En el día de ayer, 22 de junio, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se llevó a cabo la Conferencia de Fusión, en la cual se votó el ingreso de los camaradas de Trabajadores Trotskistas como tendencia de la COR, por un periodo comprendido de Congreso a Congreso. La Conferencia tuvo como temario único las Tesis de Partido presentadas para la misma, con informes internacionales y nacionales a cargo de oradores de ambas organizaciones, para precisar los elementos de la coyuntura y las tareas que se desprenden de la construcción de partido. El debate se desarrolló ante la presencia de delegados y militantes de ambas organizaciones de distintos puntos del país y con camaradas de la TRCI de Brasil y Chile. Las Tesis se votaron por unanimidad, así como la fusión de nuestras organizaciones.
También resolvimos la publicación en breve de las Tesis votadas y la organización de charlas post Conferencia para entablar un diálogo con los sectores activistas y contactos cercanos sobre la necesidad del partido revolucionario y la reconstrucción de la IV Internacional.
La jornada culminó cantando la Internacional y con la convicción de que dimos un paso importante en el camino de encarar de forma revolucionaria la crisis de dirección del proletariado y en la preparación para las tareas históricas de la época de crisis, guerras y revoluciones.
Después de aproximadamente un año de discusión fraternal con una agenda acordada de temas para debatir y avanzar en acuerdos y diferencias, las dos organizaciones nos preparamos para un Conferencia de fusión.
En el último Congreso de la COR, que se realizó en diciembre del 2023, se votó la resolución:
Proponerle a TT realizar una conferencia sobre partido en marzo con el fin de consumar la fusión del grupo. La propuesta es que ingresen a la COR como tendencia, con un miembro en la dirección.
Resuelto esto, se llevó a cabo una reunión entre las dos organizaciones, donde participaron también las delegaciones de la TRCI de Brasil y Chile, tendencia de la cual forma parte la COR, para debatir la propuesta.
Trabajadores Trotskistas realizó un Plenario en febrero y acordó con la propuesta fundamentando dicho acuerdo:
Que, desde nuestra conformación como núcleo político, forma parte de nuestra política de construcción, el reagrupamiento de los revolucionarios
Que entendemos que el desarrollo de la agenda de debate abierta entre ambas organizaciones constató que no hay diferencias de principios y hay un acuerdo político general.
Que las diferencias que se pusieron de relieve son parte de una discusión teórico -programática entre revolucionarios, que pueden desarrollarse en una misma organización
Que entendemos que vuestra propuesta político-organizativa, va en el sentido de esto último.
Y resolviendo:
Aceptar la propuesta que nos hace su Congreso y que queda expresada en la resolución de la COR del 9/12.
Creemos que este es un avance importante en el reagrupamiento de los revolucionarios en la necesidad de la construcción del partido revolucionario como sección de la IV Internacional reconstruida.
Los días 8 y 9 de octubre se realizó en Buenos Aires el XVI Congreso Ordinario de la COR, con delegados de las regionales e invitados internacionales de la LOI Brasil y de la COR Chile, integrantes de la TRCI (Tendencia por la reconstrucción de la IV Internacional).
El primer día abordamos la discusión de las tesis discutidas en el pre congreso, con informes internacionales y nacionales que actualizaron e incorporaron debates al calor del desarrollo de las tendencias mundiales y su expresión en el terreno nacional.
Los elementos que consideramos clave para aproximarnos a las principales tendencias a nivel internacional y su interrelación en el terreno nacional son: la invasión rusa a Ucrania, la continuidad de la pandemia y las respuestas que se dieron a la misma desde los Estados (especialmente China) y las consecuencias de estos factores en la economía mundial. Esta extensión en el tiempo del conflicto es muy peligrosa, ya que agudiza mucho más la crisis mundial y genera procesos de crisis políticas y económicas en diversos países ante el encarecimiento de los alimentos y el aumento de la inflación, tornando aún más inestables a los gobiernos de turno. Esa combinación de crisis alimentaria e inflación está produciendo levantamientos, como el de Sri Lanka; incipientes fenómenos de recomposición de procesos de lucha de los sindicatos, como los llamados a huelga en Italia, Bélgica, Francia e Inglaterra; o procesos de pujas salariales, como China y otros países. En EEUU esta puja se está dando con un importante proceso de sindicalización en sectores de servicios, con una nueva generación a la cabeza de estos reclamos.
La aceleración de la crisis por la pandemia y ahora los efectos de la guerra ya han producido una desaceleración del crecimiento de la economía mundial y el aumento de la inflación. Esto ha llevado a EEUU a aumentar las tasas de interés, lo que ha producido un aumento del riesgo de tornar impagables las deudas de los Estados y un posible quiebre de la cadena de pago de los privados.
Estamos en un periodo histórico de descomposición imperialista y procesos de asimilación de los ex Estados obreros. Esto, dentro de la época imperialista de crisis, guerras y revoluciones, se caracteriza por su proceso a la descomposición en una época de cambios bruscos. Por eso es importante el análisis de los procesos de asimilación de los ex Estados obreros, ya que la transición a una restauración capitalista se da en medio de una guerra, una crisis histórica del rol del Estado burgués y la dificultad de su asimilación al sistema de Estados.
Abordamos un debate sobre la crisis del Estado burgués y su forma de dominación, como es la democracia burguesa, rescatando el concepto de Trotsky sobre el bonapartismo de la degeneración y la tendencia de esa forma de dominación a su autoliquidación. Analizamos más profundamente las lecciones del proceso chileno y la degeneración de los bonapartismos sui generis en la región.
Definimos que la tendencia a nivel mundial es a exacerbar una política guerrerista por parte del imperialismo, abriendo procesos de masas de enfrentamiento más directo con los gobiernos y un mayor endurecimiento del aspecto represivo para disciplinar y dominar.
En el plano nacional, discutimos los efectos y cómo se expresa esa situación mundial en el semi Estado argentino y su gobierno. El gobierno de Alberto, Massa y Cristina está sostenido por el FMI y cada 3 meses debe rendir cuentas para evaluar si ha hecho bien el ajuste para seguir teniendo sobrevida. Es un gobierno a la deriva, que no logra reunir el poder necesario para implementar el ajuste. Es por eso que debe apoyarse en el imperialismo para poder lidiar con la crisis, buscar crear un frente interno tras una idea de unidad nacional, dando concesiones a los diferentes sectores de la economía con un dólar específico para cada uno y tratando de acordar con la burocracia sindical para intentar avanzar en un supuesto plan de shock para frenar la inercia inflacionaria. En realidad, se está preparando para “ganar tiempo” ante la posibilidad de un proceso de lucha de clase más agudo y para ingresar a un escenario electoral no tan convulsionado. Tuvimos un rico debate sobre las lecciones del conflicto del SUTNA, sindicato del neumático dirigido por el PO, que después de 5 meses de lucha logró conseguir un aumento en paritarias ante la férrea negativa de un gran frente burgués para derrotar la lucha.
Las tesis internacionales y nacionales fueron aprobadas por unanimidad.
El segundo día realizamos un informe sobre partido, donde hubo mucho intercambio entre los delegados del congreso, reafirmando la importancia de la construcción de una organización revolucionaria en lucha política contra los que niegan la importancia de la organización, como los centrista influenciados por las tendencias autonomistas y redistribucionistas que plantean las construcción de partidos de presión al régimen burgués, que hablan de socialismo sin revolución y dan cuenta de todo un avance en su adaptación teórica y política a los movimientos por derechos y a una idea redistribucionista en el plano económico.
Votamos realizar charlas de presentación del Cuaderno #2 de la COR, que publicamos recientemente y lleva por título “Sobre la revolución y el programa”, además de charlas con los camaradas de Chile sobre las lecciones del proceso y charlas sobre Brasil y el balance de las elecciones en el país. Resolvimos publicar una carta abierta al SUTNA para debatir, desde la autoridad que logró como sindicato después del conflicto, las posibilidades de abrir un debate al conjunto del movimiento obrero.
Después del punto de partido y resoluciones se realizó una sesión cerrada donde se votó una nueva dirección de la COR.
El lunes 10 de octubre realizamos una reunión de la TRCI con las delegaciones que habían asistido al Congreso y debatimos el balance del mismo y acordamos el próximo Congreso de la TRCI para el 2023 y el cronograma para presentación de tesis y discusión.
Al momento de fundarse la IV internacional, un 3 de septiembre de 1938, el mundo vivía una situación de reacción en todos los frentes. En 1936 el proletariado español comenzaba una sangrienta guerra contra el fascismo, que culminaría en 1939 con la derrota de la revolución, debido a la traición de las direcciones reformistas y centristas del movimiento obrero. En Alemania, país que antes de la Primera Guerra Mundial había visto erigirse a la organización obrera más poderosa del mundo, sufría el ascenso implacable de Hitler y sus organizaciones criminales, cuyo principal objetivo de estrangular a la Revolución proletaria comenzaba a plantearse como irreversible. También en este caso la adaptación de las burocracias de la II internacional al Estado burgués imperialista y el giro contrarrevolucionario de la III internacional dirigida por el stalinismo había abierto el camino al ascenso del fascismo, dejando al proletariado desarmado en su lucha práctica y frontal contra la burguesía. Trotsky en su lucha fraccional desde la Oposición de Izquierda venía denunciando la política errática del por entonces denominado “centrismo” burocrático encarnado en Stalin, que pasará de una política zigzagueante entre las facciones de izquierda y derecha del Partido a una posición abiertamente contrarrevolucionaria. En 1933 Trotsky, ante el ascenso de Hitler y la incapacidad de la burocracia de revertir el proceso comenzaba a vislumbrar la necesidad histórica de crear una nueva internacional. Cabe destacar que siempre la visión de Trotsky estuvo guiada por el análisis minucioso de la realidad objetiva del capitalismo mundial, ninguna táctica definida por el gran revolucionario ruso obedecía al voluntarismo. Es por esto que Trotsky planteaba que “Los numerosos intentos realizados hasta ahora de crear un "segundo partido" o una "cuarta internacional" fueron producto de la experiencia sectaria de grupos aislados y de círculos "desilusionados" del bolchevismo; de ahí que su fracaso haya sido, en todos los casos, inexorable. Nuestro punto de partida no es la "insatisfacción" y "desilusión" subjetivas sino la marcha objetiva de la lucha de clases. Todas las circunstancias del desarrollo de la lucha de clases exigen imperiosamente la creación de una nueva organización de vanguardia, y sientan las premisas necesarias para hacerlo” (https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1933/julio/15.htm).
Como se puede advertir, la marcha de la lucha de clases, las relaciones de fuerzas, el estado de descomposición del capitalismo y sus estados; junto al proceso de degeneración de las organizaciones revolucionarias eran puestas sobre la mesa para definir una política correcta. En este sentido, la crisis internacional que sufría la clase obrera se expresaba también en los países de oriente y América, cuya principal causa era la descomposición de las direcciones proletarias, cuya máxima expresión estaba dada por el ascenso de Stalin en el país de la Revolución triunfante. La expulsión de Trotsky, los juicios de Moscú, el amordazamiento de las organizaciones obreras por parte de la burocracia en el poder fueron las bases para hacer retroceder el ímpetu revolucionario en la URSS y permitir el avance de un proceso de consolidación de una casta burocrática en el poder, prerrequisito para el posterior desarrollo de la contrarrevolución y la restauración capitalista.
En este panorama internacional de reacción y ante el peligro inminente de una nueva guerra, producto de las contradicciones del capitalismo mundial y las disputas entre los países imperialistas, Trotsky y los núcleos revolucionarios resistentes en el mundo corrían a contrarreloj y se disponían a preparar las condiciones para la fundación de una nueva organización con una nueva dirección que pudiese revertir el procesos de derrotas que venía sufriendo el proletariado internacional, y colocarse a la clase obrera “en los umbrales de la toma del poder”, tal como será planteado en el programa de transición.
En el marco de esta lucha fraccional que se venía dando desde la Oposición de Izquierda, en mayo de 1935, Trotsky volvía a discutir la necesidad de fundar una nueva organización porque consideraba que “No se puede improvisar la revolución proletaria bajo las órdenes de una dirección en bancarrota. Es menester preparar la revolución mediante la incesante e implacable lucha de clases, en el curso de la cual la dirección se gana la confianza inconmovible del partido, une a la vanguardia con el conjunto de la clase y convierte al proletariado en dirección de todos los explotados de la ciudad y del campo” (https://ceip.org.ar/escritos/Libro4/html/T07V103.htm#_ftnref4). Esta conclusión, hecha a la luz de la experiencia de las traiciones de las direcciones internacionales de ese entonces se tornaba más evidente con el avance de la descomposición del orden imperialista, que derivó en la fundación de la IV internacional, un año antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, catástrofe histórica ya anticipada por León Trotsky, gracias a la comprensión de los desequilibrios y contradicciones irresueltas por el orden mundial capitalista.
Como se señaló, la IV internacional es previamente alentada por la formación de organizaciones revolucionarias en distintos países, a raíz de la lucha de tendencias que el trotskismo venía llevando a cabo pese a las persecuciones. En el marco de esta lucha política, el método de elaboración teórica de los marxista debía ser “de acuerdo con la situación nacional, con el grado de descomposición de las viejas organizaciones de la clase obrera y, por último, con el estado de sus propias fuerzas en el momento dado, los marxistas (socialistas revolucionarios, internacionalistas bolcheviques-leninistas) pueden constituirse en organización independiente, o bien en fracción de alguno de los viejos partidos o sindicatos” pero “cualquiera sea el terreno y los métodos de funcionamiento, deben hablar en nombre de principios sin tacha y de consignas revolucionarias claras. No juegan al escondite con la clase obrera; no ocultan sus fines; no sustituyen la lucha principista por la diplomacia y las maniobras. En todo momento, y cualesquiera sean las circunstancias, los marxistas dicen abiertamente la verdad.” (op. cit.) Esta lucha principista se tornaba una necesidad ineludible ante las traiciones evidentes de la burocracia de la II y III internacional.
La IV internacional surgió, al igual que las viejas internacionales, producto de la pérdida de la razón de ser de las direcciones y programas que habían caducado ante las tareas de preparar las condiciones orgánicas para que el proletariado se hiciera del poder y estableciera su dictadura revolucionaria. En palabras de León Trotsky “La Primera Internacional elaboró el programa científico de la revolución proletaria, pero fracasó al carecer de una base de masas. La Segunda Internacional sacó de las sombras, educó y movilizó a millones de obreros, pero, en la hora decisiva, se vio traicionada por la burocracia parlamentaria y sindical corrompida por el capitalismo en ascenso. La Tercera Internacional dio el primer ejemplo de revolución proletaria triunfante, pero fue aplastada entre las ruedas de molino de la burocracia del estado soviético aislado y de la burocracia reformista de Occidente. Hoy, en el marco del derrumbe definitivo del capitalismo, la Cuarta Internacional, parada sobre los hombros de sus antecesoras, enriquecida por la experiencia de sus victorias y derrotas movilizará a los trabajadores de Occidente y Oriente para el asalto victorioso a las fortalezas del capital mundial.” (op.cit.).
El arduo proceso de preparación de los cuadros, las organizaciones y su vínculo con las masas dio su fruto aquel 3 de noviembre de 1938 en los suburbios de París, cuando los revolucionarios fundaron la nueva organización, a pesar del hostigamiento y el terror desplegado por el aparato de persecución stalinista y de los Estados imperialistas. La gran conquista teórica fue la redacción del Programa de Transición, que condensa las principales lecciones de la experiencia revolucionaria acumulada desde la revolución de octubre de 1917, combate las visiones mecanicistas y etapistas de las direcciones reformistas y prepara las condiciones para llevar al proletariado al umbral de la toma del poder.
2020 el año de las “esperanzas frustradas”.
A 82 años de la fundación de la IV Internacional, el orden capitalista mundial se halla en una profunda crisis y la burguesía no consigue establecer un nuevo equilibrio entre las clases que le permita asegurar su dominación indiscutida. Las bases económicas del régimen están carcomidas por una crisis de magnitud colosal que viene desarrollándose desde 2008, y este año se manifiesta de manera aún más dramática con la pandemia de COVID-19, la cual viene a acelerar los desequilibrios preexistentes. Hoy el capitalismo muestra un escenario de crisis reconocido por todos los analistas burgueses. El Banco Mundial considera al respecto que esta crisis será “la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, y la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita” (https://www.bancomundial.org/). Esta situación se ha traducido en la pérdida de millones de puestos de trabajo, al aumento de la pobreza y el incremento del control policial de los estados burgueses, que mediante la política de cuarentenas han dado mayor protagonismo a las fuerzas represivas, con el fin de disciplinar a las masas, que vienen de un proceso de movilizaciones masivas que se venían acumulando desde el 2019 en América Latina, en los EE.UU., Francia y recientemente en países de la ex Unión Soviética como Belorrusia. A esto hay que agregar los procesos de huelga en Italia que son una muestra de cómo la combinación de la crisis de las relaciones de producción capitalista junto al cuestionamiento de las formas de dominación que la propia burguesía presenta como su mayor conquista: la democracia.
Al mismo tiempo, el mundo observa procesos novedosos, tales como la acelerada restauración en curso en los ex- estados obreros, cuyo caso más significativo lo constituye el proceso de restauración que viene llevando a cabo la burocracia del PC en China. Estas transiciones demuestran por un lado el fracaso de los programas nacionalistas de construcción del socialismo, rehabilitando la visión permanentista e internacional del análisis materialista que León Trotsky desarrolló con una agudeza inigualable. En pleno siglo XXI, retomar las conquistas teóricas del marxismo revolucionario nos permitirá analizar las nuevas coyunturas para encarar la lucha por el socialismo.
Ante semejante descalabro, que pone en jaque el orden mundial, las salidas a la crisis que se proponen las distintas expresiones de la clase dominante y el reformismo buscan ante todo preservar el orden de relaciones sociales existentes basadas en la conservación del Estado y el régimen de propiedad capitalista. Ante la crisis en curso, los sectores de ultraderecha buscan radicalizar a las masas desesperadas de la pequeña burguesía, usándolas como base de maniobra contra el proletariado, azuzando discursos nacionalistas y racistas. Por otro lado, los sectores del reformismo pretenden conservar la idea de un Estado de Bienestar caduco mediante políticas distribucionistas que busquen aumentar impuestos sobre el capital o aplicar subsidios como una renta básica universal. Si bien no se pueden igualar, lo que tienen en común dichas tendencias es que se oponen a la Revolución como salida a la crisis, buscando preservar el orden capitalista. El centrismo coquetea con los grupos reformistas y cede ante las presiones del movimiento espontáneo de las masas, y ensaya líneas de compromiso entre las ideas revolucionarias y las reformas sociales a través de la introducción de leyes “progresivas” para las masas o la adaptación del Programa de Transición a un lenguaje jurídico a ser votado en un parlamento.
Los revolucionarios no sembramos un ápice de esperanza en que las reformas consigan mejorar la situación desesperante de los millones de trabajadores ocupados y desocupados, formales e informales, migrantes o nativos, ya que mediante el análisis objetivo de la crisis en curso advertimos que las reformas que se apliquen desde la superestructura política no pueden detener las fuerzas destructivas desatadas por la crisis, que ponen una vez más a la clase obrera y a la humanidad al borde del abismo de la miseria extrema. Creemos que la única salida progresiva para la humanidad puede desarrollarse siempre y cuando se restablezca el hilo de continuidad de los fundadores de la Cuarta Internacional, luchando por la imposición de la dictadura del proletariado a través de la Revolución socialista, la cual no puede lograrse sin partido mundial de la Revolución, sin destrucción del Estado y sin una dirección y cuadros preparados para las tareas de la Transición al socialismo.
Juan Manuel Tornello