La devaluación que siguió a las PASO fue simplemente uno más de los “sinceramientos” del gobierno macrista. En los meses anteriores, la economía había vivido un “veranito” muy artificial, armado por Macri y su equipo económico con los dólares del FMI, para intentar mantener los votos de los sectores medios. Pero la realidad es dura, y la crisis económica que atraviesa a la argentina semicolonial se hizo sentir, de forma descarnada, y en toda su plenitud.
La crisis económica es de alta gravedad. Puede constatarse en la cifra de desempleo que ya alcanza los 2 dígitos, con 10,6% en el país y picos mayores en grandes centros urbanos, una caída de la actividad económica, con especial énfasis en la producción industrial, y la destrucción del salario a partir de la escalada inflacionaria que promete mayores estragos en lo que queda del año. Sin embargo, hay que tomar nota de que, más allá de que las PASO sólo definen candidaturas, existe un recambio burgués definido en la fórmula F-F, con Alberto como presidente electo virtual. Esto no es menor, porque permite a los sectores patronales y a la burocracia sindical iniciar las negociaciones para la transición, hacer lobby para el futuro plan de gobierno, incluso con presidentes extranjeros recibiendo al candidato con todos los honores para “hablar del futuro”. Las negociaciones de Alberto con el FMI a través de sus asesores ya están en curso.
El grave problema es que las PASO dejado abierta una transición quizás demasiado larga, que pone sobre la mesa la posibilidad de que la crisis económica quiebre la estabilidad social necesaria para mantener a flote al moribundo gobierno de Juntos por el Cambio sin que medie un estallido, una corrida bancaria, una hiperinflación u otro escenario catastrófico. Las medidas desesperadas del gobierno, con su salida de la salida del cepo, su default selectivo reperfilado, las dádivas a los trabajadores ocupados y desocupados (excluyendo a los jubilados) y otras medidas inconexas que seguirá tomando no bastan para cerrar las tendencias a la bancarrota del estado burgués. Es necesario el pacto de colaboración con las huestes del Alberto y de todo el peronismo, aún con una unificación precaria e inconclusa y que es sólo electoral por el momento, para conducir la transición con el menos sobresalto posible. El rol del FMI como ordenador de esta transición se hace fundamental.
La necesidad de acordar con el FMI un nuevo acuerdo, la famosa renegociación que sostienen Alberto y el resto de los candidatos patronales, hace bastante ridícula la propuesta de Pacto Social a la Gelbard que propone el Frente de Todos y que ya había adelantado Cristina, vice electa virtual, en la presentación de su libro. Este Pacto Social es fundamentalmente una tregua (mucho más explícita que la actual) para que la burocracia sindical sostenga un reacomodamiento de precios relativos sin lucha y con salarios congelados para que Alberto pueda imponer una nueva devaluación para licuar deudas y aún más los costos empresariales y completar la “sintonía fina” del acuerdo con el Fondo. Pero cualquier intento de pacto social que se haya intentado, todos fracasados hay que decirlo, siempre se ha realizado sobre una idea de fortalecimiento de una pretendida y fantasmal burguesía nacional, ya sea en la versión de los años ‘70 (que terminó en el Rodrigazo) como en la del gobierno de Nestor, que tuvo como magro resultado los grandes negocios para un puñado de burgueses amigos como los Lázaro Baez, los Ezquenazi o los Cristobal López sin un atisbo de ruptura con el imperialismo, al que se honró todas las deudas, y de manera “serial” al decir de Cristina. El FMI va a buscar cobrarse los U$S 56 mil millones de su préstamo y sobre todo avanzar en el plan de ofensiva del imperialismo sobre la región, aprovechando los precios de remate de los activos pos devaluación para la entrada de capitales yanquis, por lo que es difícil entender que tipo de pacto social se pretende aplicar. En todo caso, lo que está claro es que este plan económico se basa en mantener las condiciones salariales miserables y avanzar aun mas en las reformas que pide el imperialismo, a saber: reforma laboral, reforma previsional, reforma impositiva, reforma educativa, etc. Justamente las reformas que marcaron, al no poder aplicarlas por la lucha obrera de diciembre de 2017, el fracaso definitivo del gobierno de Macri desde el punto de vista de sus promotores burgueses.
Pero el equilibrio de clases, aún con la burocracia sindical montada en el plan de transición pacífica, no se sostiene sólo a partir de los reacomodamientos en la superestructura política; necesita apoyarse en elementos materiales. Los despidos y suspensiones, el pago de salarios en cuotas, la carestía de la vida, empujan inexorablemente al movimiento obrero a la lucha, que hasta ahora viene siendo contenida. Porque existen procesos en el movimiento obrero, aunque muchas veces moleculares y con el límite del aislamiento impuesto por las burocracias de los sindicatos, la CGT y las CTAs. Ahí está la enorme lucha de los docentes y estatales de Chubut, que vienen enfrentando al gobierno del Massista Arcioni, aliado de Alberto, soportando las golpizas de la patota de la burocracia sindical petrolera y la muerte de 2 compañeras en el marco de la movilización. También hay tomas de fabricas alimenticias (molinos, galletitas, ingenios azucareros), procesos en diferentes cordones y parques industriales, paros nacionales de los docentes universitarios, paros docentes en varias provincias, conflictos en los hospitales privados y estatales, en empresas de energía y del transporte. Chubut, hoy sólo un caso, puede ser el preanuncio de otras crisis provinciales y de la necesidad de la salida a lucha de esos sectores, porque muestra la caída en desgracia de las provincias, muchas de las cuáles venían beneficiadas por el pacto fiscal pero ahora sufren la devaluación debido al endeudamiento en dólares y la caída de al recaudación producto de la propia recesión. Los estatales están apuntados como la variable de ajuste por los gobernadores, sin excepciones, sean de cambiemos, del frente de todos o “neutrales” como Schiaretti (Córdoba). La lucha de Chubut está ahí como ejemplo, y también como lección de la necesidad de romper el aislamiento que impone la burocracia sindical a los sindicatos en lucha para que la crisis no la paguemos los trabajadores.
Lamentablemente, las corrientes de la izquierda agrupadas en el FIT-U no están ofreciendo una salida revolucionaria a la vanguardia del proletariado. Su orientación electoralista, que comparten con el Nuevo MAS, llega a límites inaceptables como haber votado junto a todo el arco de diputados burgueses la llamada “emergencia alimentaria” en el congreso. Este proyecto era al mismo tiempo denunciado por los militantes de los movimientos piqueteros ligados a estas corrientes, como en el caso del Polo Obrero, pero escandalosamente la diputada Del Pla y Del Caño fueron parte de esa maniobra donde quedó plasmado el pacto entre macristas y peronistas, con la bendición de la Iglesia y el beneplácito de la burocracia sindical, para sacar a los trabajadores desocupados, y también al conjunto del movimiento obrero, de las calles. La diputada Schlotthauer se abstuvo, en una posición correcta, aunque de poco sirve si es parte del mismo acuerdo oportunista en el FIT-U. Este desbarranco tiene raíces más profundas en el programa de corte estatista que arropa al conjunto de las corrientes de la izquierda, un programa de medias anticrisis a llevarse a cabo desde el propio estado burgués, aunque bajo el gobierno de una Asamblea Constituyente. Tal programa de por si niega en los hechos la independencia de la clase obrera, abriendo paso a todo tipo de acuerdos con sectores de la burocracia en los sindicatos, como es el caso de la lista en las elecciones del Roca o la invitación al Secretario General de LyF Córdoba para ser parte del llamado Plenario del Sindicalismo Combativo.
Ante esta crisis, los trabajadores debemos intervenir con plena independencia de clase. Contra toda ilusión en salidas desde el parlamento o a través de las elecciones, debemos atacar a la burguesía en su base, es decir, en la producción. Ante el desorden de la economía debemos imponer el control obrero de la producción, de la banca y el comercio, y a partir de ahí desarrollar las escalas móviles de horas de trabajo y salarios y elevar de inmediato el nivel de vida general ante la debacle capitalista. La burocracia junto con el imperialismo ejercen una doble dominación sobre nuestra clase; debemos impulsar una gran deliberación al interior de movimiento obrero para enfrentar a esta burocracia imponiendo un paro general para que se exprese nuestra fuerza en esta crisis. Debemos reagrupar a la vanguardia obrera detrás de un programa de acción para intervenir de forma independiente a las variantes burguesas y pequeño burguesas, que prepare las condiciones para la lucha por el poder. Debemos impulsar asambleas en cada lugar de trabajo votar delegados para imponer un Congreso de delegados de base con mandato que vote un plan de lucha para imponer nuestras demandas.
Es imperioso intervenir en esta crisis, siendo consciente que esta lucha es una lucha internacional ya que este ataque también lo sufre el proletariado de todo Latinoamérica por parte del imperialismo. Se impone ganar la solidaridad activa del proletariado norteamericano y europeo para frenar las políticas imperialistas. Desarrollando esta pelea, sentaremos las bases para la construcción del Partido Revolucionario de la clase obrera.