Después de varias vacilaciones, como por ejemplo el nombramiento de Batakis en el ministerio de economía, la aparición de Massa como “superministro” es la demostración del nivel de crisis del peronismo, que debe entregar el poder y el gobierno a la dirección directa del imperialismo norteamericano. Massa expresa la fracción más pro yanqui de la coalición, por eso los mercados respondieron a favor de su designación, esperando que un agente directo de sus intereses sea el garante de que se cumpla el acuerdo con el FMI y los fondos privados mediante el ajuste acordado en dicho pacto.
El imperialismo norteamericano es consciente de que solo el peronismo, aun en ruinas, y no la oposición burguesa de JxC, puede lidiar con las masas en los ataques que se están desarrollando y los que están por venir es por eso que son los mayores sostenedores de este gobierno, supervisando con visitas cada tres meses la gestión, para que no caiga y genere un descalabro en la región.
La designación de Massa y sus superpoderes es también una jugada política para intentar armar una especie de unidad burguesa por si fracasa una de las últimas balas que le queda al gobierno de Alberto y Cristina.
Por eso en el título decimos “su Argentina”, porque es evidente que no van a defender los intereses de las grandes masas, sino preservar los negocios de los grandes empresarios industriales y del campo, ya sean nacionales como internacionales, con la inestimable ayuda de la burocracia sindical de la CGT, la CTA y las organizaciones piqueteras cooptadas. Massa expresó en uno de sus mensajes en las redes su consigna: “orden”. Es decir, unidad burguesa para atacar al proletariado.
No hace falta torcerles el brazo, con solo una palmada ya caen arrodillados ante los reclamos de los empresarios y las patronales. Massa prepara un ajuste ortodoxo, que cuenta con acuerdo burgués, así como también al interior de la coalición, para salvar no solo a sus amigos como Vila, Manzano, Midlin y las empresas norteamericanas, sino a gran parte de la burguesía nacional. De esta manera también pretende legalizar los ataques realizados en la pandemia y la devaluación provocada por la reciente corrida, que se expresó en los aumentos de precios. Si logran una relativa estabilidad, el próximo paso será ir por la reforma laboral, legalizando los avances sobre los CCT que vienen haciendo, y el resto de reformas que reclama el imperialismo. En términos generales, de eso se trataría la hoja de ruta dictada por el FMI que deberán llevar a cabo.
Debemos organizarnos para enfrentar esta embestida. Si bien reivindicamos los procesos de lucha de clases del 2001 por haber tirado a un presidente, debemos sacar lecciones de ellos para que podamos superar los límites que tuvieron esos levantamientos en cuanto a dirección y organización. Es reaccionario el planteo de Grabois de “saqueos y sangre”, que como buen defensor de la burguesía, quiere un caos que no salga de los límites de la legalidad burguesa y que otro sector burgués tome las riendas del régimen, como sucedió en el 2001 o con el famoso “hay 2019” del peronismo después de los procesos en el Congreso contra el gobierno de Macri.
Nosotros como revolucionarios estamos a favor del caos, pero sin métodos anárquicos, es decir, debemos dotar a los procesos de una dirección revolucionaria y organización de los trabajadores en la necesidad de la lucha por el poder y la destrucción del Estado burgués. Preparar esas condiciones es tratar de ubicarnos como dirección de una minoría activa al interior de los sindicatos y nuestros lugares de trabajo con un programa de salida a la crisis que pueda organizar a un sector de vanguardia que expulse de nuestras filas a la burocracia sindical garante de este gobierno y enfrente el plan del FMI. Debemos organizar un Congreso de delegados de base con representación del movimiento desocupado que vote la preparación de un paro general y plan de lucha para imponerlo a la CGT y CTAs.
Poner en pie una dirección revolucionaria organizada en un partido cuarta internacionalista es la tarea del momento, cualquier atajo, ya sea parlamentario, o movimientista es confusionista y permite ganar tiempo al enemigo.
¡Por un gobierno obrero!
¡Abajo el gobierno de Alberto y Cristina!