En publicaciones anteriores hemos planteado que la crisis capitalista que comenzó hace ya más de una década era tan profunda que haría que todas las contradicciones del sistema y los pactos que lo sostuvieron después de la 2° Guerra Mundial volvieran a estallar. Un elemento fundamental de estas contradicciones es que vuelven hacia los Estados imperialistas, haciendo estragos en sus instituciones. Así es que en el mes de septiembre estamos asistiendo a otro capítulo del tortuoso camino de descomposición imperialista en Europa. A continuación, haremos un recorrido por los elementos más destacados de la compleja coyuntura.
A 3 años del referéndum que estableció por voto directo que Gran Bretaña debía salir de la Unión Europea, ya hay un saldo de 2 primeros ministros conservadores que dejaron su cargo, Cameron y May, y un tercero, Boris Johnson, que creía que tenía la fuerza para llevar adelante la variante más dura –sin acuerdo con la UE- del Brexit y ahora está también tambaleando. En un sinuoso recorrido en el Parlamento, Johnson apeló a la clausura del mismo, a principios de mes, para avanzar en el plan del Brexit sin más escollos de un poder legislativo que no puede reunir los votos necesarios para apoyar a ningún proyecto por la positiva, sino tan solo para rechazar las iniciativas del ejecutivo. A pesar de que muchos analistas plantearon que esto se debió sólo a una maniobra para lograr el objetivo real, que es adelantar las elecciones a antes del 31 de octubre –fecha en la que se tendría que producir la salida de la UE- y así se reconfiguren las fuerzas políticas para desarrollar el plan, no se hicieron esperar las marchas y protestas en todo el Reino Unido contra el cierre del Parlamento. Unos días más tarde se dio la intervención de la Corte Suprema de Escocia para contrarrestar la política de Johnson y se volvió a plantear el problema de la frontera con Irlanda del Norte. Igualmente, el problema que más preocupa a la burguesía es el impacto económico de un Brexit sin acuerdo, como el que auspicia el actual Primer Ministro. El ministro para el Brexit, Michael Gove, presentó un informe sobre los “peores escenarios razonables”, que han encendido alarmas en el Reino Unido. Entre los puntos más notorios marcó que podría haber problemas en el transporte internacional, en particular en el canal de La Mancha, así como en el paso de Kent, donde circular camiones de mercaderías. Otro punto es el encarecimiento de la electricidad para particulares y empresas, ya que sus precios están asociados a los aranceles europeos, que cambiarían al salir. El problema de los precios de las mercancías se extendería también a los alimentos frescos, ya que temen que se reduzca la oferta y la disponibilidad de algunos productos y que éstos aumenten su precio. A estos problemas económicos se sumarán también los geopolíticos vinculados a sus nuevas fronteras. En la colonia de Gibraltar temen que sufra también interrupciones en los suministros de bienes y la transacción de mercaderías con España. Por lo pronto, adelantaron las elecciones para antes de la definición del Brexit, para evitar que afecte aún más a su política doméstica.
Así las cosas, el Partido Laborista coquetea con dar alguna alternativa dentro de las instituciones burguesas. Si bien se rechazó la maniobra de Johnson de adelantar las elecciones, el líder laborista Jeremy Corbyn propone la posibilidad de otro referéndum. La crisis de dirección política se ve patente tanto en las alas de la burguesía imperialista como en las filas del proletariado, que aún no puede trazar una política de independencia de clase que ponga fin al desbarranco del imperialismo británico, apelando a la unidad internacionalista de todos los trabajadores del continente y sus colonias y semi colonias.
A principios de septiembre se comenzó a extender la noticia de que la potencia continental se pudiera declarar en recesión este año. En agosto, la Oficina Federal de Estadística anunció una contracción del PBI del 0,1% entre abril y junio, que se acumula con el mal desempeño del año. Lo notorio es que muchos atribuyen la posible recesión a causas externas, como lo son la guerra comercial entre EEUU y China y la creciente posibilidad de un Brexit salvaje. Recordemos que Alemania es una potencia exportadora y, por lo tanto, las condiciones en las que vende sus productos definen su desempeño. Este hecho muestra a las claras la interdependencia de los Estados nacionales, como superestructura del capital, que genera contradicciones al sistema a la vez que le es vital para la dominación burguesa. A su vez, da por tierra con cualquier ilusión de que se podrá dar una “salida nacional” a la actual crisis. De esta idea han abrevado las fuerzas de derecha como AfD para cosechar votos y representantes locales, nacionales y europeos. Pero no son los únicos que tienen esta falsa noción nacional, la confusión de objetivos que tienen los sectores obreros también puede llevar a pensar que, mediante algún movimiento en las calles que conquiste reformas en las instituciones, se pueda dar una salida nacional a los profundos problemas actuales. Lejos de esto, se comprueba una vez más la certeza de la tesis marxista de que el programa proletario y socialista trasciende las artificiales fronteras nacionales trazadas por la burguesía apelando al internacionalismo proletario. La clase obrera alemana sin duda tiene entre sus tareas más urgentes desarrollar un programa de salida obrera a la crisis partiendo del internacionalismo proletario.
Luego de la crisis política que se abrió a partir del movimiento de los chalecos amarillos en Francia, Macron no acierta en sus líneas para cerrar la unidad nacional, que, por el contrario, está cada vez más rota. En un atisbo de volver a tomar la iniciativa luego de que su gobierno fuera fuertemente cuestionado en las calles por la serie de reformas y ajustes que llevó adelante, intentó mostrarse con el líder de la Europa verde, al intervenir con el lobby ecologista en la discusión del comercio con América Latina. Así, detrás de una careta humanitaria, intervino con esta línea hacia el incendio del Amazonas, aprovechando la excusa para oponerse al TLC Mercosur-UE, en un intento de proteger a sectores de la economía imperialista doméstica. Ya hemos planteado que, ante las políticas imperialistas, en sociedad con los gobiernos y las sub-burguersías latinoamericanas, los trabajadores a ambos lados el océano debemos enfrentarlos con la unidad internacionalista plasmada en acciones en sus plantas de producción en los distintos países.
Y mientras la figura de Macron como líder europeo hace agua por todos los flancos, al viejo zorro italiano, Mateo Renzi, no se le ocurrió mejor idea que abandonar el Partido Demócrata para embarcarse en un proyecto de una nueva fuerza de centro, inspirada en el presidente francés. El nuevo proyecto cuenta con unos 20 diputados y 10 senadores, en un armado institucional en el que las mayorías no están aseguradas para ninguna fuerza. Luego de la salida del gobierno del célebre por su política antiinmigrantes Mateo Salvini, el representante Giuseppe Conte se reúne con Macron en Roma, tras una de las crisis diplomáticas más graves entre ambos países, con el tema de la inmigración de fondo. Una vez más, no hay posibilidad de una salida nacional, mucho menos de parte de una burguesía que, en su debacle, arrastrará a la miseria a las masas obreras.
Para cerrar esta descripción somera de la situación europea, no podemos dejar de señalar la enorme crisis española. De no haber un sobresalto, España se encamina a las cuartas elecciones en 4 años. La incapacidad de formar gobierno de Pedro Sánchez suma inestabilidad a la península, que vive horas de incertidumbre política y económica. El probable Brexit golpearía a España muy fuerte, ya que sus lazos con el Reino Unido son muy estrechos. Se espera que en los próximos meses la economía se contraiga más, teniendo en cuenta que tiene el desempleo más alto del Atlántico Norte y una deuda exorbitante. Además, todavía hay una serie de reformas impopulares que llevar adelante. Y a esto se suma la reactivación de la discusión por la independencia de Cataluña, que ahora espera una sentencia del procés. Mientras tanto, para el conjunto de las comunidades autónomas se prevén recortes presupuestarios y más ajuste. Todo esto se traducirá en el intento de descargar todo el peso de la crisis en las espaldas de los trabajadores.
Cada día se hace más urgente la necesidad de construir una dirección obrera revolucionaria que sea capaz de encolumnar detrás de su programa a la vanguardia del movimiento obrero en Europa. Hacerlo requiere una lucha política incansable contra las burocracias sindicales enquistadas en los sindicatos; una batalla sin cuartel contra las ideologías nacionalistas y de conciliación de clases; una pelea durísima contra el imperialismo del propio país; una política verdaderamente internacionalista con los hermanos de clases de las colonias y semicolonias. Estas luchas se deben librar en el terreno de la producción, que es donde tiene centralidad nuestra clase. Debemos organizar a la vanguardia obrera para romper el mando capitalista en todas las ramas, imponer el control obrero y preparar las condiciones para la expropiación y la planificación socialista. Estas tareas sólo se podrán llevar adelante bajo la dirección centralizada de un partido revolucionario, éste no será otro que la IV Internacional reconstruida.