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Organizarnos contra el ajuste, votar en blanco en las elecciones

Martes, 24 Agosto 2021 20:15

Mientras los efectos de la pandemia siguen desarrollándose en el mundo, y cuando en Argentina estamos por entrar en la tercera ola con la variante delta, con solo 20% de la población con 2 dosis de la vacuna, el régimen burgués se prepara para elecciones de medio término. Estas elecciones continúan el mecanismo de las primarias (PASO), que la burguesía estableció en 2009 para tener una mayor injerencia estatal en los partidos y proscribir a minorías.

Los candidatos del FMI en sus distintas variantes

A dos años del comienzo de la pandemia, con la desastrosa política del gobierno de los Fernández para enfrentar al virus, coronada con el “Olivos gate”, el oficialismo en campaña nos pide el voto aduciendo que “estamos saliendo” y que pensemos en el futuro. La oposición de Cambiemos nos dice que ahora estamos peor que en el periodo de Macri y que ellos son la salvación, mientras los libertarios tipo Milei nos dicen que hay que enfrentar a la casta política para que venga otra casta política.

Más de 110 mil muertos por covid, 50 % de pobreza, 51% de inflación, pérdida del salario real del 25%, desocupación de más del 10%, miles de despidos y suspensiones y una caída de las condiciones de vida muestran no solo números de la coyuntura, sino un problema estructural del semi Estado argentino, que los distintos partidos burgueses, junto a la burocracia sindical y los empresarios, a través de los años, no solo no pudieron solucionar, sino que empeoraron, para favorecer a los grandes empresarios extranjeros y nacionales a costa de nuestra superexplotación.

Y ahora todas esas fracciones se preparan para garantizar el ajuste que hicieron en medio de la pandemia y llevarla a leyes que voten en el Congreso, para garantizar los requisitos que pide el FMI. El saqueo a los jubilados debe traducirse en una reforma previsional, los ataques a las condiciones laborales que sufrimos, en una reforma laboral, entre otras reformas que pide el FMI para renegociar la deuda externa.

Como marxistas no nos da lo mismo que los trabajadores voten en las elecciones a sus verdugos, por eso debemos abrir una deliberación al interior de nuestra clase en las fábricas, en los lugares de trabajo y en las organizaciones combativas de desocupados sobre la necesidad de discutir un programa de salida a la crisis y un balance de la política del gobierno ante la pandemia. Debemos organizarnos con delegados de base, comisiones internas, juntas internas y sindicatos recuperados en plenarios regionales que confluyan en un gran Congreso de delegados de base con mandato, que prepare los requisitos para luchar contra la burocracia sindical e impulse un paro nacional para imponer, mediante nuestros métodos, la dirección de la pandemia y saldar la crisis económica, sanitaria y social a la que nos han llevado. Es aquí donde se debe dar el Frente Único de la Izquierda, debemos poner en pie Oposiciones Sindicales Revolucionarias, con libertad de tendencia en su interior, para disputar la dirección del movimiento obrero a nuestros enemigos de clase en nuestras propias filas. También estamos llamados a unirnos a la lucha de los trabajadores y el pueblo pobre de América Latina, que ha salido a enfrentar a sus gobiernos.

La adaptación de la izquierda

Hay corrientes que se reivindican del trotskismo que se presentan a las PASO: el FITU, que presenta distintas listas internas entre los partidos que lo conforman, y el NMAS y Política Obrera. En primer lugar, es una política errada dirimir las diferencias entre organizaciones de izquierda a través de este mecanismo electoral en lugar de apelar a un Congreso Obrero para discutir de cara a la vanguardia. Además, consideramos que su política hacia las elecciones no expresa una condición mínima en el programa de los marxistas, que es la de la independencia de clase. En las filas del FITU conviven corrientes que apoyaron a las entidades del campo, fueron en alianzas electorales con políticos burgueses y en los sindicatos co dirigen, en algunos casos, con la burocracia sindical. Todas estas listas que se presentan tienen una característica en común, que es su estatismo, es decir, considerar que el Estado burgués, en esta época actual de descomposición, aún tiene posibilidades de cumplir un rol progresivo. Esto quedó bastante claro en la pandemia, cuando se le exigió al Estado (que, hemos de recordar, tiene una condición de clase, que es burgués) un sinfín de medidas estatales, como sistema único de salud, declarar de utilidad pública un laboratorio que produce vacunas, etc. Todos ellos naturalizaron la política reaccionaria de la cuarentena, que se impuso con los métodos del Estado y represión. No apelar a los métodos obreros para imponer nuestras demandas genera confusión en los sectores combativos, ya que no los llaman a confiar en sus propias fuerzas, sino en depositar ilusiones en instituciones que no son las nuestras.

En el plano internacional, sus organizaciones hermanas han llamado a votar a Haddad del PT en Brasil, a Arce en Bolivia, o a Pedro Castillo en Perú, es decir, a nuestros verdugos, en nombre de que no gane la derecha, definición que expresa su adaptación a la opinión pública y no una política revolucionaria.

Para nosotros la participación en las elecciones es una cuestión secundaria y subordinada a la necesidad de intervenir en ese escenario para dar una lucha política y que no sea la burguesía la que influencie a los trabajadores y los lleve a la conciliación de clase. No vemos en las listas de izquierda que se presentan un combate consecuente con esta orientación. “Ser tercera fuerza”, “renovar a la izquierda”, “revolucionar a la izquierda” y demás consignas por el estilo son eslóganes electorales que nada tienen que ver con nuestro objetivo revolucionario. Organicémonos contra el ajuste, votemos en blanco.

 

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  • Otra derrota en medio de la crisis

    El gobierno no pudo remontar los resultados de las PASO y volvió a sufrir una derrota en las elecciones del 14 de noviembre, donde perdió a nivel nacional contra Juntos por el Cambio, por más de 8 puntos. El oficialismo ya no tiene el quorum en el senado y se sigue discutiendo la cantidad de diputados en la cámara para cada fuerza. Donde hizo una remontada fue en la provincia de Buenos Aires, pero también perdió ante Juntos por 1 punto de diferencia.

    Fue una de las elecciones con menor concurrencia de la historia y se expresó el llamado voto bronca, por fuera de las dos grandes coaliciones, recibiendo un mayor caudal de votos tanto la derecha, expresada por Milei y Espert, como la izquierda parlamentaria del FITU, que logró 4 diputados nacionales e hizo una gran elección en el conurbano bonaerense.

    El gobierno, consciente de que iba a perder, lanzó en un discurso grabado del presidente un llamado a discutir en el Congreso el acuerdo con el FMI. En ese discurso reconoció que la ley de presupuesto, con el pomposo nombre de "plan plurianual", está consensuada con el FMI. A tan solo algunas horas de terminados los comicios, con los que llamaron a las masas a "cumplir con su deber democrático", mostraron el verdadero rostro de la democracia burguesa: cada dos años debes elegir a tus verdugos, en este caso, los representantes para subordinarse a la agenda del FMI. En el acuerdo con este organismo imperialista no hay diferencias entre las distintas fracciones burguesas y pequeño burguesas que conforman las coaliciones electorales, los matices son sólo sobre cómo deben aplicar las medidas que éste pretende imponer para el acuerdo.

    Ante el escenario que ha quedado en las dos cámaras legislativas, donde la oposición tiene más peso de negociación y poder de veto para trabar algunas leyes, el gobierno ha definido buscar el consenso político para gobernar los próximos dos años imponiendo los mandatos del imperialismo y el FMI en organismo como el Consejo económico y social, donde puede acordar con los empresarios, los movimientos sociales y la burocracia sindical. De esa manera buscará debilitar el poder de la oposición burguesa en medio de una crisis económica, política, social y sanitaria que las elecciones no han despejado, sino que han acelerado.

    Para que este plan de supervivencia del gobierno funcione, debe revitalizar al peronismo decadente, e intentar mostrar unidad dentro de las distintas alas. Alberto pretende apoyarse y dar más poder a los intendentes, gobernadores y, centralmente, a la burocracia sindical, a la que necesita para imponer la reforma laboral y jubilatoria que exige el FMI. A esto apunta el acto en Plaza de Mayo para el miércoles 17/11, convocado por la CGT. De esa forma tendría más poder de fuego para sentarse a negociar con la oposición burguesa los equilibrios de poder en un semi Estado.

    Es evidente que en este plan no están contemplados los trabajadores y el pueblo pobre, somos sobre los que quieren descargar la crisis para garantizar el pago de la deuda externa con el FMI y sostener los negocios de quienes ellos representan, los grandes empresarios internacionales y nacionales de la industria y el campo.

    Debemos organizarnos para enfrentar el ajuste y los planes de reformas que prepara el gobierno en alianza con la oposición burguesa, los empresarios, la iglesia y la burocracia sindical.  Este ataque a los trabajadores vendrá con represión y criminalización de la protesta, como lo podemos ver en la condena a los compañeros Arakaki y Ruiz, del PO y PSTU respectivamente, por luchar contra la reforma laboral del anterior gobierno. Aunque formalmente intenten mostrar que la pelea va a pasar por el Congreso, la lucha real va a estar en las calles, en los sindicatos y lugares de trabajo, es ahí donde podemos golpear con fuerza a nuestros enemigos de clase.

    Debemos enfrentar el acuerdo con el FMI con los métodos de la clase obrera. Llamamos a un Congreso de delegados de base con mandato que prepare las condiciones para un Paro general, para recuperar todo lo perdido por la pandemia y desarrollar una vanguardia obrera que expulse a la burocracia de nuestros sindicatos y sea un embrión de la construcción de un partido revolucionario, como sección de la reconstrucción de la IV internacional.  

  • De frente y con todo

    Después de la PASO

    El Frente de Todos recibió en las elecciones PASO del 12 de setiembre una de las peores derrotas del peronismo unido de los últimos años, perdiendo en 17 de las 24 provincias y, principalmente, siendo derrotado en la provincia de Buenos Aires por Juntos (nuevo nombre de Juntos por el Cambio, alianza del PRO y radicales).

    Si bien las elecciones PASO son internas abiertas, que no definen cargos electivos, delinean la situación de los partidos políticos. Ante la debilidad de éstos para organizar a sus afiliados, es la intervención del Estado la que permite dirimir las diferencias y proscribir a las minorías con un piso del 1,5% para participar de las elecciones, que este año se van a realizar el 14 de noviembre. Esta instancia se toma como un plebiscito de la gestión del gobierno de turno y sirve para conocer el humor social. Teniendo en cuenta esta característica, los resultados mostraron un fuerte castigo al gobierno de los Fernández, que se expresó en el voto a la oposición burguesa, en este caso los ex Cambiemos; a expresiones liberales, a la izquierda parlamentaria y también en el voto en blanco y en el 67% de participación, un numero bajo si se toman otras elecciones.

    Debemos decir que estas elecciones se dieron en medio de una pandemia y una crisis social, sanitaria y económica nunca vista, donde tanto el gobierno como la oposición burguesa tratan de mostrar un escenario post pandemia en medio de una posible tercera ola con la variante delta. La derrota del gobierno es la expresión distorsionada del balance de un sector de masas a la dirección política de la pandemia y sus consecuencias, con más de 120 mil muertos, un desmanejo del plan de vacunación, el “Olivos gate” y la imposición de un ajuste brutal a las condiciones de vida de la gran mayoría. Y otro sector votó en contra del gobierno porque no expresa a las fracciones de clase que ellos defienden, más aliados al capital extranjero y los grandes capitales del campo y la industria.

    Insistimos con la idea de que se trata de una “expresión distorsionada” porque, como marxistas, sostenemos que las derrotas a los gobiernos se dan en los procesos de la lucha de clases y no en los mecanismos burgueses como son las elecciones. Es decir, se expresó de forma pasiva un descontento social, que coyunturalmente puede capitalizar la oposición burguesa, pero el desarrollo de los elementos más estructurales de la crisis aún subsiste y pueden expresarse de forma convulsiva si la situación se sigue agravando.

    En este contexto, el FITU capitalizó parte de este descontento, suplantando la propaganda socialista por el marketing político. Quizás hemos presenciado una de las peores campañas desde que se fundó el FIT, allá por el 2011, pero que le dio frutos electorales como para que no se cuestionen nada de lo hecho.

    El gobierno ha quedado muy debilitado e intentará que la derrota sea más decorosa en noviembre, pero no tiene nada para mostrar ni dar. Debe acordar con el FMI y la oposición burguesa, continuar el ajuste y llevar al Congreso las reformas que exige este organismo imperialista, como la laboral y la previsional. En este aspecto no hay diferencias con la oposición. El problema es que debe hacerlo en su momento de mayor debilidad. Tendrá que apelar a la burocracia sindical, que sigue avanzando en su desprestigio en las filas obreras después de su actuación en la pandemia y su apoyo al ajuste a los salarios de los trabajadores activos y pasivos.

    Desde la oposición le sugieren que Massa sea el jefe de gabinete. Sueñan con una suerte de primer ministro a la europea y que el presidente sea un sello. Un sueño de los republicanos de una semicolonia, que olvidan que son una burguesía débil y que está sostenida por el imperialismo.

    La clase obrera debe tener en claro que nada bueno vendrá de nuestros verdugos, que cada dos años prometen solucionar todas nuestras demandas. Debemos abrir una deliberación al interior de nuestra clase en las fábricas, en los lugares de trabajo y de estudio, y en las organizaciones combativas de desocupados, sobre la necesidad de discutir un programa de salida a la crisis y un balance de la política del gobierno ante la pandemia. Organizarnos desde los delegados, comisiones internas, juntas internas y sindicatos recuperados en plenarios regionales que confluyan en un gran congreso de delegados de base con mandato, que prepare los requisitos para luchar contra la burocracia sindical e impulse un paro nacional para imponer, mediante nuestros métodos, la dirección de la pandemia y saldar la crisis económica sanitaria y social a la que nos han llevado. Unirnos a la lucha de los trabajadores y el pueblo pobre de América Latina que ha salido a enfrentar a sus gobiernos es otra de nuestras tareas inmediatas.

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