La reconstrucción del régimen burgués luego de la semi insurrección espontánea del 19 y 20 de diciembre de 2001 se asentó en una brutal devaluación implementada por el gobierno de Eduardo Duhalde y sus ministros Remes Lenicov y Roberto Lavagna. Este golpe a la clase obrera y a las masas en general fue enfrentado por el movimiento obrero en las calles, sobre todo por los sectores desocupados organizados en el movimiento piquetero. El asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán el 26 de junio de 2002 a manos de la policía del comisario Franchiotti en la estación de Avellaneda fue un operativo conscientemente orquestado por el peronismo en el poder, con Duhalde (presidente) y Felipe Solá (gobernador de Bs As) a la cabeza, para disciplinar a nuestra clase golpeando a su sector más combativo. La movilización posterior al asesinato, reclamando justicia y continuando la lucha contra el ajuste devaluatorio, llevó a la renuncia de Duhalde, quien diseñó una salida a través de elecciones que permitieron la victoria de la camarilla pequeñoburguesa K.
Veinte años después, tenemos a funcionarios bonaerenses responsables de esta masacre, como Aníbal Fernández, y a la camarilla K en el gobierno. Todos, en un Frente que vuelve a la carga contra el movimiento piquetero con Cristina Kirchner como principal vocera. Quieren golpear nuevamente a nuestra clase para consolidar los avances que lograron las patronales sobre nuestras condiciones de trabajo durante la cuarentena y avanzar en la aplicación del ajuste que les dicta el FMI. Y quieren hacer caja con el dinero de los planes sociales para financiar el aparato punteril peronista de gobernadores e intendentes para intentar mantenerse al comando del Estado burgués de cara a las elecciones del año que viene.
Mientras, la burocracia sindical de la CGT y las CTAs y la “burocracia piquetera” buscan meternos en la interna oficialista entre Alberto y Cristina: esa no es nuestra pelea, la tarea es enfrentar a todas las alas del gobierno del ajuste fondomonetarista. Agitan el fantasma de la derecha para mantener nuestras organizaciones atadas al Estado, mientras firman paritarias a la baja y en cuotas, y dejan pasar la reforma laboral de hecho, fábrica por fábrica, convenio por convenio, con los turnos americanos, las indemnizaciones “mochila”, los contratos de cortísima duración y el único festival que sustenta la “recuperación” albertista, el festival del trabajo precario. Ejemplos de esto hay de sobra: convenio UOCRA, Toyota, docentes, los intentos de ir por el 4º turno en Bagley Córdoba y la bodega Peñaflor, etc.
Reivindicamos la lucha de Kosteki y Santillán continuando la pelea por el castigo a los responsables políticos de la masacre de Avellaneda, castigo que deberá aplicar nuestra clase con nuestros métodos y organizaciones. Debemos enfrentar el ataque patronal que descargan el gobierno, la oposición patronal y las cámaras empresarias, con el FMI como pivote. Tenemos la tarea de recuperar los sindicatos de manos de la burocracia y ponerlos en función de la lucha por incorporar a los desocupados a la producción, cuestionando el mando capitalista e imponiendo las escalas móviles de horas de trabajo y salarios. En medio de una crisis mundial bestial, exacerbada por la guerra en Ucrania, el enfrentamiento con nuestros enemigos se evidencia como una pelea descarnada por la supervivencia de nuestra clase, son ellos o nosotros. La venganza histórica de la clase obrera, luchando por el poder político, encabezada por el partido revolucionario del proletariado, sección nacional de la IV Internacional reconstruida.
El domingo 12 de mayo fue jornada electoral en la provincia de Córdoba. Como en tantos otros distritos, el oficialismo provincial desacopló las elecciones de las nacionales para evitar ser arrastrado hacia abajo por el resultado de un eventual candidato propio a presidente. Pero en este caso, además se da el efecto contrario: la victoria resonante de Schiaretti en la provincia y en los grandes municipios (empezando por Córdoba capital) asienta y acelera la cristalización de las candidaturas presidenciales, empezando por el peronismo en sus variantes Alternativa Federal y K, y también en Cambiemos y sus diversos “planes alternativos” (M, V, H, etc.).
La victoria del peronismo (54%) tuvo más brillo por el contraste con la debacle de Cambiemos, que se rompió y fue dividido en 2 listas (Negri sacó 17,8% y Mestre 11%) producto del avance de la crisis del proyecto macrista. El resto de las fuerzas quedaron por debajo del voto en blanco (5,7%), con el vecinalismo del derechista García Elorrio (3,7%) por arriba del 2,6% del FIT y el 1,4% del MST. La participación fue menor a la elección anterior (72%).
Para hacer un balance objetivo de la elección es necesario partir del sólido apoyo que cosechó Schiaretti entre la burguesía, tanto industrial como agropecuaria, que tiene importantes capitales afincados en Córdoba. Varias empresas, empezando por el grupo Arcor, son elementos de peso en la UIA. Además del complejo automotriz que está estrechamente vinculado a los capitales imperialistas y los vaivenes de Brasil.
Un segundo elemento a destacar es la particularidad de la actual crisis financiera que atraviesa el país. A diferencia de la crisis del 94/2002, en la actualidad las cuentas en rojo financiadas por los millones del FMI son las del tesoro nacional, pero las provincias, debido a la renegociación del pacto fiscal y otras concesiones que debió dar el “gradualismo” del macrismo a los gobernadores, mantienen cierto equilibrio fiscal, aunque esto está viéndose deteriorado rápidamente por la recesión. Sin embargo, las cuentas saneadas en el período anterior permitieron a Schiaretti mantener el plan de obra pública en marcha, plan que fue el eje primordial de su campaña electoral.
Finalmente, la burocracia sindical dio un apoyo decisivo al oficialismo, con la ayuda de la bajada de lista del kirchnerismo que permitió a varios burócratas K como Saillén y Monserrat mantener un bloque sólido de apoyo al peronismo del que sólo quedó afuera el lucifuercista Suarez, empujado por la política de ataque sistemático a los trabajadores de la EPEC de Schiaretti.
El apoyo de las patronales al gobierno cordobés no es gratuito: se han visto beneficiadas por la política de subsidios y exenciones impositivas, por la negociación de convenios colectivos a la baja como en el caso del SMATA, por la aplicación de políticas de trabajo barato o directamente gratuito de la juventud, y por una política de represión a la clase obrera y el pueblo para sostener los privilegios sociales de esta clase parasitaria. Las críticas de un sector del empresariado al macrismo son capitalizadas por el peronismo de alternativa federal, y Schiaretti es un ejemplo de como gobierna esta facción del PJ y del valioso aporte que puede hacer la burocracia sindical como parte del oficialismo. El peso de Córdoba en el total del padrón electoral es importante también, pero queda así determinado de forma concreta. Todos estos elementos hacen a la importancia del triunfo contundente del peronismo el 12 de mayo.
A partir de su triunfo, Schiaretti ha ingresado como actor importante en el armado de la transición ordenada del fracasado gobierno Macri a un sucesor que sea capaz de garantizar la explotación de nuestra clase para devolver los dólares al FMI y mantener la dominación imperialista en Argentina y el conjunto de Latinoamérica. El nuevo armado del PJ Córdoba, Hacemos por Córdoba, que incluye a la centroizquierda de Stolbizer y el PS, se presenta como una variante de unidad de la oposición no K, que a nivel nacional sería la unidad del PJ federal con Lavagna, tras la bandera de la “Unidad Nacional”, unidad que se forja sobre la derrota de la clase obrera a partir de la aplicación de las medidas burguesas que Macri no alcanzó a llevar adelante (reforma laboral, previsional, impositiva). Está por verse como continúan las negociaciones entre estos socios del capital. Lo cierto es que han acomodado el escenario para meter a una franja importante de los trabajadores, con la ayuda de la burocracia, en la trampa electoral frente a tamaño descalabro económico a que nos somete el macrismo. Igual que el anuncio de la fórmula Fernandez-Fernandez, ayudan al gobierno nacional a estabilizarse a partir de la perspectiva de una transición dentro de la institucionalidad de la democracia para ricos.
Ante esto, vemos como la izquierda electoral ha entrado en un debate sobre las razones de su magra cosecha de votos por afuera de las perspectivas revolucionarias. Altamira, crítico de la nueva dirección del PO, habla de debacle del FIT por la caída en los guarismo electorales, con una idea por demás evolutiva: compara elecciones anteriores con la actual por afuera de toda caracterización de la situación objetiva, pretendiendo una evolución ascendente de los votos del FIT. Esto es contrario al marxismo y se acerca bastante al reformismo que pretende una “acumulación de fuerzas” ascendente de la clase obrera bajo el capitalismo, sin considerar la lucha de clases, las derrotas, las victorias, y la influencia determinante de la realidad concreta del mercado mundial. El PTS y el nuevo MAS, por su lado, hablan de un “voto conservador” de los trabajadores, un sinsentido, ya que lo que podemos medir en una votación, y de forma muy distorsionada tratándose de una provincia de una semicolonia, es el grado de madurez política del proletariado, es decir, su ruptura con la influencia política de la burguesía para avanzar hacia la revolución socialista, no para optar por “candidatos de izquierda” dentro de la democracia patronal. Acá es central el rol que tengan las corrientes revolucionarias dentro de los sindicatos, su pelea por independizarlos de la tutela del estado burgués y por lo tanto por su recuperación de manos de la burocracia sindical peronista. Nada se dice de estos objetivos y estas perspectivas en los balances de las corrientes del FIT y del Nuevo MAS. Tampoco se balancea la campaña centrada en el voto kirchnerista ante la bajada de listas y el apoyo de sus principales figurones a Schiaretti, resumida en ideas como “si votás un Schiaretti, te sale un Macri”, soslayando todas las medidas antiobreras y represivas del propio PJ cordobés. Todo esto no lo van a decir porque deben continuar su preparación para la intervención electoralista en las PASO y en Octubre. No vamos a hablar del MST, que sí está exultante por haber metido una legisladora, porque no consideramos que sea una corriente de izquierda luego de haber defendido a la Sociedad Rural, a la Gendarmería, llamado a votar al hoy macrista Luis Juez, y una larga lista de capitulaciones a nuestros enemigos de clase.
Para hacer realidad la consigna ¡Abajo el Macrismo, fuera el FMI! debemos recuperar nuestros sindicatos de manos de la burocracia sindical traidora y garante del ajuste y del plan de transición del imperialismo. A 50 años del Cordobazo, pongamos en pie en Córdoba un plenario de delegados para discutir las medidas, métodos y programa para recuperar los sindicatos y unificar al movimiento obrero en una Central Única de Trabajadores. Esta es nuestra propuesta para la izquierda, que rompa con el electoralismo febril y avancemos en conjunto en agrupar a la vanguardia en oposiciones sindicales revolucionarias por rama y pelear por un Congreso de Delegados de base con mandato, para poner en pie la fuerzas de nuestra clase y derribar el plan del imperialismo para toda la región. Y así desarrollar las condiciones para construir el partido revolucionario de la clase obrera.
COR
Corriente Obrera Revolucionaria
Regional Córdoba