Mientras Milei festeja una recesión que va camino a una depresión, el índice de inflación de 8,8 % y un superávit fiscal dibujado a base del no pago de deudas y ajuste a los jubilados, los trabajadores sólo vemos el deterioro de nuestros salarios y una tremenda ola de despidos.
En el parlamento se está discutiendo cómo se ordenan las distintas fracciones burguesas, cuál gana y cuál pierde, siempre continuando el ataque a nuestra clase. Nosotros debemos organizarnos, no sólo para rechazar estas leyes anti obreras, sino para ubicarnos como dirección alternativa a este desorden económico, político y social.
Asistimos a un festival de lobistas berretas de semicolonia que intentan mantener sus negocios ante el avance de un gobierno que se alió al imperialismo y el capital financiero para modificar la forma de dominación en nuestros semi Estado y su relación con el imperialismo. Pero estos lobistas no actúan solos, sino que cuentan con la inestimable ayuda de la burocracia sindical para garantizar sus negocios, allí podrán encontrar a las direcciones de los sindicatos petrolero y minero (para nombrar algunos). negociando la explotación de Vaca Muerta y el litio. Otra parte de la burocracia sindical se desespera por vender caro su poder de contención y presión para mantener sus privilegios y su relación con el semi Estado, que le permiten sostener su poder de fuego. En todo este escenario queda claro que ninguna de estas variantes de la burocracia está defendiendo nuestros intereses como clase, sino que están permitiendo que sigan avanzando con el deterioro de nuestros salarios, de nuestras condiciones laborales y con la ola de suspensiones y despidos en todo el país.
Pero la realidad es terca y no vamos a aceptar de forma pasiva el brutal ataque de los gobiernos nacional y provinciales. Así lo demuestran la lucha del Sindicato del neumático SUTNA ante los despidos; la lucha de los metalúrgicos en todo el país, con acciones importantes en Córdoba (por ejemplo, contra los despidos en algunas fábricas como WEG); la lucha generalizada de los trabajadores de Misiones, que salieron a confrontar con su gobierno ante los paupérrimos salarios docentes y de estatales. En esta provincia la policía aprovechó la situación para pedir aumento de sus haberes y cotizar mejor su rol de represores y fuerza auxiliar garante de la seguridad de los intereses capitalistas. Jamás la policía va a ser nuestra aliada, no son trabajadores. Los trabajadores de Misiones, por sus acciones, tienen la autoridad de llamar a un paro nacional para que triunfen sus demandas y fortalecer todas las luchas que se están dando en el país contra los despidos y el ajuste y por la recomposición de los salarios.
Lo único que tiene claro el gobierno es que tiene llevar adelante el ajuste a los trabajadores a toda costa, por eso inauguró su mandato con el “protocolo antipiquetes” y gasta millones en operativos de represión y amedrentamiento. El pasado 13 de mayo se realizaron violentos allanamientos a organizaciones piqueteras, en un claro acto de persecución política. Asimismo, el 17 de mayo se allanó el domicilio del dirigente de ATE Río Cuarto de Carlos Rang, un día después de que su organización realizara un escrache la Fundación Mediterránea. Tenemos que enfrentar estos ataques con lucha y organización.
El empantanamiento de la aprobación de la “ley bases” en el Senado, la postergación del “pacto de mayo” y la aceleración de la crisis exige preparar los procesos de la lucha de clase para que golpeen en donde más le duele a la burguesía, que es en la producción, y que no sean desviados a la agenda parlamentaria con la idea de reforzar las instituciones del Estado.
Demostramos nuestro potencial en el último paro y vimos cómo la burocracia al otro día ya se preparaba para negociar migajas. Más patético fue el rol del radicalismo después de la masiva marcha educativa, que se montó sobre esa masividad para negociar sus votos en el Senado por unos pesos más para la UBA. Mientras el PJ sigue con sus peleas internas y jugando al desgaste del gobierno para ganar tiempo y rearmarse para las próximas elecciones.
Entramos a un escenario convulsivo con direcciones contrarrevolucionarias, por lo que una de las tareas centrales es recuperar nuestras organizaciones y expulsar a la burocracia de nuestras filas. Impulsemos un congreso de delegados de base con mandato que imponga un paro nacional de 36hs.; por la reincorporación de todos los despedidos; apertura de los libros de las grandes empresas para mostrar la falsedad de la crisis; por la reapertura de las paritarias y un aumento de salario igual a la canasta familiar. Tenemos que ampliar las funciones de los sindicatos y llevarlos a que cumplan un rol más allá de los límites que les pone la burocracia, es decir, que levanten un programa transicional que prepare las condiciones para la lucha por el poder: ocupación de las fábricas, control obrero de ramas de producción, escala móvil de salarios y horas de trabajo. Estos elementos del programa transicional requieren que no sólo recuperemos los sindicatos, sino que pongamos en pie un partido revolucionario para centralizar las tareas en el camino de una revolución obrera y socialista y un gobierno obrero.