A pocos días de cumplirse un año de la operación de Hamas que liquidó a decenas de soldados israelíes y tomó rehenes que aún no han sido restituidos, la violencia armada en Medio Oriente sigue escalando. En el transcurso de este año, el enclave de Israel ha perpetrado masacres y desastres humanitarios en la Franja de Gaza y Cisjordania. Luego de conocerse, a fines de septiembre, la noticia de que las fuerzas sionistas habían matado a los principales líderes de Hamas y Hezbolá, Irán lanzó un ataque aéreo con misiles que dieron en el blanco de locaciones militares sensibles del Mossad.
Al cierre de esta nota, Israel convocaba a sus reservistas mientras el jefe de las Fuerzas de Defensa Israelíes afirmaba que el Líbano planea una ofensiva terrestre y Hezbolá se atrinchera para atacar la frontera. Más agresivo, el enclave abre cuatro frentes de enfrentamiento. Se trata de una nueva escalada en la guerra en Medio Oriente provocada por la necesidad de Israel, bajo la doctrina del “nuevo orden” de Netanyahu, de sostener una ocupación militar cuyo sustento histórico ha caducado. La única alternativa para el sionismo es forzar un cambio en las relaciones de fuerza regionales, a través del uso de la fuerza militar. Mientras tanto, el imperialismo yanki y europeo se enfrentan a contradicciones internas sobre la política para la región. Tanto al interior de estos Estados, como dentro del régimen de ocupación sionista, las dudas y los cuestionamientos hacia la dirección actual del conflicto están llegando a un extremo. Sin duda, la suerte de Netanyahu se juega en estas ofensivas, pero, más aún, hay sectores que se preguntan sobre el futuro del enclave. Sólo una reconfiguración total de fuerzas logrará sostenerlo de manera más o menos estable. La situación mundial, la decadencia del imperialismo que lo apoya y la ruptura del orden de posguerra que le dio origen hacen de esa estabilidad algo poco probable.
Este escenario pone al proletariado ante la tarea de frenar la guerra. Esto sólo puede suceder enfrentando a las direcciones burguesas y pequeño burguesas del nacionalismo árabe, turco e iraní. Esas direcciones han mostrado su subordinación al capital y su afán de conseguir mejores condiciones de negociación con el imperialismo a costa del sufrimiento del proletariado de sus naciones. Los gobiernos árabes de los países limítrofes de Israel, como Egipto, Jordania y El Líbano, juegan un papel directamente cómplice, maquillado con lamentaciones hipócritas para ubicarse frente al odio generado entre su propia población. Se vuelve necesaria la derrota de la actual ofensiva sionista donde la clase obrera de medio Oriente tome un rol central en una guerra revolucionaria por la destrucción del enclave imperialista. La juventud y sectores de vanguardia obrera han sostenido durante este año y en gran parte del mundo, un pulso de movilización, ocupaciones de campus universitarios y acciones de boicot a las empresas vinculadas a Israel. Esta disposición a enfrentar a sus propios gobiernos cómplices del accionar genocida del enclave israelí, es una tendencia progresiva que debemos profundizar mediante la acción política, propagandística y programática, combatiendo tanto las ilusiones pacifistas como las salidas diplomáticas reaccionarias, como la línea de los dos Estados. La única clase interesada en poner fin a esta guerra y superar la situación desesperante a la que la somete la opresión imperialista es el proletariado internacional. Frenar la guerra implica boicotear la maquinaria bélica, sus bases de producción de armamento, sus vías de comunicación, su capacidad de sustento. Apelar al método obrero de las ocupaciones y bloqueos es una tarea urgente. Hay que expulsar a las tropas sionistas de Medio Oriente. Para esto, se necesita una dirección revolucionaria, dispuesta a ir hasta el final en la derrota del enclave de Israel y sus socios mayores. Esto lleva indefectiblemente a la perspectiva de la revolución socialista para poner en pie una Federación de Repúblicas Socialistas de Medios Oriente. Es la Cuarta Internacional reconstruida la dirección necesaria para llevarla adelante. Por eso, llamamos a todas las corrientes que reivindican esta perspectiva a llamar urgente a una Conferencia Internacional para ponernos en marcha.