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BRASIL: UNA BURGUESÍA DESORIENTADA

Miércoles, 16 Mayo 2018 15:28

A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales, la burguesía brasileña aún no tiene claro quien será el que ocupe el papel de verdugo del pueblo en el “Palacio do Planalto”, ni siquiera puede definir claros candidatos. Y es que la crisis que corroe al régimen democrático burgués de Brasil es más profunda que un simple cambio de mando.

Ya el gobierno de Temer fue presentado como el  gobierno que pondría acelerador a las medidas que ya venía implementando su antesesora Dilma Rouseff, que fue retirada del poder por el parlamento en el 2016. Desde entonces se profundizaron los ataques hacia los trabajadores y el pueblo, agudizando las mismas disputas interburguesas, al tiempo que se fortalecían las fracciones más directamente alineadas con el imperialismo.

El paquete de medidas del gobierno de Temer prometía sacar a Brasil de una crisis económica y social profunda con los recortes presupuestarios, los despidos de funcionarios públicos, el recorte de planes sociales e insumos para escuelas y hospitales etc, es una receta agotada. Así, hoy, los principales ejes del gobierno como la reforma laboral, la reforma política, y la resistida reforma previsional, junto con los planes de apertura a la inversión extrajera de las empresas y recursos de propiedad estatal, resultan completamente insuficientes para sacar a Brasil de una crisis que es estructural y que tiene relación con la profundidad de la crisis del capitalismo internacional.

Ya hoy se está colocando en discusión la medida impulsada por el FMI, y aprobada hace menos de dos años, sobre colocar un límite al crecimiento del gasto estatal por 20 años dado que dicho límite, no sólo incrementará el malestar social y por ende las luchas de diversos sectores de masas ante la carestía general, sino principalmente por el problema del deterioro de la infraestructura para la producción capitalista puesta sobre la mesa por la medida de bloqueo llevada a cabo por los camioneros a fines del mes pasado.

Medidas “regulatorias” tales como la política de Petrobras de variación de precios de los combustibles asociados al los precios internacionales (acumulando más de un 55% de aumento en los precios), sólo consiguieron internalizar la fluctuaciones internacionales de una manera más acelerada, como lo evidenció el impacto de las disputas entre EEUU e Iran por el programa nuclear. También las disputas inter-imperialistas, así como los chispazos de guerra comercial con China, están haciendo entrar en crisis a ramas enteras como la avipecuaria.

Del mismo modo la tendencia alcista del dólar, por las políticas de aumento de las tasas de interés nortemericana y medidas de corte proteccionista, ejerce una doble presión tanto en sobre la inflación y la carestía de la vida de la población como sobre el plan burgués de que las inversiones imperialistas podían ser un motor de la recuperación económica.

La reorganización de la dominación burguesa impulsada en el último periodo, que incluyó la intervención militar de Río de Janeiro como pólitica pro-imperialista de intervención interior de las FFAA como ensayo para la Latinoamércia, está mostrando la profundidad de una crisis sin salida en el horizonte para una burguesía que pretendió internacionalizarse y vió limitado su ímpetu por la dependencia imperialista dejando al semi-Estado brasilero en un abierto proceso de descomposición.

Es así que el problema de la burguesía, más que la falta de un candidato a la presidencia, es expresión de la falta de un programa político u hoja de ruta que permita divisar una salida para reestablecer los equilibrios entre las clases para redoblar la explotación, descargar la crisis sobre las espaldas del pueblo y avanzar en resolver las disputas interburguesas.

 Los camioneros y los métodos obreros

El tamaño de la crisis deja en evidencia que las disputas no se podrán resolver en las urnas ni limitarse a la intervención mediadora de otros poderes del Estado como la Justicia. Desde el 2013 a esta parte se han sucedido irrupcciones de distintos sectores de masas que en uno u otro sentido han expresado el laberíntico proceso de la lucha de clases. La lucha de los funcinarios públicos de Sao Pablo de un par de meses atrás, torciendo el brazo al intento de aprobación de la reforma previsional, demostró el potencial de la intervención de masas para frenar la política de ajuste. Del mismo modo se expresan distintos fracciones de clase que pretenden imponer su propios intereses ante la incertidumbre burguesa.

Es así que a fines del mes de mayo se desarrolló una paralización del conjunto de burguesía del transporte de cargas. La base principal de la paralización fueron los camioneros “autónomos”, pequeños propietarios que poseen 1 o 2 camiones y que han visto decaer sus ingresos de forma abrupta por las dimensiones de la crisis. A los “autónomos” –completamente dependientes por lo demás de la burguesía transportista- se sumaron casi en bloque todos los sectores de las empresas transportistas. De conjunto se tornó en una intervención de una fracción burguesa que, apoyada en las acciones de los camioneros autónomos, alineó sus reivindicaciones para una intervención del Estado sobre los precios de los combustibles. El carácter heterogéneo de su composición es característico de una burguesía no-monopolista, es decir, un sector burgués que si bien no tiene una relación directa con el imperialismo, si es dependiente del imperialismo y al mismo tiempo es semiopresora y semioprimida. Es justamente en su base que los “autónomos”, pese a compartir condiciones de vida similares a las de cualquier trabajador calificado (dada una crisis que agudiza su pauperización en mayor grado que su proletarización), sus reivindicaciones e intereses van ligados a los de la gran burguesía transportista en tanto no sea la intervención del proletariado la que rompa esa dependencia.

La paralización, que tomó métodos de la clase obrera como los bloqueos de caminos e incluso algunos enfrentamientos con la represión hacia el final del conflicto, dejó pérdidas millonarias en todos los sectores de la economía. Se vieron afectados prácticamente todos los rincónes del país, aumentaron exponencialmente los precios de los alimentos, se paralizaba el transporte público por la falta de combustible, los hospitales detenían operaciones por falta de insumos, los aeropuetos dejaban de funcionar, las empresas de alimentos perdieron millones en producto, etc, etc. El impacto causado por la paralización fue gigantesco y al mismo tiempo no dejó de contar con la simpatía de la población que veía en el alza del combustible un elemento central de la carestía. Los sectores movilizados levantaron una serie de reivindicaciones ligadas a la carga de transporte tales como la disminución del precio del Diesel, de los Peajes o la estandarización de precios de los Fletes. Algo que es resistido por otras fracciones burguesas dado que incrementa los costos de producción. El gobierno de Temer alineó a los representantes de las cámaras empresarias con políticas de disminución del precio de Diesel (en R$ 0,46) y una serie de promesas sobre la tarifación de los fletes, abriendo un debate en la burguesía sobre el intervencionismo estatista. Estas medidas no dejaron contentos, ya que no daba respuesta, a los camioneros “autónomos” que se resistieron a desmovilizar lo fue complementado con intentonas represivas.

 La necesidad de una intervención independiente de nuestra clase

Inmediatamente posterior a la paralización se sucedió una huelga de trabajadores de Petrobrás, la que fue prontamente desmovilizada por la burocracia de la FUP/CUT basada en las multas que la justicia impónía a los sindicatos en huelga. Si bien esta medida era casi testimonial, ya que los depósitos de refinerías se encontraban llenos por la paralización, y se debía a medidas de seguridad, la dirección burocrática petista pretendío ligarlo a la demanda de la liberación del lider burgués Lula, hoy en prisión impedido de presentarse a elecciones. Esta medida junto con la paralización camionera provocó la salida del presidente de la Petrolera Estatal y dejó tareas para la clase obrera. Independiente de la limitación electoralista que impuso la burocracia, se planteaba en toda su dimensión la discusión del control obrero de Petrobras como base de una lucha por la planificación económica, tendiente a cuestionar la anarquía capitalista y la propiedad privada de los medios de producción. La intervención independiente del proletariado con un programa propio es de una necesidad vital para luchar contra las salidas que impone la burguesía.

Lamentablemente los sectores del centrismo, como el PSTU o el MRT, siguen ligados a lógicas estatistas que plantean que la solución pasa por una Petrobrás “100% estatal”,  acompañando a diversas tendencias burguesas y pequeñoburguesas en la exigencia de la intervención política del Estado burgués en la economía. Del mismo modo discuten su adhesión o rechazo a los sectores de clases que intervienen, no desde la política del desarrollo de la independencia de clase y el fortalecimiento de la vanguardia en tanto dirección del proletariado como sujeto revolucionario sino que, por el contrario, discuten sobre la base de lógicas redistribucionista del gasto estatal y de la posibilidad o no de que la extensión de una lucha lleve a un proceso de huelga general reemplazando y diluyendo al sujeto de la revolución por movimientos de masas heterogeneos que hagan exigencia al Estado.

La aguda situación de crisis del semi-Estado brasilero, así como la del conjunto de los países semicoloniales de la región, plantea la necesidad de que la clase obrera forje sus armas de lucha para dar una salida independiente a la crisis, en una perspectiva preparatoria de la toma del poder político mediante la destrucción del aparato estatal burgués.

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