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Hacia un pacto de la casta

Sábado, 02 Marzo 2024 14:42

02/03/2024

El 1 de marzo, Milei abrió las sesiones ordinarias del Congreso en Asamblea Legislativa. En el discurso intentó mostrar alguna fortaleza, cuando el gobierno es muy débil y sin poder político. Los ejes principales se centraron en denunciar la pesada herencia que recibió, la mejora de la macroeconomía ante el ajuste y la necesidad de reformas estructurales ya sea con acuerdo parlamentario o por decreto. Reforzó las ideas represivas y el ataque a los sindicatos, a las organizaciones piqueteras y a los trabajadores. Despotricando contra los que defienden sus privilegios, anunció su proyecto de ley “anti casta”, mediante la cual pretende atacar a los sindicatos con una supuesta democratización. De esta manera, pone en evidencia que la esencia de su gobierno encarna el objetivo histórico de los capitalistas: libertad para el mercado y fuerte intervención estatal para los sindicatos.  Desde esta perspectiva, es fácil descubrir el hilo que une a Milei con el resto de los gobiernos, sean peronistas, radicales o macristas variopintos: reforzar la estatización de las organizaciones sindicales para tener controlado a su auténtico enemigo y al que realmente le temen: la clase obrera.

Luego de tanto despliegue de resentimiento en las redes, tuvo que llamar al dialogo a la casta y pedirles un “Pacto del 25 de mayo” (fecha patria en la Argentina), que propone 10 puntos para refundar el país. A cambio, les exige la aprobación en el Congreso de la fracasada ley ómnibus y un pacto fiscal.  Se trató de una jugada anticipada ante una posible caída del DNU que impuso ni bien asumió el cargo de presidente y que constituye por ahora la única herramienta que le queda para sostener el ajuste brutal hacia los trabajadores.  Si los gobernadores lograban sortear las maniobras dilatorias de la Vice Villarruel y obtenían el rechazo en el Senado, habría significado una debilidad extrema del gobierno y habría abierto una posibilidad más concreta de forzarlo a un gobierno de coalición, lo cual podría implicar la destrucción de su partido, La Libertad Avanza (LLA).

La propuesta del “Pacto de Mayo” busca emparchar el debilitado régimen político argentino, que está atravesando la crisis histórica de su último pacto entre castas, que fue el Pacto de Olivos y la reforma constitucional del ‘94.  Se trata de un nuevo intento de pacto anti obrero y de sumisión al imperialismo.

Argentina nunca logró, a pesar de los diversos intentos históricos, resolver del todo la arquitectura jurídica institucional del federalismo y la relación de las provincias con el Estado central. La concentración asimétrica de los puertos, el carácter parasitario del Estado con respecto a la producción exportadora de commodities generaron y generan grandes contradicciones en el precario sistema productivo nacional. Esto se intentó resolver con la reforma constitucional del ‘94, cuando el ex presidente Menem estableció provincialización de los recursos naturales, aunque la recaudación impositiva queda en manos del gobierno central.  Para paliar esta situación perjudicial, se estableció la llamada “coparticipación federal”, mediante la cual el Estado nacional reparte una porción de lo recaudado a las provincias. Otro motivo de la coparticipación es que los Estados provinciales más débiles tienen muchas dificultades materiales para recaudar los impuestos, por lo que dejaron esta tarea a los sabuesos de la DGI, hoy AFIP. Esta coparticipación ha servido, por un lado, como moneda de cambio para acuerdos políticos de todo tipo con los gobernadores provinciales y, por el otro, para aplacar disputas territoriales. Los impuestos son, juntos con la renta agraria, los intereses, la ganancia capitalista, una cuotaparte de la plusvalía que estos zánganos nos extraen como clase obrera; los revolucionarios no luchamos por redistribuir mejor los impuestos sino por acabar con la explotación del trabajo asalariado.

Después de la caída de la ley ómnibus, el gobierno tuvo que recalcular y acelerar el ajuste a las provincias y el ataque a las masas para intentar convertir esa debilidad en fortaleza. Recortó la coparticipación con diferentes excusas, enfrentándose a gran parte de los gobernadores, donde se destacó la “liga de los patagónicos”, provincias mayormente petroleras, que no escaló más porque una resolución de un juez le dio la razón a la provincia de Chubut, que había amenazado con cortar el envío de gas y petróleo si no le giraban los fondos.

 Si bien el gobierno nacional dice que va a apelar el fallo, en los hechos se produjo una tregua. Detrás de los discursos encendidos se escondía el plan de Caputo, el negociador financiero del gobierno, que implicaba, mediante el recorte de los fondos a las provincias y el no pago de la deuda a los sectores intermediarios de la energía, mostrar un “superávit” financiero engañoso ante el FMI, con el fin de obtener más crédito. Esto se empantanó porque quedó en evidencia que no sólo este superávit, sino la ausencia de déficit, son muy precarios y no pueden ser sostenibles en el tiempo, como advirtieron los mismos representantes del organismo.

El slogan de “motosierra y licuadora” de Milei, combina recorte de gastos y licuación de los salarios de los trabajadores activos y pasivos. Es decir, es una fenomenal transferencia de recursos y ganancias a los grandes capitales extranjeros y el sector “nacional” relacionado con estos últimos. Todo complace a una fracción burguesa y pequeñoburguesa que festeja la sumisión al imperialismo y su disciplinamiento. Pero a pesar de este escenario, sus jefes en el FMI están desesperados por advertirle, como también lo hizo el Papa Francisco, que los votos no son base política ni social para dirigir una semi colonia y que si los procesos de lucha de clases se radicalizasen más desestabilizaría la región y abriría posiblemente un proceso más convulsionado en América Latina.

La profundización de la penetración imperialista en la región fue reconfigurando y descomponiendo a las débiles burguesías, al proletariado y sus instituciones estatales. Esas condiciones especiales de poder estatal, que son una característica de los bonapartismos suigéneris, se tornan aún más débiles e inestables ante la crisis de los partidos nacionales, de los frentes populares en forma de partido, el parlamento, la figura del presidente, etc. Esta descomposición de las instituciones, en definitiva, la crisis de la democracia pequeñoburguesa propia de las semicolonias hace que el poder estatal entre en una crisis histórica y casi sin salida.

Milei muestra de forma descarnada este fenómeno, ya que es un gobierno débil, sin poder en el congreso, sin gobernadores, sin partido. Ante el fracaso de variantes estatistas, populistas y liberales que lo precedieron, un sector se expresó a favor de esta variante decadente del régimen burgués a través del voto. Es tan débil que, obviamente, debe buscar el apoyo del imperialismo y asentar su poder en una supuesta opinión pública, que, como se sabe, va a oscilar según los acontecimientos y la situación.

Pero entonces, ¿por qué aún se sostiene? Por ahora ha podido resistir fundamentalmente gracias a las direcciones pequeñoburguesas del PJ, el PRO, la UCR, los empresarios y la burocracia sindical. Ya que ante todo defienden al sistema capitalista y al Estado burgués y su forma de dominación, que es la democracia burguesa. El PJ y sus satélites ayudan haciendo tiempo, ya que aún no pueden postularse como recambio burgués y aún se sigue desarrollando la crisis dentro su movimiento luego de la derrota electoral. El PRO y la UCR, preparándose para ser recambio o hacer una coalición. Los empresarios, mediante los gobernadores, negociando su nueva relación con el imperialismo para no quedar sólo como una burguesía rentista. La burocracia sindical tratando de contener a los trabajadores, defendiendo la estatización de los sindicatos y actuando como agente de la burguesía en las instituciones obreras, mientras se pauperizan nuestras condiciones de vida.

Después del discurso de apertura de sesiones parlamentarias ha quedado claro que buscan una unidad burguesa para enfrentar a los trabajadores y que los trabajadores debemos organizarnos de forma revolucionaria para enfrentar este ataque y este pacto que preparan. Enfrentar a Milei y a toda la oposición pequeñoburguesa que por omisión o complicidad no lo enfrenta es luchar por el poder de la clase obrera como caudillo de la nación oprimida. Debemos forjar la unidad internacionalista con los trabajadores de la región como el proletariado brasilero, chileno, colombiano, peruano, boliviano para nombrar sólo algunos, en una lucha antimperialista que logre la solidaridad del proletariado norteamericano, para derrotar los planes imperialistas, que discutieron en el último G20 en Brasil y dar una salida revolucionaria a la crisis mundial y las guerras en curso.

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