Mientras los efectos de la pandemia siguen desarrollándose en el mundo, y cuando en Argentina estamos por entrar en la tercera ola con la variante delta, con solo 20% de la población con 2 dosis de la vacuna, el régimen burgués se prepara para elecciones de medio término. Estas elecciones continúan el mecanismo de las primarias (PASO), que la burguesía estableció en 2009 para tener una mayor injerencia estatal en los partidos y proscribir a minorías.
Los candidatos del FMI en sus distintas variantes
A dos años del comienzo de la pandemia, con la desastrosa política del gobierno de los Fernández para enfrentar al virus, coronada con el “Olivos gate”, el oficialismo en campaña nos pide el voto aduciendo que “estamos saliendo” y que pensemos en el futuro. La oposición de Cambiemos nos dice que ahora estamos peor que en el periodo de Macri y que ellos son la salvación, mientras los libertarios tipo Milei nos dicen que hay que enfrentar a la casta política para que venga otra casta política.
Más de 110 mil muertos por covid, 50 % de pobreza, 51% de inflación, pérdida del salario real del 25%, desocupación de más del 10%, miles de despidos y suspensiones y una caída de las condiciones de vida muestran no solo números de la coyuntura, sino un problema estructural del semi Estado argentino, que los distintos partidos burgueses, junto a la burocracia sindical y los empresarios, a través de los años, no solo no pudieron solucionar, sino que empeoraron, para favorecer a los grandes empresarios extranjeros y nacionales a costa de nuestra superexplotación.
Y ahora todas esas fracciones se preparan para garantizar el ajuste que hicieron en medio de la pandemia y llevarla a leyes que voten en el Congreso, para garantizar los requisitos que pide el FMI. El saqueo a los jubilados debe traducirse en una reforma previsional, los ataques a las condiciones laborales que sufrimos, en una reforma laboral, entre otras reformas que pide el FMI para renegociar la deuda externa.
Como marxistas no nos da lo mismo que los trabajadores voten en las elecciones a sus verdugos, por eso debemos abrir una deliberación al interior de nuestra clase en las fábricas, en los lugares de trabajo y en las organizaciones combativas de desocupados sobre la necesidad de discutir un programa de salida a la crisis y un balance de la política del gobierno ante la pandemia. Debemos organizarnos con delegados de base, comisiones internas, juntas internas y sindicatos recuperados en plenarios regionales que confluyan en un gran Congreso de delegados de base con mandato, que prepare los requisitos para luchar contra la burocracia sindical e impulse un paro nacional para imponer, mediante nuestros métodos, la dirección de la pandemia y saldar la crisis económica, sanitaria y social a la que nos han llevado. Es aquí donde se debe dar el Frente Único de la Izquierda, debemos poner en pie Oposiciones Sindicales Revolucionarias, con libertad de tendencia en su interior, para disputar la dirección del movimiento obrero a nuestros enemigos de clase en nuestras propias filas. También estamos llamados a unirnos a la lucha de los trabajadores y el pueblo pobre de América Latina, que ha salido a enfrentar a sus gobiernos.
La adaptación de la izquierda
Hay corrientes que se reivindican del trotskismo que se presentan a las PASO: el FITU, que presenta distintas listas internas entre los partidos que lo conforman, y el NMAS y Política Obrera. En primer lugar, es una política errada dirimir las diferencias entre organizaciones de izquierda a través de este mecanismo electoral en lugar de apelar a un Congreso Obrero para discutir de cara a la vanguardia. Además, consideramos que su política hacia las elecciones no expresa una condición mínima en el programa de los marxistas, que es la de la independencia de clase. En las filas del FITU conviven corrientes que apoyaron a las entidades del campo, fueron en alianzas electorales con políticos burgueses y en los sindicatos co dirigen, en algunos casos, con la burocracia sindical. Todas estas listas que se presentan tienen una característica en común, que es su estatismo, es decir, considerar que el Estado burgués, en esta época actual de descomposición, aún tiene posibilidades de cumplir un rol progresivo. Esto quedó bastante claro en la pandemia, cuando se le exigió al Estado (que, hemos de recordar, tiene una condición de clase, que es burgués) un sinfín de medidas estatales, como sistema único de salud, declarar de utilidad pública un laboratorio que produce vacunas, etc. Todos ellos naturalizaron la política reaccionaria de la cuarentena, que se impuso con los métodos del Estado y represión. No apelar a los métodos obreros para imponer nuestras demandas genera confusión en los sectores combativos, ya que no los llaman a confiar en sus propias fuerzas, sino en depositar ilusiones en instituciones que no son las nuestras.
En el plano internacional, sus organizaciones hermanas han llamado a votar a Haddad del PT en Brasil, a Arce en Bolivia, o a Pedro Castillo en Perú, es decir, a nuestros verdugos, en nombre de que no gane la derecha, definición que expresa su adaptación a la opinión pública y no una política revolucionaria.
Para nosotros la participación en las elecciones es una cuestión secundaria y subordinada a la necesidad de intervenir en ese escenario para dar una lucha política y que no sea la burguesía la que influencie a los trabajadores y los lleve a la conciliación de clase. No vemos en las listas de izquierda que se presentan un combate consecuente con esta orientación. “Ser tercera fuerza”, “renovar a la izquierda”, “revolucionar a la izquierda” y demás consignas por el estilo son eslóganes electorales que nada tienen que ver con nuestro objetivo revolucionario. Organicémonos contra el ajuste, votemos en blanco.