Publicado en TRCI web
Por LOI Brasil
Este 3 de septiembre se cumplen 86 años del Congreso fundacional de la IV Internacional, que tuvo lugar en París en 1938. En medio de la persecución y la política de Stalin de exterminio de sus militantes, el Congreso reunió a una treintena de delegados en representación de 11 secciones internacionales afiliadas. El propio Trotsky no pudo asistir, ya que se encontraba exiliado en México.
La necesidad de una nueva Internacional ya se venía defendiendo desde hacía algunos años ante la política contrarrevolucionaria adoptada por la Internacional Comunista bajo la dirección de Stalin, que llevó al movimiento obrero a derrotas en Alemania y, en forma de frentes populares, en España y Francia. Estas derrotas, ante el ascenso del fascismo y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, significaron una tragedia para el curso de la revolución mundial y de la propia Unión Soviética.
La IV Internacional surgió con la tarea de responder a la crisis histórica de la dirección revolucionaria, responsable de la derrota del movimiento revolucionario, con un programa correspondiente. Frente a la «contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la inmadurez del proletariado y de su vanguardia», el Programa de Transición, o «La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional», pretende tender un puente entre las reivindicaciones concretas de las masas trabajadoras y el programa revolucionario, es decir, un sistema de reivindicaciones transitorias que permita superar la crisis de dirección revolucionaria (al establecer un puente entre la vieja generación revolucionaria desilusionada y la nueva generación inexperta) y sitúe al proletariado en la lucha inmediata por el poder (desorganizando a la burguesía).
Es importante reafirmar el significado y la importancia de lo que Trotsky llamó el «sistema de reivindicaciones transitorias», porque condensa el programa revolucionario de la experiencia de la Revolución de Octubre en la medida en que se dirige «abierta y resueltamente» contra los fundamentos del sistema burgués; por tanto, no puede reducirse a un conjunto de reivindicaciones específicas dirigidas al Estado burgués, como utiliza el centrismo. Por el contrario, busca una movilización sistemática de las masas trabajadoras hacia la revolución.
86 años después de su fundación, la tarea estratégica de la IV Internacional sigue siendo aún más urgente; «no consiste en reformar el capitalismo, sino en derrocarlo. Su objetivo político: la conquista del poder por el proletariado para realizar la expropiación de la burguesía». La situación actual está marcada por la profundización de las tendencias belicistas en un período de intensificación de la crisis económica y de las contradicciones abiertas por las políticas llevadas a cabo por el imperialismo. La guerra entre Rusia y Ucrania, que dura ya más de dos años, forma parte de la búsqueda más amplia de asimilación de los ex Estados obreros por parte del imperialismo y expone, con la prolongación del conflicto sin perspectivas de solución a corto o medio plazo, su descomposición histórica y su incapacidad para cerrar este proceso o controlar sus consecuencias económicas. Del mismo modo, el genocidio impuesto al pueblo palestino por el enclave imperialista de Israel, que se acerca a un año sin tregua, es consecuencia directa de la política imperialista de buscar recuperar su hegemonía en la región. Sin embargo, también revela la incapacidad del imperialismo para controlar la situación, aumentando las tensiones regionales y las consecuencias de esta política en la intensificación de la lucha de clases. Las semicolonias intentan reorientarse en su relación con el imperialismo y China, en medio de los efectos más profundos de la crisis económica, provocando una mayor inestabilidad política, como en América Latina y África, que, sin una dirección revolucionaria, arrastran cada vez más a las masas trabajadoras a la miseria y al engaño del nacionalismo. La situación también está marcada por la crisis de las formas de dominación del imperialismo, como los Estados y las instituciones de posguerra que, al demostrar su incapacidad para ofrecer soluciones a su crisis estructural, cuestionan cada vez más su papel histórico.
La superación de la crisis de la dirección revolucionaria es, como bien decía Trotsky, la condición para superar la crisis histórica de la humanidad. La adaptación cada vez mayor de la dirección obrera al Estado burgués en su momento de mayor crisis, así como la búsqueda de soluciones en marcos nacionales, prolonga y profundiza la miserable situación de nuestra clase. En el 86 aniversario de su fundación, reafirmamos que la reconstrucción de la IV Internacional es una tarea ineludible, porque ¡sólo bajo «el partido mundial de los trabajadores, oprimidos y explotados» podremos organizar la lucha para derrocar a la burguesía e imponer nuestra dictadura de clase!