Hace 79 años era asesinado por un agente del stalinismo, en la ciudad de México, León Trotsky. Sus ideas y su acción revolucionarias siguen estando hoy vigentes como guía para los marxistas revolucionarios del siglo 21, que asumimos las tareas históricas de la lucha contra el capitalismo.
El asesinato del gran revolucionario fue ejecutado por el stalinismo, la corriente que traicionó al proletariado mundial una vez que se hizo del control del Estado soviético y, desde entonces, ha prestado un enorme servicio al amo capitalista en el mantenimiento del orden burgués. Esa corriente contrarrevolucionaria ya tiene merecido su lugar en el basurero de la historia.
Hoy, cuando en el mundo se desarrolla una crisis económica de características históricas, la burguesía comienza a volver a ver a los fantasmas que creía ya bien muertos y enterrados. Es que, en su decadencia, una clase tan parasitaria como la burguesía vuelve a sentir que está en peligro. Y en cierta medida está en lo cierto, porque se ha comenzado a romper todo el andamiaje de posguerra y las instituciones y pactos con distintos Estados que sostenían su orden mundial. Asistimos actualmente a una descomposición del imperialismo.
En medio de estos escenarios, los marxistas revolucionarios tenemos mucho que decir y hacer. Se nos abren grandes tareas históricas, con la imperiosa necesidad de aprender de los fenómenos nuevos e incorporarlos al acervo de la teoría marxista y enriquecerla.
El legado teórico y político de Trotsky nos permite encarar estos desafíos desde una perspectiva revolucionaria. Esto es, aplicar el marxismo en tanto método de análisis de las relaciones sociales con el fin de transformarlas; o sea, en tanto guía para la acción revolucionaria. A diferencia de lo que hizo el conjunto del centrismo trotskista, que se limita a un mero análisis de texto.
Por eso, actualizar la teoría marxista implica avanzar en el recorrido hecho por Trotsky en cuanto a la Teoría de la Revolución Permanente. Esto es, así como él mismo decía: desarrollar el carácter de la revolución, su nexo interno y el método de la revolución internacional en general. Este último punto es el que debemos desarrollar al calor de los elementos de descomposición del capitalismo y los procesos de asimilación en los ex Estados obreros.
La idea permanentista que incorporó y desarrolló Trotsky es uno de los aportes más importantes a la teoría marxista. Ésta permite entender el desarrollo de los conceptos y sus transiciones, para el estudio científico de las leyes de la economía capitalista, sus instituciones -el sistema de Estados y las formas de Estado, como el bonapartismo-, los procesos de la lucha de clase en la relación con la revolución socialista y las etapas de la dictadura del proletariado. Esta teoría ha quedado tan olvidada, que quienes intentaron “actualizarla” lo que hicieron fue actualizar de forma reformista las tácticas para aggiornarse a la época de posguerra entre dos sistemas y así adaptarse a la conciencia vigente en ese periodo. Al contrario, no podemos olvidar la idea permanentista de partido que incorpora Trotsky, que basa la construcción de la organización revolucionaria en la tarea histórica de nuestra clase y no en una determinada conciencia actual. La dimensión permanentista que Trotsky le da a la dictadura del proletariado ha desaparecido de la perspectiva de las principales organizaciones de izquierda, que temen asustar a la opinión pública, o, en todo caso, la plantean de forma democrática y encerrada dentro de los límites nacionales. Es que no entendieron lo que Trotsky planteaba sobre la dictadura del proletariado en Rusia, que estaba provisoriamente encerrada dentro de límites nacionales, pero dándole un carácter internacionalista y, por lo tanto, permanente al plantear que era un primer episodio de la revolución mundial. Esta fue una de las lecciones de la Revolución Rusa y su transición en el proceso de la lucha de clases.
Nuestro grupo intenta avanzar en el plano de la teoría y la práctica con la firme convicción de que debemos intervenir como una nueva generación de revolucionarios que rompa con las ideas de los centristas trotskistas de posguerra en la necesidad de regenerar al movimiento obrero y forjar una vanguardia revolucionaria que pelee por la reconstrucción de la IV internacional, ya que opinamos que es la única forma que se puede recuperar la estrategia marxista.
Trotsky tuvo que discutir, ante la traición de la III Internacional stalinizada, la recuperación del método y la mecánica del programa. Es por eso que elaboró el Programa de Transición, que, como él decía, nos deja en el umbral de la revolución. Hacía mucho hincapié en mostrar que este programa era un sistema de reivindicaciones transitorias que se proponía atacar las bases del régimen burgués. O sea, desarrollar una de las premisas estratégicas de la III Internacional en su fase revolucionaria, que era la de desorganizar a la burguesía. Recordemos que las otras premisas eran organizar el proletariado y, por último, preparar las etapas de la dictadura del proletariado. Los revolucionarios llegaron a esta síntesis de tareas estratégicas después del triunfo de la Revolución Rusa y su extensión a una situación revolucionaria a nivel mundial. Pudieron generalizar las experiencias revolucionarias de la época de crisis, guerras y revoluciones por la construcción de la Internacional y es con ella que la estrategia tomó la dimensión internacional y colocó a nuestra clase ante tareas que excedían la base nacional de nuestra lucha. Trotsky definió a la internacional como una escuela de estrategia revolucionaria.
Hoy presenciamos la crisis de las corrientes que aun reivindican el legado de Mandel, Moreno, Ted Grant, Lambert y otros, que no pueden dar respuesta a los procesos abiertos y cuyas teorías han perimido, porque fueron construidas en un periodo que ya está desapareciendo. No pueden dar respuesta a la caída del Estado de bienestar en Europa por su adaptación; ni a los procesos de asimilación de los ex Estados obreros; ni a la descomposición imperialista por haber separado la economía de la política; ni a los desafíos de la lucha de clases por sostener la idea de conciliación de clases como norte, sin entender la dinámica de la Revolución Permanente, cuando ya no están las tendencias organizadas del pasado y se plantea el carácter de la revolución en clave mundial y no nacional.
Somos conscientes de que las nuevas generaciones que están saliendo a la lucha no traen en su mochila las derrotas del proletariado, ni la influencia del stalinismo, pero sí una importante confusión de objetivos. Es tarea de los revolucionarios preparar el porvenir, como planteaba Marx, no con el criterio vulgar de los "evolucionistas", que sólo ven los cambios lentos, sino dialécticamente. "En desarrollos de tal magnitud, veinte años son más que un día -- escribía Marx a Engels --, aun cuando en el futuro puedan venir días en que estén corporizados veinte años".
Somos parte de las luchas y apoyamos las demandas de quienes han salido a luchar, con la firme convicción de aportar al desarrollo de una vanguardia, a la que queremos ganar programáticamente, en lucha política, para que sea la levadura de un partido revolucionario capaz de arrancar los problemas de nuestra clase de raíz.
Seguimos sosteniendo, a 79 años del asesinato de León Trotsky, que: “Sólo haciendo revivir las grandes tradiciones del marxismo revolucionario, rompiendo con la colaboración de clases, el socialpatriotismo y los curas de la sumisión en el movimiento obrero y tomando el camino de una lucha de clases resueltamente ofensiva, lanzando el asalto contra la fortaleza del capitalismo, con las armas invencibles forjadas por nuestros grandes maestros, Marx y Engels, Lenin y Trotsky, los explotados del mundo pueden separarse del marasmo y la derrota, marchando hacia adelante, como la sólida falange del futuro socialista.” (Manifiesto a los trabajadores del mundo entero publicado por el Comité Ejecutivo Internacional de la IV internacional, 1938.)