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Sinceramente ajuste

Martes, 07 Enero 2020 21:17

El gobierno de Alberto comenzó su mandato cumpliendo sus promesas, no a los que lo votaron, sino al imperialismo y los acreedores. Y no podía ser de otra manera, ya que la dependencia de las fracciones burguesas y pequeño burguesas del capital imperialista es estructural. Algunos, como el gobierno de Macri, lo hacen de forma más abierta, mientras que el peronismo lo hace de forma más indirecta, ya que tiene otra relación con las masas.

Las primeras medidas plasmadas en la Ley de Solidaridad, votada en tiempo récord en el Congreso, mostró que el único objetivo es pagar la deuda con los acreedores y el FMI. Y, para eso, no tuvieron mejor idea que atacar a los jubilados y al conjunto de los trabajadores al legalizar el robo al salario que hizo Macri y que ahora el nuevo gobierno quiere negociar a inflación futura, obviamente sin recomponer todo lo que se perdió en la etapa anterior.

Lo que busca el nuevo gobierno es una tregua de 180 días para, mediante un ajuste a los trabajadores y una actualización a los impuestos, estar en mejores condiciones para negociar la deuda. Hay que aclarar que estas ideas no nacieron de los cráneos del Frente de Todos, sino que fue consensuada con los técnicos del FMI. Es tan obvio el alineamiento con el imperialismo norteamericano, que se puede ver claramente en la posición sobre Venezuela y la negativa a condenar el ataque de EEUU en Irak.

A pesar de que al plan lo dibujen con la palabra “solidaridad”, es una política de ajuste contra los trabajadores y de solidaridad de clase entre los capitalistas ante una crisis mundial que se sigue desarrollando, con una América Latina convulsionada. Ante este escenario, Alberto les pide solidaridad a los empresarios y lanza el Plan Hambre, con la idea de contener futuros conflictos que cuestionen su dominación.

Un Estado capitalista tiene centralmente dos formas de mantener su aparato burocrático-militar: una, es con deuda publica y la otra, con impuestos. Ante la nula posibilidad de seguir endeudándose apela al aumento de impuestos, no sólo a los distintos capitales, sino al conjunto de los sectores de clase. Es decir, busca salvar de una crisis mayor al Estado burgués y, a la vez, desplegar una política estatista de economía dirigida para salvar al gran capital y a otros sectores del capital de una crisis mayor y de enfrentamientos de clase.

Esta idea de estatización también se da en el terreno político. Se puede ver en la cooptación de las organizaciones piqueteras dentro de ministerios y en lugares en el Consejo Económico Social. El objetivo es fortalecer el rol de un semi Estado para poder enfrentar futuros enfrentamientos de clase ante el nivel de crisis.

Esta es la tarea del peronismo en este periodo: ahora tregua, para después buscar un pacto social que garantice las relaciones de fuerza que decanten de esa tregua. Ese es el plan y para eso ya cuenta con la inestimable ayuda de todas las burocracias sindicales desde la CGT hasta las CTAs. Pero aun nada está dicho, ya que tanto la situación mundial como la de la región es inestable y se están dando procesos de masas progresivos.

En los primeros días de gobierno tuvieron que lidiar con procesos masivos en Mendoza en contra de las mineras y en donde el gobierno provincial tuvo que retroceder, al igual que sucedió, en menor medida, en Chubut.

Por eso lo importante en este periodo es pelear por romper esa tregua y organizarnos en nuestros lugares de trabajo buscando la verdadera solidaridad de clase contra nuestros enemigos de clase y nuestros enemigos en nuestras propias filas, que es la burocracia sindical. Ninguna solidaridad trucha, que no es otra cosa que conciliación de clases.

No tenemos que ser nosotros los que paguemos las crisis. Por lo menos tenemos que recuperar lo que perdimos en nuestro salario en la era macrista. Tenemos que seguir peleando por la reincorporación de todos los despedidos. ¡Basta de trabajo en negro! Por el pase a planta permanente de los trabajadores tercerizados.

La lucha de clases es en definitiva la lucha por la plusvalía. No es creíble que un semi Estado, que es garante de los negocios del capital, sea defensor del valor de nuestra fuerza de trabajo. Tenemos que enfrentar a este Estado y sus instituciones, que atacan nuestras condiciones de vida. Y, por lo tanto, mostrar el poder de la clase obrera ante el imperialismo y sus títeres de turno.

 

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