Pasaron las elecciones de noviembre, donde se eligieron los representantes, en una interna organizada por el FMI, que se sentarán a ratificar en el Congreso la sumisión al organismo y el pago de la deuda.
El gobierno, anticipando su derrota electoral, llamó a una especie de unidad nacional a la oposición burguesa y al interior de la coalición gobernante para cerrar filas con el imperialismo y cumplir con uno de los requisitos que planteó el FMI, que haya un amplio acuerdo político, ya que el acuerdo debe imponerse con ajuste y represión.
En medio de la crisis económica, social y política las distintas fracciones burguesas y pequeño burguesas están comenzando a organizarse de la mano del gran capital extranjero para salvar las ropas de un régimen político que cruje por todos lados y que, a 20 años de la semi insurrección espontánea del 2001, no ha logrado un equilibrio de fuerzas al interior de sus formaciones políticas para disciplinar a las masas. Es un problema estructural que tienen todos los gobiernos de semicolonia, ya que la independencia de la burguesía nacional no existe por su relación con el imperialismo y eso determina su papel histórico de ser una burguesía débil y muy inestable.
Pero eso no significa que su debilidad se traduzca en fortaleza de los trabajadores y el pueblo pobre, esa fortaleza se debe conquistar en oposición a la burguesía y la pequeña burguesía que buscan aliados en el imperialismo y el capital nacional, no en los trabajadores.
Se están organizando para enfrentarnos y van a utilizar todas las maniobras que tengan a su disposición para derrotarnos y poder garantizar el pago de la deuda externa. Hay que recordar que la burguesía es una clase que no produce nada, es parásita. ¿Cómo imaginan que van a juntar los dólares para pagar los vencimientos de deuda? Utilizarán el engaño, como demuestra la posición de los K y sus satélites. “No vamos a pagar con el hambre del pueblo”, dicen y siguen pagando. “Primero crecer y después pagar” mientras garantizan, en medio de la pandemia, un ajuste a los salarios de los trabajadores y los jubilados.
Hay que organizarnos de forma independiente a todas estas variantes. Y esa independencia debe ser de clase, es decir, con el método obrero para quebrar la resistencia de la burguesía en donde detenta su poder, en la producción. Tenemos que recuperar lo perdido en la pandemia y luchar contra el nuevo pacto de capital y trabajo que quieren imponer.
Debemos organizar un gran debate al interior de nuestra clase, en los lugares de trabajo, en los barrios con los movimientos piqueteros combativos, en las grandes fábricas y parques industriales. Organizar asambleas donde se vote la moción de no al acuerdo con el FMI, no al pago de la deuda externa, fuera el imperialismo de América Latina y desarrollar un gran movimiento antimperialista que parta de las estructuras del movimiento obrero industrial, estatal, de servicios y territorial con los movimientos piqueteros.
Organizar el frente único con los delegados combativos y antiburocráticos que se desarrollaron en medio de la pandemia en contra de la burocracia sindical que se borró y hoy se reorganizan para defender al gobierno de Alberto y su pacto con el FMI. Que permita preparar un gran paro general cuando se trate el acuerdo en el Congreso.
El programa de los revolucionarios, como minoría activa, debe preparar los requisitos para la lucha por el poder, no podemos confundir a nuestra clase con consignas redistribucionistas y estatistas que lleven a un sector a confiar en salidas intermedias a la crisis. No se puede separar el capital de los capitalistas, la deuda externa y la deuda con el FMI tienen detrás a grandes empresarios locales, extranjeros y a gobiernos imperialistas.
Un Estado burgués se financia con impuestos y deuda pública. El mecanismo de la deuda externa implica tomar capital a préstamo y pagar anualmente a sus acreedores cierto interés por el capital prestado, en este caso, con el FMI, como se acordó hace poco con los fondos privados. En este caso hay una particularidad entre el Estado y el prestamista, el acreedor no puede romper con su deudor, sino vender el crédito, su título de propiedad, ya que el capital ya ha sido consumido, gastado por el Estado, ya no existe. Para este tipo de capital ficticio es, como diría Marx, valor pasado. El capital de la deuda pública sigue siendo capital puramente ficticio cuyo valor no corresponde con algún capital real.
Otras de las características del Estado burgués es que mediante las actividades de este no se produce ningún plusvalor. El estatismo es una política que intenta negar esta característica de los Estados tratando de que éste salve ramas de producción para seguir manteniendo a capas parasitarias. Por ejemplo, la estatización de empresas. Para pagar la deuda estatal, es decir, los intereses de los bonos que los acreedores logran capitalizar, ese dinero sólo puede salir de un sólo lugar, que es donde se produce el valor y el plusvalor. Nos referimos a la producción, a la explotación de los trabajadores. El canje por nuevos bonos, sus intereses y sus plazos están determinados por el nivel de ajuste a la clase trabajadora que está dispuesta a implementar nuestra clase enemiga. Es, en realidad, un derecho sobre el trabajo futuro que producirá supuestamente el plusvalor del que el interés (una retribución por la pura propiedad) será una parte.
Así se pagan las deudas en el sistema capitalista, creer que esa plata que destinan los gobierno para pagar la deuda externa se podría destinar para otras cosas, es totalmente delirante, es plata que no existe. Por eso no pagar la deuda externa significa una pelea por la destrucción del Estado burgués, atacando al régimen burgués en su base, en la producción.
Expropiar a las grandes empresas imperialistas, control obrero, escala móvil de salarios y de horas de trabajo, no son consignas para reformar al capital, son parte del programa transicional de la lucha por el poder, por la necesidad de un gobierno obrero para imponer las etapas de la dictadura del proletariado.
Para no pagar la deuda es central apelar a la solidaridad activa de los trabajadores latinoamericanos y principalmente de los países imperialistas, que enfrenten a sus gobiernos en defensa de los trabajadores de las semicolonias. Los trabajadores de EEUU, Francia, España y Alemania, entre otros, deben apoyar la lucha de los trabajadores en contra del pago de la deuda externa.
El FITU logró conquistar en las últimas elecciones 4 diputados nacionales al Congreso. Dicen en sus declaraciones que la gente que los votó les dio un mandato de votar en contra del acuerdo con el FMI; que ellos no van a pagar una deuda ilegítima y que no van a votar a libro cerrado. Es raro este argumento, ya que estarían planteando que hay una parte legítima de la deuda, ¿y eso se debería pagar? Las elecciones no dan mandatos porque los trabajadores intervenimos en esos escenarios burgueses diluidos como ciudadanos. Como parlamentarios, los legisladores del FIT-U, tienen la tarea de poner sus bancas a disposición del desarrollo de un movimiento extraparlamentario que imponga una salida revolucionaria a esta crisis.
El FITU ha convocado a una marcha el 11 de diciembre en contra del acuerdo con el FMI. Consideramos que ésta es una buena iniciativa y debemos impulsarla en todos los lugares de trabajo y organizarnos en función de darle continuidad a un proceso de lucha que permita enfrentar al gobierno a la oposición burguesa, a los empresarios, a la burocracia sindical y al imperialismo.