A 43 años del golpe cívico-militar nos encontramos en medio de una crisis mundial que sigue su curso. Donald Trump, desde la presidencia de EEUU, intenta recuperar la hegemonía de ese país en su patio trasero, como se ve de manera abierta con la injerencia en Venezuela. El gobierno de Macri, servil a los intereses yanquis, con acuerdo con el FMI y todo el arco opositor burgués, está queriendo imponer un ajuste, con despidos y carestía de la vida, lo cual ha generado cierta resistencia por parte de los trabajadores y el pueblo en general, como demostraron los acontecimientos del 14 y 18 de diciembre de 2017 en contra de la reforma previsional.
La situación en nuestro país muestra los efectos de la crisis de forma cada vez más descarnada, con un aumento de la pobreza, con una desocupación que rondaría el 10,5%, donde en el último mes se perdieron más de 200 mil puestos de trabajo, donde la capacidad instalada de las fabricas se redujo al 50%, ha habido miles de suspensiones y se da una carestía de la vida que sigue en aumento, y, para agravar aún más el panorama, hay una dispersión de precios que estaría anticipando una crisis aun más aguda que el panorama descripto.
El gobierno de Macri está en un momento crítico como garante de los intereses de los negocios de la burguesía, de hecho, es el FMI quien dirige los principales resortes de la economía. Ese mismo FMI que en su última visita hizo una especie de casting para elegir al próximo verdugo en las elecciones presidenciales y todos los posibles candidatos les rindieron pleitesía –y, a lo sumo, en un rapto de combatividad dijeron que habrá que rediscutir el acuerdo con el FMI y nada más. El FMI también se reunió con la cúpula de la CGT, lo que ilustra quién dirige el país y a quién responde la burocracia sindical.
La coyuntura nacional muestra gran parte de las contradicciones no resueltas en la etapa anterior. Este 24 de marzo siguen estando los mismos actores que en la década del ’70 fueron a golpear la puerta de los cuarteles. Hoy, su fracción más consciente pretende saldar cuentas con la historia reciente negando el genocidio de Estado y tratando de imponer una nueva relación de fuerza. En el corto periodo de este gobierno, ya tenemos los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, la represión a las luchas obreras y el procesamiento de luchadores, entre ellos los militantes del PO y del PSTU, con la detención de Daniel Ruiz y la persecución a Romero.
Contra la dictadura del capital
Hace 43 años, las distintas fracciones burguesas, con el imperialismo norteamericano y la complicidad de las distintas instituciones del Estado como la Justicia, la Iglesia y el inestimable apoyo de la burocracia sindical y los partidos burgueses como el PJ y la UCR (entre los más importantes) se unían en la necesidad de derrotar físicamente a los trabajadores que pusieron en jaque el dominio burgués. Hoy todos ellos siguen atacando a los trabajadores, ya no con una dictadura militar, sino con los mecanismos de la democracia burguesa. Nosotros debemos ser conscientes que ambos métodos son parte de la dictadura del capital.
Por eso, este 24 de marzo marchamos de forma independiente de cualquier variante burguesa, levantando bien alto las banderas de la lucha de los trabajadores que dieron su vida combatiendo a la clase enemiga. Es tarea central de los revolucionarios preparar la venganza de clase y mostrar a las nuevas generaciones las lecciones del proceso histórico de los ‘70 y los elementos de continuidad en el momento actual. Debemos discutir un programa obrero de salida a la crisis. Es primordial defender la independencia de clase, ninguna confianza en los partidos patronales. Hay que impulsar el enfrentamiento a la burocracia sindical para expulsarla de nuestros sindicatos, porque fueron los cómplices para que miles de compañeros desaparecieran. Tenemos que atacar las bases del régimen burgués que está en la producción, enfrentar a esa clase que como empresarios crearon campos de concentración para asesinar a los compañeros. Demos una lucha implacable contra la Iglesia que bendijo a los genocidas. En definitiva, hay que preparar la lucha por el poder para destruir al Estado burgués, construyendo el Partido Revolucionario, como sección de la IV Internacional reconstruida.