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Complaciendo al capital

Jueves, 04 Noviembre 2021 11:41

En la reunión del G20, en la cual participó la Argentina, el presidente Fernández llevó el mandato del Frente de Todos de “no pagar la deuda externa”. Pero en los fundamentos de su moción decía “vamos a pagar, pero primero déjennos crecer”, con esa tarea Alberto se dedicó a buscar sacarse fotos con los líderes de los países imperialistas suplicando afecto y, mientras tanto, Guzmán negociaba la letra chica de la sumisión de la Argentina a los designios del FMI.

En medio de estas negociaciones estamos llegando a los últimos días de la campaña electoral donde el gobierno se ve como perdedor y con pocas chances de revertir la derrota de las PASO. Es por eso que intentan, dentro del caos que es la coalición de gobierno, pensar una transición con lo que le queda de mandato, para salvaguardar al régimen político y evitar una crisis mayor en su relación con las masas.

Quizás la mayor crisis que debe afrontar es la del peronismo como movimiento histórico, que fue una formación política que se conformó en el periodo de posguerra como un frente popular en forma de partido para contener los procesos revolucionarios que se estaban desarrollando al interior de la clase obrera de esa época y, mediante concesiones estatales, reforzar al semi estado burgués.

Hoy esa dirección contrarrevolucionaria ha perdido gran parte de su base social, y aquella idea de un estado de bienestar a lo Latinoamérica no podía prosperar por su relación con el imperialismo lo que ha generado una mayor descomposición de los semi estados y con ello la descomposición de las capas privilegiadas que viven del poder estatal.

El festejo por el 17 de octubre fue la expresión de una encrucijada histórica de un movimiento sin rumbo, reivindicando un periodo histórico que no volverá y una situación mundial que los lleva a tener poco margen para negociar las migajas que se le caen de la mesa al imperialismo.

Quizás por desesperación a que el PJ la traicione y la vuelva a dejar en el llano, Cristina fue de las pocas que en la efeméride del 17 esbozó una idea, obvio no de ella, pero que intenta dialogar con la época. En una disertación que hizo en la ex ESMA planteó que debían ir a un nuevo pacto entre el capital y el trabajo. Esto se estaba discutiendo antes de la pandemia, ya que el imperialismo considera que deben ir contra las conquistas que tuvieron que conceder en el periodo de posguerra ante el fantasma del comunismo y cuando aún existía la URSS, porque ese escenario ya no existe. Es significativo que mientras en Europa se desmonta ese famoso Estado de bienestar, en EEUU algunos procesos huelguísticos que se formaron en plena pandemia levantan algunas ideas de relaciones laborales que existían en los Estados de bienestar.  

La traducción, a lo Cristina, es intentar una reforma laboral que quite conquistas a los trabajadores, no de forma burda como lo plantea Juntos por el Cambio, sino buscando legalizar la flexibilización laboral en las empresas. Plantea que hay que abaratar el costo laboral a las empresas e incorporar una mano de obra barata mediante la transformación de los planes sociales en planes de empleo, centralmente en los sectores de jóvenes, subsidiando el salario a los empresarios, como estamos viendo en la UOCRA, o modificando los tiempos de trabajo como vemos en Toyota. Y este plan requiere fortalecer a la burocracia sindical, aunque su idea es que sea su movimiento, La Cámpora, la que cope los sindicatos, cuestión de difícil resolución, ya que la gran mayoría de ese movimiento son parásitos del Estado.

Con todos los límites que tiene esa idea contrarrevolucionaria, es un intento de hacer sobrevivir a una fracción del peronismo intentando recrear una nueva base social en los movimientos piqueteros y en una nueva generación que ingresa a la producción sin el verso de que Perón te dio todo.

Esta crisis, que el FITU pretende canalizar mediante los votos, es una visión parlamentaria de las relaciones de fuerza dentro de un Estado, pero las relaciones de fuerza se miden en la producción, es ahí donde está el poder real de la burguesía y sus aliados.

La coalición gobernante se prepara para acordar con el FMI y llevar a cabo el plan que le dicten. Reforma laboral, fiscal, previsional y un mayor ajuste son parte de la hoja de ruta para los próximos dos años de gobierno. Para eso el FMI pidió unidad burguesa detrás de este plan, es obvio que esa unidad es contra los trabajadores y el pueblo pobre, pero podemos ser los que hagamos saltar por los aires el acuerdo con el FMI y el ajuste.

 

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  • Frenemos la masacre sionista en la Franja de Gaza

    La clase obrera internacional está llamada a intervenir con sus métodos

    La respuesta de Israel a la ofensiva lanzada por Hamas el sábado 7/10 sobre su territorio no se hizo esperar. Los sionistas bombardearon sistemáticamente la Franja de Gaza, utilizando incluso armas prohibidas como el fósforo blanco, para aplicar un “castigo colectivo” a todos los palestinos por osar desafiar al ocupante. Utilizan un discurso racista, degradando a los palestinos a la condición de “bestias humanas”, para poder justificar el asedio que ha dejado a más de 2 millones de pobladores sin alimentos, agua ni energía eléctrica. Para completar su tarea asesina, los agentes israelíes del imperialismo se disponen en este momento (15/10) a invadir la mitad norte de la franja con toda su maquinaria bélica de punta.
    Frente a esto, el viernes 13/10, las capitales europeas, ciudades de EEUU y de diversos países árabes y musulmanes vieron inundadas sus calles con movilizaciones en apoyo a la heroica resistencia palestina. En muchos de estos países, las manifestaciones fueron prohibidas o reprimidas, como en Roma, Berlín y París. Los gobiernos imperialistas temen la reacción de las masas frente a la muestra más cruda de la descomposición de su sistema social basado en la explotación de nuestra clase y la expoliación de colonias y semicolonias: la existencia de Israel sobre la expulsión de los palestinos de su territorio histórico hace 75 años.

    Una situación explosiva

    El actual enfrentamiento en tierra Palestina no es un rayo en cielo sereno. Israel viene acelerando su política de conquista territorial sobre los territorios palestinos, por lo menos desde la época de la administración Trump. Esto ha conllevado diferentes enfrentamientos en Jerusalén y en Cisjordania, sobre las que los sionistas y sus colonos (movimiento de ocupación paraestatal de tierras) vienen avanzando. La incursión sobre el campamento de refugiados de Yenín el pasado julio fue el anterior episodio de estos choques.  
    El gobierno de Netanyahu debe responder a una situación frágil debido a la crisis en que han entrado los Estados árabes vecinos, como Siria y el Líbano, por los efectos de la pandemia y la crisis económica mundial. La salida utópica de dos Estados ha sido enterrada por la realidad, e Israel busca avanzar en acuerdos de “normalización de relaciones” con diversos gobiernos de la región. En 2020, con el auspicio de Trump, se firmaron en este sentido los acuerdos de Abraham con Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, y también Marruecos reconoció el enclave israelí en su pretendida condición de Estado.
    Pero la crisis mundial transcurre ya una fase más aguda con la profundización de las tendencias guerreristas. La guerra entre Rusia y Ucrania tensiona a Israel, proveedor de ambos contendientes de armas y pertrechos. Ahora es Israel el principal foco de la ayuda bélica de EEUU, lo que ha llevado a Zelensky a protestar para que sus padrinos imperialistas no lo dejen relegado en los esfuerzos militares. Seguramente Israel priorice armar a su propio ejército. Se generan así nuevas contradicciones en la relación de Ucrania con la OTAN, empantanándose aun más la salida reaccionaria que tanto Rusia, de un lado, como el imperialismo del otro, pretenden dar a los Ex Estados obreros a través de su asimilación.

    El enemigo no es invencible

    Lo cierto es que la ofensiva palestina, desesperada por cierto y con métodos que no compartimos, se explica por el acorralamiento al cuál Israel pretendía llevar a la resistencia. El intento de firmar un entendimiento con el reino saudita ha quedado en suspenso ante la brutalidad sionista. El frente imperialista pro Israel aparenta ser más solido que nunca, pero al mismo tiempo se desarrollan las movilizaciones, integradas por contingentes enormes de inmigrantes árabes y musulmanes, en el corazón mismo de las metrópolis.
    También el gobierno de la ocupación muestra una falsa imagen de “unidad nacional”, mientras miles de sus “ciudadanos” huyen a sus países de origen al ver que la ocupación no les garantiza seguridad en la “tierra prometida”. El gobierno de coalición ampliado, al cuál ha ingresado la oposición que venía denunciando las reformas institucionales de Netanyahu, no puede llamarse de unidad nacional, porque Israel no es un Estado, sino una ocupación militar con una población implantada sobre la limpieza étnica del pueblo palestino.
    Por supuesto, la lucha es totalmente desigual si la restringimos a las fronteras de la Palestina histórica; una lucha heroica y vital, pero con pocas perspectivas. Los trotskistas ponemos la pelea en otro plano, donde los contingentes del proletariado internacional podemos poner en la balanza todo el peso de la clase capaz de liberar todas las fuerzas de la producción social de la humanidad de las ataduras a las que las someten las relaciones burguesas de propiedad y la putrefacción del imperialismo.

    Apoyar a la resistencia palestina, una tarea internacionalista

    Debemos tener en claro que no estamos ante un enfrentamiento “de siglos” (el sionismo comenzó a colonizar Palestina a principios del Siglo XX e Israel fue creado en 1948) entre dos pueblos, sino de una lucha entre una nación oprimida y el establecimiento de un enclave imperialista en el corazón de Medio Oriente para controlar sus intereses estratégicos y el petróleo. El sionismo es una ideología y un movimiento reaccionarios, que postularon una salida para el pueblo judío, perseguido durante siglos, basada en la colonización de un territorio habitado por otro pueblo y para defender los intereses del imperialismo. Por eso, decimos que Israel ni siquiera es un Estado burgués propiamente dicho, sino un engendro creado por el imperialismo en el momento de su mayor descomposición.
    Los revolucionarios y la vanguardia de la clase obrera debemos intervenir en este conflicto del lado de los palestinos, con acciones que afecten al imperialismo y su maquinaria militar en la producción, como el paro en las industrias imperialistas y el bloqueo de los transportes, tomando el ejemplo de los portuarios de California, Durban y Livorno que en 2021 frenaron cargamentos con pertrechos militares destinados a Israel. Debemos sostener todas las movilizaciones por el fin de los ataques israelíes, por el fin del bloqueo y por la retirada inmediata del ejercito sionista de la Franja de Gaza, el derecho al retorno de los refugiados y desplazados y la libertad de todos los presos palestinos en las cárceles israelíes.
    Los trabajadores de los países de la región, en primer lugar, sus batallones centrales de la rama petrolera, tienen la llave para avanzar en la expulsión del imperialismo de Siria, Líbano, Irak, Libia y, por supuesto, Palestina, luchando contra los gobiernos burgueses árabes, socios del imperialismo. Es fundamental llevar las acciones callejeras que se desarrollan en Europa y EEUU al corazón de la producción. La lucha internacional en apoyo a la liberación de Palestina permitirá colaborar con el surgimiento de una dirección obrera y revolucionaria en Medio Oriente, única vía para desbancar a las direcciones reaccionarias islámicas o del nacionalismo árabe como Hamas o Fatah que llevan la lucha palestina a un callejón sin salida.
    La necesidad de saldar la crisis de dirección revolucionaria urge ante la situación de los palestinos, que muestra de forma desgarradora el significado de lo que llamamos descomposición imperialista. Pero es imposible plantearse la construcción de una dirección revolucionaria internacional a partir de una sumatoria de programas nacionales, que reflejan la adaptación a direcciones ajenas a la clase obrera en cada país. La cuestión palestina es un problema social e internacional, se trata de la lucha contra el imperialismo. Por ello, son impotentes los programas basados en cualquier salida nacional a partir de la constitución de un Estado burgués en la Palestina histórica, es decir, cuyos fundamentos estructurales sean la propiedad privada de los medios de producción. Existe una gradación que va desde una Palestina “laica, democrática y no racista” como plantean las corrientes morenistas, un Israel laico (el programa que comienzan a levantar los sectores antisionistas desmoralizados), hasta la salida de dos Estados que viene siendo la propuesta del imperialismo. Incluso plantear una Palestina Socialista a secas, sin considerar la dinámica internacional que el proceso histórico imprime al proceso revolucionario ni abordar programáticamente la extensión internacional de la dictadura de clase a partir de la idea de federaciones, es limitado y erróneo. Armados con la Teoría de la Revolución Permanente, y tras décadas de experiencia de las masas con las traiciones de las direcciones burguesas y pequeñoburguesas árabes e islamistas, debemos plantear claramente la necesidad de expropiar a los expropiadores para destruir las bases sociales de la dominación imperialista. Es en ese sentido que planteamos la consigna destrucción del Estado de Israel como condición necesaria para la toma del poder por la clase obrera de Medio Oriente, instaurando su dictadura de clase, cuya forma política será una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente y el Magreb.

    15/10/2023

  • Su Argentina

    Después de varias vacilaciones, como por ejemplo el nombramiento de Batakis en el ministerio de economía, la aparición de Massa como “superministro” es la demostración del nivel de crisis del peronismo, que debe entregar el poder y el gobierno a la dirección directa del imperialismo norteamericano. Massa expresa la fracción más pro yanqui de la coalición, por eso los mercados respondieron a favor de su designación, esperando que un agente directo de sus intereses sea el garante de que se cumpla el acuerdo con el FMI y los fondos privados mediante el ajuste acordado en dicho pacto.

    El imperialismo norteamericano es consciente de que solo el peronismo, aun en ruinas, y no la oposición burguesa de JxC, puede lidiar con las masas en los ataques que se están desarrollando y los que están por venir es por eso que son los mayores sostenedores de este gobierno, supervisando con visitas cada tres meses la gestión, para que no caiga y genere un descalabro en la región. 

    La designación de Massa y sus superpoderes es también una jugada política para intentar armar una especie de unidad burguesa por si fracasa una de las últimas balas que le queda al gobierno de Alberto y Cristina.

    Por eso en el título decimos “su Argentina”, porque es evidente que no van a defender los intereses de las grandes masas, sino preservar los negocios de los grandes empresarios industriales y del campo, ya sean nacionales como internacionales, con la inestimable ayuda de la burocracia sindical de la CGT, la CTA y las organizaciones piqueteras cooptadas. Massa expresó en uno de sus mensajes en las redes su consigna: “orden”. Es decir, unidad burguesa para atacar al proletariado.

    No hace falta torcerles el brazo, con solo una palmada ya caen arrodillados ante los reclamos de los empresarios y las patronales. Massa prepara un ajuste ortodoxo, que cuenta con acuerdo burgués, así como también al interior de la coalición, para salvar no solo a sus amigos como Vila, Manzano, Midlin y las empresas norteamericanas, sino a gran parte de la burguesía nacional. De esta manera también pretende legalizar los ataques realizados en la pandemia y la devaluación provocada por la reciente corrida, que se expresó en los aumentos de precios. Si logran una relativa estabilidad, el próximo paso será ir por la reforma laboral, legalizando los avances sobre los CCT que vienen haciendo, y el resto de reformas que reclama el imperialismo. En términos generales, de eso se trataría la hoja de ruta dictada por el FMI que deberán llevar a cabo.

    Debemos organizarnos para enfrentar esta embestida. Si bien reivindicamos los procesos de lucha de clases del 2001 por haber tirado a un presidente, debemos sacar lecciones de ellos para que podamos superar los límites que tuvieron esos levantamientos en cuanto a dirección y organización. Es reaccionario el planteo de Grabois de “saqueos y sangre”, que como buen defensor de la burguesía, quiere un caos que no salga de los límites de la legalidad burguesa y que otro sector burgués tome las riendas del régimen, como sucedió en el 2001 o con el famoso “hay 2019” del peronismo después de los procesos en el Congreso contra el gobierno de Macri.

    Nosotros como revolucionarios estamos a favor del caos, pero sin métodos anárquicos, es decir, debemos dotar a los procesos de una dirección revolucionaria y organización de los trabajadores en la necesidad de la lucha por el poder y la destrucción del Estado burgués. Preparar esas condiciones es tratar de ubicarnos como dirección de una minoría activa al interior de los sindicatos y nuestros lugares de trabajo con un programa de salida a la crisis que pueda organizar a un sector de vanguardia que expulse de nuestras filas a la burocracia sindical garante de este gobierno y enfrente el plan del FMI. Debemos organizar un Congreso de delegados de base con representación del movimiento desocupado que vote la preparación de un paro general y plan de lucha para imponerlo a la CGT y CTAs.

    Poner en pie una dirección revolucionaria organizada en un partido cuarta internacionalista es la tarea del momento, cualquier atajo, ya sea parlamentario, o movimientista es confusionista y permite ganar tiempo al enemigo.

    ¡Por un gobierno obrero!

    ¡Abajo el gobierno de Alberto y Cristina!

     

     

     

  • Por un gobierno obrero. Abajo el gobierno de Alberto y Cristina

    Argentina sigue en caída libre y cada semana se vive como el camino a una nueva catástrofe, con un deterioro del salario por la devaluación y el incremento de los precios, una debacle en nuestras condiciones de vida, mayor desocupación y un ataque a las jubilaciones, aumentos en los servicios de transporte, de luz y gas.

    En este panorama el gobierno de Alberto y Cristina atienden a los reclamos, no de los trabajadores y el pueblo pobre, sino de los empresarios y grandes capitalistas. Son coherentes, ya que como gobierno burgués son los administradores estatales de sus negocios.

    Muchos de estos empresarios y grupos económicos piden devaluación, si no se la dan, lo logran mediante mecanismos de mercado, como la corrida de estos días. El aumento de los precios es expresión de que la devaluación ya fue impuesta. Luego el gobierno solo tiene que legalizarla mediante el desdoblamiento de los tipos de cambio, un dólar para el campo, uno para las importaciones, otro para los turistas y así hasta el infinito, mientras que para quienes vivimos en pesos, “suerte, otra vez será”.

    El gobierno de A y C debe garantizar el acuerdo con el FMI y el plan impuesto por este organismo para pagar la deuda. Todas las medidas tomadas por la actual ministra de economía Batakis van en ese sentido. Si hay algunas diferencias en la coalición de gobierno éstas no están en el desconocimiento del acuerdo, sino en cómo se debería pagar.

    Pero estos elementos que hemos enumerado hasta aquí son parte de una caracterización con la que quizás gran parte de la izquierda y sectores del activismo coincidan, pero lo que queremos intentar esbozar de forma aproximativa en esta nota es cuál debería ser la salida a esta crisis.

    El primer punto que queremos plantear es que, a diferencia de lo que propone la gran mayoría de la izquierda nucleada en el FITU y sus satélites, la salida para Argentina es internacional. Todo programa que plantee una salida nacional a la crisis, por más de izquierda que parezca, es falso y tiende a confundir a los trabajadores y a la vanguardia.

    Planteamos esto porque el programa de los revolucionarios parte del análisis del sistema capitalista a nivel mundial y cómo se expresan sus particularidades en cada país. Si tomamos las particularidades como la norma, de seguro terminaremos planteando un programa que dé respuesta a la coyuntura sin unidad con las tareas internacionalistas que plantea la situación.

    En el caso de Argentina es evidente que debemos plantear “Abajo el gobierno de Alberto y Cristina y su pacto con el FMI. Por un gobierno obrero”. Este planteo da la idea de que son los trabajadores los que deben gobernar ante el escenario de caos económico y pauperización de nuestras condiciones. Ahora, ¿cómo preparamos este escenario para que se transforme en una situación revolucionaria, en la que la dirección de ese proceso sea un partido revolucionario cuarta-internacionalista? Para algunos miembros del FITU, como el PTS y el PO, es con la palabra mágica “socialismo”. Para el PTS, “por un socialismo desde abajo” y para el PO, “por un movimiento popular con banderas socialistas”.  Acá ya comienzan a confundir a la vanguardia y a omitir programáticamente la necesidad de la dictadura del proletariado y sus distintas etapas.

    El socialismo es un régimen social, para desarrollar el programa de éste, que es una etapa transicional, debe darse antes una revolución obrera. Plantear un programa de reformas socialistas sin antes destruir al Estado burgués es un sinsentido y torna al programa en algo inviable. Por eso plantear, como hace el PTS, el monopolio estatal del comercio exterior para evitar la fuga de capitales y poder elegir qué compramos y qué vendemos al exterior, o la nacionalización de la banca para que podamos dar otro destino a los créditos y depósitos, ¡eso sí! bajo gestión obrera, es destruir el programa por el que peleamos los revolucionarios para convertirlo en un cúmulo de consignas que terminarán en un proyecto de ley que se vote en el Congreso. Esta forma de ver el programa parte de un error fundamental, que es que no se puede separar el capital de los capitalistas, por eso debe mediar una revolución para modificar esa relación de fuerza en la producción. Al omitir la lucha por el poder se convierte en un programa redistribucionista y estatista. Los revolucionarios rusos levantaron el monopolio del comercio exterior después de haber hecho la revolución para luchar contra la ley del valor que rige a nivel mundial. Esto nada tiene que ver con el planteo nacional y redistribucionista.

    Los revolucionarios peleamos por la destrucción del Estado, es por lo que nuestro programa transicional busca que el Estado burgués agonice antes de que tomemos el poder. Estas medidas estatistas de los centristas solo fortalecen, a los ojos de los trabajadores, instituciones que debemos destruir. Levantar “gestión” y no “control obrero” es otro dislate programático. El control obrero es poder dual en la producción, la gestión es la convergencia con el capital, son líneas opuestas.

    Los revolucionarios sostenemos la dictadura del proletariado como una forma estatal que, en sus etapas, plantea desorganizar a la burguesía, organizar a la clase obrera y desarrollar la dictadura del proletariado internacional, como forma transicional en las etapas del socialismo al comunismo.

    En el programa del centrismo ha sido borrada la dictadura del proletariado. Hoy, de forma devaluada, lo vemos levantando “gobierno de trabajadores” como una transición posible, es decir, una etapa distinta a la dictadura del proletariado y no como la popularización de ésta, planteada en el Programa de Transición. Esta consigna más bien sería para buscar más diputados con una idea de “gobierno de minoría parlamentaria”. Y con esta teoría buscan sus aliados en formaciones políticas que no tienen obreros en sus filas o, en su defecto, intentan dialogar con movimientos sociales buscando alguna táctica organizativa desligada de la producción.

    Estos son algunos elementos para discutir ante los trabajadores, direcciones combativas y activistas para dar una salida a la crisis. Para enfrentar a este gobierno y a la burocracia, hay que empezar echando a los delegados y dirigentes que les responden, y así preparar y avanzar en la tarea de recuperar los sindicatos. Por un paro general y un plan de lucha, medidas tácticas que deben ser llevadas a cabo para desarrollar una vanguardia que exprese el programa de los revolucionarios.

     Si peleamos por hacer caer al gobierno de turno no es para que otra variante burguesa se apodere del poder, ya tenemos ejemplos cercanos como Chile. Y si planteamos gobierno obrero es para mostrar la superioridad de la forma estatal de la dictadura del proletariado para el desarrollo de las fuerzas productivas y la necesidad de los Estados Unidos de América Latina para la unidad económica de nuestra región en la necesidad de la revolución mundial.

    Abrir un debate al interior de nuestra clase es fundamental ante el escenario de crisis en medio de una pandemia y la guerra en Ucrania. Convocamos a las corrientes que aun reivindican la dictadura del proletariado y planteen la reconstrucción de la IV Internacional a que nos demos un debate programático profundo para poner en pie una dirección revolucionaria. En ese sentido hacemos un llamado a una Conferencia internacional de las corrientes trotskistas para discutir las tareas ante la guerra en Ucrania y la crisis mundial.

     

     

     

  • Media sanción a un pacto de sumisión

    El viernes 11/3 a la madrugada se votó en la cámara de diputados el acuerdo con el FMI, contando con un amplio consenso entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, mientras los K y sus aliados votaron en contra o se abstuvieron, sabiendo que la ley iba a salir. Mientras esto sucedía, en las afueras del Congreso se desarrolló una multitudinaria movilización en contra del acuerdo. Ahora se espera que se vote en el senado, donde Cristina ya planteó que está en contra, pero da a los senadores de su bloque libertad de acción para que voten según su conciencia.

    Lo absurdo es que mientras Argentina intenta cerrar los números con el FMI, la situación mundial se ha modificado de forma sustancial ante la invasión de Rusia a Ucrania. Las variables económicas se han agravado aún más, con aumento de las materias primas, la aceleración del proceso inflacionario mundial y una acentuación de la crisis mundial, por lo que lo que se acuerde será muy inestable y casi imposible de cumplir. O sea que el peligro de default, a pesar del acuerdo, sigue en pie.

    La votación en diputados mostró la gran unidad burguesa ante su amo el imperialismo para garantizar el programa económico de los grandes monopolios, para pagar la deuda externa con un brutal ataque a las condiciones de vida de las masas, a través de un ajuste, reformas estructurales y ataque a los salarios y las jubilaciones.

    Esta santa alianza de las distintas fracciones de la burguesía y la pequeña burguesía, con los empresarios y la burocracia sindical, intentan hipotecar los destinos de nuestro país por los próximos 12 años que durará el acuerdo y en los que los primeros 2 años y medio habrá una revisión del FMI cada 3 meses, es decir, el imperialismo toma el control de la economía para garantizar que le paguen la deuda.

    Mientras la fracción de los K posan de que se oponen al FMI, en realidad cuestionan la forma en que se negoció y el ritmo del ajuste, pero son respetuoso de las deudas y “pagadores seriales”, como solía decir Cristina. Los trabajadores no se deben confundir ante estas maniobras en las alturas, no serán estos sectores los que estarán en la lucha cuando se comience a aplicar el plan de ajuste del FMI, más bien serán los que intentaran contener para preservar sus privilegios del Estado burgués.

    El FITU y sus diputados votaron en contra del acuerdo, fundamentando las consecuencias de dicho acuerdo, pero en sus intervenciones no pudieron desenmascarar el chantaje del gobierno y la oposición que plantearon una dicotomía entre acuerdo o el default. Ante esta disyuntiva, su respuesta fue que había otra salida que sería la de desconocer la deuda por ilegítima, como deuda odiosa. Es decir, apelar a la justicia, para mostrar lo ilegítimo de la deuda. Sostenemos que es un planteo errado y confunde a los trabajadores, si bien entendemos que el FITU busca diálogo con los sectores afines a los K y por eso plantean este tipo de discusión de la deuda, no ayuda en nada a esclarecer cuáles son las tareas de los trabajadores ante este ataque.

    La intervención independiente de los trabajadores ante la falsa disyuntiva de acuerdo o default es una gran deliberación al interior de nuestra clase planteando que no vamos a pagar la deuda externa. Debemos pelear por la recuperación de los sindicatos y la expulsión de la burocracia acuerdista con el FMI de nuestras organizaciones, por el control obrero de las grandes empresas imperialistas, en el camino de la expropiación, por un Congreso de delegados de base que prepare las condiciones de la lucha por el poder con paros generales que refuercen la tendencia a una huelga general. De esta forma solicitaremos la solidaridad de los trabajadores latinoamericanos y de los países imperialistas para que nuestra lucha triunfe. No será en un juzgado donde se dirimirán las relaciones de fuerza, sino en la producción.

    Debemos construir el partido revolucionario que pelee por un gobierno obrero.

     

  • A 20 años del 19 y 20

    Este nuevo aniversario del 19 y 20 de diciembre nos encuentra en medio de un brutal ajuste y ataque a los trabajadores. Políticos, patrones y burócratas sindicales, junto a la iglesia están tratando de garantizar la paz social para preparar el terreno del gran acuerdo y sumisión al programa del FMI.

    El mundo se encuentra convulsionado, la crisis mundial se sigue desarrollando en medio de una pandemia. El proceso de crisis mundial se encamina a una recesión aguda con tendencias a una depresión y, podemos decir, que lo que prima en el estadio general del capitalismo no es el estancamiento (relación entre auges cortos y crisis), sino más bien en una tendencia a declinación de las fuerzas productivas.

    La tendencia a la depresión económica se asienta en las dificultades de recuperación de las grandes potencias, en un escenario que ellos mismos han denominado “post pandemia”, al cual hay que sumar procesos de crisis de deuda y la aparición de una tendencia inflacionaria que no se veía desde hacía muchos años en las grandes economías.

    Los trabajadores en Latinoamérica nos encontramos en medio de la crisis mundial con procesos de masas, enfrentando los embates de los gobiernos de turno que quieren imponer los avances en las condiciones de vida que nos arrebataron en la pandemia. Chile, Ecuador, Colombia, para nombrar algunos casos, muestran que las masas van a dar pelea ante el ataque.

    A 20 años de aquel 19 y 20 de diciembre del 2001, en que una insurrección espontánea tiró al gobierno radical de la Alianza de De la Rúa, donde hubo 39 muertos y los responsables políticos siguen caminando por las calles, debemos seguir levantando bien alto las banderas de la lucha de clases, sacar lecciones de los acontecimientos y superarlos para triunfar.

    La sub burguesía argentina sacó lecciones de esos acontecimientos y uno de sus mejores alumnos fueron los K, que pudieron garantizar salvaguardar el semi Estado y sus instituciones y cuidar los negocios de la burguesía y el imperialismo, pero solo de forma transitoria e inestable. Lograron cooptar a gran parte de los organismos de derechos humanos y a las organizaciones piqueteras que se habían formado al calor de la crisis. El movimiento piquetero influenciado por la izquierda sigue siendo a 20 años de aquellos acontecimientos un actor importante en los procesos de lucha.

    El temor al 19 y 20 no es tanto que se repita, sino que está muy fresco en la memoria colectiva y gran parte de los que participaron en esos acontecimientos siguen siendo parte activa de las luchas a lo largo de estos 20 años. Una nueva generación nació a la lucha en esos días, o hizo sus primeras armas en la acción, y aún no ha agotado sus fuerzas y no ha sido derrotada físicamente y eso es un peligro latente para la burguesía. El macrismo aun recuerda el fin de su gobierno en los eventos en las afueras del Congreso cuando se trataba la ley de movilidad jubilatoria.

    Debemos pelear en contra del acuerdo con el FMI, con el cual todas las fracciones burguesas tiene acuerdo, la disputa por el presupuesto que dieron en el Congreso lo demuestra, donde tanto el PJ como la oposición se peleaban por el nivel del ajuste.

    Por eso es necesario un Congreso de delegados de base con mandato, que vote un plan de lucha unificado entre estatales y privados, que organice a los desocupados y trabajadores en negro, y prepare un PARO NACIONAL ACTIVO, con ocupaciones de fábrica, de edificios públicos, cortes de ruta, piquetes y bloqueos de los parques industriales, por el aumento inmediato del salario y jubilaciones hasta equiparar el costo de la canasta familiar, indexado al aumento de la inflación, la eliminación del impuesto al salario, contra el aumento de tarifas y de precios y el pase a planta de todos los contratados y trabajadores en negro.

    Este va a ser un gran primer paso para reunificar las centrales en una sola y fuerte organización que permita centralizar la lucha y echar a los burócratas.

    Por eso, contra el desorden capitalista la tarea de los trabajadores de vanguardia es preparar la toma y puesta bajo control obrero de las multinacionales que expolian al país, tanto de la industria como del campo, para imponer el control de la producción por ramas de la industria y los servicios y la escala móvil de horas de trabajo y salario, que nos permitirá ejercitarnos en la lucha por el poder y la instauración de un gobierno obrero.

    Hace 20 años sectores de masas salieron a enfrentar el ataque sin organización, con direcciones reformistas y sin objetivos claros. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente y los trabajadores con la lucha, han alcanzado mediante la experiencia un acervo que les permite sacar conclusiones. Estas son: necesitamos un programa, una dirección y un método y organización obreros que nos permita no sólo resistir, sino ir por todo.

    Lamentablemente, las variantes estatistas y reformistas ponen miles de obstáculos para que se saquen lecciones del camino recorrido. Incluso muchas corrientes que se reclaman de izquierda y participan de las luchas obreras, como el FITU, no alejan a los trabajadores de la influencia de las instituciones patronales, sino que, precisamente, los acercan, con su electoralismo y legalismo. Por eso desde la COR peleamos por la independencia de clase y por el enfrentamiento a los capitalistas, su Estado y sus instituciones.

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