Por Guillermo Costello
Después de las elecciones primarias (PASO), en las que el macrismo sufrió una importante derrota ante la fórmula FF, la crisis económica pegó un nuevo salto. Macri había intentado, después de la corrida de 2018 y el pedido de salvación al FMI, que ese escenario no se repitiera e ir a las elecciones con las variables económicas equilibradas: banda de flotación, déficit cero, mayor ajuste; todas medidas consensuadas con el FMI, que de hecho se convirtió en la dirección del gobierno. A pesar de todos los esfuerzos para satisfacer las necesidades de los grandes capitales, la deriva de las medidas llevó a una recesión de la economía, mayor desocupación y aumento de la pobreza. Así fue que, después de las PASO, las variables que habían estado artificialmente mantenidas en un festival de deuda y timba financiera se sinceraron y la cotización del dólar se fue de 42 a casi 60 pesos un día después de los comicios.
Esta brutal devaluación fue festejada por el triunfador de las PASO, Alberto Fernández, y desde ese momento se comenzó a dar una rara transición en la política argentina, donde las elecciones en las que se eligen cargos aún no se realizan, pero el poder de Cambiemos después de la derrota está totalmente licuado.
En este escenario se pusieron en funcionamiento mecanismos de contención social, porque el nivel de crisis que se había abierto ponía en peligro la subsistencia del propio régimen político burgués. Se rompió de hecho el acuerdo con el FMI y el organismo “suspendió” un nuevo desembolso hasta que se defina el nuevo gobierno.. El macrismo se vio obligado a tomar medidas de control de cambios (cepo); debió olvidarse del déficit cero y hacer mayor emisión de moneda; tuvo que reforzar la ley de emergencia con un aumento en sus partidas (votada en el Congreso); hizo un reperfilamiento del pago de la deuda, un default selectivo y un congelamiento del aumento de tarifas para después del 10 de diciembre y, una de las últimas medidas, tuvo que dar un bono de $ 5000 para el sector privado. Todas éstas fueron consensuadas, ya no con el FMI, sino con el PJ y la oposición burguesa, en la necesidad de salvar a la única clase que ellos representan, o sea, a la burguesía y los grandes capitales internacionales.
La crisis pegó un salto enorme y ya no sólo golpea a los trabajadores y el pueblo pobre, sino que ha llegado a un nivel tal, que también se está discutiendo qué fracción burguesa va a pagar parte de la misma. Además, se han abierto crisis en distintas provincias, ya que se les está complicando el pago de salarios e inclusive se está discutiendo la vuelta a cuasi monedas. La situación más radicalizada es la de Chubut (ver nota aparte).
En la desesperación por que no sigan avanzando los conflictos -y que no sean las masas las que irrumpan en este escenario de forma independiente, lo que dejaría herida de muerte a la burguesía nacional y su aparato estatal-, están desempolvando viejas recetas para tratar de contener el descontento social. Es evidente que la burguesía y su personal político han sacado lecciones de las crisis del 2001 y ya no juegan con las masas en las calles. Es obvio que por debilidad, ya que la crisis de los partidos burgueses obliga a buscar más consenso que enfrentamientos entre las distintas fracciones; entre un peronismo que busca una decadente unificación y el proyecto de partido que fue Cambiemos, en plena debacle.
Por todo esto el Frente de Todos reflota la idea de pacto social, que, a pesar de las características que le quieren dar, es en realidad un acuerdo de paz social. En el terreno de la relación con el movimiento obrero, mediado por la burocracia sindical, es una tregua social, como lo definen algunos burócratas. Es ganar tiempo para que los efectos de la devaluación y el ajuste terminen de hacer su trabajo sin fenómenos de la lucha de clases que lo impidan y utilizar ese tiempo para renegociar con el FMI la deuda, a costa de la superexplotación de nuestra clase. Dicen que dicho pacto sería un acuerdo de precios y salarios por 180 días, donde las dos variables se congelarían, es decir, no habría paritarias. ¡Nos vuelven a tratar de estúpidos! Si anuncian que por un tiempo determinado van a congelar los precios, entonces los empresarios, tan “nacionales y populares” que son, aumentarán los precios antes del acuerdo. Y, obviamente, la variable del precio de la fuerza de trabajo es la que va seguir perdiendo. Vamos, de seguro, en los próximos meses a una aceleración de la inflación.
Alberto Fernández llamó a no salir a las calles, tratando de que todo se canalice en las urnas y que vayamos a una transición un poco más ordenada. El peronismo, después de las movilizaciones en contra de la reforma previsional de 2017, ya intentó sacar a las masas de las calles con la idea de que “hay 2019”. Sólo después de votarle todas las leyes al macrismo decidió pasar a la oposición para capitalizar el descontento con el gobierno macrista y sus políticas.
Es casi un hecho que en las elecciones del 27 de octubre gane la formula FF.Todo el arco empresarial nacional e internacional ya pacta reuniones con Alberto para saber sus planes y dónde van a quedar parados ellos en el futuro gobierno. Todos los días hay un desfile en las oficinas de la calle México de esos empresarios y de las asociaciones que representan, para hacer su lobby berreta. Los asesores económicos de Alberto están instalados en EEUU para convencer que seguiremos siendo pagadores seriales y honraremos ser una semicolonia con todas las letras. Por lo que dejan filtrar de las futuras medidas que tomaría un eventual gobierno de Alberto, una sería buscar una reforma laboral vía convenio por empresas, tomando como ejemplo el de Vaca Muerta. En caso de fracasar la renegociación con el Fondo, buscarían financiamiento en la UE o China. Renegociarían las Leliq con bonos y buscarían la baja de tasas de interés para mejorar el crédito. Proponen un plan de empalme para lograr que los que tienen planes sociales pueden entrar a trabajar, lo cual se traduce en utilizar la mano de obra desocupada para presionar a la baja el salario. Para esta política es necesario cooptar a los movimientos sociales. Aplicarían un control de cambios, desdoblándolo en varios dólares según rubro. Todas medidas capitalistas que intentarán revertir la matriz especulativa de la economía macrista por un supuesto modelo productivo.
Obviamente, nada bueno puede venir de estas medidas para los trabajadores y pueblo pobre. Por eso debemos enfrentar la política de pacto social, romper con el FMI, y plantear el no pago de la deuda externa. Hay que dar una salida independiente de los trabajadores a la crisis.
La dupla FF viene, ante el fracaso de un proyecto burgués como el macrismo, a intentar negociar mejor algunas migajas con el imperialismo, con una mayor impronta del semi Estado. Así como Macri creyó que porque había derrotado a los K y tomado medidas para mejorar los negocios de los grandes capitales -como la salida del cepo, el pago a los fondos buitres, la baja de las retenciones y otras- iban a venir la lluvia de inversiones; los FF creen que estamos en un escenario similar a la del 2001 y planean tomar medidas similares a ese periodo. Es un error grave, ya que la economía mundial comenzaba a salir de la crisis de fines de fines de los ‘90 y entraba a un periodo de aumento de las materias primas y un fenomenal crecimiento de la economía China. Hoy estamos ante una crisis mundial, a la que desde 2008 no han podido dar solución, en medio de una guerra comercial entre EEUU y China y ante una economía mundial que va camino a una recesión. Nada que ver con el 2001. El margen para un mayor estatismo está en cuestión; el escenario es más complejo y de agudización de la crisis nacional.
Es central que, ante los acontecimiento nacionales e internacionales (en todo caso el proceso de crisis nacional es expresión de la situación internacional), los revolucionarios intervengamos con el objetivo de preparar la lucha por el poder, con un programa transicional que permita dialogar con un sector de los trabajadores sobre cómo enfrentar la crisis. Debemos atacar la base de todo régimen burgués, es decir, la producción, tarea central del movimiento obrero industrial. Somos los trabajadores los que podemos parar los tarifazos, los despidos y demostrar que podemos, ante el caos capitalista, organizar la economía sobre otras bases.
Por eso debemos abrir un debate al interior de nuestra clase sobre el programa de los revolucionarios. Esto es muy importante en la necesidad de organizar una vanguardia. Es fundamental poner nuestro foco en los sindicatos y formar minorías activas con libertad de tendencia en su interior. Esto permitiría, de cara a la masa obrera, exponer nuestro programa y hacerlo carne en los activistas y sectores avanzados. Apoyar todas las luchas obreras ante los despidos, cierres de fábrica, que se extienden en todas las zonas del país. Si bien es importante el reagrupamiento de los activistas, como el ejemplo del Plenario Sindical Combativo y la formación de coordinadoras en algunas zonas, no son acuerdos programáticos, ni luchas de tendencias, sino formas organizativas sin ninguna línea hacia los sindicatos, lo cual impone un limite que impide preparar la lucha por la recuperación de los sindicatos al priorizar una línea de “luche y vote” más que una línea de organizar a la vanguardia.
Debemos recuperar los sindicatos para ponerlos al servicio de la lucha y ampliar sus funciones en la necesidad de organizar la economía sobre otras bases. Debemos enfrentar la tregua de la CGT y la CTA. Los estatales deben desorganizar el aparato burocrático del Estado, la pelea es por su destrucción, no para mejorar su maquinaria. Por eso es central pelear por la independencia de los sindicatos del Estado. Que se reabran las paritarias en las ramas en las que ya se firmaron, ante la escalada de la inflación. Esto requiere asambleas en los lugares de trabajo, para imponer un paro nacional activo. Con el método de la ocupación de las fábricas ante despidos y la ocupación de los Ministerios. Por delegados paritarios para negociar con las empresas, por convenio único para terminar con la tercerización. Preparemos un Congreso de Delegados de Base con mandato para impulsar un programa de salida a la crisis. Por Plenarios de la Oposición en las distintas ramas para conformar una Oposición Sindical Revolucionaria.
Como sostenemos los marxistas, la democracia burguesa otorga a los trabajadores un aparente control político sobre sus dirigentes mediante el voto. Esa apariencia es la que vimos en las últimas PASO, donde una gran mayoría se expresó en contra de Macri y apoyó las lista de los FF. En cambio, esa democracia burguesa jamás permite ni una sombra de control sobre la administración económica, base de la explotación que ejerce y que termina en la anarquía, la bancarrota y la miseria de las grandes masas.
Ante el desorden de la economía debemos imponer el control obrero de la producción, de la banca y el comercio., Con ese control podremos desarrollar la escala móvil de horas y trabajo y elevar de inmediato el nivel de vida general ante la debacle a que nos llevan el FMI, el macrismo, los FF, y los Lavagnas.
Algunos sectores de la izquierda como el FITU, ante la crisis que acelera la fuga de capitales, plantean la nacionalización de la banca y aducen que es parte del programa de transición que levantamos los revolucionarios. Este planteo confunde, ya que el programa de transición, que fue el documento fundante de la IV Internacional, plantea para el sistema bancario la expropiación de la banca privada, la estatización de la banca; en ningún lado plantea la nacionalización, sino aclara que la expropiación “sólo dará resultados favorables si el poder estatal mismo pasa de manos de los explotadores a manos de los trabajadores”. Entonces, la expropiación y la futura estatización son medidas transicionales entre la destrucción del Estado burgués vía revolución y la extinción del Estado obrero. Sin tener en cuenta esta dinámica, la consigna equivocada de nacionalización de la banca es un saludo a la adaptación a un sector nacionalista burgués que toma estas medidas para salvar el capital privado en momentos de crisis. Más aún, otro error grave es agregar a la consigna “bajo gestión obrera”, gestión es un concepto que da la idea de redistribución. Tiene lógica para este sector de la izquierda hacer estos planteos, ya que considera que si se nacionaliza la banca se podrían usar esos activos nacionalizados para dar créditos baratos y redistribuir las ganancias de los capitalistas para otras prioridades. Esto es reducir un problema crucial de los revolucionarios en la lucha por el poder a una simple operación financiera. Sin expropiación no hay ninguna chance de derrotar a los capitalistas. Peor aún, se siembran ilusiones a una salida pacífica de redistribución.
Las concepciones estatistas liquidan el desarrollo de una vanguardia que pueda, con un programa revolucionario, enfrentar al Estado y al imperialismo y preparar las condiciones para el establecimiento de la dictadura proletaria y la edificación internacional del socialismo, a partir de la destrucción del Estado burgués.
Es imperioso intervenir en esta crisis, siendo consciente de que esta lucha es una lucha internacional, ya que este ataque por parte del imperialismo también lo sufre el proletariado de toda Latinoamérica. Debemos apelar a la solidaridad activa del proletariado norteamericano y europeo para frenar las políticas imperialistas.
¡Abajo Macri!
Ruptura con el FMI.
No al pago de la deuda externa.
Paro activo nacional.
Por un gobierno obrero.