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Crisis, ruptura del equilibrio y negociación imperialista

Viernes, 11 Abril 2025 22:17

La suba de aranceles por parte de Trump del llamado - por él mismo- “Liberation Day” provocó una estrepitosa caída de las bolsas del mundo y del barril de petróleo, que luego se revirtió con la suspensión de las tasas por 90 días. Sin embargo, el aumento al 125% a China y el contrataque asiático con un 84% de aranceles a las importaciones de origen norteamericano, profundiza la inestabilidad del escenario mundial y da lugar al desarrollo de nuevas y fuertes turbulencias. La intentona de Trump, bautizada por los economistas de "experimento extremo" sacudió la economía mundial antes de poder implementarse, con pérdidas de billones de dólares y abre un escenario de mediano plazo de crisis políticas en las principales potencias.

Porqué esta crisis es diferente a la del 2008

El 2008 estuvo cruzado por el colapso del mercado inmobiliario yanqui y el estallido de las subprime. Lo que caracterizó el período fueron los fabulosos rescates a las burguesías financieras que llevaron adelante los estados imperialistas. Esto, al tiempo después, generó un fuerte proceso de crisis políticas y lucha de clases fundamentalmente en Europa, producto de la aceleración de la destrucción del viejo Estado de bienestar.

La economía mundial nunca se recuperó del todo, y sobre este proceso se añadió la recesión brutal del 2020 con la pandemia.

Ante la crisis bursátil de estos días, economistas cercanos a Trump salieron rápidamente a decir que el desastre bursátil no tiene nada que ver con el 2008 porque no se trata de una crisis sino de “una negociación gigante” (Akshat Shrivastava, 2025). Si bien es correcto, y es la idea de Trump forzar una negociación mundial para reorganizar la producción a escala global en función de una nueva división del trabajo, se produjo una especie de crisis autoinflingida porque a) la descomposición capitalista impide una relocalización ordenada de capitales; b) viene de varias crisis acumuladas una sobre otra como la del 2008 y la del 2020; c) los países en vías de asimilación constituyen un verdadero obstáculo para dicha relocalización. Por ejemplo, Howard Lutnick, el secretario de comercio de Trump justificó la imposición de aranceles masivos (incluso a islas deshabitadas) para evitar triangulaciones. Pero lo que deja en evidencia es que, justamente, son las semicolonias que tienen porcentajes de aranceles menores (10%) las que podrían ser utilizadas por China para hacer todo tipo de triangulaciones, por lo que deberá buscar salidas más políticas que comerciales. El hecho de que Rusia no esté en la lista significa que habrá una negociación aparte.

El 2008 puso en evidencia una crisis de valorización del capital, relacionada a las burbujas sobre ramas poco ligadas a la producción y el rol de los estados imperialistas que buscaron evitar la necesaria destrucción de capitales que debería realmente sentar las bases de las nuevas relaciones entre clases, sectores de clases y estados.  Esto es en definitiva el principal aliciente de las tendencias guerreristas que se vienen desarrollando. El plan aventurero de Trump busca abiertamente enfrentar las crisis del equilibrio de posguerra "organizando" esa destrucción a partir del peso (económico y político-militar) del imperialismo norteamericano. Pretende reconfigurar los monopolios para sus objetivos imperialistas, cuestión que se complica por la transnacionalización del capital

Otro de los problemas más importantes es que a diferencia del 2008, la política de Trump le complica el frente interno ya que afecta a un sector importante de la pequeña burguesía norteamericana, debilitando su base social. En cuanto al proletariado, el gobierno intenta desarrollar una especie de competencia ridícula basada en una clase obrera blanca que es más cara que la china pero “mejor”, cuestión que hasta ahora no ha sido demostrada y que, en realidad, esconde el verdadero interés por atacar sus conquistas.

La burguesía ensambladora

A las lágrimas vertidas por la burguesía norteamericana por un pasado industrial que ya no volverá, se suma una de las actividades favoritas de los yanquis: hallar el enemigo externo para echarle la culpa de todos sus males, en este caso, China. Peter Navarro, uno de los entusiastas cruzados de la epopeya MAGA, acusando burlonamente a Musk de “ensamblador”, oscila del enfrentamiento a la emulación, envidiando la productividad china en base a la superexplotación de los trabajadores, y soñando con el abaratamiento de la mano de obra norteamericana.

Pero China tiene algo de lo cual que EEUU carece: una planificación, aunque burocrática, de la economía que le permite establecer sus propias reglas en cuanto a la productividad del trabajo. Por más que Trump y sus secuaces pretendan endurecer un bonapartismo implacable, y se pongan contentos porque los países “le besan el trasero”,  la ley del valor impera sobre sus aspiraciones y la decadencia imperialista conspira contra cualquier intento de desarrollo sostenido de fuerzas productivas.

Sin embargo, Trump hace el diagnóstico correcto al poner el foco en la esfera de la producción. Es que el 2008 les restregó en la cara las consecuencias de cierto parasitismo norteamericano sobre la especulación financiera y las high tech. Ahora intentan, desesperadamente, sentar las bases para una transformación importante en el escenario mundial, que, dada la enorme descomposición imperialista que viene marcando la etapa, acelerará los procesos de regionalización que ya veían desarrollándose, profundizará las tendencias guerreristas y generará todo tipo de crisis políticas en las cuales hay que ver cómo interviene la clase obrera internacional y sus organizaciones.

Los ex estados obreros en vías de asimilación

Como dijimos, los procesos complejos y catastróficos de asimilación de los ex estados obreros al sistema imperialista implican desequilibrios en la economía mundial y constituyen un gran escollo para las expectativas de propiciar una relocalización de capitales por parte de la administración Trump.

No se puede descartar, por tanto, que el desarrollo de los acontecimientos ponga en perspectiva la agudización de las guerras comerciales hacia tendencias belicistas de mayor envergadura.

Asistimos de esta manera a una ruptura categórica de los equilibrios inestables que fueron establecidos en la posguerra, y se abrirá un proceso turbulento donde se pondrán a prueba las formas de dominación imperialista fundamentalmente en la relación entre el estado y el capital

En líneas generales se abre una etapa de carácter histórico que recién comienza y no sabemos qué alcance puede llegar a tener, por lo que es importante tener en cuenta que no se puede poner un signo igual entre los tiempos económicos y los políticos, así como la capacidad de respuesta y organización de nuestra clase en general y la de los países en vías de asimilación en particular.

 

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