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En las calles de los chalecos amarillos

Jueves, 06 Diciembre 2018 19:33

 

Por COR Chile

Los llamados “chalecos amarillos” irrumpieron en luchas callejeras en tres jornadas 17 y 24 de noviembre y 1 de diciembre  que ocuparon la capital parisina y se replicó en varias ciudades de Francia, extendiéndose incluso a Bélgica. Luchas que retomaron los históricos métodos de la clase obrera francesa del enfrentamiento y las barricadas. El último 1 de diciembre terminó con enfrentamientos abiertos en el arco del triunfo con cientos de detenidos, decenas de heridos y procesados. El origen de estas protestas fue ocasionado por un aumento en el impuesto de los combustibles que comenzaría a regir desde enero del 2019. Ante la extensión e intensidad de las protestas, el gobierno de Macrón primero decidió prorrogar por seis meses la aplicación de esta medida, para finalmente suprimirla, junto con el congelamiento de las tarifas de gas y electricidad para el invierno que se avecina, mientras intenta infructuosamente buscar interlocutores en un movimiento espontáneo y socialmente heterogéneo.

De una crisis capitalista

El continente europeo se encuentra atravesando una aguda crisis producto de la crisis estructural de capitalismo imperialista y su proceso de descomposición. Los desequilibrios interestatales presionan al bloque de la UE hacia el desmembramiento como puede verse en la tortuosa salida del bloque del Reino Unido (Brexit) o en la definición del presupuesto italiano que contradice los parámetros  de equilibrio fiscal fijado por el tandem Alemania y Francia que pretende otorgar estabilidad a los bancos y al capital financiero. Esto es aguijoneado tanto por la guerra comercial emprendida por EEUU principalmente con China, que si bien han pactado una frágil tregua luego del G20, es probable que el imperialismo norteamericano pretenda oportunamente incrementar las disputas interimperialistas con Europa profundizando su crisis, como lo manifestó en sus críticas al acuerdo de Teresa May con la UE. Si a esto le sumamos la criris en el proceso de asimilación de los ex Estados Obreros como Rusia que se ha reflejado en el oriente europeo con la práctica partición de Ucrania, y la situación convulsiva de Medio Oriente que ha impactado con la crisis migratoria, podemos darnos una idea de la gravedad del estado de salud del capitalismo. Estas tensiones interestatales, junto con una economía europea que en forma de recesión ha pretendido superar la crisis iniciada el 2008, constituyen un óptimo caldo de cultivo para que se desarrollen importantes tendencias a la lucha de clases o la irrupción de distintos sectores de masas.

Tendencias políticas y su naturaleza de clase

Los que han ocupado el proscenio con sus chalecos amarillos en esta ocasión han sido centralmente amplios sectores de la pegueñaburguesía de la ciudad y el campo. Una sector social de las “clases medias” que en todos sus estratos, desde los pequeños propietarios a los sectores cuentapropistas y asalariados, vienen gradualmente sumergiéndose en una crisis económica y social sin salida. Más en general expresan la ruptura violenta con el gobierno de una importante base social de Macrón, el que emergió como subproducto de una aguda crisis del sistema de partidos los que eran parte constitutiva del equilibrio capitalista de la post-guerra en la V República. Este equilibrio también se basaba en las políticas del llamado “Estado de bienestar” que significó un gran pacto entre el capital y el trabajo, sostenido por la burocracia sindical imperialista,  como medida preventiva ante la posibilidad de que se extendieran procesos revolucionarios a la salida de la segunda guerra mundial. Justamente la política de la burguesía imperialista francesa ha sido la de atacar a su propio proletariado para fortalecerse como actor de peso en Europa y redoblar su presencia militar en África. Es por ello que la política del gobierno de Macrón se centró en atacar al Estado de bienestar, intentando imponer un nuevo pacto entre el capital y el trabajo con políticas como la reforma laboral, la desregulación y demantelación del sector ferroviario, la reforma al seguro de cesantía, etc.

Polos del arco político superestructural como Reagrupamiento Nacional (ex Frente Nacional) de Le Pen y la Francia Insumisa de Melechón, han gesticulado simpatizar con el movimiento para coincidir en un llamado a la disolución de la Asamblea Nacional y el llamado a elecciones. Desde los partidos burgueses más tradicionales y en crisis como los Republicanos o el Partido Socialista llaman a un referéndum sobre las medidas del combustible. Una manifestación de cómo se reacomodan los partidos del régimen ante un periodo convulsivo que estará marcando distintas etapas de la lucha de clases ante un gobierno abiertamente debilitado. También es expresión de que la pequeñaburguesía se distingue por su dependencia económica de la gran burguesía y su heterogeneidad social, incapaz de tener una expresión política independiente. Que mejor ejemplo de su heterogeneidad que elementos juveniles tanto fascistas como anarquistas combatiendo en simultáneo en las calles a las fuerzas represivas.

La necesidad de un programa

Desde el 2016 han recorrido Francia luchas obreras contra la reforma laboral, primero la de Hollande y luego la de Macrón, que atacan y precarizan los salarios y las condiciones de trabajo. Podemos agregar luchas importantes como las del los electricistas, los petroleros, los aeronáuticos o las de los ferrocarriles, en su gran mayoría maniatadas y desviadas por las políticas de conciliación de clases y de defensa del Estado burgués imperialista de la burocracia sindical de la CFDT, CGT, FO o SUD, que han impedido fortalecer a un sector de la vanguardia obrera para que intervenga decididamente en esta crisis. Un ejemplo de ello lo da el dirigente de la CFDT Laurent Berguer quien hoy llama al gobierno a levantar un “pacto social”, “fortalecer los cuerpos intermedios” y negociar empresa por empresa items de “movilidad” para amortiguar el impuesto a los combustibles.

La juventud, tanto de las escuelas como de las universidades, han sido un actor de organización y movilización en el último periodo contra los ataques del gobierno a la educación. Así mismo se han expresado de forma explosiva los jóvenes de los suburbios (banlieue) ante las razzias policiales, con una considerable composición de jóvenes inmigrantes o descendientes, los que constituyen un fermento revolucionario de toda la situación política.

La pequeñoburguesía, incapaz de tener una salida independiente, tarde o temprano buscará entre los partidos burgueses,la salida a su impaciencia y desesperación. Las tendencias de extrema derecha como Le Pen, expresión misma de la debacle del imperialismo francés, podrán fortalecerse pero sólo en la medida que se asesten duros golpes a la clase obrera, único factor histórico revolucionario.

El proletariado es el único capacitado para brindar una salida, si y solo si es capaz de levantar un programa revolucionario que lo dirija hacia la toma del poder y la expropiación de la burguesía.  Sólo confiando en sus propias fuerzas es que la clase obrera puede erigirse como caudillo de la nación explotada y oprimida y arrastar tras de sí a las masas de la pequeñoburguesía arruinada por el capitalismo y sumida en la desesperación.

Contrario a esta perspectiva marxista están corrientes como el NPA que proponen impulsar una movilización general para impulsar la “convergencia con el movimiento laboral y social”, es decir,  una perspectiva de diluir un programa obrero en un sinfín de “demandas sociales, económicas, ecológicas, etc”. Por su parte partidos como Lutte Ouvriere sólo se restringen a una perspectiva de tipo sindicalista, limitando el horizonte a la lucha por el aumento del salario. Lejos de su análisis están definir a Francia como un país imperialista, elemento central para entender la relación que establecen la burguesía tanto con la pequeñoburguesía como con sectores de ésta como la aristocracia obrera.

Es preciso que la vanguardia obrera francesa y del continente europeo luchen contra la burguesía imperialista colocando como norte la pelea por los Estados Unidos Socialistas de Europa. Para ello deberán hermanarse con los trabajadores de los países coloniales y semicoloniales. Poner en marcha la construcción del Partido mundial de la Revolución socialista, la IV Internacional reconstruida, es una necesidad vital para que las nuevas generaciones puedan intervenir y guiar al proletariado, en el desarrollo de la lucha de clases, hacia la toma del poder y el derrocamiento de la burguesía.

 

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