“El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de clases” [L. Trotsky, La Revolución Permanente]
Hace dos años, la COR Chile, la LOI de Brasil y la COR Argentina, realizamos un congreso de fusión dando nacimiento a la Tendencia Revolucionaria por la Cuarta Internacional. Éste fue expresión de un proceso de discusión y acción militante sobre la base de la aproximación teórica y política entre las corrientes, donde priorizamos el debate programático para aproximarnos a una comprensión común de la realidad mundial con el objetivo de recuperar el marxismo revolucionario para actualizarlo como filosa herramienta de la revolución social y batallar por la formación de una nueva generación de cuadros revolucionarios. Un método que, como subrayamos, se opone por el vértice a los acuerdos entre corrientes por dos o tres puntos sobre tal o cual acontecimiento, a los ensayos organizativos como los “comités de enlace”, o a las uniones basadas en abstractas declaraciones de principios, todos experimentos organizativos que tienden a estallar ante los procesos vivos de la lucha de clases.
Desde nuestra fusión, el capitalismo ha continuado su proceso de descomposición de forma acelerada. Nos ha abierto nuevos y complejos desafíos a los revolucionarios ante una realidad dinámica que muestra la caducidad del modo de producción capitalista y la necesidad de preparar la sepultura de este sistema social regresivo.
A cada paso se agudiza la crisis de dirección revolucionaria del proletariado como una crisis de toda la humanidad, una crisis que avanza hacia la barbarie de no mediar la intervención decidida en la política mundial de la clase obrera, la única clase revolucionaria de nuestra época. Y esta intervención no puede sino expresar la preparación, en los distintos países y regiones del planeta, de las etapas de la dictadura del proletariado como necesidad de la revolución mundial. Y es que el capitalismo en su fase imperialista, en su fase de decadencia, no admite la posibilidad de reformas, y si estás se dieran en algún lado sólo tendrían un carácter aislado y transitorio donde las leyes tendenciales de la economía mundial, que expresan a su vez el carácter anárquico del sistema capitalista, pasarían a arrasar de un solo golpe dichas reformas como se expresa en decenas de países sumergidos súbitamente en crisis financieras, políticas y sociales. Es por esto que el proletariado y su vanguardia debe prepararse, en las etapas y proceso vivos de la lucha de clases, para hacerse del poder e imponer a las clases opresoras su dominación política en la arena mundial, única forma de abrir un periodo de transición hacia un régimen socialista donde finalmente se extinguirá, junto con las clases sociales, toda forma de dominación política.
De la asunción de Trump al gobierno norteamericano hemos visto cómo el imperialismo ha desarrollado una ofensiva para recomponer su crisis de hegemonía a nivel mundial, y junto con ello, ha acelerado las contradicciones y desequilibrios en distintos puntos del planeta. Se han recrudecido los conflictos bélicos en Medio Oriente; se ha profundizado las crisis migratorias en Europa y en todo el mundo; el lánguido repunte económico desde la crisis iniciada en el 2008 ya se de Europa o EEUU se han evidenciado más que coyunturales; la crisis social en mayor o menor medida se ha expresado en todos los países destruyendo las coaliciones políticas históricas que fueran parte del equilibrio de post-guerra dando lugar formaciones políticas inestables producto de profundas oscilaciones de las masas; la guerra comercial desatada por EEUU contra China ha desestabilizado todas las relaciones tanto interestatales como entre las distintas fracciones burguesas nacionales; se ha sumido en crisis profundas a semi-Estados como Venezuela, Argentina, Nicaragua, Brasil, etc; se han agudizado las contradicciones del proceso de asimilación de los ex Estados Obreros como Rusia, China y Cuba al capitalismo mundial sin salida posible; y se han abierto distintos procesos de lucha de clases en diferentes países que llaman a los revolucionarios a potenciar la centralidad obrera en los mismos para dinamizar este motor de salto de la historia.
Como TRCI nos hemos propuesto, en este contexto histórico donde prima la descomposición del capitalismo y las contradicciones en la asimilación de los ex Estado Obreros, retomar y desarrollar la teoría marxista sobre el Estado. Creemos que esto es fundamental ya que las distintas corrientes que se reivindican trotskistas han reemplazado las definiciones revolucionarias sobre el Estado, tanto en su carácter de clase como en su caducidad histórica, para adaptarse a las distintas formas de dominación que asumen, renegando con ello de la teoría de la revolución permanente que condensa la síntesis de la experiencia histórica del proletariado y otorga las premisas teóricas que permiten entender el carácter permanente y por ello internacional de la dictadura del proletariado. Al no partir del carácter internacional de la revolución, las corrientes centristas, se quedan atrapadas dentro de los esquemas de transcrecimiento entre la revolución democrática a la socialista, colocan el aparato de Estado burgués como infranqueable y con ello adaptan su programa a la exigencia de reforma dentro de los estrechos marcos de la superestructura del régimen burgués. No se proponen por ello la destrucción del aparato burocrático militar que regimenta la dictadura del capital y por lo mismo se vuelven un obstáculo para que la vanguardia obrera se prepare para la toma del poder, para la destrucción de esta maquinaria en manos de la burguesía, y la instauración de un Estado proletario, cuya injerencia en la sociedad capitalista viole a cada paso la ley del valor en la extensión de su dictadura. Es decir, la revolución se desarrolla, transcrece, desde la revolución proletaria hacia la revolución mundial retomando la etapa abierta por la revolución rusa, el primer Estado Obrero de la historia. El legado revolucionario de la III Internacional, expresado en sus cuatro primeros congresos, continuado y sintetizado en la fundación de la IV Internacional se hace cargo del sistema soviético como la forma transicional que adquirirá el Estado Obrero, en el que la actividad de la clase revolucionaria y la incorporación de las masas a la política le darán su perfeccionamiento; y el desarrollo de las federaciones de Estados obreros, como la forma que puede tomar la extensión de la dictadura proletaria en la arena internacional. Y esto no es otra cosa que pelear por dar continuidad a la era de la dominación política de la clase obrera que generará en un régimen de planificación socialista las condiciones para la extinción de todo Estado. La lucha política contra la adaptación constante de las corrientes centristas a los regímenes burgueses es una tarea de primer orden para influir sobre un sector de vanguardia adopte una estrategia y programa revolucionario.
Los intereses de una clase no se presentan de otro modo que en la forma de programa, y un programa es lo que define a un partido. Es por ello que en la TRCI estamos abocados a la elaboración programática recuperando la mecánica del programa de transición que tiene un carácter internacional. Decimos que la tarea fundamental de la vanguardia obrera es reconstruir la IV Internacional ya que las tareas que le dieron nacimiento aún se encuentran presentes. Y en este esfuerzo pretendemos que la construcción de la Internacional, del partido mundial de la revolución socialista, sea una verdadera escuela de estrategia revolucionaria. En su adaptación, las corrientes del centrismo amalgaman programas y reivindicaciones de corte nacional con menciones abstractas de internacionalismo. Sus llamados a realizar partidos únicos sólo se expresan en la arena nacional y lo hacen para hacer crecer sus propios aparatos partidarios, bregando por partidos con libertad de tendencias, esto es, sin centralismo democrático, impulsando movimientos laxos o directamente renegando de la centralización de una Internacional revolucionaria como es el caso de los mandelistas quienes ya abandonaron la lucha por la dictadura del proletariado. Es en este esfuerzo de poner en pie un núcleo revolucionario por la reconstrucción de la cuarta en el que estamos embarcados quienes conformamos la TRCI. También creemos que es prioritario que las corrientes revolucionarias que reivindicamos la necesidad de la IV Internacional y la lucha por la dictadura proletaria que impulsemos las medidas necesarias para que poner en pie y unificar a la vanguardia obrera internacional detrás de un programa revolucionario. Por esto es que hemos llamado a una Conferencia Latinoamericana para comenzar inicialmente en nuestra región a ayudar a la vanguardia en el arduo proceso de forjar la dirección revolucionaria.