Hace 45 años, en La Plata, 10 estudiantes secundarios eran secuestrados, torturados y finalmente asesinados a manos del contrarrevolucionario golpe de estado del ’76. La juventud venía de las experiencias de los años previos, con importantes procesos de organización, marchas por el boleto educativo, discusiones en torno a qué educación querían, y había participado junto al movimiento obrero de las enormes experiencias del Cordobazo, el Vivorazo, las coordinadoras fabriles, etc. Fue contra estas experiencias que tanto los partidos patronales (PJ, UCR, etc.), la iglesia, los empresarios imperialistas y locales, y la burocracia sindical se unieron en la necesidad de derrotar a quienes comenzaban a poner en cuestionamiento su dominio, entregando momentáneamente el poder al brazo armado del estado para llevar adelante esta tarea.
Hoy, 45 años después, la dictadura del capital bajo su ropaje democrático mantiene intacto su aparato represivo. La política de la Cuarentena dio cuenta de esto, Facundo Castro, Luis Espinoza, Joaquín Paredes, Isaías Luna, Blas Correa, son algunos de los crudos ejemplos de cómo la policía, envalentonada por el respaldo estatal, asesinó, torturó y amedrentó a cientos de jóvenes y trabajadores en todo el país. La cuarentena demostró no ser ninguna medida para salvar nuestras vidas, como demuestran los más de 120 mil muertos y los más de cinco millones de contagiados, sino todo un ensayo general reaccionario para hacernos pagar su crisis
En las escuelas, los cambios caóticos y sin condiciones entre virtualidad, bimodalidad y, ahora, una presencialidad completa, han hecho estragos. El resultado de estas políticas han sido una enorme deserción estudiantil por falta de recursos, sobretrabajo docente, precarización laboral acompañada de salarios de hambre, desempleo por suplencias no cubiertas, compañeros que murieron por Covid y otros cientos de contagiados, cierres completos de cursos, y una larga lista de etc. Este ataque fue posible gracias a que tanto las burocracias sindicales, como las conducciones de los centros de estudiantes se mantuvieron guardadas mientras dejaban correr el ajuste, y ahora convalidan medidas arbitrarias, bajo la figura de protocolos, que sólo restringen la organización y militancia estudiantil y sindical en escuelas y facultades.
Este 16/09 el mejor homenaje que podemos hacer a nuestros compañeros caídos es retomar lo más avanzado de su experiencia y continuar la pelea. Los procesos agudos de lucha de clases que recorren al mundo han tenido a la juventud como protagonistas, las acciones en Chile, Colombia, EEUU, solo por mencionar algunos, deja en claro que la juventud no ha sido derrotada y dará pelea contra un sistema que no le ofrece otro futuro más que explotación, miseria y represión.
Ya hemos escuchado tanto al gobierno como a la oposición hablar de una nueva normalidad y la post-pandemia, lo que significa que se aprestan a consolidar el brutal ajuste para honrar los acuerdos con el FMI, preparando las condiciones para aplicar las reformas laboral, educativa, previsional que exige el organismo. Debemos enfrentar este avance y para ello se hace urgente recuperar nuestras organizaciones para convertirlas en verdaderas herramientas de lucha.
La juventud tenemos en el movimiento obrero a un poderoso aliado, debemos preparar junto a ellos la respuesta. En las escuelas podemos comenzar convocando a plenarios de delegados de base tanto de estudiantes como de los trabajadores de la educación, donde podamos discutir: las condiciones para la vuelta a la presencialidad, la reapertura de paritarias y las condiciones laborales, el boleto obrero-estudiantil y todas las demás reivindicaciones, como así también las acciones para imponerlas, como son nuestros históricos métodos de paro, toma de colegios, marchas, etc. La sentada en los colegios de la UNCuyo es un llamado a la acción que debemos extender y profundizar.
También debemos poner todos nuestros esfuerzos en impedir la criminalización de nuestra lucha, se hace urgente tirar abajo el reaccionario juicio que pesa sobre los compañeros y compañeras de la UNC y la UNRN y que intenta ponerse como castigo ejemplar para disciplinarnos.
A 45 años de la noche de los lápices, la lucha sigue vigente por eso decimos con toda nuestra fuerza que no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos.