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El 5 de febrero de 1975, María Isabel Martínez de Perón, en ejercicio de la presidencia tras la muerte de Juan Domingo Perón, firmó el decreto del Poder Ejecutivo Nacional N° 261 que dispuso en su artículo 1°: “El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. El resto del articulado del decreto disponía la concentración del personal y medios policiales provinciales bajo control operacional del Comando General del Ejército. Así también establecía tareas de “acción cívica” (art. 5°) y “acción psicológica” (art´. 6°).

Esta orden represiva del gobierno constitucional peronista, se complementó con otros decretos secretos que dieron forma al despliegue territorial y al plan operacional que será un gran ensayo reaccionario del terrorismo de Estado que se generalizará tras el golpe un año después. La tortura de detenidos ya era una práctica del aparato represivo del Estado desde décadas atrás, así como el propio Perón había dado rienda suelta al accionar de grupos de tareas parapoliciales como la Triple A para perseguir y asesinar a la izquierda peronista y a la militancia obrera y de izquierda. Pero el Operativo Independencia fue un ensayo a gran escala del plan genocida cívico-militar:

  • El Operativo institucionalizó la desaparición forzada de personas en un sistema de centros clandestinos de detención como metodología de terrorismo de Estado. Unas 825 personas fueron detenidas y torturadas en al menos 80 centros clandestinos, de las cuales 258 personas continúan desaparecidas,
  • contó con la participación activa de las grandes empresas y familias poderosas de Tucumán, directas beneficiarias del accionar represivo. La responsabilidad empresaria se materializó en la sesión de tierras para la relocalización y control de población obrera rural, el aporte de grandes sumas de dinero para financiar el accionar represivo, la sesión de vehículos e inmuebles para ser utilizados en el secuestro, detención, tortura, asesinato y desaparición de delegados sindicales y activistas obreros de sus fábricas e ingenios,
  • complicidad judicial con la represión clandestina e ilegal,
  • colaboración y justificación del accionar represivo de parte de todos los partidos patronales (UCR, PJ), de la burocracia sindical peronista y la Iglesia.

La vanguardia de la resistencia obrera como objetivo del accionar del Operativo

La resistencia obrera a la dictadura de Onganía y a los planes patronales de imponer una nueva relación de fuerzas en la producción, moldeó una nueva generación de trabajadores. Un activismo de base hizo su experiencia con la burocracia peronista que colaboraba abiertamente con el gobierno militar y se acomodaba a la idea de un peronismo sin Perón (en el exilio). Se templó en la militancia obrera clandestina en las fábricas de los cordones industriales, organizando sabotajes al aumento e intensificación de los ritmos de trabajo que imponían las patronales, y preparando la recuperación de los sindicatos contra la burocracia traidora.

Este proceso será expresión en nuestro país de la tendencia internacional al ascenso de la lucha de clases, en la que amplios sectores de la clase obrera y la juventud mostraron enorme politización y combatividad. Los obreros del azúcar en el NOA serán parte de esta tendencia. En Tucumán, tuvo centralidad la lucha de los ocupados y desocupados del azúcar contra el cierre de ingenios y los despidos masivos que impuso Onganía en base a una brutal represión. En enero de 1967 la policía tucumana asesina a Hilda Guerrero de Molina, esposa de un desocupado del Ingenio Santa Lucía, durante la violenta represión de una manifestación de obreros del azúcar. El despliegue represivo no contendrá la disposición a la lucha que seguirá en ascenso con hitos como el Tucumanazo (noviembre de 1970), el Quintazo (junio de 1972), la huelga de los obreros de Ledesma en 1972 (la primera huelga en 21 años) en Jujuy, y la huelga general de la FOTIA en 1974. Este proceso excedía en gran medida la influencia de las organizaciones que desarrollaron las estrategias de guerrilla urbana o foco rural. El Operativo Independencia se propuso no sólo el aniquilamiento del ERP en el monte, sino a toda la resistencia obrera y popular que se forjó durante la resistencia obrera previa.

La ausencia de un partido revolucionario

Existían numerosas organizaciones de izquierda, de diversas tendencias, con presencia y militancia en las fábricas. A causa de la influencia de la revolución cubana y los movimientos de liberación nacional, sectores de la juventud radicalizada habían escogido el camino de la lucha armada, entre los cuales el PRT-ERP apostó al desarrollo de una estrategia foquista en el sudoeste tucumano. Sin embargo, la influencia ideológica de una tendencia burguesa como el peronismo, imprimía un sello conservador aún en los sectores más radicalizados del movimiento obrero, impidiendo por accionar de la burocracia sindical el camino hacia la dictadura proletariado.

La lucha de clases se desarrollaba a nivel mundial de forma acelerada, pero operaban los diques de contención apuntalados por la burguesía nacionalista: la ideología estatista, la ilusión reformista y la acción contrarrevolucionaria de burocracia sindical. En igual sentido actuaba la burocracia estalinista que maniobraba en los países semicoloniales en función de su disputa con la burguesía imperialista. El castrismo, alineado a Moscú, practicó la lucha armada, pero pronto el foquismo se reveló impotente en la mayoría de los países, centralmente urbanos y de composición obrera. El trotskismo del SU claudicaba ante el castrismo, sustituyendo a clase obrera por la guerrilla como sujeto de la revolución, y el morenismo practicaba una política conciliatoria al adaptarse al peronismo.

Aunque la disposición a la lucha era amplia entre los obreros y la juventud, la ausencia de una dirección revolucionaria, el control burocrático de los sindicatos y la dispersión de los grupos trotskistas impidieron el surgimiento de un partido capaz de unir a la vanguardia obrera organizada en las comisiones internas y cuerpos de delegados, recuperar los sindicatos y establecer una alianza con la población oprimida en torno de un programa que sostuviera los principios del internacionalismo proletario y la dictadura proletaria. Una vez más, la crisis histórica de la dirección revolucionaria.

Tras el ensayo en Tucumán, el golpe.

Aunque el gobierno peronista había logrado derrotar a la guerrilla con el Operativo Independencia y asestado un golpe al movimiento obrero con el “Pacto social” y el plan económico de Celestino Rodrigo, las masas obreras seguían con notable vitalidad luchando por sus reivindicaciones y radicalizando sus métodos con ocupaciones, piquetes y secuestros de patrones.

El último recurso que quedaba a la burguesía era el Ejército, cuyos cuadros dirigentes habían sido preparados por el imperialismo yanqui para la “guerra contra el enemigo interno” testeada en Tucumán. El golpe en 1976 estableció una feroz dictadura que generalizó en todo el país el plan sistemático ensayado y perfeccionado en Tucumán. El terrorismo de Estado liquidó lo mejor de una generación que avanzaba hacia una clara ruptura con el capitalismo. El golpe fue parte de un plan reaccionario continental que abarcó a los principales países de Latinoamérica y estableció la doctrina de seguridad nacional como forma de dominar a las masas que cuestionaban de forma abierta la opresión imperialista y el orden burgués. En su carácter de gendarme mundial del capitalismo, EE.UU alineó a los estados semicoloniales bajo su égida para someter a sangre y fuego el avance de los movimientos revolucionarios.

Contra las provocaciones del negacionismo

Repudiamos las provocaciones montadas por la “familia militar” de los condenados por delitos de lesa humanidad y los nostálgicos de la dictadura, que organizan en Tucumán actos reivindicativos del accionar del Ejército a 50 años del Operativo Independencia. Forma parte de las provocaciones que monta el negacionismo, buscando el auspicio del gobierno de LLA, de la alicaída Villarruel y del peronismo provincial para lograr impunidad y legitimidad para el accionar represivo de ayer y de hoy.

Los ataques verbales y las políticas de Milei y sus acólitos, tuvieron un repudio masivo en las calles el pasado 1ro de febrero. Y se vuelve a debatir fascismo vs democracia. Con tufillo electoral, pretenden reciclarse las viejas tendencias de conciliación de clases como el peronismo en todas sus variantes, en alguna forma de movimiento anti-Milei como “defensa de la democracia”. Es el problema de ver los conceptos como formas puras cuando en realidad, como enseña el marxismo, no se pueden analizar las formas de dominación por fuera de las relaciones sociales predominantes. El Estado es producto de los antagonismos sociales, es un aparato burocrático y militar en manos de la clase dominante, separado de la sociedad pero permeable a sus contradicciones. Bajo la democracia se busca legitimarlo como una obra de todos y una expresión legítima de la sociedad misma, pero dado el desarrollo inevitable de las contradicciones sociales, el recurso de la fuerza se presenta como la herramienta más eficaz de imposición del poder de clase.

Hace 50 años el peronismo gobernante, como bonapartismo sui generis, buscó contener los antagonismos bajo la idea de “comunidad organizada” y la colaboración entre las organizaciones del capital y el trabajo. Sin embargo, la resistencia obrera ya se había probado contra la Libertadora, en militancia fabril clandestina, de desafío al mando capitalista en la producción, mediante sabotajes y huelgas sorpresivas. Hace 50 años el peronismo fracasó porque la lucha de clases tiene un desarrollo, al igual que el capitalismo, internacional. Los desequilibrios del orden mundial planteados por la lucha entre dos sistemas generaron innumerables situaciones revolucionarias. La ideología nacionalista buscó conjurarlas bajo el control estatal, pero el mismo desarrollo de las crisis económicas, políticas y sociales llevaron a la burguesía a recurrir a la dictadura de las FF.AA. como único remedio de las clases dominantes para mantener su dominación social. Así, la dictadura abierta fue y es el último recurso de la burguesía cuando teme perderlo todo. Sin embargo, aunque sufrimos una derrota histórica en manos de nuestros verdugos, la lucha de los trabajadores se siguió desarrollando en los gobiernos militares pese a las condiciones adversas. Ni la dictadura pudo contener la lucha de clases.

A 50 años del Operativo Independencia: reivindicamos la resistencia obrera y sus métodos

Si no priman los métodos obreros, se imponen los métodos de la burguesía y su régimen descompuesto. Por eso debemos prepararnos para tomar las calles, ocupar las reparticiones públicas, paralizar la producción, sembrando el desconcierto entre nuestros enemigos de clase. No sólo para resistir ante la ofensiva de la burguesía y el imperialismo, no sólo para enfrentar el plan de ajuste de Milei, el FMI y todos los gobernadores. Sino para prepararnos para ir por todo.

Contra el desorden capitalista expuesto por la crisis económica mundial y las tendencias guerreristas del imperialismo, la tarea de la vanguardia obrera es preparar la toma y puesta bajo control obrero de las multinacionales que expolian al país, tanto de la industria como del campo, para imponer el control de la producción por ramas de la industria y los servicios y la escala móvil de horas de trabajo y salario, que nos permitirá ejercitarnos para tomar el estado en nuestro poder y reorganizar la economía sobre nuevas bases, socialistas e internacionales.

Es tarea de una nueva generación de revolucionarios, reagrupar a la vanguardia obrera tras un programa de transición al socialismo, para preparar la puesta en pie de un partido revolucionario como sección de la Cuarta Internacional que pueda dirigir una ofensiva en todos los planos, económico político y militar, contra la plana mayor burguesa. Una nueva generación, no por su edad, sino porque se saque de encima el viejo lastre de las variantes estatistas y reformistas. Por eso desde la COR peleamos por la independencia de clase y por el enfrentamiento a los capitalistas, su Estado y sus instituciones.

Vencer a burguesía desde la producción es el camino, junto al proletariado de los países de la región y el mundo, recuperando las banderas del internacionalismo obrero. En esa tarea estamos abocados los militantes revolucionarios, pero entendemos que se hace necesario reconstruir el partido revolucionario, la IV Internacional. Creemos que retomando las banderas de la lucha por la revolución socialista rendimos el mejor homenaje a las y los compañeros detenidos desaparecidos y asesinados por el Estado capitalista.

Publicado en TRCI

Ante la magnitud de la crisis y la aceleración de los preparativos guerreristas, conscientes de las consecuencias que esto implica para nuestra clase, se torna urgente el llamado a una Conferencia Internacional hacia las corrientes que aún levantan la necesidad de la dictadura del proletariado.

Hacemos este llamado con el propósito de abrir un debate al interior de las corrientes que se reivindican trotskistas, ya que el trotskismo es la única tradición marxista que mantiene viva la perspectiva de la revolución socialista. Es necesario dar un paso en el sentido de reagrupar a parte de la vanguardia detrás de un programa revolucionario y poder intervenir en la situación internacional. Nuestra corriente aspira a actuar en este proceso como tendencia de una dirección revolucionaria que impulse el desarrollo de una nueva generación que retome las tareas históricas de construir el partido mundial de la revolución, que en esta época es la reconstrucción de la IV Internacional. La construcción de este partido se vuelve imperiosa, en un momento donde priman las ideas de movimientos o coaliciones electorales, que luego se transforman en mediaciones podridas y entran en crisis por su impotencia para hacer frente al avance de sectores ultra reaccionario. Esto lo vimos, por ejemplo, en Brasil donde el PSOL apoyó a Lula, en Chile con el colapso del Frente Amplio de Boric y su alianza con el PC y corrientes afines o el NPA de Francia que hizo una campaña en común con “Francia Insumisa” de Melenchon, para dar sólo algunos ejemplos.

Desde la TRCI definimos que la situación internacional se encuentra en una etapa que se caracteriza entre la descomposición del imperialismo y los procesos de asimilación de los ex Estados obreros. Asistimos a una aceleración de los tiempos, impulsada por la política guerrerista del imperialismo, en la necesidad de asimilar a los ex Estados obreros y abrir nuevos mercados en medio de una crisis en la organización del capital y sus instituciones, como el Estado burgués, y de su forma de dominación, con un bonapartismo decadente.

El 20/01/25 asumió su segundo mandato Donald Trump, rodeado por el establishment financiero y político más concentrado del mundo y representantes políticos internacionales. El discurso que pronunció en el Capitolio planteó la idea de recuperar el liderazgo perdido en los últimos años y, en base a una política agresiva a nivel económico y poderío militar, se pone como objetivo recuperar la influencia perdida –por su decadencia- en distintas regiones, especialmente ante China, para intentar imponer una nueva hoja de ruta para la situación mundial.

Debemos discutir las tareas de los revolucionarios y la política hacia los sectores organizados del proletariado ante la extensión en el tiempo de la crisis económica mundial abierta en el 2008. Los elementos belicistas se están agudizando, como lo demuestran la guerra Rusia-Ucrania, que está desestabilizando a gran parte de Europa; el genocidio en Palestina por parte del enclave de Israel, que está generando una crisis abierta en la región de Medio Oriente, como quedó demostrado en la caída de Al Asad en Siria; la guerra comercial entre EE. UU. y China; la crisis en África.

Tenemos que discutir qué rol debe cumplir el proletariado de los ex Estados obreros, como el chino, el ruso y el ucraniano, para frenar la guerra y derrotar a la OTAN y a los gobiernos restauracionistas. En esos Estados estamos asistiendo a una contradicción histórica, en la cual la burocracia contrarrevolucionaria, que aún no logra constituirse como clase y sigue buscando de forma infructuosa experimentos de acumulación, debe tomar tareas burguesas de la época imperialista, tales como restaurar el dominio del capital. Pero, a la vez, el imperialismo no reconoce a esa formación social como representante para esa tarea histórica. La extensión en el tiempo de esta anomalía es lo que está llevando a una guerra, aún encapsulada. Sin embargo, de llegar a este punto, ya no sería como las otras guerras mundiales, que fueron por el reparto del mercado en la expansión del sistema capitalista, sino que sería para asimilar a los ex Estados obreros en el momento de mayor decadencia y descomposición del imperialismo. Sostenemos que estamos en un escenario novedoso, no sólo porque ya no existen las condiciones económicas y políticas del periodo de guerra mundial, sino que tampoco existen las mediaciones partidarias o movimientos políticos con base obrera que se desarrollaron en ese periodo. Por eso es difícil y hasta estéril buscar analogías históricas, como las que plantean que estamos en un momento como el previo a 1915 u otras. Lo que debemos constatar es que el imperialismo en su decadencia puede llevar a los trabajadores a enfrentamientos militares y creemos que la dinámica mundial está dando indicios de esos preparativos. Debemos enfrentar la guerra con la revolución, guiados por la teoría de la revolución permanente.

Hoy presenciamos la crisis de las corrientes que aun reivindican el legado de Mandel, Moreno, Ted Grant, Lambert y otros que no pueden dar respuesta a los procesos abiertos. Dado que se vieron en la necesidad de desarrollarse en un periodo que ya está desapareciendo, éstas están quedando obsoletas para orientar la práctica revolucionaria actual. En su momento debieron dar respuesta a procesos históricos muy contradictorios como la política contrarrevolucionaria del estalinismo (desde la autoridad de la Revolución Rusa y la URSS), el surgimiento de los Estados de bienestar y toda una serie de políticas imperialistas para dar concesiones a sectores de masas en su competencia contra el sistema soviético, etc. Al no desarrollarse la dirección revolucionaria, por el hecho de que la IV Internacional no logró superar el estadio germinal, terminaron desarrollando distintas variantes de adaptaciones al Estado y sus instituciones, ya sea en los países imperialistas como semicoloniales. En general, terminaron separando economía de política y cayeron en trampas de conciliación de clases, sosteniendo esta idea como norte sin entender la dinámica de la revolución permanente donde ya no están las tendencias organizadas del pasado, y donde se plantea el carácter de la revolución, en clave mundial y no nacional. Ahora, por esa adaptación, no pueden dar respuesta a la caída del Estado de bienestar en Europa, a los procesos de asimilación de los ex Estados obreros, a la descomposición imperialista y a los desafíos de la lucha de clases. Aun así, nuestra corriente sigue viva como continuidad del marxismo revolucionario. Esto impone recuperar el método que nos enseñaron los grandes revolucionarios del pasado, para completar la tarea de desarrollar la lucha por el socialismo en las condiciones actuales. Necesitamos una Internacional, que para nosotros es la IV Internacional, que ordene los debates y defina las tareas en todas las secciones nacionales, unificando la lucha de los batallones del proletariado que se destaquen en todo el mundo.

Hacemos este llamado para que empecemos a abordar esta tarea histórica, en pos de saldar la crisis de la humanidad, que es la crisis de dirección revolucionaria del proletariado.

El sábado 1 de febrero se van a realizar manifestaciones en todo el país para repudiar el discurso reaccionario de Milei en el Foro de Davos, relacionando a los gays con la pedofilia para ponerse a tono con la era Trump en los ataques a reivindicaciones sociales.

Después de Davos, Milei anunció que iba a presentar leyes en el Congreso para quitar la figura de femicidio, el cupo trans y otras medidas, tratando de mostrar, con el argumento de que somos todos iguales ante la ley, que no debe haber diferencias ni privilegios para ningún sector. Este discurso, que alimenta falsas divisiones entre la clase trabajadora y enmascara la real desigualdad de clases, busca legitimar medidas que refuercen los mecanismos con que cuenta la clase capitalista para disponer de la mano de obra para su explotación, sin condicionamientos limitantes.

Desde la COR nos solidarizamos y defendemos a los sectores del movimiento de mujeres y las disidencias sexuales que están siendo atacados y estigmatizados y que consideran que esas conquistas parciales ganadas, algunas con importantes luchas en las calles, deben ser preservadas por su aspecto progresivo. Pero advertimos que la pelea no es contra el “fascismo” de Milei. Consideramos que ésta es una definición equivocada, ya que es imposible que se desarrolle un régimen fascista en una semicolonia, sino que planteamos que el enfrentamiento debe ser contra el Estado burgués y luchamos por su destrucción. Es imposible que las reivindicaciones sociales perduren en el tiempo bajo el capitalismo, y aún más en un semi Estado, por lo que, para garantizar estas reivindicaciones se tienen que unir a la necesidad de la revolución obrera y socialista, a la destrucción del Estado, a la construcción del partido revolucionario como sección de la IV Internacional reconstruida.

En una semicolonia, por su relación con el imperialismo, se plantea una forma de poder especial de Estado, que los revolucionarios llamamos bonapartismo sui generis, en algunos casos los gobiernos de turno dan concesiones a las masas, dependiendo el nivel de crisis económica o política, que no modifiquen la sumisión al capital. Ante la magnitud de la crisis económica y por la relación que pretende entablar con el imperialismo yanki, Milei quiere avanzar en consolidar un Estado despojado que cualquier careta “social”, en el que la dictadura del capital se manifieste sin concesiones ni tapujos. El estatismo de Milei es de un tipo diferente al que, por ejemplo, ejercieron los K. Éstos últimos impulsaron políticas para contener a los movimientos dando concesiones, mientras que el de Milei apunta a fortalecer vía dictadura policial los negocios de los grandes capitales. Ambos coinciden en defender al Estado burgués como garante de los negocios de los capitalistas.

Es importante para los revolucionarios dar el debate al interior de estos movimientos con respecto al carácter de clase del Estado y cuáles son las tareas, ya que la dirección de los mismos es policlasista y busca diluir a la clase obrera en reivindicaciones “posibles” dentro de la “democracia” burguesa. Caer en la disyuntiva entre democracia o fascismo, o encaminar la orientación hacia la formación de frentes anti-Milei de cara a las elecciones legislativas, como ya vienen anunciando los K, las CTAs o los Grabois de la vida, aleja a la vanguardia de la clase del horizonte de la lucha contra todas las formas de dominación de la burguesía, mientras sigue pasando el ajuste y siguen en caída las condiciones de vida de la población.

Este límite de la marcha federal y sus direcciones debe ser discutido. La izquierda que se reivindica revolucionaria no puede dejar de dar la lucha política y adaptarse a un programa democrático que nos aleja de la perspectiva de unir las reivindicaciones parciales a la necesidad de enfrentar al Estado y no sólo al gobierno. Toda lucha antiimperialista parte de afectar los intereses económicos de estos capitales en nuestro país. Tenemos que preparar las condiciones para imponer un paro general que derrote el plan de ajuste de Milei, sus aliados y el FMI.

 

 

El 20/01/25 asumió su segundo mandato Donald Trump, rodeado del establishment financiero y político más concentrado del mundo y de representantes políticos internacionales. El discurso que pronunció en el Capitolio planteó la idea de recuperar el liderazgo perdido en los últimos años y, en base a una política agresiva a nivel económico y poderío militar, se pone como objetivo recuperar la influencia perdida, especialmente ante China, en distintas regiones para intentar imponer una nueva hoja de ruta –en su decadencia- para la situación mundial. 

El imperialismo yanki siempre se ha caracterizado por exportar sus crisis, pero ahora todas las contradicciones de la situación mundial golpean fronteras adentro. Eso hace que cada política imperialista que se proponga tenga una fragilidad histórica, por la misma pérdida de la hegemonía mundial. 

Los procesos históricos han demostrado, desde el inicio de la fase imperialista, que ninguna política se puede imponer de forma pacífica, por lo que la línea guerrerista llevada a cabo por el gobierno saliente de Biden continuará con Trump, con otros objetivos. La nueva administración se centra en retomar la guerra comercial con China y buscar revertir la desindustrialización en el territorio norteamericano. Trump apostará a revitalizar la industria petrolera para abaratar la energía en el mercado doméstico y desarrollar una competencia agresiva con la industria petrolera de Medio Oriente, pretendiendo alinear a Arabia Saudita centralmente. Por eso plantea que terminará con los conflictos en la franja de Gaza y Cisjordania y en Ucrania, reviviendo los “acuerdos de Abraham”, disciplinado a Líbano y Siria, aislando a Irán, para concentrarse en confrontar con China y fortalecer la economía interna.

El discurso pronunciado fue de tinte proteccionista y nacionalista reaccionario, invocando un supuesto “sentido común”, que implica la supremacía blanca de las épocas doradas del siglo XX. La línea proteccionista ya ha generado devaluaciones en algunos países semicoloniales como Brasil y no podemos descartar que más adelante se generen crisis de deuda en varios países. También esbozó una política migratoria que proponía expulsar en un principio, antes de la victoria electoral, a 10 millones de inmigrantes, pero que ahora se trataría sólo de 1 millón, lo que da cuenta de la composición de la clase obrera norteamericana que cuenta con un fuerte elemento inmigrante, pero también se propone disciplinar fuertemente a un proletariado que ha estado organizándose en algunas ramas. Es una línea de marcada división hacia la clase obrera, para cohesionar base social para su orientación. No podemos subestimar los dichos de Trump, pero tampoco tomarlos como una línea coherente de un imperialismo senil, ya que en el discurso se apeló a una nostalgia de lo que nunca fue y ya no será. Recuperar Groenlandia, retomar el control de canal de Panamá, anexionar provincias de Canadá y México son objetivos que, de intentar realizar seriamente, abriría conflictos profundizando las crisis de los regímenes bonapartistas abriendo posiblemente fenómenos antiimperialistas. Está línea de expansionismo imperialista, incrementa la presión sobre el imperialismo europeo, profundizando su crisis interna, enfrentamientos que de agudizarse empujarían a una tercera guerra mundial, para lo cual, por ahora, no cuenta con una base social. 

Este segundo mandato de Trump se asienta en el fracaso del gobierno de Biden e intentará buscar una unidad imperialista, para la cual cuenta como principal aliado a la burocracia sindical, como evidenció recientemente la burocracia de los portuarios bajando las medidas de lucha para que zarparan los pertrechos militares en nombre de la “seguridad nacional” con la complicidad del Partido Demócrata, en una fenomenal crisis. Pero del dicho al hecho hay kilómetros de diferencia. La política del discurso inaugural niega una situación internacional totalmente inestable, de crisis económica desde el 2008 sin solución y con procesos de lucha de clases y guerras de difícil resolución. 

En este escenario el proletariado norteamericano tiene una tarea histórica de enfrentar al gobierno imperialista de Trump, frenar la política migratoria reaccionaria, romper con el PD y sus satélites como el DSA, echar a la burocracia proimperialista, desarrollar el incipiente proceso de sindicalización de muchos sectores nuevos con independencia de clase. La derrota de la burocracia sindical permitirá que la clase obrera internacional avance en su unidad con la resistencia palestina, con los trabajadores de Rusia y Ucrania que luchen contra la asimilación capitalista de los ex Estados obreros y con el proletariado de los países oprimidos por el imperialismo yanki.

 Mientras Milei y el PJ liderado por CFK se disputan quien es más lamebotas de Trump, los trabajadores, que estamos sufriendo las consecuencias de un brutal ajuste y una feroz crisis social, debemos unirnos a nuestros hermanos de clase de la región para expulsar al imperialismo y avanzar en una salida revolucionaria.

¡Por la derrota del imperialismo! ¡Por la reconstrucción de la IV Internacional, partido mundial de la revolución!

 

 

 

El domingo 19/01/25 empezaban a regir las condiciones del acuerdo de cese al fuego alcanzado en Qatar, luego de meses de negociaciones fallidas, que consta de tres tramos: entrega de rehenes y liberación de detenidos; retirada del ejército israelí y reconstrucción de la Franja de Gaza luego de los bombardeos. 

Este acuerdo pende de un hilo, ya que Netanyahu dejó en claro que en cualquier momento el ejército israelí puede continuar el genocidio bajo cualquier excusa. De hecho, ya está apuntando a Cisjordania cómo objetivo de nuevos ataques. Aún así, el cese al fuego fue celebrado por el pueblo palestino, demostrando una vez más la resistencia histórica de un pueblo que lucha contra la usurpación de su territorio por parte del enclave imperialista israelí. La tregua es parte de una política imperialista de la administración saliente de Biden, así como de la entrante de Trump, para que no estallen las confrontaciones en las región luego de los levantamientos y el derrocamiento de Al Asad en Siria. Esto se enmarca en una política guerrerista más general del imperialismo norteamericano, que está desarrollando una guerra “proxy” a través de la OTAN en el frente ucraniano, para cerrar frentes y concentrar las fuerzas en un eventual enfrentamiento más directo con China y sus aliados. Es parte del proceso de asimilación de los ex Estados obreros encabezado por el imperialismo en un su momento de mayor descomposición.  

Otro elemento que muestra el acuerdo Israel-Hamas es la crisis del régimen que gobierna Netanyahu y las tendencias incipientes al surgimiento de sectores rebeldes por fuera de las direcciones burguesas de Hamas y de la Autoridad Palestina, como se vio en los campos de refugiados en Yenín. Esto obligó a acelerar el acuerdo ante la fragilidad de las direcciones en conflicto. Por eso, nosotros siempre planteamos que la salida revolucionaria a esta situación es internacional. Para que se desarrolle la resistencia palestina que expulse al enclave de Israel de Medio Oriente tiene que actuar el proletariado internacional con sus propios métodos, frenando el abastecimiento militar del imperialismo hacia Israel, enfrentarndo a los gobierno que apoyan al enclave sionista en todo el mundo y, junto al proletariado árabe concentrado principalmente en las industrias del petróleo, abran un proceso revolucionario que culmine en la Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente y el Magreb. En las actuales condiciones históricas, ya no hay posibilidad de soluciones mediante la dimplomacia burguesa con la propuesta de “dos estados”, ni salidas etapistas como “una Palestina laica, autodeterminada, democrática”, la dinámica de la decadencia imperialista nos impone una salida que implica retomar las experiencias más avanzadas del siglo XX a partir de las Federaciones Soviéticas dadas por la Revolución Rusa, como expresión estatal de la dictadura del proletariado internacional. Retomar las banderas del antiimperialismo y no tener ninguna confianza en los bonapartismos sui generis de los países árabes que han traicionado la lucha palestina y se han subordinado al imperialismo es una tarea central de una dirección revolucionaria. Levantar el programa de la IV Internacional aportará directrices para la formación de una organización de estas características.  

Llamamos a una Conferencia Internacional a todas las corrientes que reivindican la dictadura del proletariado para intervenir en esta situación de forma revolucionaria.

Milei dejó en claro que iba a aprovechar el verano para continuar el plan de despidos masivos en la administración pública y los organismos del Estado.
En particular, los 1400 despidos en el Ministerio de Salud y en el Hospital Bonaparte son parte del plan de desmantelamiento del Sistema de Salud estatal en función de los intereses del negocio privado y los sectores privatizadores.
Van a tirar de la cuerda lo más posible, aprovechando el pacto social que garantiza la burocracia de la CGT y la inacción de la conducción de ATE que, más allá de los discursos encendidos por los 100 años del sindicato, no ha hecho nada contundente para frenar el ajuste.
Necesitamos pasar a la acción ya. Convoquemos ya una reunión en el Bonaparte de las juntas internas y los cuerpos de delegados de la salud para votar un plan de lucha de urgencia.
Organicemonos para imponer un PARO DE 72 HS con ocupación del Bonaparte y el Ministerio de Salud, con todos los despedidos adentro, hasta frenar la embestida del gobierno.
Es urgente que desde todos los sectores de estatales convoquemos a asambleas de urgencia para unificar los reclamos y reincorporar a todos los compañeros y compañeras.

BASTA DE AJUSTE, DESPIDOS Y DESFINANCIAMIENTO. ABAJO MILEI.
PLAN DE LUCHA NACIONAL Y PARO GENERAL PARA TIRAR AL GOBIERNO

La DAIA, organización vocera del sionismo en Argentina, demandó ante la justicia a Alejandro Bodart, dirigente de la LIS y el MST argentino, por publicar en redes sociales una denuncia al genocidio en Gaza. Por esta causa fue absuelto dos veces, pero recientemente se realizó un nuevo fallo, sin juicio, emitido por la Cámara de Casación de la Ciudad de Buenos Aires, que lo condena a seis meses de prisión en suspenso por “antisemitismo” e incitación a la violencia. Esta es una clara persecución política, que se suma a la política de represión, hostigamiento y amedrentamiento a los luchadores y organizaciones sociales y de izquierda por parte de Milei, Bullrich y el sionismo. Redoblemos la campaña en contra del genocidio en Gaza y Cisjordania y enfrentemos al imperialismo y sus aliados con los métodos del proletariado.

Apoyamos la campaña por la absolución de Alejandro Bodart. Firmá el petitorio.

Venezuela 

La toma de posesión por un nuevo mandato presidencial de este 10 de enero en Venezuela se ha convertido en otro hito en el avance de la descomposición política y social del país. El resultado de las elecciones del 26 de julio, elecciones que en un inicio fueron producto de un acuerdo entre Maduro y el chavismo, por un lado, y el imperialismo y la oposición burguesa por otro, terminó en un fracaso del acuerdo y en ambos bandos auto-proclamándose ganadores. Maduro avanza en la represión sobre la oposición e incluso encarcela extranjeros catalogados como terroristas internacionales, incluyendo al gendarme argentino Gallo. La oposición, por su lado, realizó una gira en la figura del, según este sector, “presidente electo” González Urrutia por los escasos países de la región cuyos gobiernos lo reconocen taxativamente como ganador: Argentina, Uruguay, Panamá, República Dominicana  y, por supuesto, Estados Unidos. La mayoría de los gobiernos, con eje en Brasil, Colombia y México, intentan mediar para que se retomen las negociaciones entre ambos bandos, hoy rotas.

Lejos de los discursos abstractos sobre la calidad de la democracia burguesa venezolana, lo que está en juego es la relación entre las sub burguesías latinoamericanas y el imperialismo, y en el caso de Venezuela, específicamente en relación al control y la explotación del petróleo. La crisis en la que está inmerso el semiestado venezolano parte del fracaso rotundo del proyecto del nacionalismo burgués encarnado en Chávez y su “socialismo del siglo XXI”, que terminó liquidando PDVSA y demoliendo las capacidades de exploración y extracción de hidrocarburos. La leve recuperación productiva de los últimos años ha sido producto del precario acuerdo alcanzado con el gobierno de Biden, que necesitaba nuevas fuentes energéticas de cara a la guerra entre Rusia y Ucrania. Incluso el arreglo que fue base de las elecciones de julio del año pasado puede entenderse como parte de estas necesidades del imperialismo. Pero la situación se ha visto modificada, tanto en el terreno de la guerra como por el triunfo de Trump, que ha pasado en muy poco tiempo de un discurso “pacificador” a una retórica (bastante delirante por cierto) de expansionismo imperial sobre Canadá, Groenlandia y el canal de Panamá.

La forma especial de poder estatal en las semicolonias fue caracterizada por Trostky como bonapartismo sui generis, también una semidemocracia semibonapartista, una forma de dominación determinada por la relativa debilidad de la burguesía “nacional” desde el punto de vista estructural (es decir, en su relación con la producción) frente al imperialismo y a la clase obrera nativa. Este concepto, si bien es necesario actualizarlo dado el avance de la penetración imperialista, sigue siendo útil para los revolucionarios para comprender la dinámica de la situación en América Latina. El rol que están adquiriendo las Fuerzas Armadas hoy en Venezuela, tanto como principal instrumento de dominación de Maduro como en su carácter de objeto principal de la política de presión del imperialismo para intentar quebrarlas, puede comprenderse cabalmente a partir de esta categoría de la teoría política marxista.

Pero lo más trágico es el papel subordinado del movimiento obrero, sobre todo de su núcleo industrial, papel que es producto de la política de conciliación de clases de las direcciones de los sindicatos, muchos de ellos dirigidos en su momento por el centrismo trotskista. Las responsabilidades de esta tragedia se ven más claras con el paso del tiempo: el llamado a votar a Chávez del Partido Obrero/Política Obrera (en ese momento eran una misma organización), las vacilaciones de la FT-CI (PTS de Argentina, MRT de Brasil, PTR de Chile), las concesiones de la LIT-CI (PSTU en Brasil y Argentina, MIT en Chile) y la UIT-CI (IS en argentina, CTS en Brasil, MST en Chile) a la oposición antichavista y directamente el pasaje a las filas de la burguesía del MST argentino (hoy en la LIS, junto Revolución Socialista/PSOL de Brasil) al integrarse al partido PSUV de Chávez, muestran hoy todas sus consecuencias. Saldar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado se plantea como necesidad histórica e implica la lucha contra las corrientes reformistas y centristas que dirigen las organizaciones sindicales. Para ello, es necesario reagrupar a la vanguardia de nuestra clase a partir un programa de transición, que plantee una salida obrera a la crisis. No sólo en Venezuela, sino en todos los países de la región y en EEUU, donde la burguesía intentará engañar a los trabajadores con falsos discursos como la supuesta lucha por la democracia contra la dictadura de Maduro o, del otro lado, por la defensa de Maduro y las burguesías nacionales contra “la derecha” y los yanquis. Una Conferencia Internacional de las corrientes que aún defendemos el programa de la dictadura del proletariado, con el objetivo de discutir el método, el programa y la política para reconstruir la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista, es una iniciativa que venimos levantando desde la TRCI para avanzar en los desafíos de nuestra época de aceleración de la descomposición imperialista.

 

 

¡Fuera las manos del imperialismo de Venezuela!

¡Control obrero de la industria petrolera!

¡Por un gobierno obrero!

¡Por una federación de repúblicas socialistas de América Latina!

¡Por la reconstrucción de la Cuarta Internacional y sus secciones latinoamericanas!

Sábado, 21 Diciembre 2024 19:22

Gendarmería asesina a un trabajador en Salta

El 18 de diciembre, Fernando Gómez de 27 años, de oficio “bagayero” (trabajador precarizado dedicado al comercio fronterizo), fue asesinado por la Gendarmería nacional en el marco del llamado “Operativo Plan Güemes”. En sintonía con el plan represivo establecido por Milei-Bullrich, en la necesidad del gobierno de someter al conjunto del proletariado con las cadenas de una dictadura policial mientras entrega el país a sus socios imperialistas, el gobernador Gustavo Sáenz impulsa la brutalidad de las fuerzas represivas contra los trabajadores.

En un primer momento, intentaron camuflar el hecho como “combate al narcotráfico”, pero rápidamente se cayó la mentira de Bullrich y se conoció que el blanco de los proyectiles de gendarmería fue un grupo de trabajadores informales que pasan mercadería por la frontera entre Bolivia y Argentina como única salida para llevar el sustento a sus hogares. En el operativo, decenas de trabajadores resultaron heridos y uno está en grave estado.

Las manifestaciones en repudio no se hicieron esperar en las localidades de Orán y Aguas Blancas, para exigir castigo a los responsables. El viernes 20 marchamos a la casa de Salta en Buenos Aires para repudiar el asesinato y solidarizarnos con los heridos y familiares de las víctimas.

El gobierno de Milei-Bullrich se apoya desde el día 1 en las fuerzas represivas para implementar el ajuste, con el protocolo “anti-piquete”, la persecución y hostigamiento a dirigentes políticos y sociales y, ahora, con este asesinato brutal. Todos los gobernadores son los aplicadores en las provincias de esta línea. Mientras la burocracia sindical y el PJ sostienen al gobierno, la represión de Milei no da tregua a los luchadores. Sólo la clase obrera organizada con independencia de clase puede dar una salida progresiva a esta crisis, por eso debemos recuperar nuestros sindicatos para dar una respuesta a la altura del ataque. Es tarea de los revolucionarios plantear un programa obrero de salida a la crisis y los métodos que se desprenden de éste. Hay que impulsar un Congreso de Delegados de Base con mandato con representación de las organizaciones piqueteras que no fueron cooptadas por el Estado, los jubilados y los sectores estudiantiles en lucha. Tenemos que impulsar e imponer un paro general activo para tirar abajo a este gobierno y sus cómplices.

Castigo a los asesinos de Fernando Gómez. Por la disolución de las fuerzas represivas.

¡Basta de persecución a los luchadores! Desprocesamiento de todos los militantes acusados.

¡Abajo el gobierno de Milei!

Por un congreso de delegados de base con mandato.

Por un gobierno obrero.

20 de diciembre, a 23 años de la insurrección espontánea del 2001

Abajo Milei, ningún ajuste. Por un congreso de delegados de base con mandato. Por un gobierno obrero.


Este viernes 20/12 marchamos en todo el país, no sólo para reivindicar el proceso de lucha del 2001 y recordar a los compañeros asesinados, sino para enfrentar la continuidad del ajuste que empezó el peronismo y ahora acelera la nueva gestión de Milei. A un año del gobierno de Milei, gran parte de los que nos vamos a movilizar en todo el país somos los que estuvimos todo el año en las calles y en los lugares de trabajo enfrentando el ajuste, mientras la burocracia sindical y el PJ negocian y pactan con el gobierno las leyes y las reformas. Un ejemplo obsceno de esas componendas es el del senador Kueider, que llegó al Congreso con las listas de UP y fue comprado con dólares en efectivo para aprobar las leyes de Milei.
Argentina está hundida en una profunda crisis, que se viene agravando desde hace años. Asistimos a la sucesión de gobiernos de coaliciones decadentes con lo que queda de los partidos patronales derivados del PJ y la UCR, que de una u otra manera, siempre nos hacen pagar a los trabajadores la crisis, para salvar a alguna de las fracciones patronales. Esto dentro de una situación internacional que está signada por la continuidad de la guerra de Rusia contra Ucrania, el genocidio del enclave de Israel a la Franja de Gaza, la caída de Al Assad en Siria, el desarrollo de la crisis mundial y las consecuencias de la pandemia. Esta situación de crisis y guerra plantea grandes desafíos a nuestra clase en cuanto a cómo debemos enfrentar este escenario y revertirlo. El triunfo de Trump en EE. UU. expresa el nivel de descomposición y decadencia del imperialismo, que intentará, en su decadencia, recuperar el terreno perdido en la dirección del mundo, utilizando todas las armas reaccionarias para recuperar su liderazgo.
El triunfo de Milei expresa a una fracción pequeño burguesa aliada al imperialismo, con más afinidad con EE. UU., convirtiéndose en instrumento de éste, con la intención de someter al proletariado con las cadenas de una dictadura policial. Para esto Bullrich, ni bien asumió la cartera de Seguridad, presentó su protocolo represivo para amedrentarnos. Debemos añadir que la descomposición del imperialismo y la situación internacional de crisis y guerra hace que los semi-Estados como el nuestro sean aún más inestables y que su relación con las masas se vuelva aún más complicada. La fracción Milei ha demostrado ser un reciclado de “menemismo del siglo XXI”, que pretende volver como expresión burguesa de los sobrevivientes del proceso del 2001.
Ante esto es urgente organizarnos de forma revolucionaria para impedir que la reacción lleve adelante sus planes de ataque. No aceptaremos ningún “frente anti-Milei” con burócratas y conciliadores de clase, que son los enemigos en nuestras propias filas. Debemos recuperar los sindicatos como herramientas de organización, con total independencia de clase. Impulsemos la deliberación en los lugares de trabajo en la perspectiva de convocar a un Congreso de delegados de base con mandato para preparar un paro general con un programa obrero de salida a la crisis. Ante la gravedad del ataque llamamos a las corrientes de izquierda trotskista a romper con su lógica electoralista y debatir un programa obrero para tirar a Milei. En esta situación acuciante, tenemos que construir el partido revolucionario como sección de la IV Internacional reconstruida.


¡Abajo Milei! ¡Fuera el FMI!

¡Ningún ajuste!

Por un Congreso de delegados de base con mandato.

Por un gobierno obrero.

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