Georgia), en el Cáucaso (Nagorno Karabaj), en China (Hong Kong), todos con sus particularidades pero que están determinados por toda una etapa histórica signada por un proceso de descomposición de un sistema social que socava las bases de los Estados-nación como forma política. Todo esto, como decíamos más arriba, acelerado por la pandemia del Covid-19.
En el caso de Cuba, es evidente cómo la pandemia golpeó las estructuras estatales de por sí carcomidas por años de putrefacción a partir de la caída de la URSS y el inicio de una transición tortuosa hacia la asimilación capitalista plena, donde la burocracia y una base social ligada al Estado intenta mantener su posición, contra el sector que pretende barrer con esas estructuras con un programa que, más que “patria y vida”, se resume en “semicolonia, sí; 51º Estado yanqui, mejor”. La falta de atención médica, de alimentos y de electricidad, además muestran su silueta espantosa a contraluz de las reformas votadas en el último congreso del PCC, que avanzaron en una devaluación salvaje con la unificación del tipo de cambio. Las condiciones de vida de las masas trabajadores se contrastan con las mercaderías valuadas en dólares expuestas en los negocios para turistas y en los privilegios de la burocracia “comunista”. Estos elementos son el motor de las protestas, de las que forman parte sectores heterogéneos, que han identificado por años las ideas del socialismo y el comunismo con un Estado que en realidad intenta imponer con represión la restauración capitalista. Pero está claro que el bloqueo del imperialismo yanqui, impuesto por décadas con el objetivo de presionar a la burocracia para que acelere las medidas restauracionistas (objetivo que ha cumplido con creces), es la principal causa de las penurias de la clase obrera cubana. Díaz Canel, Biden, el Partido Republicano y los gusanos están todos de acuerdo en llevar hasta el final la contrarrevolución en Cuba.
Para colaborar en la tarea de poner en pie una dirección revolucionaria capaz de enfrentar a las direcciones imperialistas y de la burocracia del PC en Cuba, es necesaria la intervención del proletariado americano, en América Latina y el Caribe y también en EEUU. Porque además es evidente, y se ha comprobado por la experiencia histórica, que el programa de la dictadura del proletariado no puede concretarse en las estrechas fronteras de ningún país latinoamericano, sino que adquiere su forma política en la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina y el Caribe.
Para llevar adelante esta tarea, los revolucionarios debemos pelear en el seno de los sindicatos para que la clase obrera salga a la acción con objetivos claros: ¡Abajo el bloqueo imperialista! Sobre todo en EEUU, debemos imponer la apertura de los intercambios con la isla, con nuestros métodos, la ocupación bajo control obrero de puertos, depósitos y fábricas, la toma del control de los navíos y la confiscación obrera para llevar a Cuba los hidrocarburos, los alimentos y las medicinas y vacunas que necesitan los trabajadores y el pueblo pobre. ¡No a la intervención militar imperialista! Ante el menor signo de amenaza de llevar adelante una intervención militar, impongamos la huelga en EEUU y el paro y ocupación de todas las empresas de capitales yanquis en la región. ¡Abajo la represión de la burocracia del PCC, libertad a los presos! Debemos imponer que los sindicatos latinoamericanos y de EEUU se pronuncien por la libertad de los luchadores socialistas que fueron detenidos el domingo 11/7, entre ellos Frank García Hernández, Leonardo Romero Negrín, Maykel González Vivero y Marcos Antonio Pérez Fernández.
Lejos de lo que postulan los centristas latinoamericanos, no se trata de desarrollar un programa democrático para llevar las demandas de las masas hacia una solución desde el Estado (nacional) con reformas más o menos “radicales”, se trata de regenerar las bases de la revolución cubana con la extensión de la revolución en la región y la instauración de la dictadura proletaria bajo una dirección revolucionaria. El capitalismo está en franca descomposición y no pude ofrecer nada más que represión, en enfrentamientos cada vez más abiertos con la clase obrera, para intentar modificar a su favor la relación entre capital y trabajo con la intención de darse una sobrevida. La necesidad de una dirección revolucionaria internacional, la IV Internacional reconstruida, se hace palpable y no puede ser una simple declamación para los congresos y conferencias partidarias. Tenemos por delante la gran tarea de preparar la reconstrucción de la IV llevando los debates programáticos al seno de nuestra clase, dando batalla política a la burocracia sindical y luchando por recuperar los sindicatos. Proponemos, con nuevo énfasis dados los acontecimientos en Cuba, organizar una Conferencia Latinoamericana de las corrientes que nos reivindicamos por la dictadura del proletariado, para debatir la política, las tácticas y el programa para intervenir en la situación con ese objetivo. Como paso hacia una conferencia mundial que permita a los revolucionarios encarar la tarea del momento: comenzar a saldar la crisis de dirección de nuestra clase, la única clase revolucionaria, la clase obrera.
El pasado 22/06 el consejo superior de la UNC se pronunció en referencia a la elevación a juicio que pesa sobre los 27 estudiantes de la UNC por la toma del pabellón Argentina en el marco de la lucha educativa del 2018. El pronunciamiento se puso a discusión por propuesta de varios decanos K referenciados en la agrupación “Vamos”, que solicitaban que el superior se declare a favor de la absolución y en contra de la criminalización de la protesta, posición que bajaron más temprano que tarde, para terminar votando una declaración “de consenso” con el oficialismo rectoral conducido por el radical Hugo Juri y Yanzi Ferreira. En la misma se llama a respetar la institucionalidad y el Estado de derecho, es decir que avala el juicio, y llama a que los conflictos universitarios se resuelvan con los mecanismos del cogobierno y la autonomía, ocultando que fue el propio rector el que entregó los nombres a la justicia.
No nos puede escandalizar que los decanos K hayan votado esta declaración, o mejor dicho, solo puede sorprender a quien haya sembrado expectativas en que un/a decano/a de este régimen universitario vaya a ir en contra de sus propios intereses. Después de todo, estas autoridades universitarias, que con palabras elocuentes han dicho estar en contra de la criminalización de la protesta y a favor de los estudiantes, son parte de la coalición peronista que dirige al país, el mismo gobierno que en dos años solo ha ofrecido a la juventud desempleo, miseria, expulsión del sistema educativo y mayor represión.
Este nuevo ataque deja al descubierto, una vez más, que las autoridades universitarias dejan de lado sus diferencias cuando se trata de disciplinar a quienes osamos cuestionar el régimen universitario que dirigen, y que a la única presión y exigencia a la que sí se someten, no es a la de la “opinión pública”, sino a la del gobierno y el FMI.
No podemos olvidar ni por un momento que el origen de este reaccionario juicio fue la pelea que dimos junto a los trabajadores de la UNC en reclamo de mejoras salariales y enfrentando las políticas de miseria educativa que implicaba el pacto de Macri con el FMI. Esta pelea sigue aún vigente. La política de cuarentena impuesta por Alberto, como forma de control sobre los trabajadores ante los efectos inmediatos de la crisis, ha sido utilizada por el régimen universitario para hacer pasar el ajuste: precarización laboral y mayor deserción estudiantil producto de una virtualidad inconsulta y sin recursos, paritarias docente y no docente a la baja, recortes de contenidos, cierre del comedor, etc.
La lucha por la inmediata absolución de nuestros compañeros solo podrá ser reforzada si la ligamos a la pelea más general por enfrentar este ajuste, que no se restringe solo al ámbito educativo, sino que está implicando un enorme golpe para el conjunto de la clase trabajadora. Debemos buscar nuestros aliados, no entre las distintas facciones, integrantes de una u otra coalición burguesa (FdT, Cambiemos, Schiarettismo, etc.), del régimen universitario reaccionario que dirigen la UNC al servicio de los capitalistas, sino entre los trabajadores que vienen resistiendo el ataque. Debemos aunar fuerzas con los compañeros de salud, que con paros y movilizaciones vienen reclamando mayor salario y mejores condiciones laborales, con los compañeros docentes que se organizan contra las paritarias a la baja y las condiciones inseguras e insalubres de cursado, con los trabajadores de distintas ramas como alimentación, metalúrgicos, etc., que enfrentan los ataques de las patronales. Es en ese sentido que desde la COR mocionamos solidarizarnos con las compañeras Estela Fernández, secretaria adjunta de la UTS-FESPROSA, y Fabiana Fontana, delegada de la UOM de la ex-Valeo, ambas perseguidas por la justicia en represalia a su lucha sindical. Debemos levantar una campaña conjunta contra la represión y la persecución judicial hacia trabajadores y estudiantes. ¡Fuera las manos de la justicia patronal de nuestras organizaciones! ¡Abajo el juicio a los 27 estudiantes de la UNC, ningún desafuero, ningún despido! Viva la lucha de obreros y estudiantes contra el ajuste al servicio de las patronales y del pago de la deuda externa.
La experiencia hecha con el régimen tiene que dejar una clara conclusión a los luchadores: no es posible reformar a los consejos reaccionarios, ni es un problema de representación, sino que son los consejos de la LES, el BM y el FMI y deben ser destruidos. Para poner la educación al servicio de la lucha de la clase obrera debemos pelear por una Universidad dirigida por los sindicatos y las organizaciones estudiantiles. Sabemos que las conducciones hoy al frente de nuestras organizaciones se han encuarentenado permitiendo que la causa que pesa sobre 27 estudiantes avance, al tiempo que han colaborado con la parálisis y desorganización de los estudiantes que no han podido dar una respuesta contundente frente a la crisis. Las conducciones de los sindicatos de docentes y no docentes también han jugado un papel nefasto dejando desorganizados a los trabajadores que tuvieron que soportar sobre trabajo mientras ellos firmaban paritarias por debajo de la inflación. Este accionar sólo demuestra que esas conducciones por acción u omisión son cómplices de la política de las autoridades. Si no están a la altura del ataque deben ser barridas de la dirección.
¡Recuperemos nuestras organizaciones para la lucha! Se hace urgente que quienes venimos levantando la campaña por la absolución redoblemos la apuesta, abandonando las peleas internistas por sellos o hablando de una unidad en general y debatamos programáticamente para poder dar la lucha política contra estas corrientes del régimen, que concentremos los esfuerzos en meter el debate en los cursos para poder desarrollar a las organizaciones en sus bases, convocando a asambleas, eligiendo delegados para poner en pie cuerpos de delegados por facultad y carrera, y avanzar hacia un plenario de Delegados Docentes, No Docentes, Investigadores y Estudiantes con mandato que nos permita definir un pliego único de reivindicaciones como así también el plan de lucha para imponerlo. Llamamos a las corrientes de izquierda de la UNC y los trabajadores y estudiantes combativos a debatir las tareas de la vanguardia en esta crisis, con el objetivo de poner en pie una Corriente Revolucionaria en la universidad, docente, no docente, estudiantil, con libertad de tendencias, que se proponga este objetivo.
En medio del debate que recorre a las diferentes variantes burguesas y pequeño burguesas por la propiedad privada, el salvataje a las empresas y la función del estado, el rescate anunciado estas semanas a la empresa IMPSA (industrias metalúrgicas Pescarmona S.A.) fue noticia en todos lados. El Estado nacional quiso mostrar iniciativa ante un contexto económico en crisis con muchas deudas y pagos por afrontar ante organismos internacionales. Esta medida de incisión estatista es una muestra más de la intervención del Estado en la economía ante el descalabro de la crisis en curso donde el gobierno de Fernández aporta 15 millones de dólares y 5 millones el gobierno radical de Mendoza. Empresa que de igual manera seguirá funcionando como sociedad anónima. Medida que no soluciona los problemas estructurales de la economía argentina como pretenden hacernos creer y mucho menos los problemas del sistema capitalista.
Impsa es una empresa mendocina asociada con el capital extranjero que hizo su fortuna durante más de 100 años con diferentes gobiernos (Yrigoyen, Perón, la dictadura militar, el menemismo y diferentes gobiernos extranjeros como Brasil y Venezuela). Si hay un denominador común en Impsa es el siempre presente rescate por parte del estado bajo distintas administraciones. En su momento lo hizo los K con subsidios al salario y repros mientras renegociaba deuda. En 2015 con el gobierno de Macri se ve beneficiada con el blanqueo de capitales por $ 108 millones terminando en el 2018 con la formación de un fideicomiso hasta la reciente anunciada “estatización” que no es otra cosa que el desembolso de capital para rescatar a los mismos bancos y burgueses que venían siendo solventados para asegurar sus negocios agregando ahora la formalización como capitalización de la empresa.
La realidad que esto es un mecanismo burgués para socializar las pérdidas donde los trabajadores volverán a ser quienes paguemos las deudas continuando un proceso de garantizar el pago a través del Estado a los acreedores privados y eventualmente traspasar las operaciones de Impsa a otros grupos económicos en un contexto internacional que con los cambios en matrices energéticas especula con posibles jugosos negocios.
Resguardando al capital
Destaquemos que detrás de esta operatoria hay una disputa política y económica por los negocios que puede traer aparejado a los capitalistas de turno y un resguardo de la propiedad asemejando el proceso a lo que se quiso hacer con la empresa Vicentin (1). La grave crisis de Impsa tiene que ver en gran medida con el descalabro que significaron los bonapartismos sui generis en Latinoamérica (Chávez, Lula, Fernández) apostando al desarrollo de una burguesía nacional y su expresión en la industria. Proyectos políticos que fracasaron y que terminaron en un festival de guita, coimas y el guantazo de la brasilera Odebrecht. Hoy, una coalición de gobierno que se referencia en aquella apuesta burguesa pretende rememorar aquella ilusión que los terminó condenando. Y es que no se pude dar un desarrollo de un capital nacional para la industria en los países industrialmente atrasados donde el capital extranjero e internacional juega un rol decisivo y más aún en un Estado semi colonial como lo es Argentina dentro de un capitalismo en descomposición. Se ha demostrado que un Estado dirigido por una fracción burguesa no puede dar ningún beneficio a los trabajadores.
Un capítulo en esta novela lo merece el gobierno radical de Suárez donde no paran de criticar al gobierno nacional por el mal manejo de la pandemia y de la economía, pero no tuvo ningún problema a la hora de sentarse junto a Fernández para rescatar el capital y sacar una tajada para el empresariado mendocino. Pero no podía ser menos teniendo en su gabinete de economía a ex gerentes de Impsa como Emilio Guiñazú y Daniel Chicahuala (ex gerente de Impsa y Oderbrecht) quienes aseguraron negocios por ejemplo para la cuestionada construcción de la represa Portezuelo del Viento en el sur mendocino. No solo han participado ayudando a Pescarmona (cuya caída ya arrastró a muchas otras empresas), sino que ante cada conflicto que se generó, el Estado provincial garantizó, junto con la burocracia de la UOM, despidos, suspensiones y hasta desalojos con policía incluida.
La burocracia ayudando a socializar las pérdidas
Otro de los que celebró la “capitalización” de Impsa fue Antonio Caló (secretario general de la UOM nacional) que tuvo participación estelar en la mesa principal del acto de relanzamiento de la firma. Este y muchos otros burócratas más fueron una de las partes que participaron activamente en el acuerdo. Hay que advertir en este caso que la burocracia de la UOM funciona como agente político de los capitalistas y el Estado para que todo marche sobre ruedas. La misma burocracia que firma paritarias a la baja por 35,2 % en cómodas cuotas sin discutir con los metalúrgicos y con delegados que no fueron elegidos por las bases, que garantiza los despidos y suspensiones en diferentes puntos del país frente a la crisis y la que nada hizo frente a los protocolos de higiene y seguridad durante la pandemia. Los trabajadores para nada estamos contentos con esta situación donde no solo no se va a crear empleo, sino que cada día nuestras condiciones de vida empeoran.
La CGT Mendoza con su titular Luis Márquez también festejó con alegría esta intervención estatal. De nuevo jugando para el capital como lo hizo durante toda su gestión al frente de la UOM Mendoza, poniendo su firma en los despidos que se produjeron a lo largo de los años en Impsa y en toda la industria metalúrgica mendocina, incentivando y generando división entre los trabajadores. Tomemos como tarea primordial recuperar la dirección de los sindicatos, de manos de la burocracia traidora.
Por una salida obrera ante la crisis
Los trabajadores, y los metalúrgicos en particular, no podemos poner expectativas en este tipo de maniobras como la estatización para salvataje de nuestros verdugos. La disyuntiva no es el capital privado o Estado, sino entre un programa de conciliación de clases o un programa que oriente la acción independiente de los trabajadores. La UOM debe llamar de forma urgente a asamblea en Impsa y convocar a un congreso de delegados para debatir cómo podemos dar una salida a la grave crisis que atraviesa la empresa empezando por la reincorporación de los despedidos y suba de salarios. Pensamos que para llevar adelante estas tareas y reivindicaciones es necesario formar al interior de la UOM una oposición sindical revolucionaria que sea capaz de luchar por los intereses de los trabajadores con los métodos obreros. Los metalúrgicos debemos unirnos e intercambiar experiencias con otros sectores del proletariado que estén en lucha como los trabajadores de Bimbo (San Fernando), así como el activismo antiburocrático de los vitivinícolas, para poder organizar un plan de salida a la crisis y la pandemia y actuar unidas ante el gobierno y los planes de los empresarios por cambiar las condiciones de vida de la clase obrera.
Los trabajadores tenemos que empezar a tener el ejercicio de como intervenir en la crisis que se desarrolla ante nosotros y discutir cuales son las tareas de los trabajadores. Así mismo es imperioso que abramos un debate al interior de nuestra clase sobre la importancia del control obrero como forma de intervención independiente ante la desorganización de la economía y mostrar la capacidad de la clase obrera para la planificación y administración de la producción.
1 ver nota Vicentin: rescatando al capital http://cor-digital.org/nacionales/item/292-vicent%C3%ADn.html