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El imperialismo y la oposición presionan a Maduro

Miércoles, 08 Enero 2025 20:33

Venezuela 

La toma de posesión por un nuevo mandato presidencial de este 10 de enero en Venezuela se ha convertido en otro hito en el avance de la descomposición política y social del país. El resultado de las elecciones del 26 de julio, elecciones que en un inicio fueron producto de un acuerdo entre Maduro y el chavismo, por un lado, y el imperialismo y la oposición burguesa por otro, terminó en un fracaso del acuerdo y en ambos bandos auto-proclamándose ganadores. Maduro avanza en la represión sobre la oposición e incluso encarcela extranjeros catalogados como terroristas internacionales, incluyendo al gendarme argentino Gallo. La oposición, por su lado, realizó una gira en la figura del, según este sector, “presidente electo” González Urrutia por los escasos países de la región cuyos gobiernos lo reconocen taxativamente como ganador: Argentina, Uruguay, Panamá, República Dominicana  y, por supuesto, Estados Unidos. La mayoría de los gobiernos, con eje en Brasil, Colombia y México, intentan mediar para que se retomen las negociaciones entre ambos bandos, hoy rotas.

Lejos de los discursos abstractos sobre la calidad de la democracia burguesa venezolana, lo que está en juego es la relación entre las sub burguesías latinoamericanas y el imperialismo, y en el caso de Venezuela, específicamente en relación al control y la explotación del petróleo. La crisis en la que está inmerso el semiestado venezolano parte del fracaso rotundo del proyecto del nacionalismo burgués encarnado en Chávez y su “socialismo del siglo XXI”, que terminó liquidando PDVSA y demoliendo las capacidades de exploración y extracción de hidrocarburos. La leve recuperación productiva de los últimos años ha sido producto del precario acuerdo alcanzado con el gobierno de Biden, que necesitaba nuevas fuentes energéticas de cara a la guerra entre Rusia y Ucrania. Incluso el arreglo que fue base de las elecciones de julio del año pasado puede entenderse como parte de estas necesidades del imperialismo. Pero la situación se ha visto modificada, tanto en el terreno de la guerra como por el triunfo de Trump, que ha pasado en muy poco tiempo de un discurso “pacificador” a una retórica (bastante delirante por cierto) de expansionismo imperial sobre Canadá, Groenlandia y el canal de Panamá.

La forma especial de poder estatal en las semicolonias fue caracterizada por Trostky como bonapartismo sui generis, también una semidemocracia semibonapartista, una forma de dominación determinada por la relativa debilidad de la burguesía “nacional” desde el punto de vista estructural (es decir, en su relación con la producción) frente al imperialismo y a la clase obrera nativa. Este concepto, si bien es necesario actualizarlo dado el avance de la penetración imperialista, sigue siendo útil para los revolucionarios para comprender la dinámica de la situación en América Latina. El rol que están adquiriendo las Fuerzas Armadas hoy en Venezuela, tanto como principal instrumento de dominación de Maduro como en su carácter de objeto principal de la política de presión del imperialismo para intentar quebrarlas, puede comprenderse cabalmente a partir de esta categoría de la teoría política marxista.

Pero lo más trágico es el papel subordinado del movimiento obrero, sobre todo de su núcleo industrial, papel que es producto de la política de conciliación de clases de las direcciones de los sindicatos, muchos de ellos dirigidos en su momento por el centrismo trotskista. Las responsabilidades de esta tragedia se ven más claras con el paso del tiempo: el llamado a votar a Chávez del Partido Obrero/Política Obrera (en ese momento eran una misma organización), las vacilaciones de la FT-CI (PTS de Argentina, MRT de Brasil, PTR de Chile), las concesiones de la LIT-CI (PSTU en Brasil y Argentina, MIT en Chile) y la UIT-CI (IS en argentina, CTS en Brasil, MST en Chile) a la oposición antichavista y directamente el pasaje a las filas de la burguesía del MST argentino (hoy en la LIS, junto Revolución Socialista/PSOL de Brasil) al integrarse al partido PSUV de Chávez, muestran hoy todas sus consecuencias. Saldar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado se plantea como necesidad histórica e implica la lucha contra las corrientes reformistas y centristas que dirigen las organizaciones sindicales. Para ello, es necesario reagrupar a la vanguardia de nuestra clase a partir un programa de transición, que plantee una salida obrera a la crisis. No sólo en Venezuela, sino en todos los países de la región y en EEUU, donde la burguesía intentará engañar a los trabajadores con falsos discursos como la supuesta lucha por la democracia contra la dictadura de Maduro o, del otro lado, por la defensa de Maduro y las burguesías nacionales contra “la derecha” y los yanquis. Una Conferencia Internacional de las corrientes que aún defendemos el programa de la dictadura del proletariado, con el objetivo de discutir el método, el programa y la política para reconstruir la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista, es una iniciativa que venimos levantando desde la TRCI para avanzar en los desafíos de nuestra época de aceleración de la descomposición imperialista.

 

 

¡Fuera las manos del imperialismo de Venezuela!

¡Control obrero de la industria petrolera!

¡Por un gobierno obrero!

¡Por una federación de repúblicas socialistas de América Latina!

¡Por la reconstrucción de la Cuarta Internacional y sus secciones latinoamericanas!

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