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EIC #89

Agosto 2024 

Las tendencias guerreristas se expresan al máximo en Medio Oriente, dentro de un periodo de descomposición del imperialismo y procesos de asimilación de los ex Estados obreros, donde se sigue desarrollando la crisis económica mundial, con una fuerte recesión y procesos inflacionarios en gran parte del mundo. El genocidio en Palestina por parte del enclave israelí lleva más de 10 meses y el imperialismo norteamericano no logra disciplinar a su aliado, lo que puede abrir un escenario de mayor convulsión en la región.

Hace unas semanas Netanyahu fue invitado por el Congreso norteamericano para que exponga su línea de exterminio del pueblo palestino y la anexión de Gaza y Cisjordania. Luego de su charla con un debilitado Biden, el mandatario sionista avanzó en el asesinato del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, con una bomba en Teherán y a un destacado dirigente militar de Hezbollah en Beirut. Estas agresiones provocaron temor por las posibles represalias de Irán y sembraron dudas sobre la realización de las conversaciones de fin de las hostilidades que impulsa el imperialismo junto con un grupo de “países mediadores” como Egipto y Catar.

Finalmente, el pasado jueves 15/8 las negociaciones iniciaron en Doha, aunque sin la participación de Hamas, a pesar de las presiones de Catar y Egipto hacia esta organización. Estados Unidos y Europa, por su parte, presionan a Israel y a Irán para lograr un acuerdo. Por su parte, China también ha hecho esfuerzos para buscar una solución diplomática al conflicto, por el momento marginal.

El objetivo de la cumbre de Doha es alcanzar un cese al fuego en Gaza y el regreso de los secuestrados israelíes (vivos o muertos) a su patria. Sin embargo, el fracaso de las negociaciones es una posibilidad y presentarían un escenario mundial donde las potencias imperialistas se preparen para grandes enfrentamientos. Inclusive, un sector de la intelectualidad sionista empieza a instalar la idea de que una nueva “diáspora” y hasta un nuevo “galut” (exilio) son una posibilidad, la cual se funda en la inmensa ola de emigración del enclave que comenzó en octubre del año pasado.

Estados Unidos, con una frágil situación interna y una gran incertidumbre sobre el resultado del proceso electoral que culminará a fin de año, ha dejado entender que estaría dispuesto a soltarle la mano a Netanyahu en caso de que el plan de paz se frustre. El mismo 15 de agosto, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, anunció ante el parlamento turco que emprenderá un viaje a la Franja de Gaza con el objetivo de intentar poner fin a los bombardeos de Israel sobre la Franja, como muestra de buena voluntad para una “negociación política” para conseguir la paz. Lo cierto es que, la diplomacia burguesa, a través de organizaciones proimperialistas como la ONU o de organismos representantes de las burguesías nacionales árabes como los gobiernos de Catar y Egipto y la ANP nada han logrado en estas más de siete décadas de lucha del pueblo palestino contra la ocupación sionista y esto se debe a que no están dispuestos a enfrentar al enclave de ocupación. El apoyo incondicional del imperialismo a este enclave se funda en la importancia de su creación a partir de los pactos de posguerra y el establecimiento de un orden mundial, que hoy se tambalea.

La vía para detener el genocidio sionista y acabar con la opresión nacional de pueblo palestino sólo puede ser planteada por el proletariado mundial, apelando a sus métodos de clase. Esto implica paralizar la maquinaria bélica, de lo cual hemos tenido muestras en los bloqueos al envío de suministros por parte de organizaciones obreras estadounidenses e italianas (sólo por nombrar algunos ejemplos). En Europa han sido masivas las movilizaciones en solidaridad con el pueblo palestino, a pesar de la represión de sus Estados. Pero para avanzar efectivamente en parar este genocidio, debemos afectar los intereses imperialistas en la producción. Para esto es necesaria la más férrea unidad de clase, lo cual implica enfrentar concretamente a las burguesías de los propios países y a sus mediaciones, centralmente a la burocracia sindical que los sostiene. Esto se logrará poniendo en pie una dirección revolucionaria, con partidos nacionales que sean secciones de la IV Internacional reconstruida. La expulsión del imperialismo de la región será tarea central, enfrentando a los gobiernos árabes y la teocracia iraní, así como a la direcciones burguesas y pequeñoburguesas que no ofrecen ninguna salida a las aspiraciones de liberación nacional de los palestinos como Hamas. El proletariado revolucionario debe plantear al unísono: ¡Por la destrucción del enclave sionista de Israel, para construir una Federación de Repúblicas Socialistas en Medio Oriente!

 

Publicado en Internacionales

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