Los días 20 y 21 de noviembre realizamos en Buenos Aires el XV Congreso de la COR con delegados de distintas regionales y delegaciones de la TRCI de COR Chile y LOI Brasil. En estos días debatimos con los delegados y las delegaciones internacionales una caracterización del periodo actual a nivel nacional e internacional y las tareas que se desprenden para los revolucionarios en medio de una crisis mundial y una pandemia que, lejos de haber terminado, se sigue desarrollando y acelerando las contradicciones de un sistema capitalista en crisis. Se desarrollaron discusiones muy ricas, de las cuales solo reflejaremos algunos elementos relevantes, muy sintéticamente, a continuación.
La pandemia continúa
A dos años de la aparición de la pandemia, podemos decir que la burguesía logró imponer lo que en su momento denominamos un “ensayo general reaccionario”, para salvaguardarse como clase ante el avance del virus. Sin embargo, esto no estuvo exento de importantes contradicciones, especialmente en cuanto a que el sistema capitalista tuvo que mostrarse tal cual es y quedaron expuestos los métodos con los cuales defiende sus intereses de clase. De esta manera, los daños colaterales de las decisiones imperialistas resultaron en procesos de masas y, en algunos lugares, tendencias a la huelga general. Tuvieron que cambiar de mando imperialista con la derrota de Trump y el triunfo de Biden en medio de la pandemia; sucedió el asalto al capitolio; se dieron procesos de masas en América Latina; se agudizó en Medio Oriente, centralmente en Palestina; sigue abierta la crisis de la Unión Europea y otros procesos producto de la crisis económica, política y social que aceleró la pandemia. Aún deben lidiar con las consecuencias y con la debilidad de sus gobiernos para imponer las reformas o lo que denominamos el “nuevo pacto entre capital y trabajo”, que la pandemia pospuso, pero que ahora obliga a acelerar esos planes para pagar las crisis
El proceso de crisis mundial se encamina a una recesión aguda con tendencias a una depresión y podemos decir que lo que prima en el estadio general del capitalismo no es el estancamiento (relación entre auges cortos y crisis), sino más bien en una tendencia a declinación de las fuerzas productivas. La tendencia a la depresión económica se asienta en las dificultades de recuperación de las grandes potencias, en un escenario que ellos mismos han denominado “post pandemia”, al cual hay que sumar procesos de crisis de deuda y la aparición de una tendencia inflacionaria que no se veía desde hacía muchos años en las grandes economías. Si bien tanto el crecimiento de China, como el aumento de las materias primas han servido a algunos sectores de la burguesía para sostener un discurso optimista de que “lo peor ya pasó”, para dar la idea de una nueva puesta en marcha de la economía, el hecho de que aún subsiste la pandemia, en sus distintas variantes, como la situación desigual de las economías de los principales países, pone de manifiesto la fragilidad de estos argumentos.
Estados Unidos y la crisis de dirección imperialista
En Estados Unidos Biden está tomando muchas de las líneas de Trump y las está profundizando. La diferencia es que trata de apelar a las instituciones de posguerra que están totalmente en crisis. Lo hace tratando de recuperar la hegemonía norteamericana, debilitada en los últimos años. Vimos la retirada en desorden de Afganistán, mientras los rivales se envalentonaron. En este sentido, Biden le planteó a Xi Jinping que lo que tienen que hacer es “ordenar la competencia”.
China en proceso de asimilación
En China la última novedad es que, a partir de una reforma de la legislación, en el próximo congreso del PCCh van a reelegir a Xi Jinping, cuestión que antes estaba limitado a dos mandatos. Ahora iría por los 15 años. Están tratando de implementar políticas de Estado que permitan ajustar la injerencia de ese Estado en transición hacia un Estado burgués pleno. Es decir, el PCCh busca la forma de consolidar una clase burguesa en ese proceso de asimilación. Lo tratan de hacer desde el punto de vista de una transformación estatal. La forma en la que ellos piensan que se pueden convertir en un Estado burgués es desde estándares de derecho civil, comercial, es decir, con la reforma de la legislación civil. La reforma de la legislación china daría garantías a las empresas extranjeras para operar en forma conjunta con empresas chinas en lo que sería un “perfeccionamiento del sistema jurídico” para proteger las inversiones extranjeras. Esto también incluye la legislación laboral y sobre la propiedad de la tierra. Para eso tienen que consolidar a un Bonaparte cada vez más fuerte. Este proceso no se da sin lucha de clases, ya ha habido importantes movilizaciones y luchas por salario.
Inflación
El problema de la inflación no se puede entender más que como tendencias políticas dentro de la burguesía para atacar las condiciones del movimiento obrero. Un segundo elemento importante, que atraviesa esta cuestión, es el equilibrio de la posguerra. Las contradicciones de las políticas estatistas en ese periodo eran atenuadas a través de políticas inflacionarias que tenían que ver con las relaciones internas entre las clases y las relaciones con otros Estados. Ahora, si bien Biden sostiene que la inflación no es tan grave, no hay una estrategia de salida desde el punto de vista económico. En la economía mundial hay una caída de la productividad del trabajo, por lo menos en determinadas ramas, como el transporte. Esto se ve reflejado en el precio de las mercancías. Eso es un elemento de desequilibrio en la producción misma y en la relación entre los Estados. Los sistemas monetarios deben ser analizado en su relación con los sistemas de Estados. Si hay una revaluación del dólar e inflación en dólares se dará una situación muy complicada en los países que tiene mayor devaluación real, sobre todo en Turquía y Argentina, pero también en varios países semicoloniales. Son elementos de avance de la ruptura del equilibrio en la crisis de la posguerra y cómo saldar eso.
Movimientos de masas salieron a escena
Otro punto importante de debate en el Congreso fue la relación de los movimientos que se desarrollaron para enfrentar la pandemia y la política de los revolucionarios ante este escenario. Desde el Congreso anterior, que realizamos en plena pandemia y cuando todavía no se terminaban de ver todos los fenómenos, hasta ahora surgieron movimientos en Europa, EEUU, América Latina, que son muy diferentes, pero se los podría unir teóricamente en que fue una respuesta de sectores amplios contra la injerencia total de los Estados en la vida de la población: con la cuarentena, con la vacunación, determinando cuándo hay que dormir, cuándo hay que salir, cuándo trabajar, etc. Hay que decir que la injerencia del Estado burgués nunca es progresiva, siempre es reaccionaria.
Avanzamos en precisar que debemos intervenir en los movimientos progresivos que enfrenten a los Estados y gobiernos de turno. Es necesario que los movimientos se desarrollen desde las estructuras obreras, en los lugares de trabajo, que no queden solo como expresión callejera del descontento, y de esa forma impulsar las tendencias a la huelga general que se dieron en los distintos fenómenos de lucha de clase. Es esencial que el movimiento obrero industrial intervenga con sus métodos y programa y no diluido en los procesos.
La burguesía ha tenido que desplegar en este periodo los desgastados mecanismos de su forma de dominación y buscar disciplinar a los movimientos dentro de las instituciones de la democracia burguesa, para sacarlos de las calles y volcarlos a las urnas. Echan mano de la táctica de Nixon de apelar a “las mayorías silenciosas”, es decir, hacer pesar a las masas conservadoras y pasivas sobre las masas combativas. El ejemplo más importante de esto es el proceso chileno.
Partido y organización
En el punto de partido y organización tratamos de complejizar la relación de la clase obrera y las organizaciones partidarias y tratar de precisar las tácticas para el periodo que se desprenden del análisis.
En el período actual los obreros ya no están organizados en partidos políticos que se diriman entre reforma y revolución (como los antiguos partidos socialdemócratas, de composición obrero-burguesa, como definía Lenin), ni existe el estalinismo como aparato mundial contrarrevolucionario capaz de determinar los periodos de revolución y contrarrevolución. Podemos decir que asistimos a la debacle de los partidos históricos de la burguesía, de la pequeña burguesía y de la clase obrera, dejando lugar a la aparición de coaliciones electorales sin base orgánica en fracciones de clase, lo que las hace débiles y de poca duración. Lo que podemos constatar es que los trabajadores aún se siguen organizando en sindicatos, los cuales son más débiles o más fuertes dependiendo del país, pero sin la centralidad que ostentaban en el siglo pasado.
¿Por qué remarcamos esto? Porque la construcción del partido y la Internacional debe darse sobre esta situación y no sobre fenómenos políticos que no existen más, aunque intenten reeditarlos. Por eso demos reforzar las tareas en los sindicatos y el frente único con tendencias sindicales transitorias y/o activistas que saquen lecciones de estos dos últimos años de pandemia. Tenemos que batallar por la reorganización de una vanguardia obrera sobre bases revolucionarias que permita ir la construcción de partido en lucha política, no solo contra la burocracia sindical y sus aliados ideológicos, sino contra el centrismo trotskista, que se niega a ver las diferencias de la nueva etapa. Esta reorganización debe ser independiente del Estado, que en su descomposición no va a dudar a descomponer a nuestra clase y pauperizarla aún más.
Sobre la situación nacional
En el plano nacional definimos que las elecciones no han podido dirimir los liderazgos al interior de las coaliciones. Se van asentando las PASO como mecanismo necesario para dirimir esas diferencias.
Lo más importante respecto del resultado electoral es qué pasó con el Congreso, donde el oficialismo perdió el quorum histórico que ha sostenido en senadores. Ahora todo se va a tener que negociar.
Frente a esta situación CFK ya envió un proyecto de modificación de otro instrumento, que es el decreto reglamentario de los mecanismos de la consulta popular. CFK pretende que esto se aprueba antes del 10 de diciembre.
En un escenario donde claramente no hay aun unidad burguesa, a pesar de que concuerdan en que hay que pagarle al FMI, no termina de haber acuerdo en los ritmos y los tiempos del ajuste y qué sector burgués también va a caer en ese ajuste.
La idea de plebiscitar políticas de ajuste es un juego peligroso. Si bien hemos visto que es un recurso de las sub burguesías, puede ser un elemento de desestabilización. Ya hemos visto eso en Chile. Y también se ha visto la tendencia del centrismo de entrar de lleno en esas maniobras.
El FITU logró una buena elección, con un buen caudal de votos, principalmente en la provincia de Buenos Aires y CABA. Después de 20 la izquierda trotskista vuelve a tener un legislador porteño. Pero esta “elección histórica” fue al precio de una enorme adaptación de su programa y una licuación absoluta de su propaganda.
Algunas de las resoluciones
Precisamos nuestra participación en varias elecciones sindicales en donde intervenimos, con elementos programáticos que discutimos en el Congreso. Definimos lanzar una campaña en los lugares de trabajo en contra del acuerdo con el FMI. Realizaremos charlas de presentación de la Revista Internacional de la TRCI. Impulsar una campaña por la absolución de César Arakaki y Daniel Ruiz. Entre otras resoluciones internacionales y nacionales.
En sesión cerrada se votó una nueva dirección y se dio por terminado el XV Congreso Ordinario de la COR.
El día lunes 22 realizamos una reunión de la TRCI donde debatimos algunas precisiones de la política en los distintos grupos y la preparación del II Congreso de la TRCI a realizarse el año que viene.