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Martes, 28 Junio 2022 10:21

Francia: crisis de la república burguesa

El pasado 19 de junio se realizaron las elecciones legislativas para diputados ante la Asamblea Nacional de la República francesa. Éstas se dieron a casi dos meses de las presidenciales que habilitaron un nuevo mandato de Emmanuel Macron en un apretado ballotage en el que el Marine Le Pen, líder de la fuerza de ultraderecha RN (Rassemblement national), hizo buena elección sacando más votos que en el ballotage anterior. Ensemble!, la coalición de Macron, obtuvo 246 escaños, muy lejos de los 289 necesarios para disponer de una mayoría absoluta, lo cual deja a su gobierno atado de manos. Del otro lado, Nupes (Nouvelle Union populaire écologique et sociale), una coalición de grupos de la izquierda reformista dirigida por Jean-Luc Mélenchon de France Insoumise y de la que forman parte el PS, el PCF, entre otros grupos, obtuvo 142 y RN de Marine Le Pen hizo una marca histórica con 89 diputados electos. El dato más saliente de la jornada electoral ha sido, sin embargo, el altísimo nivel de abstención en torno al 54%.

Bonapartismo senil

Francia no ha quedado exenta de las contradicciones del imperialismo en su conjunto que ha debido enfrentar procesos de masas en su epicentro, sumido en una crisis económica profunda desde hace más de una década, acelerada por la pandemia y atravesada por una guerra en Ucrania que toca sus intereses inmediatos. A esto se le suma la tendencia a la ruptura del equilibrio internacional de posguerra y la decadencia de todo su andamiaje institucional, entre ellos, el experimento de la UE. En este torbellino el régimen francés, signado por un sistema presidencialista diseñado por el Charles de Gaulle de claros rasgos bonapartistas, se está desmoronando. Es que las bases materiales que le dieron forma, hoy ya no están. Francia ha perdido el “esplendor” imperialista con el retroceso de su peso en la economía mundial. Esto se palpa claramente en el rol de subordinación a los dictados de la Casa Blanca en el enfrentamiento a Rusia y a su guerra en Ucrania. Este régimen expresa la forma senil del bonapartismo en la época de la decadencia imperialista y la 5ª República, fundada por de Gaulle en 1958, está despidiendo olor a podrido.

Esta decadencia se ha expresado en estas elecciones. El terminado mandato de Macron estuvo plagado de conflictos en los que el gobierno intentó desarrollar una línea de equilibrar fuerzas sociales antagonistas, tanto en la política doméstica como internacional. En lo doméstico, atacó fuertemente al movimiento obrero con el avance de privatizaciones y desmantelamiento de derechos laborales, pero sin lograr hacer despegar la economía; en lo internacional, intentó mediar desde el paragua de la deslucida UE entre Rusia y EE.UU., aunque se terminó subordinando a este último. Hay que destacar el surgimiento del movimiento de los chalecos amarillos, que combinó consignas contradictorias, pero unidos por el enemigo común, el presidente y su rumbo económico. Por eso los “gilet jaune”, para mostrar su descontento con la situación, o se inclinaron por la abstención, o se volcaron en las urnas hacia las variantes opositoras. Curiosamente, las 2 principales fuerzas opositoras coinciden en el proyecto de enterrar la 5ª república y llamar a una reforma constitucional para dar luz a la 6ª. De un lado, Le Pen propone un refrito del patrioterismo del siglo 20, resaltando la “identidad francesa”, proponiendo leyes rígidas contra la inmigración y una serie de medidas económicas para reforzar el dominio imperialista de Francia sobre sus colonias y semicolonias, desarrollando más proteccionismo y competencia interimperialista desembarazándose de las fallidas instituciones supranacionales como la OTAN o la UE. Por el otro lado, Mélenchon propone una constitución que incorpore una nueva generación de derechos para minorías sexuales y que se oriente a las políticas “bio” o ecologistas para refundar la democracia francesa desde un Estado en el que “entren todos” en una edición de bonapartismo para las masas. O sea, el desgastado proyecto de humanizar al capitalismo a través de la democratización de sus instituciones por medio de la presión de movimientos callejeros con un Estado (burgués) que oficie de árbitro para garantizar un equilibrio. Ninguna de estas variantes, ni el reelecto presidente pueden dar una salida real a la crisis.

La desaceleración de la economía producto de la pandemia y la guerra ha vuelto a poner el foco en el problema de la desocupación, la precarización laboral, los bajos salarios. La coyuntura actual de inflación afecta seriamente a Francia, como a todo el mundo. Las contradicciones de la asimilación capitalista del ex bloque soviético golpean económica y políticamente. La crisis energética en Europa es una de sus consecuencias. Y, debido a ésta, todo tipo de desequilibrios en varias ramas de la producción. De estos problemas han dado cuenta las innumerables huelgas que se han llevado a cabo en las últimas semanas en varios países como Bélgica (huelga general), España, Italia, Portugal, Inglaterra y la primera semana de julio también harán un nuevo paro los trabajadores del ferrocarril francés. Estos son síntomas saludables de que la clase obrera tiene disposición a la acción, por eso, lo fundamental en este momento es disputar su dirección. Las distintas fuerzas de oposición en Francia plantean programas para refundar una república burguesa que seguirá perpetuando la explotación de la clase obrera. Es fundamental disputar su influencia, pero no será en el seno de los movimientos amplios que tanto acostumbran los franceses, sino recuperando las organizaciones obreras de manos de la burocracia afín al imperialismo y fundando un partido revolucionario que represente los intereses históricos de la clase obrera. Para esto es de primer orden la reconstrucción de la IV Internacional, para dotar de una dirección revolucionaria a este proceso histórico, para regenerar una vanguardia obrera que pueda dar una perspectiva marxista al proletariado mundial.

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La bancarrota del NPA

Esta organización nació a principios de este milenio, con la intención de desarrollar la idea de “democracia socialista”, pero sin hacer ninguna revolución. En ella desembarcaron viejos fundidos del centrismo trotskista que renegaron de la dictadura del proletariado para desarrollar un programa de movilización popular. En su interior conviven numerosas corrientes, e incluso algunos grupos hermanos de partidos del FIT lo integran desde una supuesta táctica de “entrismo”. Estas elecciones, en medio de una crisis sin precedentes, mostraron todos los límites de este tipo de reagrupamientos, que se han olvidado del principio de la independencia política del proletariado. No solo no han sabido postularse como dirección del movimiento de masas, sino que han ido a la saga del reformismo de Nupes, del que forma parte su tan repudiado PC francés, llamando a votarlos en las elecciones. Otra mediación que se estrella ante las tareas que impone la situación.

El lambertismo en su laberinto

Dentro de las pocas fuerzas trotskistas que lograron presentarse en las elecciones encuentra Lutte Ouvrière, que participó de forma independiente logrando poco más del 1% (que significó un crecimiento respecto de las elecciones anteriores). Lamentablemente, su bagaje lambertista de ubicarse en la teoría de los campos, desarrollando una discusión de programa mínimo para las necesidades inmediatas de las masas del campo popular (reparto de las horas de trabajo, baja de precios, suba de salarios, control obrero de los bancos y la industria, etc.) también desarma al proletariado en cuanto a sus tareas estratégicas. Si bien, a esto lo combina con propaganda abstracta sobre la necesidad del comunismo, lo hace sin establecer ninguna tarea concreta para la vanguardia obrera, en medio de una guerra en el Este de Europa. El oportunismo electoral del lambertismo no nos llevará a nada.

Ante una dirección anárquica como es el sistema capitalista nosotros peleamos por una dirección colectiva consciente, que prepare las etapas de la dictadura del proletariado, ya que el sistema actual engendra las condiciones materiales y las formas sociales para la reconstrucción económica de la sociedad. Por eso luchamos por la reconstrucción de la IV Internacional. La riquísima historia de lucha del proletariado francés será parte del acervo de esta dirección para derribar a los Estados burgueses y erigir sobre éstos una dictadura internacional del proletariado. Los Estados unidos socialistas es Europa serán el camino de los revolucionarios del viejo continente.

Es urgente que las corrientes que aun reivindican la dictadura del proletariado y se empeñen honestamente en la reconstrucción de la IV Internacional nos demos un debate programático profundo para poner en pie una dirección revolucionaria. Como primera tarea en esa dirección debemos llamar a una Conferencia internacional de las corrientes trotskistas para discutir las tareas ante la guerra en Ucrania y la crisis mundial.

Publicado en Internacionales

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