Asistimos al derrocamiento de Al Assad en Siria, después de 50 años de estar ese clan en el poder y ahogar en sangre las insurrecciones espontáneas del 2011. Cayó en un escenario mundial que combina la crisis mundial abierta con la política guerrerista del imperialismo en su decadencia. La toma del poder por parte de la milicia islámica Hayat Tahrir al Sham (HTS), junto al Ejército Nacional Sirio, con el apoyo de Turquía, debe ser analizada como una movida en el tablero de las guerras actuales, como una derrota de Rusia en sus zonas de influencia, para buscar forzar una negociación por la guerra con Ucrania, en condiciones desfavorables para ésta.
El Estado sirio se encuentra en franca decadencia, con gran parte de su territorio convertido en mini Estados territoriales controlados por distintos grupos armados de diferentes fracciones religiosas, que responden a las distintas potencias imperialistas que influencian en la región. La caída de Al Assad está obligando a pensar cómo se va a establecer una nueva relación de fuerzas por parte de Estados Unidos y Rusia en la zona, considerando que EEUU tiene batallones militares que trabajan junto a las milicias kurdas del YPG y que Rusia tiene bases navales y aéreas en la región.
Este conflicto, obviamente, se inscribe en uno más general, que es el que abrió el genocidio del enclave de Israel contra el pueblo palestino y su avance en toda la región. Si bien en este momento se encuentran en una tregua con el Líbano, no está nada solucionado, al contrario, la tendencia es a que se intensifique más el enfrentamiento.
Las milicias que tomaron el poder en Siria son la dirección descompuesta de variantes de nacionalismo árabes, que hace ya mucho tiempo se vendieron al imperialismo y su representante en la región que es el enclave de Israel. Los sionistas avanzan sobre nuevas zonas de los altos del Golán no sólo para aprovechar el desorden de la descomposición de Siria, sino como medida preventiva ante un proceso real de lucha contra Al Asad sobre el que se montan estas direcciones. Es por eso que la tarea de los revolucionarios es buscar unir las luchas genuinas para enfrentar al asesino de Al Assad con la resistencia palestina en Gaza y derrotar al enclave israelí, que significaría la derrota del imperialismo y sus aliados en Medio Oriente. Tenemos que unir las fuerzas del proletariado de Medio Oriente con los trabajadores de Ucrania y Rusia para que desarrollen una guerra revolucionaria contra sus burocracias restauracionistas y derrotar a la OTAN.
La pelea por una federación de repúblicas socialistas en Medio Oriente, como expresión de la forma estatal de la dictadura del proletariado, es la salida para destruir esos Estados fallidos formados después de la posguerra.