14/08/2019
El día después de las primarias se disparó el dólar y se desplomaron las acciones argentinas. El BCRA apeló a la única medida que tiene en su menú de opciones desde hace meses, subir las tasas de interés de las LELIQ.
Sin duda, el sistema financiero ha estado en el centro del modelo económico de Macri, que no ha hecho más que beneficiar a los banqueros a través de sus medidas de especulación y manejo de las tasas, con el consecuente congelamiento de la economía industrial y el consumo. Todo esto siguiendo los dictados del FMI.
El dólar es la gran estrella de la prensa y el riesgo país se dispara. El ganador de la contienda -o más bien ensayo- electoral del 10 de agosto, Alberto Fernández, da por descontado que los bonos que emite Argentina están condenados a entrar en default; también expresó su acuerdo con la devaluación, al expresar en campaña que el dólar estaba “atrasado”.
En este escenario catastrófico, los bancos han sido de los pocos ganadores. Desde la asunción de Macri, el BCRA ha venido tomando una serie de resoluciones para favorecer la flexibilización de las condiciones para permitir la operatoria “más libre” de capitales. Así, ha favorecido a la banca extranjera, que tiene luz verde para operar con el exterior (léase fugar capitales) y también a las nuevas FinTech, que han introducido la tecnología como instrumento para deshacerse de las regulaciones que existen sobre la banca tradicional y operar con “menores costos” (léase trabajadores en condiciones más precarias y menos inversión en infraestructura).
Los trabajadores como rehenes
No es necesario explayarse sobre las consecuencias devastadoras que tiene esta situación sobre las condiciones de vida de los trabajadores, simplemente se puede resumir que es un recorte brutal al salario real mediante devaluación e inflación. A uno y otro lado de las dos principales fuerzas contendientes hay acuerdo en que la crisis se descargará sobre el pueblo trabajador.
En el primer tramo de la campaña –y no tenemos por qué creer que no siga así- la mayoría de las patronales banqueras apostaron fuerte a la lista de Macri-Pichetto, en muchos casos instigando a los trabajadores de sus casas financieras a militar la campaña. Es más, en el mes de julio Macri recibió personalmente a la CEO del Santander, Ana Botín, quien no ocultó su apoyo a la reelección.
Mientras por el otro lado, la conducción de La Bancaria puso todas las fichas por la lista de Fernández-Fernández. No sólo incorporó a autoridades sindicales en las listas del Frente de Todos, sino que además usó las instancias orgánicas del sindicato, como el Congreso Ordinario, como tribuna de los candidatos presidenciales, en una usurpación de la estructura sindical en pos de intereses ajenos a los trabajadores. El argumento de Palazzo y cía. es que este frente escuchará los reclamos de los trabajadores y revertirá la desregulación que impulsó Cambiemos en el sistema financiero, volviendo, por ejemplo, al control de cambios (medida que, por otro lado, Fernández dijo rechazar en su formato “cepo”) y a la regulación de las nuevas tecnologías. Pero no olvidemos que en el gobierno de CFK ella misma se jactaba de que los bancos “se la llevaron en pala”, como lo siguieron haciendo con MM. Lo cierto es que por este camino no está haciendo más que atar de manos a los trabajadores para subordinarlos a un proyecto patronal que no va a romper con el FMI y el imperialismo.
El rol de los bancarios
Los bancarios debemos hacer escuchar nuestra voz ante semejante crisis. Vemos cotidianamente cómo los bancos especulan y lucran con las necesidades de los sectores más desesperados de jubilados y trabajadores mediante créditos usurarios. A su vez, estamos cada vez más sometidos a la presión de la “baja de costos” que quieren imponer los banqueros introduciendo nuevas metodologías y tecnologías para aumentar sus ganancias a costa de pagar menos salarios, a menos trabajadores, por más tareas. La tercerización que desde hace años vienen llevando adelante en las áreas automatizadas es sólo un comienzo de sus planes de precarización laboral. Todo esto es parte del mismo “paquete” que ofrecen el FMI y sus candidatos para el conjunto de la clase trabajadora. Por eso, quienes defendemos los intereses de la clase obrera, debemos oponernos fuertemente tanto a las patronales, como a la conducción del sindicato y su línea de conciliación, que sólo va a llevar a hacerle el aguante a la patronal.
La conducción palazzista se alinea con un sector de la CGT que pretende redistribución de la riqueza y una economía basada en las empresas nacionales. Queremos dejar en claro que el problema no es la distribución, sino cómo se produce esa riqueza y que las empresas nacionales –sean grandes, medianas o pequeñas- la producen sobre la explotación de los trabajadores. Por eso debemos luchar por un sindicato con independencia de clase, por una Central Única de Trabajadores con esa postura. La profundización de la crisis exige que demos un debate programático al interior del sindicato para que seamos los trabajadores quienes tomemos un rol protagónico en el escenario nacional y ofrezcamos una alternativa a la crisis capitalista, o sea, una salida socialista. El sistema financiero es la timba de la plusvalía que les extraen a todo el pueblo trabajador. Hay que preparar una salida revolucionaria que expropie a los capitalistas y el control obrero de las distintas ramas de la economía, que siente las bases para una economía basada en la planificación económica.
Pongamos en pie una Oposición Revolucionaria en el Sindicato para pelear por esta perspectiva. Por un Sindicato con independencia de clase, que prepare de inmediato un plan de lucha contra los despidos (que ya se están dando en muchos bancos), por el pase a planta de los tercerizados y por la reapertura inmediata de la paritaria.
Realicemos asambleas en todos los lugares de trabajo y elijamos delegados, con mandato, para comenzar a organizar esta lucha. Convoquemos a un Congreso de Delegados de Base del Sindicato para profundizar este debate y desarrollar las medidas necesarias.