El pasado 17 de agosto vimos al secretario general de La Bancaria, Sergio Palazzo, compartir tribuna con una cámara patronal de empresarios PyME en el marco de la celebración del día del “empresario y la empresaria nacional” y de su campaña por ser electo diputado nacional por el Frente de Todos. El eje central de su discurso de postulación gira en torno a la consigna de reducción de la jornada laboral para generar un “shock de empleo”, sin reducir el salario, y contaría con el apoyo de cámaras de pequeñas y medianas patronales. El proyecto de ley, impulsado por la conducción del sindicato bancario, plantea reducir la semana laboral a 36hs y apunta a su implementación en las grandes empresas y bancos. También hay otro proyecto de 40 horas semanales presentado por la CTA.
Demagogia
Esta “iniciativa” se da en un marco de una emergencia sanitaria por el Covid-19, en la que el gobierno del FdT, con la inestimable ayuda de la burocracia, ha descargado los costos de “administrar la pandemia” en las espaldas de los trabajadores. No sólo enviaron a los “esenciales” a contagiarse por un sueldo de miseria, sino que ahora, ante la presión electoral y desestimando la inminencia de una “tercera ola”, pretenden que vuelvan todos a sus ritmos de trabajo lo antes posible, sin contar con las mínimas condiciones sanitarias en los establecimientos. Mientras tanto, impusieron flexibilización laboral de hecho con el teletrabajo y otras “innovaciones”.
Esta burocracia, que ahora quiere cosechar votos para la fuerza en el gobierno con demagogia hacia los trabajadores, es la misma que durante los últimos 2 años del gobierno de Macri, en los que los embates de las condiciones de vida de los trabajadores fueron fuertísimos, fueron garantes de la institucionalidad apuntando a la salida electoral con la famosa consigna “hay 2019”. A cambio, transaron con el gobierno entrante de Alberto Fernández cajas previsionales y espacios en las listas legislativas. No hace falta comentar el enorme servicio que prestaron al orden capitalista durante la pandemia, apoyando las medidas gubernamentales de cuarentenas garantizadas por la represión estatal y conteniendo la bronca de los trabajadores para garantizar las condiciones impuestas por el FMI. Fueron los primeros en cerrar los sindicatos con la excusa del covid y evitar que los trabajadores se organizaran para enfrentar las imposiciones degradantes de las patronales. No podemos dejar de notar que fue la propia burocracia sindical la que ha dejado correr los despidos y desactivado las luchas obreras contra esto, un ejemplo patente es la burocracia de STIA, pasteleros y panaderos ante los despidos en BIMBO. Pero también en el propio gremio bancaria se ha dado una plétora de despidos encubiertos con los “retiros voluntarios”, se avanza en los cierres de sucursales y se intenta imponer la flexibilización laboral que borra de un plumazo conquistas históricas del sindicato.
La reducción de la jornada laboral de esta manera planteada se apoya en el argumento de que, debido a que la aplicación de nuevas tecnologías, se ha hecho más productivo el trabajo. El trabajador puede trabajar menos horas diarias, siendo igualmente productivo. Es decir, no se trata de cuestionar quién se apropia del producto del trabajo, sino simplemente de pedir que nos sigan explotando en menos tiempo, pero más intensamente. En la puja por mantener las condiciones salariales, sigue ganando la empresa con el salario relativo.
Ni siquiera los ministros del gobierno que ellos defienden están contentos con la propuesta, ya que esto implicaría, en términos relativos, aumentar un 33% el salario. Y he aquí el quid de la estrategia capitalista: que el trabajador sea más productivo y a la vez más barato.
La burocracia busca solucionarle al sistema, en términos de tiempo, una contradicción que hay entre capital y trabajo. Quiere conciliar cosas irreconciliables. Este planteo es sobre una base menor de trabajadores, cuando ya pasaron los despidos masivos. Y, convengamos, esta discusión sólo atañe al porcentaje cada vez más minoritario de trabajadores en blanco, mientras la mano de obra en negro o contratada de forma fraudulenta (monotributo, por ejemplo) sigue creciendo aceleradamente.
Por eso quieren ir a discutir esto en el Congreso, para llevar a los trabajadores a las trampas institucionales de la clase que nos explota, subordinando, además, la institución obrera del sindicato al Estado burgués.
Programa de transición
Aquí resulta necesario recordar la discusión sobre la escala móvil de horas de trabajo y de salarios planteada en el Programa de Transición de la IV Internacional.
En primer lugar, hay que recordar que el Programa de Transición es un sistema de reivindicaciones transitorias que busca tender un puente entre las reivindicaciones inmediatas de las masas trabajadoras y la lucha por el poder obrero con el establecimiento de la dictadura del proletariado. Está claro que, en una situación de crisis galopante y condiciones de vida y de trabajo cada vez peores, las masas obreras están urgidas por poner un límite a la degradación de sus condiciones de vida. El derecho a la explotación se convierte en una lucha por la supervivencia.
Ahora bien, la escala móvil no es idéntica al planteo de reparto de horas, aunque incluso nos cansamos de escucharlo en boca de candidatos de izquierda. ¿Cuál es la diferencia? En el capitalismo nuestra fuerza de trabajo es una mercancía más, que se vende en el mercado por un precio, determinado en última instancia por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir determinada mercancía. Este tiempo es distinto según la rama de producción y el sector de la economía, tanto de la nacional como a nivel internacional. Por eso, hay distintos “precios” para distintos tipos de trabajos.
El reparto de las horas como plantea la burocracia implica una redistribución de la fuerza de trabajo disponible, en la rama de producción que sea, en el tiempo que sea. Si lo llevamos a lo concreto, podría ser probablemente una presión a la baja salarial.
La escala móvil de horas de trabajo, en cambio, tiene en cuenta esta desigualdad impuesta por el sistema de producción capitalista y apunta a que las organizaciones obreras tengan control sobre el proceso de trabajo, de manera de organizar el tiempo en las distintas ramas de acuerdo a la fuerza de trabajo y las necesidades obreras. La escala móvil de salario entiende que hay distintos tipos de trabajo y establece una escala, basada en la necesidad de combatir la desocupación, la carestía de la vida y la miseria de los trabajadores de conjunto, partiendo del valor que se produce en el proceso económico. El trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado sigue el movimiento de los precios. No es posible aceptar ningún otro programa para el actual período de transición.
Esta medida orienta a la clase trabajadora hacia la raíz de los problemas de la producción y distribución del capital, mientras que reparto es sólo una medida anticíclica (en el mejor de los casos). Y debe ser planteada siempre dentro de un sistema de reivindicaciones transitorias. La “posibilidad” o la “imposibilidad” de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha.
Lo más importante de esta reivindicación no es la consigna en sí misma, sino apostar al desarrollo de las fuerzas del proletariado para cuestionar el mando capitalista en la producción. Sobre la base de esta lucha, cualesquiera que sean los éxitos prácticos inmediatos, los obreros comprenderán, en la mejor forma, la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista. Apunta a preparar el sistema de trabajo de la futura sociedad socialista. Es por esto que no puede tomarse seriamente sin pensar en el control obrero de la producción, por ejemplo. Pero, sobre todo, no se puede concebir sin una fuerte organización obrera consciente de que su misión histórica es organizar otro modo de producción sobre bases socialistas. Por fuera de esta concepción, los trabajadores seguirán presos de la voluntad del capital y su sed de ganancias. Por eso, es tarea fundamental de los revolucionarios organizar Oposiciones Revolucionarias en los sindicatos, que peleen por este programa en las organizaciones obreras y regenerar una vanguardia obrera que luche por el comunista, organizada en un partido revolucionario.