A casi 60 años del aniversario de la revolución cubana, la burocracia castrista ha diseñado una reforma constitucional abriendo un periodo de “consulta” que culminará en un referéndum hacia fines de año con el supuesto objetivo de lograr una “actualización del modelo político y social”.
El principal cambio a la constitución incluye la incorporación de la “propiedad privada” como una “nueva” forma de propiedad (actualmente rige la cooperativa mixta, la estatal y el cuentapropismo). Adicionalmente se elimina la aspiración al “comunismo” y se lo reemplaza con una definición de “Estado socialista de derecho”. También se realizarán algunos retoques al sistema político creando la figura de Presidente y Primer Ministro (limitando a 2 periodos de 5 años el mandato y a un máximo de 60 años al candidato de primera instancia), además de eliminar las “asambleas provinciales de poder popular” creando a cambio un gobierno provincial con un consejo anexo.
Mientras discurre esta propuesta también han realizado una serie de cambios administrativos para agilizar la inversión extranjera en lo concerniente a la provisión de trabajadores intentando dinamizar proyectos actualmente estancados como el del puerto de Mariel que pretendía ser un puntal de la apertura económica.
El gobierno de Miguel Díaz Canel y Raúl Castro pretende profundizar la orientación reformista iniciada en el 2014 en la época de Obama a partir de la política de “descongelamiento” de las relaciones con el imperialismo norteamericano. Esta política de apertura controlada, acelerada a partir de las crisis de las fracciones burguesas latinoamericanas (como la venezolana o la brasileña) que asistían política y económicamente a la isla, ha visto un nuevo congelamiento con el gobierno de Trump. En su ofensiva hacia su patio trasero, el gobierno norteamericano, revirtió esas políticas con medidas tales como el retiro de diplomáticos motivado por un supuesto ataque acústico o la prohibición a los turistas a que visiten la isla en hoteles “controlados” por las fuerzas armadas cubanas, etc.
En su intento de imponer un nuevo orden mundial, la política del amo del norte, pretende que se agudice la crisis de la endeble economía de la isla alimentando la vieja y sostenida línea de provocar mediante el bloqueo económico y la presión imperialista un cambio de régimen que de inicio a una proceso de asimilación de Cuba al imperialismo mundial, nuevamente como una colonia norteamericana. Este tipo de política implicaría una destrucción de la casta burocrática gobernante o una desintegración del aparato burocrático-militar regido por el PC-Cubano y la Fuerzas Armadas ligadas al mismo.
La política de apertura controlada de la burocracia, buscando en parte su propia supervivencia, persigue conservar el control del aparato estatal y desarrollar un sector burgués que pueda ser el beneficiario de la misma. Con políticas como la aprobación de la propiedad privada pretenden llevar adelante, en este modelo de “Estado socialista de derecho”, una transición como la China donde se convirtió un importante sector de la burocracia estatal en una proto-burguesía cuyo rol social aún se encuentra indefinido dentro del sistema capitalista, ya que choca en su proceso de asimilación con la misma descomposición y decadencia del capitalismo mundial.
La crisis corroe la isla
Actualmente la economía cubana no pasa de ser una economía de subsistencia. La debilidad del apoyo de socios internacionales, junto con la profundidad de la crisis de toda la región centroamericana, hacen que las políticas de “planificación” del Estado vayan orientadas casi exclusivamente a solucionar los problemas de la carestía de la vida tales como servicios básicos, de alimentación, transporte o apalear los efectos de los desastres naturales como el huracán “Irma” o la tormenta subtropical “Alberto” de graves consecuencias para la población.
La presión inflacionaria en un país con dualidad monetaria y cambiaria, aumentan la presión al incremento del gasto estatal, con el fin de mantener servicios básicos de salud, educación o la cada vez más magra “libreta de abastecimiento”.
Parte de esta política ha sido la de impulsar el trabajo por cuenta propia, que agrupa a actividades diversas de servicios, tales como de servicios de alimentación, transporte, arrendamiento de habitaciones, etc, es decir se ha desarrollado una mínima estratificación social que agrupa a más de medio millón de trabajadores en esta actividad, donde un sector no llega a convertirse en una pequeñoburguesía consolidada por la misma crisis y por el control que ejerce la propia burocracia estatal, que impide que se desarrolle un sector que socave las bases de su dominio, al menos momentáneamente.
La perspectiva comunista
La eliminación de la palabra “comunismo” de la constitución como fin último que persigue el Estado cubano, no implica mayores cambios en la orientación de la propia burocracia castrista. Es la reafirmación de que buscará una transición ordenada mediante las reformas y con la ayuda del mercado capitalista (la atracción de capitales y desarrollos regionales o “municipales”) dirigirán un proceso de apertura para aggiornar a Cuba al sistema imperialista. Sin embargo, la profundidad de la crisis del capitalismo imperialista, la crisis social que se agudiza en toda la región caribeña hacen muy improbable ningún avance significativo de esta política de asimilación al imperialismo, sin contar la política del gobierno de Trump que se encamina en otro sentido.
Desde el mismo nacimiento de la revolución cubana la perspectiva de avanzar, no digamos hacia el comunismo, sino hacia el socialismo como estadio inferior de aquel, quedó trunco. La perspectiva nacional de la dirección pequeñaburguesa de aquel proceso llevó a la conformación de un Estado obrero como símbolo de que en la época imperialista ya no hay lugar para nuevas revoluciones de tipo nacional-democrático, ni para nuevas formaciones estatales burguesas. El ala izquierda de esa dirección (representada por el Che) impulsó un internacionalismo de tipo tercermundista que impulsó los procesos de liberación nacional alejándolos al mismo tiempo del desarrollo de la propia lucha de clases y con ello del rol central que debe ejercer el proletariado en los procesos revolucionarios. La misma contradictoria, aunque abnegada, impotencia del método guevarista llevó a la vanguardia del continente a diversos experimentos foquistas alejándose de la experiencia y desarrollo de la clase obrera. Así Cuba a su modo copió la estructura de los aparatos estatales de la URRS y los países del Este, y su dirección , apoyándose en las conquistas de la revolución, fortaleció dicho aparato y vivió en el aislamiento acicateado por la presión imperialista constante y los vaivenes del mercado internacional; una perspectiva contraria al desarrollo de las tendencias socialistas que deben desplegarse en la revolución internacional, como contratendencias a las leyes capitalistas, al tiempo que debilitar y extinguir todo aparato de Estado.
Hoy la crisis por la que atraviesa Cuba, debe contar con la formación de un fuerte núcleo revolucionario al interior de Cuba que luche por desarrollar un proceso de revolución política de la mano de la lucha del proletariado internacional, en particular el norteamericano y pelear por una Federación de Estados Socialistas de América. Para hacer resurgir las conquistas de la revolución cubana, ésta debe desarrollarse en el plano internacional y de la mano del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional reconstruida, que como dirección consciente enarbole las banderas de lucha por el socialismo mundial como fase inferior de la sociedad comunista.