Jamás el peronismo, como dice la marcha peronista, combatió al capital. Y es de buen peronista, como lo es Alberto, llevar a cabo la intervención de Vicentín para hacer el rescate de una empresa que estaba en convocatoria de acreedores por un manejo fraudulento y malos negocios. Entonces, en nombre de la expropiación, estatiza la deuda del holding Vicentín y prepara su venta en mejores condiciones. Es un mecanismo burgués que realizan los Estados para socializar las pérdidas e intervenir para que no se produzca una bancarrota de gran parte de la economía. En la situación de crisis mundial, estas medidas de neto corte estatista sólo sirven para huir para adelante, ya que no solucionan los problemas estructurales del sistema capitalista y sus leyes.
Alberto intenta rescatar a un sector de la burguesía ligado al campo y desata una crisis política, no sólo al interior de la coalición con la que gobierna, sino en las distintas fracciones burguesas, algunas a favor del rescate y pidiendo que se extienda esa medida a gran parte de la industria en crisis y otras, en contra argumentando que los propios mecanismos de competencia definan quién se queda con Vicentín. En medio de esta disputa, el gobierno también necesita hacer caja. Mientras se desarrolla la negociación de la deuda externa, en la que se especula con un acuerdo favorable para los acreedores, el gobierno también ha hecho una propuesta de pagar un cupón atado a las exportaciones de granos, con lo cual necesita la porción del mercado que tiene Vicentín. Toda idea de “soberanía alimentaria”, “empresa testigo” y expropiación tipo Venezuela es puro relato para la tribuna.
El Estado burgués es una firma burguesa y debe sostenerse con impuestos, créditos y, en algunos casos, con una intervención más directa en la economía. Pero el desarrollo histórico de los Estados nación entra cada vez más fuerte en contradicción con el capitalismo y éstos se descomponen. Al sostener a capas parasitarias de la economía, impiden el desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso, tomando el caso del debate que ha abierto la intervención de Vicentín, debemos ser claros ante los trabajadores y el pueblo: expropiación y estatización de manos de una fracción burguesa que dirige el Estado jamás puede ser en beneficio de los trabajadores, nunca los garantes de nuestra explotación pueden a la vez ser nuestros protectores.
La característica estructural de las semicolonias es el bonapartismo sui generis, una forma de poder estatal especial. Esto se debe a que la relación de dependencia con el imperialismo impide que las burguesías autóctonas tengan un carácter independiente, por lo que deben subordinarse al capital imperialista y definir cómo se van a relacionar con el proletariado. Alberto representa una fracción pequeño burguesa que intenta tener una relación con el imperialismo distinta a la del gobierno anterior, apoyándose más en el capital nacional y la burocracia sindical, para mejor negociar las migajas con el imperialismo.
Hoy, en medio de la cuarentena por la pandemia mundial, el gobierno ha avanzado en un ataque en todas las líneas a los trabajadores y el pueblo pobre. El salvataje a las grandes empresas es impresionante, pagando parte de los sueldos y ofreciendo créditos blandos que salen de los fondos del ANSES, es decir, de parte del salario de los trabajadores confiscado por el Estado. Es un saqueo en todas las líneas, mientras rescata a Vicentín.
Mientras las distintas variantes burguesas y pequeño burguesas debaten sobre la importancia de la propiedad privada, del rol de los empresarios y la importancia del Estado. Los trabajadores debemos debatir cómo intervenir en esta crisis de forma independiente. Es imperioso que abramos un debate al interior de nuestra clase sobre la importancia del control obrero. La Federación Aceitera y los distintos sindicatos que dirigen las empresas del Holding Vicentín deben llamar a un Congreso de delegados de las distintas fábricas para discutir que la alternativa no es Vicentín o el gobierno, sino cuáles son las tareas de los trabajadores.
El control obrero no es lo que algunos sectores de izquierda pretenden hacer entender a los trabajadores, como una idea de control administrativo, mientras la dirección la tiene el Estado con su intervención. No es eso el control obrero, sino que es la intervención independiente de los trabajadores ante la desorganización de la economía, es buscar el control obrero de las principales ramas de la economía, es la injerencia del poder proletario en la sociedad capitalista, que prepara las condiciones para la lucha por el poder. En esta pelea se enmarca también la lucha por recuperar los sindicatos, para que amplíen sus funciones y tomen estas nuevas tareas.
En medio de esta pandemia solo los métodos obreros y su programa puede no sólo preservar la salud de nuestra clase, sino mostrar la capacidad de la clase obrera para la administración de las cosas.