La primera semana de septiembre concluyeron los comicios estudiantiles en la Universidad más importante del país. El dato más notorio es el avance de las fuerzas del régimen, radicales, peronistas y aliados, que ha dejado a la Franja Morada en carrera para la conducción de la Federación Universitaria de Buenos Aires. Otro impacto ha sido la estrepitosa caída de las fuerzas de izquierda, que no sólo perdieron su bastión de Filosofía y Letras y el centro de Medicina, sino que sacaron magros porcentajes en facultades que alguna vez supieron conducir como Sociales y Psicología. Este panorama nos invita a reflexionar sobre cuáles son las tareas que tiene la izquierda que se reivindica revolucionaria en la Universidad y qué lecciones debemos sacar de los acontecimientos para desarrollar la lucha de clases en el aparato educativo.
Caja de resonancia de un sector de la clase media
Por años hemos venido denunciando que la política educativa, tanto de los gobiernos K, como de Cambiemos, ha sido profundizar los lineamientos de la LES y la CONEAU, trazados por el imperialismo para desarrollar una educación a medida de los proyectos capitalistas. Esta política imperialista para educación se ha profundizado este último tiempo con la ofensiva de reformas educativas en la región, a las cuales se están oponiendo en las calles los docentes y estudiantes en Brasil y Chile, por ejemplo. La UBA es un ejemplo patente de la elitización, en la que, a pesar de no haber aranceles, el costo de vida ha sido el primero en recortar el acceso a jóvenes que deben optar por una salida laboral a tiempo completo. El ajuste y el desfinanciemiento, a la vez, ha sometido a sus propios trabajadores a la pauperización de las condiciones de trabajo. Claramente se están expresando los elementos de la crisis capitalista en la Academia.
A diferencia del movimiento estudiantil del 2001, que se fogueó en las tomas contra el ajuste de De la Rúa y el arancelamiento de López Murphy, en un contexto de ascenso de movimientos sociales, en especial los piqueteros, arreciados por la desocupación y el hambre. El ataque en 2019 no tuvo como blanco directo la gratuidad de las Universidades, sino, que el ajuste vino por el lado del presupuesto, el recorte de programas y becas y la rebaja salarial de hecho a los trabajadores universitarios. A esto se agrega el elemento de que las organizaciones piqueteras que influenciaron a principio del milenio a los estudiantes, hoy están conducidas por sectores que, salvo las que se alinean con la izquierda, adquirieron una relación más orgánica con las instituciones del régimen gracias al trabajo de cooptación que comenzó con el gobierno de Néstor Kirchner y se siguió desarrollando hasta hoy a través de la relación con el Ministerio de Desarrollo Social. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar que el movimiento por la ley de interrupción voluntaria del embarazo, si bien abarcó a sectores políticos y sociales diversos, en su impronta más general estableció la idea de que las conquistas se logran en el Congreso, con la mediación de las instituciones de la democracia burguesa.
A esto se suma una coyuntura en la que el movimiento obrero no ha podido saldar su crisis de dirección y que hoy se encuentra encorsetado por las fuerzas del régimen burgués. La burocracia sindical se jugó a esperar al 2019 para sacar a Macri en las urnas y contener todo atisbo de rebelión obrera, a pesar de la dramática situación que vive nuestra clase. Por supuesto, este elemento es central para cualquier política de izquierda, ya que implica una denodada lucha política con los enemigos en nuestras propias filas.
Ante el posible escenario de un gobierno de Alberto Fernández, con un inminente default, habrá que ver cómo se reacomodan los rectores y decanos y qué nuevos ataques vendrán por parte de un gobierno que ya garantizó que va a subordinarse a los lineamientos que vienen imponiendo el FMI y el imperialismo.
El rol de la izquierda
Consideramos que en estos años han existido elementos de adaptación política, en particular de las corrientes que conforman el FIT, que han contribuido a su retroceso. No nos preocupa el resultado de una elección en particular, ya que es simplemente un reflejo distorsionado de una coyuntura específica, el problema que vemos es que su objetivo era principalmente obtener esos votos a costa de hacer frentes con fuerzas de conciliación de clases y reducir el programa a reivindicaciones estudiantiles, por fuera de una articulación de un programa transicional que lleve a algún sector de la vanguardia estudiantil a abrazar la lucha revolucionaria. Ejemplos hay varios, empezamos destacando que el PO co-condujo la FUBA por varios años en alianza con La Mella, fuerza que pasó de hacer una crítica parcial al kirchnerismo durante el gobierno de Cristina, a ser un aliado abierto del peronismo durante el periodo de Macri y, de hecho, hoy tienen candidatos de sus filas en el Frente de Todos. Por muchos años advertimos que este frente no era sino pretender mantener una posición en la Universidad a costa de confundir a la vanguardia estudiantil y a su militancia en cuanto a los objetivos que se debe imponer una organización revolucionaria. No contento con eso, en estas elecciones renovaron su alianza con el Movimiento Evita en Agronomía, lo cual es ya un frente abierto con el peronismo. No hay posición táctica que valga para el objetivo estratégico, si esto implica dejar de enfrentar al enemigo de clase en pos de una colaboración dentro del ámbito estudiantil. Y como en política esto se paga, ahora están pagando su adaptación con creces.
El conjunto de la izquierda que compone el arco del centrismo trotskista (FIT, NMAS) se adaptó de la misma manera a la idea de que se pueden gestionar las demandas del movimiento estudiantil “por izquierda”, sin cuestionar el carácter de clase de la universidad. Ni que hablar de la fiebre electoral para instalar a sus figuras públicas como candidatos a presidentes o diputados. Además de despreciar un principio fundamental que es la independencia de clase, lo cual se vio en su apoyo electoral al PT en Brasil, en sus campañas primó esa idea de diálogo con los “millenials” desconfiados de las estructuras partidarias y sindicales y más cercanos a la idea de militar por demandas sectoriales. Cabe aclarar aquí que las consecuencias de esta política del centrismo no se limitan al retroceso universitario, sino que está produciendo una profunda crisis política en sus organizaciones.
De todos modos, el nivel de descomposición de las instituciones y la profundidad de la crisis social que hay nos hacen pensar que la situación presentará una dinámica de cambios acelerados y que puede incluir elementos violentos o caóticos.
¿Cuáles son nuestras tareas?
Si la conclusión que sacan las corrientes de izquierda es que retrocedieron porque este año, a diferencia del año pasado, no se desarrollaron luchas como la toma del rectorado del año pasado; consideramos que es un análisis que se aleja de la idea marxista de la lucha de clases. Para los revolucionarios no se trata de desarrollar la fórmula “lucha y vote”, sino desplegar una lucha política, programática e ideológica al interior de una institución burguesa, como lo es la universidad, para desarrollar una vanguardia estudiantil que se plantee las tareas revolucionarias. La construcción del partido, como herramienta fundamental de este combate, se hace imprescindible. Desde la COR consideramos que esa construcción se dará al calor del debate programático dentro de las organizaciones como los sindicatos y los centros de estudiantes. Esto requiere dar batalla a las tendencias de conciliación de clases que están hoy en día en la conducción de las principales organizaciones. Esto implica dejar en claro el carácter de clase de la educación, que es burgués; combatir los planes educativos en tanto lineamientos del capitalismo para desarrollar mayor productividad –o sea, explotación- del trabajo; pelear por que abran las escuelas y las Universidad a la clase obrera, no sólo para que accedan a esa educación de clase, sino para que estén en mejores condiciones de combatirla en clave superadora –o sea, socialista. Los sindicatos deben ampliar sus funciones y desarrollar lazos con la educación, de manera que no sólo organicen a los futuros trabajadores que están estudiando, sino también puedan intervenir en el proceso de organización de la producción que prepara la educación. El enfrentamiento a las autoridades universitarias se impondrá en esta batalla.
Debemos empezar por nuclear a las tendencias de izquierda que se reivindican revolucionarias en una Corriente Revolucionaria dentro de la Universidad, con estudiantes, docentes y no docentes, donde se de un franco debate programático entre las distintas corrientes de este arco político, de cara a toda la vanguardia obrera y estudiantil, sobre cómo dar pasos concretos hacia la necesidad histórica de construir un partido revolucionario para destruir al capitalismo. Desde la COR hacemos un llamado a toda la izquierda en las Universidades a desarrollar esta perspectiva.